Pidamos a San José que sea nuestro padre espiritual, para fortalecer nuestra fe, para darnos una parte de su confianza en Dios, y para enseñarnos a amar a Jesús y a María como Él los ama.
Busquemos una parte de su profundo respeto por el Verbo hecho carne.
Que nos permita formarnos buenos hábitos buscando otros dones de él: el don de la oración contemplativa, la santificación de nuestro trabajo diario, la protección de las influencias del diablo, y verdadera humildad en el corazón.
Y por encima de todo, a ingresar en la escuela José a través de la intimidad con él en la oración, pidámosle que nos enseñe cómo no sucumbir al egoísmo y el pecado, al narcisismo en todas sus formas, para que Jesús viva con nosotros y en nosotros, de modo que podamos vivir y morir en Cristo y, un día, unirnos a la Sagrada Familia en el cielo.
(San José, nuestro Padre en la fe, Padre Frederick L. Miller)
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