EL SEÑOR ME DIO


1. «El Señor me dio» el comenzar a convertirme haciendo de mí el Buen Samaritano de los leprosos. Dicho de otro modo, el Señor comenzó por hacerme sensible a la palabra de su Evangelio haciéndome practicar un gesto típico del Evangelio; me metió de golpe en el Evangelio en acto.

2. Después, «el Señor me dio» una inmensa fe en las iglesias (las iglesias de piedra, las capillas, los oratorios). Son sus casas, Él mismo me lo dijo un día: «Ve y repara mi casa...» En ellas se puede adorar al Señor Jesucristo, pues conservan y protegen los signos vivientes de nuestra salvación: el crucifijo que me habló, el tabernáculo donde está su cuerpo.

3. A continuación, «el Señor me dio» una gran fe en sus ministros, sea cual fuere su comportamiento, pues veo en ellos al Señor Jesús en persona.


- San Francisco de Asís, Testamento (vv. 1-9) -

TORMENTOS DEL PURGATORIO, TESTIMONIO


No hay comparación entre las penas del Purgatorio y las penas de nuestra vida temporal, las del Purgatorio son mucho peores, hay innumerables apariciones de almas que lo han testificado, dejando visibles marcas de fuego que las atormenta. De estas marcas se ve la tremenda diferencia que hay entre el fuego terreno y el fuego del Purgatorio. 

Para darles un ejemplo, en la historia del Padre Estanislado Choscoa, domínico (Brovus, Huso. De Pologne, año 1590) leemos este hecho: 

Un día, mientras este santo religioso rezaba por los difuntos, vio un alma completamente devorada por las llamas, y le preguntó si aquel fuego era más penetrante que el de la tierra. 

“Ay de mí , respondió el alma gritando, todo el fuego de la tierra, comparado con el del Purgatorio es como suave brisa. 

El religioso dijo ¿Cómo es posible? quisiera probar, a condición sin embargo que me sirviese para descontar en  parte las penas que deberé sufrir en el Purgatorio” 

El alma agregó “Ningún mortal podría soportar la mínima parte de aquel fuego, sin morir al instante, sin embargo, si tú quieres convencerte, extiende la mano”. 

El padre sin vacilar extendió la mano, sobre la cual el alma hizo caer una gota de su sudor o de un líquido que se le parecía. Ante aquel contacto el religioso emitió un agudo grito y cayó al suelo desvanecido por el dolor que sintió. 

Acudieron los hermanos, los cuales le prodigaron todas las atenciones para que volviera en sí. 

Él lleno de terror, les contó lo que le había sucedido, y mostró sobre la mano una dolorosísima llaga. Tuvo que acostarse, porque no resistía estar en pie y después de un año y medio de increíbles sufrimientos, murió, exhortando a sus hermanos a rehuir las pequeñas culpas, para no caer en aquellos terribles tormentos. 

Hay numerosísimos hechos similares, de modo que es temerario e ilógico dudar de la realidad del fuego del Purgatorio. 


(El Purgatorio, P. Dolindo Ruotolo)

OS HAGO HONROSA REPARACIÓN


Dulce Salvador, a pesar de mi indignidad, a pesar de la parte que he tomado en las ingratitudes que os hieren tan cruelmente, quiero por gracia y amor vuestro consolaros, reparar y suplir. 

Yo os hago honrosa reparación por esta ignorancia en que están tantos cristianos sobre la presencia de vuestro Sagrado Corazón en la Eucaristía; ellos no quieren saber que Vos tenéis allí un Corazón; que este Corazón está lleno de vida y ardiente de amor por ellos; y y ellos os tratan como un objeto que no tiene Corazón, entrando en vuestras iglesias sin respeto, manteniéndose en ellas sin piedad, pasando delante de Vos sin saludaros, hablando y riendo insolentemente. 

Y hay un número todavía mayor de bautizados para los cuales no existís en la Eucaristía, Vos, cuyo Corazón vela sobre ellos, protege sus vidas y los pone a salvo de la justicia divina, irritada por su apostasía!

¿Quién trata a vuestro Corazón como el más sensible y tierno de los Corazones? 

Os hago honrosa reparación por todos los pecados que atacan vuestro Corazón en el Santo Sacrificio de la misa. ¡Cuántos cristianos rehúsan asistir a la misa aun el domingo, prefiriendo mejor marcharse con un pecado mortal, que dar a vuestro Corazón la satisfacción que tendría en colmarlos de los frutos de vuestra muerte! Y entre los que asisten á Él, ¡cuán pocos piensan en vuestro Corazón, en su agonía, en sus angustias, en los oprobios que sufrió en su Pasión!


(La persona del Cristo Eucarístico, R.P.A. Tesniére)

CRISTO, EL SEÑOR

 



Cristo, el Señor,
como la primavera,
como una nueva aurora,
resucitó.

Cristo, nuestra Pascua,
es nuestro rescate,
nuestra salvación.

Es grano en la tierra,
muerto y florecido,
tierno pan de amor.

Se rompió el sepulcro,
se movió la roca,
y el fruto brotó.

Dueño de la muerte,
en el árbol grita
su resurrección.

Humilde en la tierra,
Señor de los cielos,
su cielo nos dio.

Ábranse de gozo
las puertas del Hombre,
que al hombre salvó.

Gloria para siempre
al Cordero humilde
que nos redimió. Amén.

CALOR DE DIOS EN SANGRE REDENTORA

Calor de Dios en sangre redentora,
y un río de piedad en tu costado;
bajo tu cruz quédeme arrodillado,
con ansia y gratitud siempre deudora.
Conózcate, oh Cristo, en esta hora
de tu perdón; mi beso apasionado,
de ardientes labios en tu pie clavado,
sea flecha de amor y paz de aurora.
Conózcame en tu vía dolorosa
y conozca, Señor, en los fulgores
de tus siete palabras, mi caída;
que en esta cruz pujante y misteriosa
pongo, sobre el amor de mis amores,
el amor entrañable de mi vida. Amén.
(Himno de vísperas)

DIOS AMA A MARÍA MÁS QUE A LAS DEMÁS CRIATURAS

La plenitud inmensa de la gracia de María es superior a la de todos los ángeles y santos. Pero esto mismo puede confirmarse teológicamente desde otro punto de vista igualmente clarísimo y concluyente:

Como es sabido, el amor de Dios es causa de todo aquello que ama. El grado de amor con que Dios ama una cosa determina y causa el grado de bondad o de excelencia de esa cosa. Dios no ama más las cosas mejores porque son mejores, sino al revés: son mejores porque Dios las ama más. 

Ahora bien: como Dios ama a la Virgen María inmensamente más que a todas las demás criaturas juntas (ángeles y santos), puesto que la eligió nada menos que para Madre de su Unigénito Hijo, hay que concluir, lógica e inevitablemente, que la bondad, excelencia, santidad, gracia y gloria de María exceden inmensamente a la de todos los ángeles y santos juntos. Sólo Dios y la humanidad adorable de Cristo están por encima de María: nadie más.

(Antonio Royo Marín, "Teología y espiritualidad marianas")

RESPLANDORES DE PERFECTA SANTIDAD


Es conveniente que la Santísima Virgen María brille siempre adornada de los resplandores de la perfectísima santidad y que reporte un total triunfo sobre la antigua serpiente, Ella, enteramente inmune incluso de la misma mancha de la culpa original, tan venerable Madre, a quien Dios Padre dispuso dar a su único Hijo, a quien ama como a sí mismo, engendrado como ha sido igual a sí de su corazón, de tal manera que naturalmente fuese uno y el mismo Hijo común de Dios Padre y de la Virgen, y a la que el mismo Hijo en persona determinó hacer sustancialmente su Madre y de la que el Espíritu Santo quizo e hizo que fuese concebido y naciese Aquel de quien él mismo procede.

(Pío IX )



EL VERDADERO TESORO

 

¿Cómo no proponer a Clara, junto a Francisco, a la atención de los jóvenes de hoy? El tiempo que nos separa de la época de estos dos santos no ha disminuido su atractivo. Al contrario, se puede ver su actualidad si se compara con las ilusiones y las desilusiones que a menudo marcan la actual condición juvenil. Nunca un tiempo hizo soñar tanto a los jóvenes, con los miles de atractivos de una vida en la que todo parece posible y lícito. Y, sin embargo, ¡cuánta insatisfacción existe!, ¡cuántas veces la búsqueda de felicidad, de realización, termina por desembocar en caminos que llevan a paraísos artificiales, como los de la droga y de la sensualidad desenfrenada! También la situación actual con la dificultad para encontrar un trabajo digno y formar una familia unida y feliz, añade nubes al horizonte. No faltan, sin embargo, jóvenes que, incluso en nuestros días, recogen la invitación a fiarse de Cristo y a afrontar con valentía, responsabilidad y esperanza el camino de la vida, también realizando la elección de dejarlo todo para seguirlo en el servicio total a él y a los hermanos. La historia de Clara, junto a la de Francisco, es una invitación a reflexionar sobre el sentido de la existencia y a buscar en Dios el secreto de la verdadera alegría. Es una prueba concreta de que quien cumple la voluntad del Señor y confía en él no sólo no pierde nada, sino que encuentra el verdadero tesoro capaz de dar sentido a todo.


(Benedicto XVI)

SAN JOSÉ SE QUISO HACERSE PRESENTE PARA AYUDAR A LAS ALMAS DEL PURGATORIO


 

El 2 de noviembre de 1853, en París, una joven, inspirada por Dios, Eugenia Smet, concibió la idea de fundar una Congregación para auxiliar a las almas del purgatorio. Consultó con el santo cura de Ars, quien le dio consejos y le ayudó en esta Obra. 

Eugenia Smet era muy devota de san José, y le prometió, que si la Obra se llevaba a cabo, la primera casa fundada sería en su honor. Y la Obra se realizó con el nombre de Auxiliadoras de las almas del purgatorio para una misión universal: “Ayudar a todo bien, sea cual fuere, realizar una entrega total al servicio de los más abandonados de este mundo y del otro, acompañando a las personas en todas las etapas de la vida.“Ir desde las profundidades del purgatorio a los últimos confines de la tierra” (Constituciones, articulo 7). Dicho con un lenguaje más actual: “Ir desde las profundidades del dolor hasta el encuentro definitivo con el Amor”.

Lo más misterioso fue que al día siguiente de adquirir una casa en París para comenzar la Obra, un desconocido, que no sabía nada, les hizo regalo de una estatua de san José, como si el mismo san José hubiera querido hacerse presente y declararse protector de la Obra,

Hoy en día Eugenia Smet es ya santa María de la Providencia.

(Archivalladolid. com)

MARÍA Y JOSÉ, UN ENLACE DECRETADO POR LA DIVINA PROVIDENCIA


 La tribu de Judá procuró evitar la confusión con las otras tribus y conservar los linderos de las antiguas heredades. Se prueba esta conducta con el edicto de César Augusto, que obligó a José y a su santísima Esposa a venir de Nazaret a Belén, como a su patria.

Por esta exactitud escrupulosa con que en Israel se conservaban las memorias acerca de la distinción y origen de sus tribus, no había familia que no pudiera probar su descendencia.

Este cuidado, por lo que principalmente miraba a la tribu de Judá y casa de David, era en consecuencia de la continua esperanza en que vivían los judíos de la venida del Mesías. Sabían éstos, que el Libertador prometido había de nacer de la sangre de Judá y familia de David.

Era José hijo primogénito de Jacob, el pariente más inmediato de la hija única y heredera de San Joaquín , el que por consecuencia estaba prevenido por el Cielo y decretado por la ley, para contraer con ella su alianza. 

Era también José por las excelentes virtudes, que desde su niñez lo hicieron grande y distinguido entre los hebreos, acreedor a los desposorios con María ; y á él, inspirados de lo alto, se la concedieron por Esposa los sacerdotes, a cuyo cuidado estaba María después de la muerte de sus padres.

Todo iba gobernado por el consejo de la Augustísima Trinidad para que el enlace sirviera para que el misterio de la Encarnación del Verbo se ejecutara bajo la sombra de un matrimonio público con las precauciones de la más sabia providencia.


(Vida del Señor San José, Padre José ignacio Vallejo)

LA VIRGEN MARÍA Y LE EUCARISTÍA SON LAS DOS COLUMNAS QUE NOS SOSTENDRÁN

 El 30 de mayo de 1862, Don Bosco compartió con sus jóvenes un sueño que había tenido unos días antes:

“En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado  espolón de hierro a modo de lanza que hiere y  traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar. Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros, y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos  hacerle el mayor daño posible”.

Pero, continúa escribiendo este educador para quien los sueños eran una auténtica manifestación de los deseos de Dios, “en medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra.

Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: "Auxilium Christianorum". Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: "Salus credentium”.

Cuando el capitán, el Papa, “guía la nave hacia las dos columnas, y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. Entonces se produce una gran confusión”.

Y todos los enemigos huyen, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente y en el mar reina una calma absoluta.

Juan Bosco descifró algunos significados de este sueño: “Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder», decía a finales del siglo XIX.

«¡Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto! -añadía, en una afirmación válida también para hoy-: devoción a María Santísima y la comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros y para hacerlos practicar a los demás siempre y en todo momento”.




ORACIÓN DE UN ANCIANO



Señor Jesús, amigo de los niños y de los jóvenes,
de los hombres y de las mujeres, enséñame a
envejecer.
Enséñame a envejecer sin que los años se
conviertan para mí en una carga que no puedo
soportar.
Enséñame a envejecer con amor, con alegría, con
fe, con esperanza.
Enséñame a envejecer con la frente en alto,
dignamente, con paz y sosiego.
Enséñame, Señor Jesús, a vivir la ancianidad con
entusiasmo, libre de prejuicios, sin quejas ni
lamentos inútiles, sin parar de crecer
interiormente.
Enséñame, Señor Jesús, a vivir la ancianidad con
el corazón puesto en Dios que me dio la vida y
me mantiene vivo. 
Enséñame, Señor Jesús, a vivir la ancianidad con
amor, amando; en el amor… dejándome amar,
dejándome cuidar, agradeciendo con amor cada
gesto, cada palabra.
Enséñame, Señor Jesús, a vivir la ancianidad
con humildad, sin desesperarme por lo que no
puedo hacer, por lo que antes era y ahora no soy,
por lo que representaba para mí mismo y para los
demás, y ahora ya no represento.
No permitas, Jesús, que me pierda a mí mismo
por no saber acoger con corazón dispuesto, lo
que es ley de la vida, y que, aunque las
apariencias digan otra cosa, es mi mejor
momento, porque me da tiempo para compartir
Contigo. Amén

LA CONFIANZA AGRADA A DIOS



Mi mente estaba extrañamente oscurecida, ninguna verdad me parecía clara. 
Sentía un gran vacío en mi alma y no conseguía llenarlo con nada.  Empecé a sentir el hambre y el anhelo de Dios, pero veía toda mi impotencia.   
Delante de los ojos de mi alma estaba constantemente todo el abismo de mi miseria. 
El sacerdote me explicó que ésas eran pruebas enviadas por Dios y me dijo: 
“ en ese estado no sólo no ofendes a Dios, sino que le agradas mucho, es una señal que Dios te ama inmensamente y que confía en ti, porque te visita con estas pruebas”.

A pesar de mi agonía, me postraba delante del Santísimo sacramento y repetía esas palabras:  
"Aunque me mates, yo confiaré en Ti" . 
Luego venían otros pensamientos:  
¿Para que empeñarme en las virtudes y en buenas obras?  ¿Para que mortificarme y anonadarme?  ¿Para que hacer votos?  ¿Para que rezar?  ¿Para que sacrificarme e inmolarme?

Terriblemente atormentada por estos sufrimientos entré en la capilla y de la profundidad de mi alma dije estas palabras:  Haz conmigo, Jesús, lo que Te plazca.  Yo Te adoraré en todas partes.  Y que se haga en mí Tu voluntad, oh Señor y Dios mío, y yo glorificaré Tu infinita misericordia. 

De repente vi a Jesús que me dijo:  "Yo estoy siempre en tu corazón". 
 
Un gozo inconcebible inundó mi alma y llenó de gran amor de Dios mi pobre corazón.  Veo que Dios nunca permite sufrimientos por encima de lo que podemos soportar. Si Dios manda al alma grandes tribulaciones, la sostiene con una gracia aun mayor, aunque no la notamos. Un solo acto de confianza en tal momento da más gloria a Dios que muchas horas pasadas en el gozo de consolaciones durante la oración. 

Fuente:
(Santa Maria Faustina Kowalska, del diario "La Divina Misericordia en mi alma")

SAN JOSÉ SE QUISO HACER PRESENTE PARA AYUDAR A LAS ALMAS DEL PURGATORIO

El 2 de noviembre de 1853, en París, una joven, inspirada por Dios, Eugenia Smet, concibió la idea de fundar una Congregación para auxiliar a las almas del purgatorio. Consultó con el santo cura de Ars, quien le dio consejos y le ayudó en esta Obra. 

Eugenia Smet era muy devota de san José, y le prometió, que si la Obra se llevaba a cabo, la primera casa fundada sería en su honor. Y la Obra se realizó con el nombre de Auxiliadoras de las almas del purgatorio para una misión universal: “Ayudar a todo bien, sea cual fuere, realizar una entrega total al servicio de los más abandonados de este mundo y del otro, acompañando a las personas en todas las etapas de la vida.“Ir desde las profundidades del purgatorio a los últimos confines de la tierra” (Constituciones, articulo 7). Dicho con un lenguaje más actual: “Ir desde las profundidades del dolor hasta el encuentro definitivo con el Amor”.

Lo más misterioso fue que al día siguiente de adquirir una casa en París para comenzar la Obra, un desconocido, que no sabía nada, les hizo regalo de una estatua de san José, como si el mismo san José hubiera querido hacerse presente y declararse protector de la Obra.

Hoy en día Eugenia Smet es ya santa María de la Providencia.







CIEN REQUIEMS MEDITANDO LA PASIÓN DE CRISTO



Esta hermosa oración está dirigida especialmente a aliviar el tormento de las Almas del Purgatorio ya que se repite cien veces la oración del Requiem.

Para llevar la cuenta se usa un Rosario y por cada cuenta del Ave María se reza un Requiem, pero como son solo 50 se usa dos veces.

Nos ponemos en presencia del Señor haciendo la señal de la cruz y rezando el acto de contrición.

En las cuentas grandes rezamos:

Padre Eterno os ofrecemos la Sangre, Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, los dolores de la Santísima Virgen y los de San José por la remisión de nuestros pecados, la libertad de las Almas del Purgatorio y la conversión de los pecadores. Amén


Primer Decena

Te ofrezco, mi adorado Jesús, en ayuda de las Almas del Purgatorio, los méritos de tus padecimientos y dolores sufridos, por nuestra redención. Y comienzo contemplando la Sangre que trasudó de tu cuerpo, por la tristeza y la angustia que te asaltó en Getsemaní.

Rece 10 Requiems:

Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. 

Al final de cada decena de Requiems:

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros que nosotros oraremos por vosotras para que Dios les de la gloria del paraíso. Amén.


Segunda Decena

Te ofrezco, mi adorable Jesús, por las Almas del Purgatorio, la inmensa aflicción que te oprimió el corazón al ver que Judas, discípulo Tuyo, por Ti amado y favorecido, se hizo perseguidor, y con beso sacrílego te traicionó para entregarte en manos de crueles enemigos.

Rece 10 Requiems:

Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. 

Al final de cada decena de Requiems:

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros que nosotros oraremos por vosotras para que Dios les de la gloria del paraíso. Amén.


Tercera Decena

Te ofrezco, mi adorado Jesús, por las Almas del Purgatorio, la admirable paciencia con la que soportaste tantos ultrajes de esa vil soldadesca que te condujo de Anás a Caifás, de Pilato a Herodes, el cual para mayor desprecio, te impuso la vestidura de los locos, entre las burlas y los agravios del pueblo, y te envió al gobernador romano.

Rece 10 Requiems:

Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. 

Al final de cada decena de Requiems:

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros que nosotros oraremos por vosotras para que Dios les de la gloria del paraíso. Amén.


Cuarta Decena

Te ofrezco, mi adorable Jesús, por las Almas del Purgatorio, la amargura que perturbó tu Espíritu, cuando por los judíos fuiste pospuesto por Barrabás, sedicioso y homicida. Luego atado a la columna, Tú, el Inocente y el Justo, fuiste golpeado con innumerables azotes, sin piedad alguna.

Rece 10 Requiems:

Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. 

Al final de cada decena de Requiems:

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros que nosotros oraremos por vosotras para que Dios les de la gloria del paraíso. Amén.


Quinta Decena

Te ofrezco, mi adorado Jesús, por las Almas del Purgatorio, la humillación que toleraste, cuando, para tratarte como falso rey, pusieron sobre tus hombros un manto de púrpura, te dieron por cetro una caña y ciñeron tu cabeza con la corona de espinas, y así Pilato te presentó al pueblo diciendo: “¡He aquí al Hombre!”

Rece 10 Requiems:

Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. 

Al final de cada decena de Requiems:

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros que nosotros oraremos por vosotras para que Dios les de la gloria del paraíso. Amén.


Sexta Decena

Te ofrezco, mi adorable Jesús, por las almas del Purgatorio, la piadosa compasión y el dolor profundo que sentiste cuando, con tanta violencia, fuiste separado de tu amadísima madre, que había venido a encontrarte y abrazarte.

Rece 10 Requiems:

Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. 

Al final de cada decena de Requiems:

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros que nosotros oraremos por vosotras para que Dios les de la gloria del paraíso. Amén.


Séptima Decena

Te ofrezco, adorado Jesús mío, por las almas del Purgatorio, los inauditos tormentos padecidos cuando, extendido sobre la cruz tu ensangrentado cuerpo, fuiste horriblemente traspasado por clavos en las manos y en los pies, y elevado en el ignominioso patíbulo.

Rece 10 Requiems:

Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. 

Al final de cada decena de Requiems:

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros que nosotros oraremos por vosotras para que Dios les de la gloria del paraíso. Amén.


Octava Decena

Te ofrezco, mi adorado Jesús, por las almas del Purgatorio, la ardiente sed que padeciste en este tiempo de Calvario, sed de agua, pero también de almas que calmen tan cruel agonía y por la cual recibes tan solo vinagre e ingratitudes.

Rece 10 Requiems:

Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. 

Al final de cada decena de Requiems:

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros que nosotros oraremos por vosotras para que Dios les de la gloria del paraíso. Amén.


Novena Decena

Te ofrezco, mi adorado Jesús, por las almas del Purgatorio, las angustias y las penas que durante tres horas continuas soportaste suspendido de la cruz, y las contracciones que sufriste en todos tus miembros, acrecentadas por la presencia de tu dolorida madre, testigo de semejante desgarradora agonía.

Rece 10 Requiems:

Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. 

Al final de cada decena de Requiems:

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros que nosotros oraremos por vosotras para que Dios les de la gloria del paraíso. Amén.


Décima Decena

Te ofrezco, mi adorado Jesús, por las almas del Purgatorio, la desolación que oprimió a la Virgen Santísima asistiendo a tu muerte, y el pesar de su tierno corazón, acogiéndote exánime entre sus brazos cuando fuiste bajado de la cruz.

Rece 10 Requiems:

Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. 

Al final de cada decena de Requiems:

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros que nosotros oraremos por vosotras para que Dios les de la gloria del paraíso. Amén.


De Profundis

Concluimos con el Salmo 130 “De Profundis”


Desde lo hondo a ti grito, Señor;

Señor, escucha mi voz;

estén tus oídos atentos

a la voz de mi súplica.


Si llevas cuenta de los delitos, Señor,

¿quién podrá resistir?

Pero de ti procede el perdón,

y así infundes respeto.


Mi alma espera en el Señor,

espera en su palabra;

mi alma aguarda al Señor,

más que el centinela la aurora.


Aguarde Israel al Señor,

como el centinela la aurora;

porque del Señor viene la misericordia,

la redención copiosa;

y él redimirá a Israel

de todos sus delitos.


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