LA CONFIANZA AGRADA A DIOS



Mi mente estaba extrañamente oscurecida, ninguna verdad me parecía clara. 
Sentía un gran vacío en mi alma y no conseguía llenarlo con nada.  Empecé a sentir el hambre y el anhelo de Dios, pero veía toda mi impotencia.   
Delante de los ojos de mi alma estaba constantemente todo el abismo de mi miseria. 
El sacerdote me explicó que ésas eran pruebas enviadas por Dios y me dijo: 
“ en ese estado no sólo no ofendes a Dios, sino que le agradas mucho, es una señal que Dios te ama inmensamente y que confía en ti, porque te visita con estas pruebas”.

A pesar de mi agonía, me postraba delante del Santísimo sacramento y repetía esas palabras:  
"Aunque me mates, yo confiaré en Ti" . 
Luego venían otros pensamientos:  
¿Para que empeñarme en las virtudes y en buenas obras?  ¿Para que mortificarme y anonadarme?  ¿Para que hacer votos?  ¿Para que rezar?  ¿Para que sacrificarme e inmolarme?

Terriblemente atormentada por estos sufrimientos entré en la capilla y de la profundidad de mi alma dije estas palabras:  Haz conmigo, Jesús, lo que Te plazca.  Yo Te adoraré en todas partes.  Y que se haga en mí Tu voluntad, oh Señor y Dios mío, y yo glorificaré Tu infinita misericordia. 

De repente vi a Jesús que me dijo:  "Yo estoy siempre en tu corazón". 
 
Un gozo inconcebible inundó mi alma y llenó de gran amor de Dios mi pobre corazón.  Veo que Dios nunca permite sufrimientos por encima de lo que podemos soportar. Si Dios manda al alma grandes tribulaciones, la sostiene con una gracia aun mayor, aunque no la notamos. Un solo acto de confianza en tal momento da más gloria a Dios que muchas horas pasadas en el gozo de consolaciones durante la oración. 

Fuente:
(Santa Maria Faustina Kowalska, del diario "La Divina Misericordia en mi alma")

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