DIOS QUIERE QUE TODOS LOS HOMBRES SE SALVEN



Dios llama a todos los cristianos a una perfección eminente de la gracia y de la caridad. La voluntad de Dios de que todos los hombres se salven es una voluntad seria, «con toda la seriedad que hay en la cara de un Dios crucificado».

A las personas que buscan la perfección cristiana, les corresponde un diluvio de gracias actuales suficientísimas para alcanzar aquel grado de perfección. Dios no tiene la culpa de que esos cristianos 

imperfectos hayan resistido voluntariamente a esas gracias suficientes y no hayan alcanzado de facto el grado eminente de perfección cristiana que con ellas hubieran podido alcanzar. 

Sería completamente inmoral el exigir a Dios que nos santifique a todos por las buenas o por las malas, tanto si cooperamos como si no cooperamos a su acción divina. Y dígase lo mismo con respecto al otro problema, más pavoroso todavía, de nuestra salvación eterna. 

Dios quiere sincerísimamente que todos los hombres se salven, y, en consecuencia, a todos les da las gracias suficientes para ello, incluso al más embrutecido salvaje perdido en una selva tropical. Pero Dios no puede ni debe salvar—permítasenos esta expresión tan audaz—al que se empeñe tenazmente en resistir a su gracia abusando del privilegio augusto de su libertad. 

Una salvación universal de todos los hombres sin excepción (buenos y malos) llevaría inevitablemente a una de estas dos terribles consecuencias: o a que la voluntad humana no es libre ni, por consiguiente, responsable, o a que está autorizada para burlarse de Dios.

Quede, pues, sentado que todos estamos llamados a la perfección cristiana, lo mismo que todos estamos llamados a la salvación eterna. Muchos no llegarán de hecho a la perfección y otros ni siquiera se salvarán; pero la culpa estará únicamente en ellos por haber resistido voluntariamente a las gracias suficientes, a cuyo buen uso estaban vinculadas las gracias eficaces, que les hubieran conducido hasta la cumbre de la perfección o hasta el puerto de salvación.

(Teología de la perfección cristiana, Antonio Royo Marín, fraile, sacerdote y teólogo)

BIENAVENTURADOS LOS MANSOS


Ya escribió David que los mansos no alcanzarán tan sólo la eterna bienaventuranza, sino que también en esta vida disfrutarán de extraordinaria paz ; y la razón es porque, lejos de conservar los santos rencor contra quienes los persiguen, les cobraban más amor, y el Señor, en premio a tanta paciencia, les aumenta la paz interior. 

Decía Santa Teresa de Jesús, de Ávila : «Y con las personas que decían mal de mí, no sólo no estaba mal con ellas, sino que me parece les cobraba amor de nuevo»; por lo que más tarde escribió de ella la Sagrada Rota Romana que «las ofensas suministraban alimento a su amor». 

Tan grande mansedumbre no se da sino en quienes tienen gran acopio de humildad y bajo concepto de sí mismos, que llegan a convencerse que merecen toda suerte de desprecios; y de ahí, por el contrario, que los orgullosos sean siempre iracundos y vengativos, porque, en su concepto, son dignos de todo honor.

(Práctica de amor a Jesucristo, san Alfonso Mª de Ligorio)

SAN JOSÉ NOS AYUDA A TODOS

 En el centro de la conciencia de San José se encontraba la percepción de que Dios eterno se convirtió en hombre en el vientre de María. Amando y respetando todo lo humano, nos enseña cuán preciada es la vida humana. 

José se encuentra en el origen de la nueva cultura de la vida iniciada por la Encarnación del Verbo. 

La devoción a San José enseña a los cristianos a amar y respetar la vida humana, a comprender cuán sagrados son la virginidad, la concepción, la maternidad, el amor conyugal y el amor de los padres. 

San José ayuda a los jóvenes a ser castos. Ayuda a los hombres a ser esposos fuertes y fieles, padres tiernos y amorosos de sus hijos e hijas.  

Es un modelo de masculinidad casta y tierna para las mujeres que han sido lastimadas en sus relaciones con los hombres. 

San José es el custodio especial y el guía de las mujeres que han consagrado su vida al amor esponsal de Cristo, el modelo para los sacerdotes que tienen la misión de custodiar y proteger a la Iglesia, la esposa de Cristo, y nuestro Señor, presente en su palabra y en el sacramento de la Eucaristía.

(San José, nuestro Padre en la fe, P. Frederick L. Miller)




ORACIÓN A JESUCRISTO PARA EVANGELIZAR



 Jesucristo, 

te ofrezco este día que empieza 

y renuevo mi consagración total a ti, 

para que seas tú el criterio, centro y modelo 

de mi vida.

Concédeme la gracia de conocerte íntimamente, 

en el Evangelio, la Eucaristía y la cruz, 

y ayúdame a imitarte en la entrega al prójimo.

Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío. 

Que tu amor hacia la humanidad penetre todo mi ser. 

Impúlsame a abrazar la cruz en mi vida, 

reparar por los pecados 

y entregarme a los hombres.

Que el anhelo por la instauración de tu reino 

me lleve a transformarme cada día más en ti

y llevar la luz del Evangelio a todos los hombres, 

consciente del valor de cada alma.


ORACIÓN A SAN JOSÉ POR LAS VOCACIONES SACERDOTALES



¡Oh San José!, fiel, casto y justo esposo de María, 

Madre de Nuestro Señor Jesucristo,

dígnate concedernos tu poderosa intercesión, 

para que Dios Padre envíe más obreros a su

mies, verdaderas y santas vocaciones al sacerdocio.

Custodia las vocaciones de los que han sido 

llamados a vivir en el mundo sin ser de este mundo, 

para que sepan renunciar a los placeres y pasiones del mundo, 

para servir en total pobreza, castidad y obediencia 

a la voluntad de Dios y sean configurados con Cristo, 

y por Él, con Él y en Él, sean unidos a la Santísima Trinidad 

por los lazos indisolubles del Espíritu.

Consíguenos para ellos, por tus méritos y tu ejemplo, 

los dones y gracias que necesitan para

que ejerzan un ministerio santo, 

cumpliendo en virtud y perfección las promesas de

pobreza, castidad y obediencia, 

que en conciencia y libre voluntad hicieron a Dios 

el día de su ordenación, cuando al ser desposados 

con la Santa Iglesia se comprometieron a servirla

en total fidelidad y entrega.

Te pedimos, ¡Oh! benigno y sapientísimo protector, 

que custodies los corazones de nuestros

seminaristas y sacerdotes, para que sean 

preservados en la inocencia, en la pureza y en el celo apostólico 

del amor y sean íntegros, virtuosos y santos.

Imploramos a ti, San José, esposo de nuestra 

Madre Santísima, virgen, inmaculada y pura,

que acojas y adoptes a cada vocación 

como a tu hijo Jesús y lo dirijas y lo enseñes a

construir su cruz, con su trabajo y su esfuerzo diario, 

renunciando a sí mismo, para abrazarla 

y seguir a Jesús, para con él ser Cristo 

y conducir a todas las almas a Dios, en la

esperanza de la gloria en su resurrección,

Amén.

¿QUÉ ES LA EUCARISTÍA?


 

La Eucaristía es el Cuerpo, la Sangre, 

el Alma y la Divinidad de Jesucristo, 

bajo las apariencias de pan y vino. 

Haced un acto de fe preciso y explícito 

a la presencia del Cuerpo sacrosanto de 

Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. 

El Cuerpo está unido a su alma; 

vivo, organizado, completo, lleno de gloria e inmortal. 

El Cuerpo está formado de la más pura sangre 

de la Virgen María, alimentado con su leche, 

muerto sobre la Cruz, resucitado en la gloria 

y que los santos ven resplandeciente en el 

cielo. La Sangre de Jesucristo corre en las 

venas de este Cuerpo y mantiene su vida;

ésta es la sangre que viene de la fuente purísima 

del Corazón de María, que fue derramada durante la Pasión 

y recobrada en la Resurrección; 

circula en el Cuerpo de Jesús y hace 

de Él un Cuerpo vivo. 

El Cuerpo eucarístico de Jesucristo 

es vivificado por su corazón, 

que existe verdaderamente y late y se mueve en la Hostia. 

Creed en la verdad de este Cuerpo de carne; 

no es una imagen, sino una realidad. 

Jesús lo ha dicho: Hoc est Corpus meum; 

la fe lo enseña; creedlo. 

Y como este Cuerpo es el Cuerpo de Jesús 

inseparablemente unido a la persona divina 

del Verbo, es santo, sagrado y adorable: adoradle. 

Creed con todas vuestras fuerzas en esta realidad; 

porque no es una copia, ni un símbolo, 

ni un recuerdo; sino el verdadero Cuerpo y la 

verdadera Carne de Jesús. 

(La Persona del Cristo Eucarístico, por el P. Tesniere)

LA FE DE SAN JOSÉ

 San José ayuda a los cristianos a comprender que Dios obra en el mundo a través de los hombres y mujeres humildes que creen en Él y colaboran con su gracia como lo hizo él.

Fue la fe de María la que trajo al redentor físicamente entre nosotros, pero fue la fe de José la que le confirió el título legal de Hijo de David, el Mesías. 

La fe de María le dio al Hijo de Dios la carne y la sangre, integrándolo así a nuestra historia humana; la fe de José integró a Jesús en la historia de la salvación del Pueblo Elegido. 

Dios omnipotente realizó su mayor obra a través de la fe y las buenas obras de María y de José. 

Él desea continuar su obra en el mundo por medio del ejemplo y las buenas obras de estos hombres y mujeres cristianos que creen en Él y desean hacer todo lo posible por llevar a toda persona humana a una relación con Cristo.

Por tanto imitemos las actitudes de María y de José.

(San José, nuestro Padre en la Fe, P. Frederick L. Miller)




ORACIÓN A MARÍA DE SAN EFRÉN DE SIRIA


 


Mi santísima Señora, Madre de Dios, llena de gracia, 

tú eres la gloria de nuestra naturaleza, el canal de todos los bienes, 

la reina de todas las cosas después de la Trinidad..., 

la mediadora del mundo después del Mediador; 

tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo, 

la llave que nos abre las puertas del paraíso, 

nuestra abogada, nuestra mediadora. 

Mira mi fe, mira mis piadosos anhelos y acuérdate 

de tu misericordia y de tu poder. 

Madre de Aquel que es el único misericordioso y bueno, 

acoge mi alma en mi miseria y, por tu mediación, 

hazla digna de estar un día a la diestra de tu único Hijo.

(San Efrén de Siria, Doctor de la Iglesia. 306-373)



ORACIÓN DE SAN ATANASIO DE ALEJANDRÍA, Doctor de la Iglesia. 295 - 373

 Oh Virgen, tu gloria supera todas las cosas creadas. 

¿Qué hay que se pueda semejar a tu nobleza, madre del Verbo Dios? 

¿A quién te compararé, oh Virgen, de entre toda la creación? 

Excelsos son los ángeles de Dios y los arcángeles, 

pero ¡cuánto los superas tú, María! 

Los ángeles y los arcángeles sirven con temor a aquel que habita en tu seno, 

y no se atreven a hablarle; tú, sin embargo, hablas con él libremente. 

Decimos que los querubines son excelsos, 

pero tú eres mucho más excelsa que ellos: 

los querubines sostienen el trono de Dios; 

tú, sin embargo, sostienes a Dios mismo entre tus brazos. 

Los serafines están delante de Dios, pero tú estás más presente que ellos; 

los serafines cubren su cara con las alas no pudiendo contemplar la gloria perfecta; 

tú, en cambio, no sólo contemplas su cara, sino que la acaricias y llenas de leche su boca santa.




MARÍA, LA NUEVA FLOR DE LA TIERRA (San Venancio Fortunato, Obispo de Poitiers. 535-605)

Tu nombre es digno de honor, oh María,

bendecida en todo tiempo y obra de arte 

que rinde alabanza a su experto artífice. 

Oh amable doncella que has recibido 

el egregio mensaje angélico, 

tú posees unos dones de belleza 

que sobrepasan los de cualquier otra persona. 

Eres la más hermosa de las rosas 

y tu candor es muy superior al de los lirios. 

Tú eres la nueva flor de la tierra 

que el cielo cultiva desde lo alto. 

Cristal, ámbar, oro, púrpura, esmeralda, 

cándida perla, allí adonde llega el resplandor 

de tu hermosura quedan envilecidos 

los más preciosos metales. 

La nieve es vencida por tu blancura inmaculada, 

el sol sobrepujado por la hermosura de tu cabellera; 

sus rayos, oh Virgen, palidecen frente a tu belleza; 

el brillo del rubí se apaga y el resplandor 

del lucero del alba queda oscurecido ante ti 

que en todo momento aventajas 

a los astros del firmamento.




JESÚS, TE AMO



Jesús, te amo con todo mi corazón, con toda mi alma, 

con toda mi mente, con todas mis fuerzas.

Te amo en cada palabra, en cada oración, 

en cada segundo de angustia, en cada gota de sudor y sangre.

Te amo en cada sufrimiento, en cada beso de traición.

Te amo en cada uno de tus amigos que te abandona.

Te amo en cada golpe, en cada herida de tu cuerpo flagelado por cada pecado de cada hombre.

Te amo en cada burla, en cada insulto, en cada espina clavada en tu cabeza.

Te amo en cada injusticia, en cada desprecio.

Te amo en cada paso hacia el calvario cargando tu cruz.

Te amo en cada caída y en cada herida abierta de tus rodillas y de tu hombro bajo el peso de la cruz.

Te amo en cada dolor y en cada clavo clavado en la cruz.

Te amo en cada aliento y en cada suspiro.

Te amo en cada palabra esforzada por la asfixia.

Te amo en tu Madre y en el discípulo que nunca te abandona.

Te amo en cada una de las mujeres que por Ti lloran.

Te amo en cada lágrima, en cada lamento.

Te amo en cada acto de tibieza, en cada indiferencia.

Te amo en tu entrega amando hasta el extremo.

Te amo en tu sacrificio y en tu obra redentora.

Te amo en tu obediencia hasta la muerte de cruz.

Te amo en la herida de tu corazón inmolado y traspasado.

Te amo en cada gota de sangre y agua derramada de tu precioso cuerpo.

Te amo en tu muerte y en el sepulcro.

Te amo en cada miembro de tu cuerpo, en cada hijo de Dios.

Te amo en la alegría de tu resurrección.

Te amo en cada encuentro entre tú y yo.

Te amo en cada milagro, en cada obra de misericordia.

Te amo en cada santo, en cada ángel, en cada ánima, en cada hombre, en cada sacerdote.

Te amo en cada latido de mi corazón, y acepto las gracias que quieras 

darme para amarte todos los días de mi vida y en la vida eterna.

Te amo en cada sacramento, en cada comunión, en cada eucaristía.

Jesús, te amo ayer, hoy y siempre en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.

Amén.

AMO PORQUE AMO, AMO POR AMAR


De los sermones de san Bernardo, abad, sobre el libro del Cantar de los cantares
Sermón 83, 4-6: Opera omnia, edición
 cisterciense

El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la criatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.

El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?

Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la criatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.

Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la criatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.

Oración

Señor, Dios nuestro, tú hiciste del abad san Bernardo, inflamado en el celo de tu casa, una lámpara ardiente y luminosa en medio de tu Iglesia; concédenos, por su intercesión, participar de su ferviente espíritu y caminar siempre como hijos de la luz. Por nuestro Señor Jesucristo.



INVOCA A MARÍA

 "Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial". 

(San Bernardo de Claraval)




NO TE CONFORMES CON UN RINCONCITO EN EL CIELO

El purgatorio no es una cárcel terrible en la cual el alma es prisionera de la venganza divina. NO. El purgatorio es una penosa purificación para hacer capaz al alma de gozar plenamente de la felicidad del paraíso.

¿Quién podría decir que es cruel quitarle la pelusa del ojo a alguien para que pueda disfrutar de la belleza del paisaje? ¿Quién consideraría una crueldad el hacer tomar al enfermo de estómago una amarga medicina para que pueda disfrutar del banquete al que está invitado? 

El alma, en el purgatorio, es una alma enferma que necesita las medicinas de los sufragios, oraciones y misas para sanarse y ser feliz. En el purgatorio, debemos pagar hasta el más mínimo pecado y lavar la más mínima mancha. 

Por eso, no debemos dejar pasar fácilmente los pecados veniales, como si no tuvieran importancia. Todo pecado, hasta el más pequeño, es una imperfección y una falta de amor a Dios. 

Aquellos que dicen:

“Con un rinconcito en el cielo me conformo”, no saben lo que dicen. Tendrán grandes padecimientos con vivísimos deseos de hacer las buenas obras que no hicieron y verán a muchas almas a quienes han privado de sus buenas acciones. Toda pereza y todo desinterés por mejorar se convertirá en el más allá en gran tormento del alma.

Santa Faustina Kowalska dice en su Diario: “Hoy he conocido interiormente en lo profundo de mi alma lo horrible y espantoso que es el pecado, aun el más pequeño. Preferiría padecer mil infiernos antes que cometer aún el más pequeño pecado venial” 

(Del libro "Más allá de la muerte, del P. Ángel Peña O.A.R.)




NO VOY A DESESPERAR


 


Dios Santo, te has apiadado de mí.

Tu Hijo ha entregado su cuerpo por mí.

Por eso puedo invocar tu misericordia.

Él ha saboreado la muerte, que es salario del pecado.

Por eso no me veo coaccionado a desesperar

en medio de la oscuridad pecadora de mi vida.

Rindo homenaje al misterio que anuncia 

la muerte del Señor hasta que vuelva.

Por tanto, puedo confiar, aun cuando

la debilidad de la carne, el pecado,

parece aplastarme.

Padre de la misericordia y Dios del consuelo,

ten piedad según tu gran bondad,

y mi pobre corazón alabará tu bondad

por toda la eternidad.

(Karl Rahner)

DIOS SIEMPRE PERDONA A UN CORAZÓN ARREPENTIDO

Una vez una chica me dijo que tenía una amiga que se había apartado de la fe porque creía que Dios no la iba a perdonar debido a sus muchos pecados y cosas malas que había hecho en el pasado; me causó mucha tristeza, me recordó a un amigo que tuve (ya falleció, era mayor) que también me dijo una vez que Dios no lo podía querer puesto que había llevado una vida muy frívola.

Él era de otro país, cuando era joven y sano recibió una herencia, se vino al Sur de España y empezó a vivir de la herencia, a gastar el dinero en mujeres, en fiestas, después se puso a trabajar para mantener ese ritmo de vida, se ve que no pensaba en nada más. Pero debido a una enfermedad de la sangre, le tuvieron que amputar una pierna, y decidió regresar a Inglaterra, su país natal, para poder conseguir una ayuda social.

Cuando sus amigos, (los que compartían con él ese estilo de vida), lo vieron enfermo y vencido, arruinado y con problemas, discapacitado...no solo no lo visitaron en el hospital, sino que encima le robaron lo poco que tenía ahorrado.

Yo lo conocí en el hospital cuando le amputaron la pierna, yo trabajaba allí. Fue una pena verle partir tan lejos tan desamparado; entre todos los trabajadores pudimos reunir algo de dinero para el viaje y para que no careciera de lo necesario mientras buscaba un hogar en su país.

Después de unos meses me escribió, había conseguido una paga del estado y había logrado también instalarse en una especie de residencia.

Pues bien, un día me dijo eso, que Dios no lo iba a perdonar porque había llevado una vida apartado de Él.  Ahh ¡cuánto dolor me causaron sus palabras, si él supiera, ¡si él supiera que Dios lo estaba buscando! lo había estado buscando toda su vida, y todas las desgracias acaecidas eran solo para hacerle despertar, para que volviera su corazón hacia Él, porque curiosamente solo se puso a pensar en Dios cuando lo había perdido todo. Si Él supiera que nuestros pecados, si nos arrepentimos de todo corazón, no son nada comparados con la inmensa misericordia de Dios, y así se lo hice saber, no estoy segura de si realmente me creyó, pero noté un acercamiento.

Cuantos ejemplos nos da Jesús en los Evangelios, sobre la infinita bondad de Dios: La parábola de la oveja perdida, la mujer pecadora, la conversión de Zaqueo, pero el ejemplo más bello y más claro a mi entender de la gran misericordia de Dios Padre para con sus hijos lo tenemos en la parábola del Hijo Pródigo:

"Cuando aun estaba lejos, lo vio su padre y se compadeció; y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Comenzó a decirle el hijo: Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: pronto, sacad el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron a celebrarlo".

"El hijo pródigo"


(Lucas 15, 20-32)

No debería sorprendernos que Dios nos perdone, si nosotros sin ser buenos perdonamos a nuestros hijos siempre, ¿por qué dudamos tanto de la bondad de Dios? Y es que debe ser que tenemos la imagen de un Dios castigador y vengativo, nada que ver con la imagen de Dios que nos muestra Jesús.

Una de las santas que mejor ha entendido esto es sin duda Santa Teresita de Lisieux quien llegó a decir: 

"Cuando sus amigos, después de cada indelicadeza, vienen a pedirle perdón echándose en sus brazos, Jesús se estremece de alegría y dice a los ángeles lo que el padre del hijo pródigo dijo a sus criados: «Sacad enseguida el mejor traje, y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y hagamos una fiesta». 

Sí, hermano mío, ¡qué poco conocida es la bondad y el amor misericordioso de Jesús...!

Por eso, no dudemos nunca de la bondad de Dios, nunca, pues "de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito; para que todo aquel que cree en él, no perezca, sino que tenga vida eterna." (Juan 3, 16)



(Carmen de Jesús Crucificado, O.C.D.S.)

ME HICISTE PARA TI


 Me hiciste para Ti:

dame lo que no tengo

y empieza ya a pedir.

Lo que te doy es nada:

una sombra en la noche,

una arena en la playa,

una flor en el campo,

una gota en el agua.

Pero te doy con ello 

el corazón y el alma

y todos mis anhelos

y toda mi esperanza.

Lo que nunca sabría

decirte con palabras.

Yo pongo lo que puedo,

Tú dame lo que falta.

(Ernestina de Champourcin)

AVE CRUX, SPES UNICA (Edith Stein)


 

El mundo está en llamas, el combate entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente. Si tú te decides por Cristo, te puede costar la vida; reflexiona por eso muy bien sobre aquello que prometes...

Los brazos del crucificado están extendidos para atraerte hacia su corazón. Él quiere tomar tu vida para ofrecerte la suya. ¡¡¡Ave Crux, spes unica!!!

El mundo está en llamas. El incendio puede hacer presa también en nuestra casa; pero en lo alto, por encima de todas las llamas, se elevará la Cruz. Ellas no pueden destruirla. Ella es el camino de la tierra al cielo y quien la abraza creyente, amante, esperanzado, se eleva hasta el seno mismo de la Trinidad.

¡El mundo está en llamas! ¿Te apremia extinguirlas? Contempla la Cruz. Desde el corazón abierto brota la sangre del Salvador. Ella apaga las llamas del infierno. 

 Los ojos del Crucificado te contemplan interrogantes, examinadores. ¿Quieres cerrar nuevamente tu alianza con el Crucificado? ¿Qué le responderás? “¿Señor, a dónde iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”.

¡¡¡AVE CRUX, SPES UNICA!!!”

(Edith Stein, Ave Crux-Spes unica, 14-9-1939).


(Corazóneucaristicodejesus.blogspot,com)

ORACIÓN POR LA SANTA IGLESIA Y LOS SACERDOTES


 

Oh Jesús mío, te ruego por toda la Iglesia.

Concédele el amor y la luz de tu Espíritu, y da

poder a las palabras de los sacerdotes, para que

los corazones endurecidos se ablanden y vuelvan

a Ti, Señor.

Señor, danos sacerdotes santos. 

Consérvalos Tú mismo en la santidad.

Oh Divino y Sumo Sacerdote, que el poder de tu

misericordia los acompañe en todas partes y los

proteja de las trampas y asechanzas del demonio,

que están siendo tendidas incesantemente en su

contra.

Que el poder de tu misericordia, Señor, destruya 

y haga fracasar, lo que pueda empañar la santidad

de los sacerdotes.

Oh mi amadísimo Jesús, te ruego por el triunfo de

la Iglesia, por tu bendición para el Santo Padre y

todo el clero, y por la gracia de la conversión

para los pecadores empedernidos.

Te pido Jesús, una bendición especial para los

sacerdotes ante los cuales me confesaré durante

toda mi vida. Amén.

(Santa Faustina)

DIME, MADRE, poesía de Ana Isabel Carballo


 

Me aceptaste, Madre,

en tu joven cuerpo

con un sí creyente,

sin importarte el desvelo.

Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.


Me cuidaste, Niña,

con el amor más perfecto.

Maestra de madres,

Amor en tu seno.

Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.


Me guiaste, mi Cielo,

en mis torpes pasos

cuando, aún niño,

correteaba a tu lado.

Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.


Y dime, Madre,

¿por qué me buscabas?

Si en la cosas del Padre

sabías que andaba.

Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.


La espada clavada

comenzaba a rasgar el alma,

pero tú, silenciosa,

sobre mis pies caminabas

Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.


Madre, dime,

¿por qué sufrías?

En tu corazón el dolor

y en mi cuerpo las heridas.

Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.


Rota tu Vida en un instante,

al mundo gritabas en silencio

“¡pero qué le hacéis a mi Hijo!,

aún es un niño, ¿no lo estáis viendo?”

Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.


Y dime entonces, Madre,

¿por qué me llorabas?

Si sabías que así

la Vida al mundo le daba.

Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.

(Ana Isabel Carballo)

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