TE AMÉ CON AMOR ETERNO



La Sagrada Eucaristía es apellidada Sacramento de caridad porque todas las virtudes infinitas descuellan en este Santísimo Sacramento, pero ninguna de ellas lleva ventajas a la caridad y es porque el objetivo de la institución eucarística fue el amor. 

San Agustín le llama lazo de amor y los demás santos le denominan Sacramento de amor, y el inmortal León XIII lo reconoce por signo perfecto de amor.
Si, pues, no solamente es prenda de amor, sino el amor mismo; ¿de qué manera nos amó Jesús al instituirlo? Categóricamente podríamos responder esta pregunta diciendo que nos amó primeramente con un amor eterno. "Te amé con amor eterno" Jeremías 31,3, con un amor que tuvo sus principios en la eternidad. 

Fue la Eucaristía una donación perpetua, irrevocable en cuanto a su designio.

(Enciclopedia de la Eucaristía, P. Fray Amado de Cristo Burguera)

ES JESÚS QUIEN GUÍA MI BARQUILLA

En el Evangelio vemos una imagen inusual: Jesús duerme. Estaría tan cansado el pobre, de tanto andar por esos caminos, de madrugar tanto, de atender a esas muchedumbres de gente que se le acercaban en busca de una palabra de consuelo, en busca del Reino, o por simple curiosidad.

Santa Teresa de Lisieux (Teresita) utilizaba muchas veces esta imagen para hablar de la silenciosa presencia de Jesús en su alma, a veces tan sigiloso que parece dormir, incluso en medio de la tempestad, como lo hizo en la barca de los apóstoles.

En sus diversos escritos, Teresita habla muchas veces de sí misma como una barquilla, una navecilla, un "frágil esquife".

Por fe, sabe que Jesús va en su barca, que es el "piloto divino" quien marca el rumbo de su vida y la conduce a la ribera deseada, aunque a veces la travesía no es fácil.

Dirá: "A mi navecilla le cuesta mucho llegar a puerto. Hace ya mucho tiempo que diviso la orilla, y aún me encuentro lejos de ella; pero es Jesús quien guía mi barquilla, y estoy segura de que el día que Él quiera la hará arribar felizmente a puerto".

Pero sucede que, a veces, en plena alta mar, cuando el oleaje arrecia, el Capitán del barco parece dormido e, incluso ausente. Teresa, en las sucesivas pruebas espirituales que afrontó, de "triste desierto", de "noche profunda del alma", aprendió a abandonarse en Dios, a confiar sin ver la orilla en el horizonte ni al mismo "Piloto divino".

"Nunca como en aquella prueba comprendí de bien el dolor de la Santísima Virgen y de san José mientras buscaban al divino Niño Jesús... Me encontraba en un triste desierto, o, mejor, mi alma parecía un frágil esquife, abandonado sin piloto a merced de las olas tempestuosas... Lo sé, Jesús estaba allí, dormido en mi barquilla; pero la noche era tan negra, que me era imposible verle".

En su barquito llamado "Abandono", Teresa fue aprendiendo a convivir con un Dios hecho Niño que, como todo infante, pasa muchas horas dormido... y hasta de esto supo aprovecharse Teresita, experta en las pequeñas ocasiones para amar a Dios. Renunciando a los consuelos, aceptando la aridez espiritual, se dijo: si Jesús está cansado y necesita dormir, que lo haga en mí...

"Jesús dormía, como siempre, en mi navecilla. ¡Qué pena!, tengo la impresión de que las almas pocas veces le dejan dormir tranquilamente dentro de ellas. Jesús está ya tan cansado de ser Él quien corra con los gastos y de pagar por adelantado, que se apresura a aprovecharse del descanso que yo le ofrezco".


-Reflexiones carmelitanas-

PRIVILEGIOS DE LA VIRGEN MARÍA



Las soberanas e inconcebibles gracias con que nuestro 
salvador colmó a su bienaventurada Madre ponen de manifiesto su amor sin límites ni medida. 
La ama infinitamente más que a todos sus ángeles, santos y criaturas juntas. 
Los maravillosos privilegios con que la distinguió de todas las criaturas son pruebas de esta verdad:

- La eligió para darle la más admirable de todas 
las dignidades, la de ser Madre de Dios.

- La única entre las hijas de Adán, preservada, por privilegio especialísimo de Dios, del pecado original. 

-La colmó, desde su concepción, de gracia tan eminente, que sobrepasó la gracia del primero de los serafines y la del mayor de los santos.

- Su sangre purísima y su carne virginal quedaron unidas para siempre, por la unión hipostática, a la persona del Verbo encarnado. Por esta razón la carne y sangre virginales de María son adorables en la humanidad del Hijo de Dios, con la misma adoración debida a esta humanidad y serán objeto de las adoraciones de los ángeles y los santos.

- Esta Madre admirable proporcionó también la carne y la sangre de que fue formado el corazón admirable del niño Jesús; y durante unos tres años, fue alimentado de su leche virginal.

-Solo ella es a la vez Madre y Virgen. 

- Solamente ella, en compañía de san José, vivió de continuo por espacio de treinta y cuatro años con el adorable Salvador. 

San Anselmo señala otro privilegio particular, cuando dice “Señora mía, si tú no pides nadie lo hará, pero cuando pides, todos los santos oran contigo”.

- Cooperó con su Hijo en la redención del mundo, le proveyó de la sangre preciosa que derramó por nosotros; le dio la vida que inmoló por nuestra salvación y ofreció ella misma su sangre y su vida.

Siendo esto así, ¿no estaremos nosotros obligados a amarla, servirla y honrarla de todas las maneras posibles? 

(San Juan Eudes)

MADRE MÍA, RUEGA POR MÍ A TU HIJO

 


Sí, amable Madre mía; tú eres el único amparo que tengo sobre la tierra: 
yo que no soy sobre ella mas que un pobre desterrado, en tí sola he puesto mi esperanza. 
Valle de luto es el suelo de mi peregrinación, y en él moriré cercado de angustias si me abandonas a los peligros que me siguen a todas partes: por eso vengo a tí implorando tu protección. 
Tú ves los pesares que me agobian; apiádate de mí, ruega por mí al Hijo querido de tus entrañas, 
para que sean destruidas las asechanzas que el infierno pone a mis pies para perderme. 
Detén el brazo justiciero de tu Hijo para que no derrame sobre nosotros el cáliz de su ira, 
como lo hizo con los pueblos que lo desconocieron. 
Tus ruegos aplacarán su enojo y volverá hacia 
nosotros su rostro misericordioso.

-Devocionario Católico-

ORACIÓN POR LAS VOCACIONES (SAN JUAN PABLO II)


Padre bueno, en Cristo tu Hijo nos revelas tu amor, nos abrazas como a tus hijos y nos ofreces la posibilidad de descubrir, en tu voluntad, los rasgos de nuestro verdadero rostro.

Padre santo, Tú nos llamas a ser santos como Tú eres santo. Te pedimos que nunca falten a tu Iglesia ministros y apóstoles santos que, con la palabra y con los sacramentos, preparen el camino para el encuentro contigo.

Padre misericordioso, da a la humanidad extraviada, hombres y mujeres, que, con el testimonio de una vida trasfigurada, a imagen de tu Hijo, caminen alegremente con todos los demás hermanos y hermanas hacia la patria celestial.

Padre nuestro, con la voz de tu Espíritu Santo, y confiando en la materna intercesión de María, te pedimos ardientemente: manda a tu Iglesia sacerdotes, que sean testimonios valientes de tu infinita bondad. 

¡Amén!

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