ORACIÓN PARA SER MISERICORDIOSOS

"Oh Señor, deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti. Que este supremo atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.

Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.

Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mis prójimos sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.

Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.

Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. 

Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo.

Que Tu misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí". 

-Santa Faustina Kowalska-



LA TUMBA ABIERTA DICE AL UNIVERSO


 
La tumba abierta dice al universo:
«¡Vive! ¡Gritad, oh fuego, luz y brisa,
corrientes primordiales, firme tierra,
al Nazareno, dueño de la vida.»

La tumba visitada está exultando:
«¡Vive! ¡Gritad, montañas y colinas!
Le disteis vuestra paz, vuestra hermosura,
para estar con el Padre en sus vigilias.»

La tumba perfumada lo proclama:
«¡Vive! ¡Gritad, las plantas y semillas:
le disteis la bebida y alimento
y él os lleva en su carne florecida!»

La tumba santa dice a las mujeres:
«¡Vive! ¡Gritad, creyentes matutinas,
la noticia feliz a los que esperan,
y colmad a los hombres de alegría!»

¡Vive el Señor Jesús, está delante,
está por dentro, está emanando vida!
¡Cante la vida el triunfo del Señor,
su gloria con nosotros compartida! Amén.

HÁBLAME AL CORAZÓN, JESÚS



 Jesús, tú eres la vida, pero te condenan a muerte; eres la verdad y sin embargo eres víctima de un falso proceso. Pero, ¿por qué no levantas la voz? tu respuesta es el silencio, es oración, es mansedumbre, es perdón, es la vía para redimir el mal, para convertir tus sufrimientos en un don que nos ofreces. 

Jesús, tu silencio me enseña que la oración no nace de los labios que se mueven, sino de un corazón que sabe escuchar. Porque rezar es hacerse dócil a tu Palabra, es adorar tu presencia.


Tú que respondes al mal con el bien

Háblame al corazón, Jesús

Tú que apagas los gritos con la mansedumbre

Háblame al corazón, Jesús

Tú que detestas la murmuración y los reproches

Háblame al corazón, Jesús

Tú que me conoces íntimamente

Háblame al corazón, Jesús

Tú que me amas más de cuanto yo pueda amarme 

Háblame al corazón, Jesús


-VÍA CRUCIS, COLISEO, ROMA, 29 DE MARZO DE 2024-

RAZONES DE LA ENCARNACIÓN Y DE LA PASIÓN


 

Discípulo:

- Me permitiréis, Señor, una pregunta. ¿No hubierais podido encontrar, ¡oh Sabiduría Eterna!, otro plan que fuese más llevadero y más dulce para Vos y para mí? ¿Por qué no habéis adoptado otro procedimiento para salvarme y demostrarme vuestro amor, sin condenaros Vos mismo al sufrimiento, y sin obligarme a mí a haceros compañía en él? 

Sabiduría:

- Ni tú ni ninguna criatura sois capaces de penetrar el abismo insondable de los designios de mi Providencia sobre el gobierno del mundo. De mil maneras distintas pude salvar al género humano; pero dado como estaban las cosas, no era posible dar con otro medio que fuese más conveniente y provechoso. Imagínate que estando tú condenado a muerte, un amigo se ofrece a sufrir la sentencia y morir por ti. Dirías: en verdad que este mi amigo no ha podido darme muestra mayor de la sinceridad y grandeza de su amistad, y no encuentro de qué otra manera hubiera podido merecer mejor el cariño de mi alma. 

Esto, pues, es lo que ha hecho mi amor infinito, mi misericordia infinita, mi divinidad, mi humanidad, mi amor para contigo;  

¿Qué corazón habrá tan de piedra que se resista a semejante amor? 


- "Tratado de la Eterna Sabiduría". Beato Enrique Susón-

AYÚDAME, SEÑOR


Ayúdame, Señor, 
a saber esperar sin desmoralizarme, 
a saber escuchar sin cansarme, 
a acoger con bondad, 
a dar con amor, 
a estar siempre ahí 
cuando alguien me necesite. 
Ayúdame a ser esa presencia segura 
a la que siempre se puede acudir, 
a ofrecer esa amistad que pacifica, 
que enriquece, 
a través de Ti y en TI, 
a transmitir una paz gozosa, 
tu paz en mi alma, Señor, 
a estar totalmente centrado en Ti 
y disponible y acogedor para los otros. 
Que tu pensamiento no me abandone nunca, 
para poder permanecer siempre en tu verdad 
y no faltar a tu mandamiento. 
Así, sin hacer nada extraordinario, 
sin vanagloria, quizá pueda ayudar a otros 
a sentir tu cercanía,
porque mi alma te abrirá sus puertas 
a cada instante. 

-Andrés Devos-

Cristo murió por nosotros, pecadores

 


La pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es origen de nuestra esperanza en la gloria y nos enseña a sufrir. En efecto, ¿qué hay que no puedan esperar de la bondad divina los corazones de los fieles, si por ellos el Hijo único de Dios, eterno como el Padre, tuvo en poco el hacerse hombre, naciendo del linaje humano, y quiso además morir de manos de los hombres, que él había creado?

Mucho es lo que Dios nos promete; pero es mucho más lo que recordamos que ha hecho ya por nosotros. ¿Dónde estábamos o qué éramos, cuando Cristo murió por nosotros, pecadores? ¿Quién dudará que el Señor ha de dar la vida a sus santos, siendo así que les dio su misma muerte? ¿Por qué vacila la fragilidad humana en creer que los hombres vivirán con Dios en el futuro?

Mucho más increíble es lo que ha sido ya realizado: que Dios ha muerto por los hombres.


-San Agustín-

ES UN DON PRECIOSO PADECER POR DIOS


 

Verónica Giuliani cuenta:

El día de la fiesta de san Agustín de 1694 tuve por la noche una visión:

Me pareció que el Señor con multitud de ángeles y con dicho santo estaba sentado en un trono y con gran júbilo de todos aquellos espíritus bienaventurados me invitaba a mí. 

Dicho santo, llevando el cáliz en la mano, me pareció que me dijera: “Este es un don precioso”. 

El cáliz comenzó a hervir y a verterse por todas partes, a lo que me pareció que algunos de aquellos ángeles acudieron con vasos de oro a recoger el licor que se vertía del cáliz, llevándolo luego ante el trono del Señor. 

Me pareció entonces sentir deseo de saber el porqué de aquel misterio, siéndome declarado que aquel licor que estaban recogiendo en aquellos vasos de oro eran todos los padecimientos sufridos hasta entonces y que dichos ángeles los recogían en aquellos vasos de oro y los llevaban ante el trono de Dios para indicarme cuán precioso es el padecer ofrecido a Dios y cuánto gusto le da a Dios recibirlos. 


-Fuente: Santa Verónica Giuliani y su ángel custodio, P. Ángel Peña O.A.R.-

LA LUZ DEL HIJO LA RODEA


 La luz del Hijo la rodea,

por él es bella sin medida,

y no hay bondad entre los hombres

que pueda serle parecida.


El Hijo santo que sostiene

es quien la tiene protegida;

para que el santo descendiera,

fue sin pecado concebida.


Desde el albor de nuestra historia,

suave, discreta y escondida,

llega María en la Escritura,

Virgen y Madre prometida.


Es ella Esposa del Espíritu,

su vientre es cauce de la vida;

es flor temprana de la Pascua,

dando a Gabriel la fe rendida.


Suba al Señor cual blanca nube

esta alabanza proferida:

a Dios bendito bendecimos

por la que fue la Bendecida. Amén.

¿SEGUIMOS DURMIENDO NOSOTROS? -Jose Luis Martín Descalzo-



Jesús comenzó a ponerse triste y a sentir abatimiento (Mt 26,37; Mc 14,33).

La ola de la tristeza no cesaría desde entonces de crecer. Avanzó Cristo unos pasos y, de repente, sintió en su cuerpo un ataque tan amargo y agudo de tristeza y dolor, de miedo y de pesadumbre, una mole abrumadora de pesares empezó a ocupar el cuerpo bendito y joven del Salvador. Sentía que la prueba era ahora ya algo inminente y que estaba a punto de volcarse sobre él: el infiel y alevoso traidor, los enemigos enconados, las cuerdas y las cadenas, las calumnias, las blasfemias, las falsas acusaciones, las espinas y los golpes, los clavos y la cruz, las torturas horribles prolongadas durante horas. Sobre todo le abrumaba y dolía el espanto de los discípulos, la perdición de los judíos, e incluso el fin desgraciado del hombre que pérfidamente le traicionaba.

Añadía además el inefable dolor de su madre queridísima. Pesares y sufrimientos se revolvían como un torbellino tempestuoso en su corazón amabilísimo y lo inundaban como las aguas del océano rompen sin piedad a través de los diques destrozados.

En el medio del escalofrío de la oración, con lo que aún le queda de humano, Jesús experimenta la necesidad de una compañía, se levanta, camina esos treinta pasos para buscar una palabra humana que desgarre esa soledad.

Pero ellos dormían.  

Sí, ése parece ser el destino de la humanidad: dormir a la orilla de todos los volcanes, jugar a los dados al pie de la cruz, roncar mientras el alma del Hijo-Dios se desgarra. ¿No seguimos, acaso, durmiendo nosotros?


-Vida y misterio de Jesús de Nazaret, Jose Luis Martín Descalzo-

SAN JOSÉ, MAESTRO DE VIDA INTERIOR

San José supo enseñar a Jesús con las lecciones con que todo buen padre israelita sabía educar a su hijo: lecciones de vida limpia y de sacrificio, de virtudes humanas y de trabajo ofrecido a Dios y bien acabado; lecciones de vida sobria, justa y honesta. 

San José nos enseñará también a nosotros que formamos un mismo Cuerpo con Cristo. José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de Él con abnegación alegre. ¿No será ésta una buena razón para que consideremos a este varón justo, a este Santo Patriarca en quien culmina la fe de la Antigua Alianza, como maestro de vida interior? 

La vida interior no es otra cosa que el trato asiduo e íntimo con Cristo, para identificarnos con Él. 

Y José sabrá decirnos muchas cosas sobre Jesús. Por eso, no dejéis nunca su devoción, ite ad Ioseph, ID A JOSÉ como ha dicho la tradición cristiana con una frase tomada del Antiguo Testamento (Gn 41, 55)[35].


- San Josemaria Escrivá-´

MEDITACIÓN SOBRE LA PASIÓN DEL SEÑOR

 De los Sermones de san León Magno, papa

(Sermón 15 Sobre la pasión del Señor, 3-4: PL 54, 366-367)

MEDITACIÓN SOBRE LA PASIÓN DEL SEÑOR

El que quiera venerar de verdad la pasión del Señor debe contemplar de tal manera, con los ojos de su corazón, a Jesús crucificado, que reconozca su propia carne en la carne de Jesús.

Que tiemble la tierra por el suplicio de su Redentor, que se hiendan las rocas que son los corazones de los infieles y que salgan fuera, venciendo la mole que los abruma, los que se hallaban bajo el peso mortal del sepulcro. Que se aparezcan ahora también en la ciudad santa, es decir, en la Iglesia de Dios, como anuncio de la resurrección futura, y que lo que ha de tener lugar en los cuerpos se realice ya en los corazones.

No hay enfermo a quien le sea negada la victoria de la cruz, ni hay nadie a quien no ayude la oración de Cristo. Pues si ésta fue de provecho para los que tanto se ensañaban con él, ¿cuánto más no lo será para los que se convierten a él?

La ignorancia ha sido eliminada, la dificultad atemperada, y la sangre sagrada de Cristo ha apagado aquella espada de fuego que guardaba las fronteras de la vida. La oscuridad de la antigua noche ha cedido el lugar a la luz verdadera.

El pueblo cristiano es invitado a gozar de las riquezas del paraíso, y a todos los regenerados les ha quedado abierto el regreso a la patria perdida, a no ser que ellos mismos se cierren aquel camino que pudo ser abierto por la fe de un ladrón.

Procuremos ahora que la ansiedad y la soberbia de las cosas de esta vida presente no nos sean obstáculo para conformarnos de todo corazón a nuestro Redentor, siguiendo sus ejemplos. Nada hizo él ni padeció que no fuera por nuestra salvación, para que todo lo que de bueno hay en la cabeza lo posea también el cuerpo.



En primer lugar, aquella asunción de nuestra substancia en la Divinidad, por la cual la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros, ¿a quién dejó excluido de su misericordia sino al que se resista a creer? ¿Y quién hay que no tenga una naturaleza común con la de Cristo, con tal de que reciba al que asumió la suya? ¿Y quién hay que no sea regenerado por el mismo Espíritu por el que él fue engendrado? Finalmente, ¿quién no reconoce en él su propia debilidad? ¿Quién no se da cuenta de que el hecho de tomar alimento, de entregarse al descanso del sueño, de haber experimentado la angustia y la tristeza, de haber derramado lágrimas de piedad es todo ello consecuencia de haber tomado la condición de siervo?

Es que esta condición tenía que ser curada de sus antiguas heridas, purificada de la inmundicia del pecado; por eso el Hijo único de Dios se hizo también hijo del hombre, de modo que poseyó la condición humana en toda su realidad y la condición divina en toda su plenitud.

Es, por tanto, algo nuestro aquel que yació exánime en el sepulcro, que resucitó al tercer día y que subió a la derecha del Padre en lo más alto de los cielos; de manera que, si avanzamos por el camino de sus mandamientos, si no nos avergonzamos de confesar todo lo que hizo por nuestra salvación en la humildad de su cuerpo, también nosotros tendremos parte en su gloria, ya que no puede dejar de cumplirse lo que prometió: A todo aquel que me reconozca ante los hombres lo reconoceré yo también ante mi Padre que está en los cielos.

NUESTRAS CRUCES PUEDEN SER REDENTORAS


Pilato, el único autorizado legalmente para ordenar ejecuciones, cede a los adversarios de Jesús y ordena la crucifixión de un hombre inocente. 

Sin embargo la muerte de Jesús se debe realmente al amor y no al odio. Jesús ofrece su vida por nosotros libremente porque es la voluntad de su Padre para nuestra salvación, ofrece su vida por nosotros libremente, ¡por el perdón de nuestros pecados! De ahí que la cruz se convierte en redentora. 

Nuestras cruces pueden ser redentoras también. Cuando Jesús nos invita a tomar nuestra cruz y seguirlo, nos invita a abrazar libremente aquellas adversidades inevitables, pero las cuales sabemos que son la voluntad del Padre para nuestra salvación y la salvación de los demás. Como lo hizo Jesús, con amor abnegado.


- Obispo Anthony B. Taylor, Diócesis de Little Rock -

EXCELENCIA DE LA CARIDAD


 Si Dios es amor, no podemos poner límite alguno a la caridad, ya que la Divinidad es infinita.

Así pues, amadísimos, si bien todo tiempo es bueno para ejercitarse en la virtud de la caridad, estos días cuaresmales nos invitan a ello de un modo más apremiante; si deseamos llegar a la Pascua santificados en el alma y en el cuerpo, debemos poner un interés especialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en sí a todas las otras y cubre la multitud de los pecados.

Que nuestra liberalidad para con los pobres y demás necesitados de cualquier clase sea en este tiempo más generosa, a fin de que sean más numerosos los que eleven hacia Dios su acción de gracias, y con nuestros ayunos remediemos el hambre de los indigentes. El acto de piedad más agradable a Dios es precisamente este dispendio en favor de los pobres, ya que en esta solicitud misericordiosa reconoce él la imagen de su propia bondad.

Y no temamos la pobreza que nos pueda resultar de esta nuestra largueza pues Dios, que provee de semilla al sembrador y de pan para su alimento, os dará también a vosotros semilla en abundancia y multiplicará los frutos de vuestra justificación, en Cristo Jesús, nuestro Señor, el cual vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

De los Sermones de san León Magno, papa (Sermón 10 Sobre la Cuaresma, 3-5: PL 54, 299-301)

TOMEMOS FUERZA DE LA PASIÓN DE CRISTO



¿De qué fuente han tomado los santos el valor y la fuerza para sufrir tormentos, el martirio y la muerte, si no de los sufrimientos de Jesús crucificado?

San José de Leonessa, al ver que iban a atarlo con cuerdas por una incisión dolorosa que un cirujano le iba hacer, tomó en sus manos su crucifijo y dijo: "¿Por qué estos cordones? He aquí, éstas son mis cadenas, mi Salvador clavado en la cruz por amor de mí." 

¿Quién, entonces, jamás puede quejarse de que sufre equivocadamente cuando considera a Jesús, que fue molido por nuestros pecados? (Is. 53, 5)

¿Quién puede negarse a obedecer, a causa de alguna inconveniencia, cuando Jesús se hizo obediente hasta la muerte? Quién puede negarse a ignominias, cuando ven a

Jesús tratado como un tonto, como un rey de burlas, como un alterador del orden público; golpeado, escupido en su rostro, y suspendido sobre una infame cruz?

¿Quién podría amar a ningún otro objeto que a Jesús cuando lo ven morir en medio de tantos sufrimientos e insultos, con el fin de cautivar nuestro amor?


-San Alfonso Mª de Ligorio, La Pasión y muerte de Jesucristo)

Ante ti, Señor, rendida, quiero alcanzar el santo abandono.


Ante ti, Señor, rendida, quiero alcanzar el santo abandono.  Para ello,”permaneceré sumisa y disponible al divino querer, no anhelando ni rehusando nada, e igualmente contenta de cualquier querer suyo.

Me despojaré de todo con  total abandono de mí misma en Dios, dejando que él se cuide enteramente de mí.

Él sabe –no yo- lo que me conviene; por eso recibiré con igual sumisión tanto la luz como las tinieblas; tanto las consolaciones como las calamidades y cruces; tanto el sufrir como el gozar.

En todo y por todo le bendeciré, y más que nada por la mano que me azota, confiando enteramente en él.

Y en el caso de que me quisiera agraciar con su presencia, o sólo con los efectos de la misma,... no me aficionaré jamás al gusto del espíritu, ni me afligiré por el temor de verme privada del mismo; antes bien, muy dispuesta a la pena merecida por sus abandonos, le brindaré siempre el don de mi pura y desnuda voluntad ofreciéndole a él un alma crucificada y muerta..., porque a él así  le place”.


 (San Pablo de la Cruz, muerte mística, dedicada a una joven novicia, Sor Ángela M. Cencelli, por eso habla en femenino)

APRENDAMOS DE MARÍA


Debemos ser unos con Cristo. Tenemos que acoger a Cristo en nuestros corazones como lo hizo María, la cual se entregó completamente a Dios desde sus primeros años. Desde la subida al templo, toda su vida no fue otra cosa que un continuo servicio, una oferta constante a él, y, por eso, su corazón siempre permaneció abierto a él.

De María tenemos que aprender a alejar del corazón cuanto no pertenece a Dios y cómo abrirlo, para que sea llenado de su gracia. Entonces Jesús entrará en nuestro interior, crecerá en nosotros, nacerá de nuevo de nosotros, se hará visible en nuestras acciones y vivirá en nuestra vida. Estamos demasiado poco llenos de Dios. Con María, llenos como ella de la gracia de Dios, debemos vivir la vida de Dios y buscar nuestra gloria y nuestra salvación en la unión con él.

Pensemos, sobre todo, en María.  He aquí el fin de nuestra devoción a María: tenemos que ser otra Madre de Dios, Dios ha de ser concebido también en nosotros, dado a luz también por nosotros. El misterio de la encarnación nos ha hecho ver la extraordinaria importancia del hombre para Dios, cómo Dios quiere unirse íntimamente al hombre.

Si queremos conformarnos a María para gozar plenamente del trato con Dios, según su ejemplo, naturalmente se necesita ser otras Marías. Debemos dejar que María viva en nosotros, que viva con, en, mediante y por María.

 -Tito Brandsma, santo Carmelita-

ORACIÓN A MARÍA (San Juan Damasceno)



¡Salve, María, esperanza de los cristianos! 
Dignaos escuchar los ruegos de un pecador 
que os ama con ternura, que os honra particularmente 
y que cifra en Vos la esperanza de su salvación. 
A Vos os debo la vida: por Vos he sido restituido 
a la gracia de vuestro Divino Hijo: 
Vos sois la más segura prenda de mi eterna felicidad. 
Libradme, oh Santísima Virgen, del peso de mis pecados, 
disipad las tinieblas de mi espíritu, destruid las afecciones 
terrenales de mi corazón; dadme fuerzas para vencer 
las tentaciones de mis enemigos, y presidid todas 
las acciones de mi vida, para que con vuestro amparo 
y dirección pueda obtener la eterna felicidad del Paraíso. 
Amén.


(San Juan Damasceno)

 



Discípulo:

-¡Oh, Jesús mío!; si tan afrentosa fue vuestra Pasión en sus principios, ¿qué sería en su remate? 

Si yo viese a un pobre animal tratado de esta suerte, no podría sufrirlo: ¡Oh!, ¡y cuánto más debe despedazarse mi alma al contemplar el espectáculo de vuestra Pasión! 

Pero, ¿por qué, Sabiduría eterna, me presentáis las angustias de vuestra humanidad, cuando lo que yo deseo contemplar son más bien los gozos y gloria de vuestra divinidad? Tengo sed de vuestras dulzuras inefables, y me ofrecéis vuestras inefables amarguras.

Sabiduría:

- Sólo por la amargura se puede llegar a las dulzuras y por las humillaciones de mi humanidad, a las grandezas de mi divinidad. Todo el que pretenda elevarse sin el auxilio de mi sangre, caerá miserablemente en las tinieblas de la ignorancia. Mi humanidad derramando sangre es la puerta luminosa por donde se llega a donde tú deseas. 

Despójate, pues, de la flaqueza de tu corazón, y toma las armas para venir a mis filas, junto a mí; porque no está bien que el esclavo viva regalado, mientras el señor combate valientemente rodeado de espadas enemigas. 

Sigúeme y no temas. Te investiré de mi armadura, y serás participante de mis fatigas y de mis heridas. 

Deberás sufrir en tu corazón muchas cruces y muchas muertes. Haré que sientas vivamente mis sudores del huerto de Getsemaní. Las malas lenguas serán tus azotes, y los desprecios tu corona, para que así puedas sufrir con amor en tu corazón los tormentos de mi Pasión. Emprenderás conmigo el camino del Calvario, y conmigo, finalmente, caerás bajo el peso de la Cruz.


-Tratado de la eterna sabiduría, Beato Enrique Susón-

ACTO DE ADORACIÓN



Vengo, Jesús mío, a visitarte.

Te adoro en el sacramento de tu amor.

Te adoro en todos los Sagrarios del mundo.

Te adoro, sobre todo, en donde estás más abandonado y eres más ofendido.

Te ofrezco todos los actos de adoración que has recibido desde la institución de este Sacramento y recibirás hasta el fin de los siglos.

Te ofrezco principalmente las adoraciones de tu Santa Madre, de San Juan, tu discípulo amado, y de las almas más enamoradas de la Eucaristía.

Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.

Ángel de mi Guarda, ve y visita en mi nombre todos los Sagrarios del mundo.

Di a Jesús cosas que yo no sé decirle, y pídele su bendición para mí.

ORACION POR LA PAZ Papa Pablo VI


 
Señor, Dios de la paz,
Tu que creaste a los hombres para ser herederos de tu gloria,
Te bendecimos y agradecemos porque nos enviaste a Jesús,
tu hijo muy amado.
Tu hiciste de El, en el misterio de su Pascua,
el realizador de nuestra salvación,
la fuente de toda paz, el lazo de toda fraternidad.
Te agradecemos por los deseos,
esfuerzos y realizaciones que tu Espíritu de paz 
suscitó en nuestros días,
para sustituir el odio por el amor,
la desconfianza por la comprensión,
la indiferencia por la solidaridad.
Abre todavía mas nuestro espíritu 
y nuestro corazón para las exigencias 
concretas del amor a todos nuestros hermanos, 
para que seamos,
cada vez mas, artífices de la PAZ.
Acuérdate, oh Padre, de todos los que luchan, 
sufren y mueren para el nacimiento de un mundo mas fraterno.
Que para los hombres de todas las razas y lenguas
venga tu Reino de justicia, paz y amor. Amen.

Oración de San Agustín por las almas del purgatorio


 

Dulcísimo Jesús mío, que para redimir al mundo quisiste nacer, 

ser circuncidado, desechado de los judíos, entregado con el beso de Judas, 

atado con cordeles, llevado al suplicio, como inocente cordero; 

presentado ante Anás, Caifás, Pilato y Herodes; escupido y acusado 

con falsos testigos; abofeteado, cargado de oprobios, desgarrado con azotes, 

coronado de espinas, golpeado con la caña, cubierto el rostro 

con una púrpura por burla; desnudado afrentosamente, clavado en la cruz 

y levantado en ella, puesto entre ladrones, como uno de ellos, 

dándote a beber hiel y vinagres y herido el costado con la lanza.

 Libra, Señor, por tantos y tan acerbísimos dolores como has padecido 

por nosotros, a las almas del Purgatorio de las penas en que están; 

llévalas a descansar a tu santísima Gloria, y sálvanos, 

por los méritos de tu sagrada Pasión y por tu muerte de cruz, 

de las penas del infierno para que seamos dignos de entrar 

en la posesión de aquel Reino, adonde llevaste al buen ladrón, 

que fue crucificado contigo, que vives y reinas con el Padre 

y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. 

Amén.

OBRAR POR AMOR DE DIOS (San Juan de la Cruz)



El cabello que se peina a menudo estará esclarecido y no tendrá dificultad en peinarse cuantas veces quisiere; así el alma que a menudo examina sus pensamientos, palabras y obras, que son sus cabellos, obrando por amor de Dios todas las cosas, tendrá muy claro su cabello y su esposo entonces le mirará su cuello y quedará preso en él y llagado en uno de sus ojos, que es la pureza de intención con que obra todas las cosas.

El cabello se comienza a peinar de lo alto de la cabeza, si queremos que esté esclarecido, así todas nuestras obras se han de comenzar desde lo más alto del amor de Dios, si quieres que sean puras y claras.


(San Juan de la Cruz)

JESÚS DE LAS CICATRICES, Edward Shillito




"Si antes nunca Te buscábamos, te buscamos ahora; 
Tus ojos brillan en la oscuridad, nuestras únicas estrellas; 
Deberíamos haber visto las marcas de las espinas en tu frente, 
Deberíamos haberte visto, Oh Jesús de las cicatrices. 

Los cielos nos asustan; están demasiado serenos; 
en todo el universo no hay lugar para nosotros.
Nuestras heridas nos duelen; ¿dónde está el bálsamo? 
Señor Jesús, por Tus cicatrices, imploramos Tu Gracia. 

Si, estando cerradas las puertas, te acercas a nosotros,
solo muéstranos tus manos, ese costado tuyo.
Hoy día sabemos lo que son las heridas, no temas;
muéstranos tus cicatrices, conocemos la contraseña.

Los otros dioses eran fuertes; pero Tú eras débil; 
Ellos cabalgaban, pero Tú tropezabas camino al trono; 
pero a nuestras heridas, sólo las heridas de Dios pueden hablarles,
Y ningún otro dios tiene heridas, sólo Tú".

“Jesus of the Scars” 
by Edward Shillito

---------------------------------------------
If we have never sought, we seek Thee now;
Thine eyes burn through the dark, our only stars;
We must have sight of thorn-pricks on Thy brow,
We must have Thee, O Jesus of the Scars. 

The heavens frighten us; they are too calm;
In all the universe we have no place.
Our wounds are hurting us; where is the balm?
Lord Jesus, by Thy Scars, we claim Thy grace.

If, when the doors are shut, Thou drawest near,
Only reveal those hands, that side of Thine;
We know to-day what wounds are, have no fear,
Show us Thy Scars, we know the countersign.

The other gods were strong; but Thou wast weak;
They rode, but Thou didst stumble to a throne;
But to our wounds only God’s wounds can speak,
And not a god has wounds, but Thou alone.

“Jesus of the Scars” by Edward Shillito

VUESTRAS CINCO LLAGAS


 

Oh Jesús, dejadme penetrar en vuestras cinco Llagas. ¿Como fueron hechas? 

El Salvador había subido las peñas del Calvario, agobiado bajo el peso de su cruz, debilitado por sus tres caídas en el doloroso camino, con las mejillas desgarradas por las bofetadas, cubiertas de lodo y de araños, con los ojos empapados en lágrimas y en sangre. 

A eso del mediodía le despojan de sus vestiduras y le arrancan la corona de espinas. Entonces se ve brotar su sangre de mil fuentes a la vez, jirones de carne arrancados con los vestidos; y la augusta y santa Víctima aparece en una humillante desnudez a las miradas curiosas e insultantes de sus verdugos. 

La cruz está extendida en el suelo: acuestan bruscamente al Salvador. Jesús se deja hacer esto con tanta dulzura como el niño a quien su madre acuesta en la cuna. 

Tres agujeros habían sido practicados de antemano en la cruz, dos para las manos y uno para los pies. Los verdugos a golpe del martillo clavan las manos o muñecas. Se oyen los golpes sucederse, ya agudos, ya sordos, según pegan en el clavo o en los miembros del Salvador. Los músculos se quiebran, los nervios se rompen, las carnes se desgarran;  Los ecos de los horribles golpes del martillo va a resonar en el corazón de María y de las santas mujeres, interrumpido únicamente por las blasfemias de los verdugos y las risas satánicas de los farisces y de los sacerdotes. Las piernas de Jesús son también estiradas con brutalidad como antes hicieron con las manos; el cuerpo estaba enteramente contraído por bárbara tensión de los brazos y sus rodillas estaban muy forzadas. Los verdugos unieron dos cordeles a sus piernas; y mientras unos estaban atentos para impedir que las manos, desgarrándose por completo, se saliesen de los clavos, otros estiraban violentamente hasta que los pies llegasen hasta el agujero practicado para ello. Esta fué una dislocación espantosa. Todos los huesos de Jesús tronaron a la vez. 

Esta dolorosa profecía fué entonces realizada: «Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos.» Habiendo logrado los verdugos estirar bastante los pies de Jesús, fueron éstos colocados al punto uno sobre otro, y a través de la masa sólida de los músculos trémulos y agitados, el clavo penetró lentamente, haciendo sufrir a Jesús una agonía inexplicable, a causa de la falta de fijeza del pie en esta posición. 

Ya sumidos los clavos, se volteó la cruz para remacharlos: Jesús fué puesto con el pecho contra la tierra. El peso de la cruz, redoblado por cada uno de los golpes del martillo que pegaban sobre los clavos para asegurarlos, le martirizaba, oprimiéndolo violentamente contra las asperezas de la roca; su pecho oprimido apenas podía respirar, sus manos y sus pies estaban en un estado atroz: todo era un montón de carne despedazada y palpitante, de donde la sangre corría a torrentes. 

Levantan la cruz y la ponen en un profundo agujero que debe recibirla: cada sacudida desgarra más las manos y los pies de la augusta Víctima ; cae de repente con violento estruendo al fondo de la cavidad; todos los huesos de Jesús se entrechocan, sus llagas se agrandan más y su sangre corre con mayor abundancia. 

Esas cuatro grandes Llagas abiertas en las manos y en los pies de Jesús fueron expuestas al sol ardiente, sin ser cubiertas durante las tres horas que permaneció en la cruz: la posición perpendicular del cuerpo continuaba agrandándolas insensiblemente: cada minuto renovaba el dolor que había tenido al abrirse. 

Jesús exhaló el último suspiro. Un soldado se acerca a la cruz y de un lanzazo le traspasa el pecho atravesándole el corazón. Al sacarla, el hierro hace brotar un doble torrente de sangre y agua. Esta herida es la última que recibió Jésús; no le ocasionó dolor alguno, porque el alma había abandonado el cuerpo, pero Jesús había aceptado de antemano esa ignominia y la había hecho meritoria. 

Lavadas las santas Llagas cuidadosamente por María y por José de Arimatea, fueron cubiertas de besos por la Madre y por sus compañeras, y envueltas en unas vendas: ellas imprimieron su traza sobre el lienzo que envolvió al cuerpo de Jesús. Y cuando Cristo resucitó, estas Llagas adornaban sus manos, sus pies y su pecho como la marca indeleble de su victoria. 

Cuando el pleno mediodía de la Ascensión permitió al Salvador levantar todos los velos bajo los cuales tenía cautiva la gloria de su cuerpo, las Cinco Llagas aparecieron brillantescomo unos soles. 

Los ángeles llegándose apresurados a su triunfo, exclamaban admirados: 

«¿Qué significan esas Llagas en vuestras manos?» Y las contemplan en éxtasis indecible; María, José y los Santos las adoran y las besan con transportes de respeto; Jesús las guarda como el trofeo de su victoria; las muestra a su Padre como la prueba de su amor , como el signo de su obediencia, como el precio de la redención y como el rescate de los elegidos. 


 (Fuente: La persona del Cristo Eucarístico, R.P.A. Tesniére)

Meditación para recibir al Santísimo Sacramento



Primer punto: Considerar quién es el que he de recibir, y cómo en cuanto a la divinidad es igual al Eterno Padre, y cómo en cuanto hombre es el más ilustre de todos los hombres.

Segundo punto: Considerar de dónde viene: del Cielo. Consideraré que me hace mayor don que a los Apóstoles el Jueves de la Cena. Y he de confundirme trayendo a la memoria lo que haría si esperase a un amigo o hermano que me viniese a ver de tierras lejanas, o si el Papa o el Emperador hubiese de venir a verme, y lo poco que hago con la venida de Jesucristo, de los Cielos a mi ánima.

Tercer punto: Ver cómo viene. Consideraré cómo habiéndome dado todas las criaturas, Él mismo disfrazado se me da en una de ellas, haciéndose pequeñito, conforme a mi pequeñez.

Cuatro punto: Ver adónde viene. A este mundo donde tantas ofensas y pecados se cometen contra su divina Majestad.

Quinto punto: Considerar quién soy yo que le he de recibir, y mostrarle mis llagas, pidiéndole con el leproso del Evangelio que me sane. Así miraré de dónde viene, adónde viene y a qué viene.

Alabado sea Dios.


San Francisco de Borja

ORACIÓN DE INTERCESIÓN


Dios conoce mucho mejor que nosotros lo necesitamos. A través de la plegaria de intercesión, Él nos da la oportunidad de ejercitar nuestra fe, nuestra confianza en Dios, nuestra esperanza, tanto más bien sabiendo que los efectos en aquel por quien hemos orado no serán inmediatamente perceptibles y, en la mayoría de los casos más bien nunca lo sabremos con certeza.

Nos acordamos de pedir cosas a Dios, pero a veces nos olvidamos de dar gracias a Dios por las oraciones contestadas. Podemos aún dar gracias a Dios cuando nuestras oraciones no son respondidas (como nosotros quisiéramos) porque Él sabe lo que es mejor.

No necesitamos usar palabras grandilocuentes cuando oramos a Dios. Él no está tan preocupado por las torpes palabras que salen de nuestra boca. Está interesado en nuestro corazón.

La oración de intercesión es uno de los tipos característicos de la oración cristiana.

El intercesor no tiene necesidad de lugares particulares para rezar. Puede orar en el secreto de su habitación, puede orar en la Iglesia frente a la Eucaristía, puede orar reuniéndose junto con otros.

La oración hecha con otros ayuda, nos sostiene y tiene una potencia particular sobre Dios por el motivo de que Jesús está particularmente presente. Él dijo: “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre Yo estoy en medio de ellos”. Este orar juntos no tiene que ver necesariamente con estar reunidos en un mismo lugar sino, sobre todo, establecer con los otros una comunión más intensa y ponerse de acuerdo a cerca de intenciones precisas por las cuales se intercede. Nuestra tarea es orar siempre y con perseverancia convencidos del amor que Dios nos tiene.

Su misericordia se derrama sobre el que es misericordioso con los propios hermanos.


-Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios-

ORACIÓN A SAN JOSÉ PARA QUE NOS ENSEÑE A ADORAR A JESÚS EN LA EUCARISTÍA

 



¡Querido San José, esposo de María, padre putativo de Jesús, 

quiero como tu aprender a caminar en confianza 

y como mucha fe hacia el encuentro de tu Hijo, 

a aprender a adorarle, a postrarme ante la Eucaristía

 asombrado, gozoso, alegre y estremecido por el misterio que allí sucede! 

¡Quiero hacer como tu, amado san José, 

saber escuchar en todo momento los planes de Dios en mi vida y cumplirlos! 

¡Tu que eres el padre peregrino que custodia a Jesús, 

enséñame a amarlo más, a ayúdame a que en el silencio de la oración

 contemplarlo con devoción, ayúdame a acrecentar mi amor por Él! 

¡San José, tu que eres el padre eucarístico de Jesús, 

enséñame a acogerlo con devoción en mi corazón! 

¡Otórgame tu fe para contemplar con esperanza a Jesús 

presente en las especies de pan y vino y como tu, cuando dijiste 

que sí a Dios para aceptar con alegría y esperanza tu misión paternal

 sin comprenderlo todo, ayúdame a ser capaz de abandonar postrado 

ante el Santísimo Sacramento del Altar la comodidad de mis 

certezas humanas para aceptar siempre la voluntad Dios 

que en tantas ocasiones se aleja de mis planes humanos para que pueda

 emprender el camino hacia la salvación! ¡Dame un poco de tu fe, 

San José, para abrirme a la contemplación y amar a Jesús 

tan frágil y humilde en su cuerpo eucarístico!


(RMMC, con el corazón abierto.org)

ESCRIBE EN MI CORAZÓN TUS LLAGAS


Imprime, Señor, tus heridas en mi corazón,
para que yo lea el sufrimiento en el mismo 
y el amor: el sufrimiento, para que yo
soporte por tí todo el sufrimiento; 
quiero que pueda despreciar por Tí todo otro amor. 
Escribe, mi amantísimo Salvador, 
escribe en mi corazón tus llagas,
con el fin de que se me permita tener grabados
siempre en mi interior los sufrimientos y Tu amor. 
Sí, porque, teniendo ante mis ojos los grandes 
sufrimientos que Tú, mi Dios, has soportado pacientemente,
pueda soportar en silencio todos los sufrimientos
en que se pueda caer en suerte soportar; 
y al ver el amor que exhibiste por mí en la cruz, 
nunca pueda amar o ser capaz de amar 
a nadie más que a Ti.

- San Agustín-

EL HOMBRE NECESITA DE DIOS

 



Y si nos mandó seguirlo no es porque necesite de nuestros servicios, sino para que nosotros alcancemos así la salvación. Seguir al Salvador, en efecto, es beneficiarse de la salvación, y seguir a la Luz es recibir la luz. Pues los que están en la luz no son los que iluminan a la luz, sino que la luz los ilumina y esclarece a ellos, ya que ellos nada le añaden, sino que son ellos los que se benefician de la luz.

Del mismo modo, el servir a Dios nada le añade a Dios, ni tiene Dios necesidad alguna de nuestra sumisión; es él, por el contrario, quien da la vida, la incorrupción y la gloria eterna a los que lo siguen y sirven, beneficiándolos por el hecho de seguirlo y servirlo, sin recibir de ellos beneficio alguno, ya que es en sí mismo rico, perfecto, sin que nada le falte.

La razón, pues, por la que Dios desea que los hombres lo sirvan es su bondad y misericordia, por las que quiere beneficiar a los que perseveran en su servicio, pues, si Dios no necesita de nadie, el hombre, en cambio, necesita de la comunión con Dios.

- San Ireneo -

El amor perfecto de consolar a Jesús

Cuando meditas las penas de María y la dulzura de su corazón que manifiesta a Jesús su amor más puro, comprendes que el amor perfecto es consolar a Jesús participando en sus sufrimientos para la redención de las almas y las del mundo entero.

La Virgen María no estaba en el huerto de la agonía pero, en la lejanía, su corazón se encontraba en extremo tormento, después de haber comprendido en el cenáculo los acontecimientos que se avecinaban. Comprendió que Judas iba a traicionarle, que los apóstoles iban a abandonarle y su corazón sentía en ese momento las mismas ansiedades que su Hijo; sintió una profunda unión con el alma de Cristo y, desde la oración, le ayudó como una madre puede consolar a un hijo que está triste.

Siguió María a Jesús cuando fue conducido por los guardias de un palacio a otro, humillado, ridiculizado, golpeado… María no durmió durante esa noche cuando Jesús sufrió su cruel Pasión ofreciendo los sufrimientos de esas terribles horas por la redención del mundo.

María fue testigo de la flagelación: ¡qué dolor para una madre contemplar semejante tortura! ¡Por mis pecados y los del mundo entero! ¡Qué poder te da sus penas para reclamar de Jesús la salvación inmerecida de la humanidad! Reconoces aquí su grandeza como ninguna otra a causa de estos terribles sufrimientos de compasión.

Doloroso para ella fue contemplar la coronación de espinas: esa cabeza convertida en cabeza de dolor por la fuerza del amor y la compasión. Y no pudo María sentir dolor por si misma sino por esa unión tan íntima con Jesús para convertirse en copartícipe en la Pasión de su Hijo.

Y en el camino hacia el Calvario, María contempla a Jesús por las calles portando su cruz, y con valentía se apresuró a encontrarse con Él y contemplar ese rostro cubierto de sangre, golpeado, insultado, ridiculizado, vilipendiado, odiado por la gente que le había aclamado en su entrada en Jerusalén. ¡Qué honor para una mujer ser llamada a convertirse en participe en esta obra de redención, para ser hija, madre y esposa al mismo tiempo!


Y llega el Stabat Mater. Allí está Ella, postrada al pie de la Cruz, para compartir todos los sufrimientos de Jesús pero también todas las oraciones, todos los sentimientos, todos los pensamientos. ¡Esta escena es digna de adoración, de adoración a Jesús y a María, unidos en el Corazón, Víctimas en la Cruz!

Mi corazón se une a María. Y me hace comprender que, en el drama del Calvario, la presencia de María junto a la cruz de Jesús con esa inquebrantable firmeza y esa extraordinaria valentía me tiene que llevar a afrontar mi vida, mis sufrimientos, mis padecimientos y mis incertidumbres cogido de la mano de María. Hacer como María, sostenerme por la fe, don de Dios, y ser siempre fiel a Cristo sabiendo llegar, incluso, hasta la cruz.

Hoy más que nunca quiero acoger en mi corazón a María y dejarle un espacio para que me acompañe siempre en mi vida cotidiana con el fin de que me guié como nadie en mi camino hacia la salvación.


Fuente: Orar con el corazón abierto

La Inmaculada Concepción según el Santo Cura de Ars


 

Si un padre o una madre rica tuviera una gran cantidad de hijos, y que  todos ellos debieran morir, y solo quedara uno, el que quede vivo recibirá toda la herencia.

Del mismo modo, Adán, así como todos sus hijos, murieron a la gracia como consecuencia del pecado original. Si hubieran permanecido en el estado de inocencia, ¡qué riqueza de dones! ¡Cuántos favores!  María, la única exenta del pecado, sigue siendo la  heredera de las gracias de inocencia y favores destinados a los hijos de Adán. Dios la ha hecho depositaria de sus gracias.

En el Evangelio se dice que el padre salió temprano en la mañana a buscar obreros para trabajar en su viña. Entonces, ¿todavía no había nadie en este viñedo? Sí, estaba María, que nació ahí. ¿Y cuál es esa viña? Es la gracia.

Sí, María nació allí, ya que fue concebida sin pecado. Y nosotros fuimos allí llamados, el padre de familia nos buscó; pero María siempre había estado allí. ¡La hermosa obrera! Ella es pura, sin mancha. El Dios de bondad podría crear un mundo más hermoso que el que existe, pero no podría crear una criatura más perfecta que María.

San Juan María Vianney, en: Mgr. R. Fourrey, La Virgen María y el cura de Ars, 1989, Ars

OH MARIA, NADIE HA RECURRIDO A TÍ EN VANO



Salomon dejó vivir a Abiatar porque 
en otro tiempo cargó el Arca del Señor, 
y Adonías se refugió en el altar para librarse 
de la muerte que merecía. 
¿Cómo entonces nosotros podemos
perecer si nos acogemos al Arca de la alianza 
que lleva en su seno, no las tablas de la ley, 
ni la vara de Aaron, sino al Hijo del Altísimo, 
al Salvador del mundo? 
¿Qué otro altar más santo que aquel que escogió 
el mismo Señor para morar en él antes 
de nacer y redimirnos? 
Todo esto nos hace dueños del tesoro mas rico. 
Oh María, nadie ha recurrido tí en vano,
por eso en tí ponemos toda nuestra esperanza, 
y a tí dirigimos nuestras plegarias: acógelas con bondad, 
oye compadecida nuestros ruegos, y que nos
sea concedido lo que por tu intercesión 
pedimos al Santo de los santos. Amen. 


 (Corona Católica, José de la Luz Pacheco)

CARGAR CON LA CRUZ


 

Que cargue con su cruz. ¡La suya propia! Que ese tal, ese hombre, esa mujer excepcional que toda la tierra no alcanzaria a pagar, cargue con alegría, abrace con entusiasmo y lleve con valentía sobre sus hombros la propia cruz y no la de otro: 

-la cruz, que mi Sabiduría le fabricó con número, peso y medida;

 -la cruz cuyas dimensiones: espesor, longitud, anchura y profundidad, tracé por mi propia mano con extraordinaria perfección; 

-la cruz que le he fabricado con un trozo de la que llevé al Calvario, como fruto del amor infinito que le tengo; 

-la cruz, que es el mayor regalo que puedo hacer a mis elegidos en este mundo; 

-la cruz, constituida, en cuanto a su espesor, por la pérdida de bienes, las humillaciones, menosprecios, dolores, enfermedades y penalidades espirituales que, por permisión mía, le sobrevendrán día a día hasta la muerte;

 -la cruz, constituida, en cuanto a su longitud, por una serie de meses o días en que se verá abrumado de calamidades, postrado en el lecho, reducido a mendicidad, víctima de tentaciones, sequedades, abandonos y otras congojas espirituales; 

-la cruz, constituida, en cuanto a su anchura, por las circunstancías más duras y amargas de parte de sus amigos, servidores o familiares; 

-la cruz, constituida, por último, en cuanto a su profundidad, por las aflicciones más ocultas con que le atormentaré, sin que pueda hallar consuelo en las creaturas. Estas, por orden mía, le volverán las espaldas y se unirán a mí para hacerle sufrir.

Que la cargue: que no la arrastre, ni la rechace, ni la recorte, ni la oculte. En otras palabras, que la lleve con la mano en alto, sin Impaciencia ni repugnancia, sin quejas ni criticas voluntarias, sin medias tintas ni componendas, sin rubor ni respeto humano, que la plante en su corazón por el amor, para transformarla en zarza ardiente, que día y noche se abrase en el puro amor de Dios, sin que llegue a consumirse. 

(CARTA A LOS AMIGOS DE LA CRUZ

San Luis de Montfort)

QUIEN NOS DIO LA VIDA NOS ENSEÑÓ TAMBIÉN A ORAR



Los preceptos evangélicos nos conducen a la vida eterna.

Ya por los profetas Dios quiso hablar de muchas maneras; pero mucho más es lo que nos dice el Hijo, pues ya no manda preparar el camino para el que ha de venir, sino que viene él mismo, nos abre y muestra el camino, a fin de que, los que antes errábamos ciegos y a tientas en las tinieblas de la muerte, iluminados ahora por la luz de la gracia, sigamos la senda de la vida, bajo la tutela y dirección de Dios.

A más de otras enseñanzas y preceptos divinos, con los cuales encaminó a su pueblo a la salvación, Cristo nos enseñó también la forma de orar, él mismo nos inculcó y enseñó las cosas que hemos de pedir. Quien nos dio la vida nos enseñó también a orar, con aquella misma benignidad con que se dignó dar y conferir los demás dones, para que, al hablar ante el Padre con la misma oración que el Hijo enseñó, más fácilmente seamos escuchados.

¿Qué otra plegaria puede haber que sea en verdad ante el Padre, sino la pronunciada por boca del Hijo, que es la misma verdad? 

Pues, si dice que cuanto pidamos al Padre en su nombre nos lo concederá, ¿con cuánta mayor eficacia no obtendremos lo que pedimos en el nombre de Cristo, si lo pedimos con su propia oración?


-Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la oración del Señor-

SI COMPARTIMOS, NADIE SERÁ POBRE


No seamos malos administradores de los bienes que Dios nos ha regalado, no nos hagamos acreedores a la reprensión de Pedro: Avergonzaos, los que retenéis lo ajeno, esforzaos en imitar la equidad de Dios, y así nadie será pobre.

No pongamos nuestro afán en reunir y conservar riquezas, mientras otros padecen necesidad, no sea que nos alcancen las duras y amenazadoras palabras del profeta Amós, cuando dice: Escuchad, los que decís: «¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?»

Imitemos aquella suprema y primera ley de Dios, según la cual hace llover sobre justos y pecadores, y hace salir el sol igualmente para todos; que pone la tierra, las fuentes, los ríos y los bosques a plena disposición de los animales terrestres, el aire a disposición de las aves, el agua a disposición de los animales acuáticos; lo ha puesto todo en común, con amplitud y abundancia, sin que por ello falte nunca de nada. Y esto lo hizo para hacer resaltar, con la igualdad del don, la igual dignidad de toda la naturaleza y para manifestar las riquezas de su benignidad.


-san Gregorio de Nacianzo-

LA TENTACIÓN ES NECESARIA


Nuestra vida, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones; pues nuestro progreso se realiza por medio de la tentación y nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de tentaciones.

Jesucristo fue tentado por el diablo en el desierto. Si en él fuimos tentados, en él venceremos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció la tentación? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también a ti mismo victorioso en él. Hubiera podido impedir la acción tentadora del diablo; pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras aprendido de él a vencerla.


(San Agustín)

LA ORACIÓN ES LUZ DEL ALMA


Nada hay mejor que la oración y coloquio con Dios, ya que por ella nos ponemos en contacto inmediato con él; y, del mismo modo que nuestros ojos corporales son iluminados al recibir la luz, así también nuestro espíritu, al fijar su atención en Dios, es iluminado con su luz inefable. Me refiero, claro está, a aquella oración que no se hace por rutina, sino de corazón; que no queda circunscrita a unos determinados momentos, sino que se prolonga sin cesar día y noche.

Conviene, en efecto, que la atención de nuestra mente no se limite a concentrarse en Dios de modo repentino, en el momento en que nos decidimos a orar, sino que hay que procurar también que cuando está ocupada en otros menesteres, como el cuidado de los pobres o las obras útiles de beneficencia u otros cuidados cualesquiera, no prescinda del deseo y el recuerdo de Dios, de modo que nuestras obras, como condimentadas con la sal del amor de Dios, se conviertan en un manjar suavísimo para el Señor de todas las cosas. Y también nosotros podremos gozar, en todo momento de nuestra vida, de las ventajas que de ahí resultan, si dedicamos mucho tiempo al Señor.

La oración es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres. Por ella nuestro espíritu, elevado hasta el cielo, abraza a Dios con abrazos inefables, deseando la leche divina, como un niño que, llorando, llama a su madre; por ella nuestro espíritu espera el cumplimiento de sus propios anhelos y recibe unos bienes que superan todo lo natural y visible.

La oración viene a ser una venerable mensajera nuestra ante Dios, alegra nuestro espíritu, aquieta nuestro ánimo. Me refiero, en efecto, a aquella oración que no consiste en palabras, sino más bien en el deseo de Dios, en una piedad inefable, que no procede de los hombres, sino de la gracia divina, acerca de la cual dice el Apóstol: Nosotros no sabemos pedir como conviene, pero el Espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados en palabras.

Semejante oración, si nos la concede Dios, es de gran valor y no ha de ser despreciada; es un manjar celestial que satisface al alma; el que lo ha gustado, se inflama en el deseo eterno de Dios, como en un fuego ardentísimo que inflama su espíritu.

Para que alcance en ti su perfección, pinta tu casa interior con la moderación y la humildad, hazla resplandeciente con la luz de la justicia, adórnala con buenas obras, como con excelentes láminas de metal, y decórala con la fe y la grandeza de ánimo, a manera de paredes y mosaicos; por encima de todo coloca la oración, como el techo que corona y pone fin al edificio, para disponer así una mansión acabada para el Señor y poderlo recibir como en una casa regia y espléndida, poseyéndolo por la gracia como una imagen colocada en el templo del alma.


De las Homilías del Pseudo-Crisóstomo

(Suplemento, Homilía 6, Sobre la oración: PG 64, 462-466)

Entrada destacada

ORACIÓN PARA SER MISERICORDIOSOS

"Oh Señor, deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti. Que este supremo atributo de Dios, es decir su inso...

ENTRADAS POPULARES