EN QUE CONSISTE LA VIDA INTERIOR


Para precisar mejor en qué consiste la vida interior hará falta recordar algunas verdades básicas: 

Mi vida sobrenatural es la Vida de Jesucristo en mi alma, por la Fe, la Esperanza y la Caridad. 

Esta presencia del Señor no es la presencia real propia de la Eucaristía, sino una presencia de acción vital, que ordinariamente Dios oculta a mi alma para aumentar el mérito de mi fe. 

Esta vida es inaugurada por el bautismo al ponerme en estado de gracia, se perfecciona por la Confirmación, se recupera en el Sacramento de la Reconciliación, y es sostenida y acrecentada por la Eucaristía.  

Por esta vida Jesucristo me comunica su Espíritu. Y así viene a ser el principio superior de mi obrar, por el cual, si no le pongo obstáculos, pienso, juzgo, amo, quiero, sufro, y trabajo con El, por El y como El. 

Mis acciones exteriores vienen a ser la manifestación de esta vida de Jesús en mí. De este modo puedo llegar al ideal de VIDA INTERIOR que nos propone San Pablo con su ejemplo: No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí. 

La vida interior es el estado de alma que se esfuerza por vivir siempre en conformidad con el Evangelio y los ejemplos de Nuestro Señor Jesucristo. 

Esta vida interior supone dos movimientos. Por un lado, el alma se aleja de todas aquellas criaturas que le puedan ser contrarias a la vida de la gracia: es el «desapego de las criaturas». Por otro lado, el alma tiende a unirse con Dios: es la «conversión hacia Dios». 

El alma desea ser fiel a la gracia que le ofrece nuestro Señor en cada momento, para vivir en unión con El: El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto (Juan 15,5).

(El alma de todo apostolado, JUAN BAUTISTA CHAUTARD ABAD DE LA ORDEN CISTERCIENSE)

FAVOR DE MARÍA A TEÓFILO

 

Es famosa la historia de Teófilo escrita por Eutiquiano, patriarca de Constantinopla, testigo ocular de los hechos, y que es referida luego por san Pedro Damiano, san Bernardo, san Buenaventura, san Antonino y otros que nombra el P. Crasset.

Teófilo era arcediano de la Iglesia de Adana, en Cilicia. Tan estimado por los fieles que lo querían por su obispo; pero él, por humildad, lo rehusó.  Sin embargo, habiéndole acusado calumniosamente unos malvados y habiendo sido depuesto de su cargo, concibió tal dolor que, cegado por la pasión, fue en busca de un mago judío a fin de que le evocara a Satanás para que le ayudase en su desgracia. 

El demonio le exigió que, si quería su ayuda, renegase de Jesús y su Madre María y lo declarase en documento firmado por su mano. 

Teófilo firmó el abominable documento. Al día siguiente, el obispo, habiendo reconocido el mal hecho, le pidió perdón y lo rehabilitó en su cargo. Desde ese momento Teófilo, lacerado de remordimientos de conciencia por su enorme pecado, no hacía otra cosa más que llorar. ¿Y qué hizo? Fue a la iglesia y postrado a los pies de la imagen de María, llorando, le dijo: 

“Oh Madre de Dios, no me quiero desesperar teniéndote a ti que eres tan piadosa y me puedes ayudar...” 

Y así estuvo durante cuatro días ante la santísima Virgen, llorando y rezando.

Y he aquí que al fin, una noche, se le apareció la madre de misericordia y le dijo: 

“Teófilo, ¿qué has hecho? Has renunciado a mi amistad y a la de mi Hijo. ¿Y por qué? ¿Por entregarte a mi enemigo y al tuyo?” 

“Señora –respondió Teófilo–, perdóname y consígueme el perdón de tu Hijo”. 

Entonces María, viendo su confianza, le dijo: 

“Tranquilízate, que quiero rogar a mi Hijo por ti”. 

Animado por esto, Teófilo redobló sus lágrimas, sus plegarias y sus penitencias, no apartándose del lado de la imagen.  Y he aquí que de nuevo se le apareció María, y con rostro risueño le dijo: 

“Teófilo, alégrate, he presentado tus lágrimas y oraciones a Dios y él te ha recibido y perdonado. De hoy en adelante le serás agradecido y fiel”. 

“Señora –le dijo Teófilo–, esto no basta para consolarme plenamente. El enemigo tiene en su poder aquella impía escritura en que firmé mi renuncia a ti y a tu Hijo; tú puedes hacer que me la restituya... Después de tres días, al despertar Teófilo, encontró sobre su pecho la malhadada escritura.

Al día siguiente, mientras el obispo oficiaba en la Iglesia, en presencia de todo el pueblo, fue Teófilo a postrarse a sus pies y le refirió todo lo sucedido llorando a mares, y le entregó la maldita escritura, que el obispo hizo quemar inmediatamente delante de todos los fieles, que no hacían más que llorar de alegría exaltando la bondad de Dios y la misericordia de María para con aquel gran pecador. Teófilo se volvió a la iglesia de la Virgen, donde después de tres días murió lleno de contento, dando gracias a Jesús y a su santa Madre.

(Las Glorias de María, San Alfonso Mª de Ligorio)

HAY QUE TENER PACIENCIA CON NOSOTROS MISMOS

Hay que llevar con paciencia la lentitud de nuestra perfección, poniendo siempre de nuestra parte todo lo que podamos para ir avanzando, así, pues, esperemos con paciencia que vamos a mejorar y, en vez de inquietarnos por haber hecho poca cosa en el pasado, procuremos con diligencia hacer más en el futuro»

No perdamos la paz al vernos siempre como principiantes en el ejercicio de las virtudes, porque en estos trabajos siempre debemos todos considerarnos principiantes; durante toda la vida estaremos sometidos a prueba, y considerarse como habiendo superado todas ellas, es la señal más clara no sólo de no haberlas superado, sino de incapacidad para seguir siendo probado. 

La obligación de servir a Dios y de progresar en su amor dura hasta la muerte. Alguno puede decirme: ¿cómo puedo no entristecerme ni inquietarme, si me doy cuenta de que por mi culpa voy retrasado en el aprovechamiento de las virtudes?

Yo respondo: "Conviene arrepentirse con un arrepentimiento fuerte y sosegado, constante y tranquilo, pero sin permitir que nos turbe, nos inquiete o nos desanime».

(San francisco de Sales)



DONDE EL CIELO Y LA TIERRA SE TOCAN

Había una vez dos monjes que, en un manuscrito antiguo, encontraron noticia de un lugar donde el cielo y la tierra se tocaban, y decidieron ponerse en camino en su búsqueda. Subieron montañas, cruzaron ríos, atravesaron desiertos, sufrieron toda clase de penalidades en su viaje por todo el mundo y superaron toda tipo de tentaciones que pudieran apartarles de su propósito. 

 Por fin llegaron a la puerta de la que hablaba el viejo manuscrito. Estaban a unos segundos de colmar sus anhelos. Bastaba llamar, y uno se encontraría ante Dios. Iban a pasar la frontera entre el cielo y la tierra. Por fin se abrió la puerta, y cuando entraron, se encontraron en la celda de su monasterio. Entonces comprendieron que el lugar donde el cielo y la tierra se tocan se encuentra en la tierra, en el puesto que Dios nos tiene asignado.

En ese puesto es donde nos tenemos que santificar.



CONSAGRARSE A MARÍA



San Luis María Grignion de Montfort nos anima a consagrarnos a la Virgen María de una manera muy especial, él mismo lo explica:
"Consiste, pues, esta devoción a María en una entrega total a la Santísima Virgen, para pertenecer, por medio de Ella, totalmente a Jesucristo. Hay que entregarle:
1. el cuerpo con todos sus sentidos y miembros;
2. el alma con todas sus facultades;
3. los bienes exteriores -llamados de fortuna- presentes y
futuros;
4. los bienes interiores y espirituales, o sea, los méritos,
virtudes y buenas obras pasadas, presentes y futuras.

Puede movernos a abrazar esta práctica el considerar los grandes bienes que reporta al prójimo, porque se le da, por manos de María, lo más precioso y caro que tenemos, que es el valor satisfactorio e impetratorio de todas las buenas obras, sin exceptuar el menor pensamiento bueno ni el más leve
sufrimiento. 
Se acepta que todas las satisfacciones adquiridas hasta ahora y las que se adquieran hasta la muerte
sean empleadas, según la voluntad de la Santísima Virgen, en la conversión de los pecadores o la liberación de las almas del purgatorio.
Para comprender la excelencia de este motivo sería indispensable conocer el valor que tiene la conversión de un pecador o la liberación de un alma del purgatorio; bien infinito, mayor que la creación del cielo y de la tierra, pues se da a un alma la posesión de Dios. De suerte que, aun cuando por esta devoción no se sacase en toda la vida más que a un alma del purgatorio o no se convirtiese más que a
un solo pecador, ¿no sería esto motivo suficiente para mover a todo hombre caritativo a optar por ella?

Nótese, además, que nuestras buenas obras, al pasar por las manos de María, reciben un aumento de pureza y por lo mismo, de mérito y valor satisfactorio e impetratorio.
Con lo cual se hacen mucho más capaces de aliviar a las almas del purgatorio y convertir a los pecadores que si no pasaran por las manos virginales y generosas de María.  
De suerte que una persona que haya sido enteramente fiel a esta práctica, encontrará a la hora de la muerte que ha liberado a muchas almas del purgatorio y convertido a muchos pecadores por medio de esta devoción, aunque sólo haya realizado las obras ordinarias de su propio estado.
¡Qué gozo en el día del juicio! ¡Qué gloria en la eternidad!

(Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, e San Luis María Grignion de Montfort)

ENSÉÑANOS, SAN JOSÉ

Enséñanos, San José
cómo se es “no protagonista”,
cómo se avanza sin pisotear,
cómo se colabora sin imponerse,
cómo se ama sin reclamar.
Cómo se obedece sin rechistar
cómo ser eslabón entre el presente y el futuro
cómo luchar frente a tanta desesperanza
cómo sentirse eternamente joven.

Dinos, José,
cómo se vive siendo “número dos”,
cómo se hacen cosas fenomenales

desde un segundo puesto.
Cómo se sirve sin mirar a quién
cómo se sueña sin más tarde dudar
cómo morir a nosotros mismos
cómo cerrar los ojos, al igual que tú,
en los brazos de la buena Madre.

Explícanos
cómo se es grande sin exhibirse,
cómo se lucha sin aplauso,
cómo se avanza sin publicidad,
cómo se persevera y se muere uno
sin esperanza de un póstumo homenaje
cómo se alcanza la gloria desde el silencio
cómo se es fiel sin enfadarse con el cielo.
Dínoslo, en este día, buen padre José.

LA LEY DE DIOS NOS LIBERA

La moral católica no es represiva, como algunos dicen. 
No quita la libertad al hombre, sino que la orienta para que se realice como persona humana.
Las vías del tren lo obligan a ir por un camino, pero ayudan al tren a avanzar y a llegar, le impiden que se despeñe, así las leyes de Dios. 
El puente me obliga a cruzar el río por ese punto concreto, pero gracias al puente puedo cruzar el río.
Algunos consideran a Dios como enemigo de la libertad humana, y 
piensan que el hombre será totalmente libre cuando se emancipe de Dios y de la Religión.
¡Qué equivocados están! solo sometiéndonos a la ley de Dios nos realizamos plenamente como personas humanas, pues nos liberamos de la esclavitud de nuestros instintos desordenados. Muchos adoran su libertad como a un ídolo. Desean hacer lo que quieren siempre y en todo. Por eso rechazan la moral católica porque les limita su libertad, pero elegir el mal, abandonando el bien, no es libertad sino 
esclavitud.
(Para Salvarte, P. Jorge Loring)



JESÚS, EL MÁS FIEL AMIGO

 La Eucaristía, es sacramento del cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo, real y verdaderamente contenido bajo las especies de pan y vino, en virtud de las palabras pronunciadas por el sacerdote en la consagración. 

Este sacramento adorable fue instituido por nuestro divino Salvador en su última cena, en aquella en que reunido con sus discípulos, próximo a partir a la muerte que cercado de tormentos sufrió voluntariamente por nosotros, se esmeró en dejarnos la mas dulce prenda de consuelo, de seguridad y de salud que pudo sugerirle el mas puro, el mas profundo y entrañable amor. 

Nos causa profunda admiración aquel divino Hijo de María, que no contento con entregarse por nuestro bien a la mas fiera e ignominiosa muerte, se queda con nosotros en ese augusto sacramento, como el mas fiel amigo que no quiere separarse de sus amigos; como el más tierno padre que no quiere dejar a sus hijos; como el hermano cariñoso que no quiere abandonar a sus hermanos: y esto a pesar de que conoce la ingratitud de sus amigos, de sus hijos y de sus hermanos. 

(Corona Católica, José de la Luz Pacheco)



PECADO VENIAL

Es cierto que hay un abismo entre el pecado mortal y el venial, pero aun así, el pecado venial constituye de suyo una verdadera ofensa contra Dios, una desobediencia voluntaria a sus leyes santísimas y una grandísima ingratitud a sus inmensos beneficios. Se nos pone delante, de un lado, la voluntad de Dios y su gloria, y de otro, nuestros gustos y caprichos, y ¡preferimos voluntariamente estos últimos! 

Es cierto que no los preferiríamos si supiéramos que nos iban a apartar radicalmente de Dios (y en esto se distingue el pecado venial del mortal, que salta por encima de todo y se aparta por completo de Dios volviéndole la espalda); pero es indudable que la falta de respeto y de delicadeza para con Dios es de suyo grandísima aun en el pecado venial. 

Con razón escribe Santa Teresa: 

«Pecado muy de advertencia, por chico que sea, Dios nos libre de él. Cuánto más que no hay poco, siendo contra tan gran Majestad y viendo que nos está mirando! Que esto me parece a mí es pecado sobrepensado y como quien dice: Señor, aunque os pese, haré esto; ya veo que lo veis y sé que no lo queréis y lo entiendo; mas quiero más seguir mi antojo y apetito que no vuestra voluntad. ¿Y que esto no tiene importancia?, a mí me parece que sí, por leve que sea la culpa, sino mucha y muy mucha». 

Con todo, hay que distinguir entre los pecados veniales de pura fragilidad, cometidos por sorpresa o con poca advertencia y deliberación, y los que se cometen fríamente, dándose perfecta cuenta de que con ello se desagrada a Dios. 

Los primeros nunca los podremos evitar del todo, y Dios, que conoce muy bien el barro de que estamos hechos, se apiada fácilmente de nosotros. Lo único que cabe hacer con relación a esas faltas de pura fragilidad y flaqueza es tratar de disminuir su número hasta donde sea posible y evitar el desaliento, que sería fatal para el adelanto en la perfección.

(Teología de la perfección cristiana, Antonio Royo Marín)

SEÑOR DE LA VERDAD


Danos tu luz, Señor, en esta hora, 
cuando abrazamos fantasías 
y sirenas imposibles, 
y nos ciega la vanidad 
y el sonar de las monedas. 
Danos, señor, tu palabra de verdad, 
cuando la mentira obtiene curso legal, 
y vivimos de engaños, 
de apariencias y etiquetas. 
Danos la alegría de las cosas sencillas, 
cuando el disfrute se mide por su precio, 
nos manejan como títeres 
los hilos del consumo, 
y el corazón se nos pierde por las ferias. 
Danos participar en tu justicia, 
cuando el poder se hace 
abuso contra el débil, 
y más se encumbra aquél que más oprime. 
Danos, Señor, tu gran liberación, 
cuando el grito del pobre sufre encadenado, 
y la libertad es coto privado de unos pocos. 
Danos tu paz, Señor, 
cuando la violencia crece en oleadas, 
estalla la agresividad 
despertando a las armas, 
y tocan a rebato la prudencia y el miedo. 
Danos, Señor, tu amor, tan necesario 
como el pan, el aire, el sol, el agua. 
Haz que tu amor sea 
el eje angular de nuestra vida... 
surgirá el hombre nuevo 
y habrá hogar para todos. 
Danos, Señor, tu Reino. 
(Vidal Ayala. “La voz del bosque”. PS.)

ORACIÓN DE LA MAÑANA

 Señor, en el silencio de este día que nace,
vengo a pedirte paz, sabiduría y fuerza.
Hoy quiero mirar al mundo con ojos llenos de amor.
Ser paciente, comprensivo, humilde, suave y bueno.
Ver a tus hijos detrás de las apariencias,
como los ves tu mismo,
para así poder apreciar la bondad de cada uno.
Cierra mis oídos a toda murmuración.
Guarda mi lengua de toda maledicencia.
Que sólo los pensamientos que bendigan permanezcan en mi.
Quiero ser tan bienintencionado y bueno
que todos los que se acerquen a mi sientan tu presencia.
Revísteme de tu bondad señor
y haz que en este día yo te refleje.
Amén.



ORACION A MARIA PARA DESPUES DE COMULGAR


María, virgen y madre santísima, 
acabo de recibir a tu hijo, Jesucristo, 
a quien en tu seno inmaculado engendraste, 
alimentaste y a quien arrullaste 
en tus brazos maternales.
Vengo a ti, con humildad y amor 
a pedirte que me enseñes a amarlo 
con un corazón como el tuyo y
a ofrecerlo a la Trinidad santísima 
en culto supremo de latría, 
para tu honor y gloria 
y por todas mis necesidades 
y las del mundo entero.
Te ruego, Madre piadosísima, 
que me obtengas el perdón 
de todos mis pecados, 
la gracia abundante de servir 
Cristo, y el don de la perseverancia final, 
para que pueda alabarlo contigo, 
por los siglos de los siglos. Amén.

MILAGRO DE SAN JOSÉ, PATRONO DE LA BUENA MUERTE

Un obispo misionero irlandés, Monseñor O..Hair, estuvo ejerciendo el apostolado durante muchos años en Sudáfrica.
En una de sus caminatas se pierde. No sabiendo qué hacer, invoca a su Ángel de la Guarda, a San José y a Nuestra Señora del Buen Consejo, y sigue su camino completamente desorientado. Al fin, llega a un grupo de casas. Precisamente, un campesino está en ese momento trabajando cerca de su casa, y le dice:

- Llega usted en buen momento, pues en la casa vecina hay un hombre que se está muriendo.

El obispo se presenta en casa del moribundo y, a su vista, éste se pone a llorar de alegría, exclamando:

- Yo soy irlandés. Cuando era niño, mi madre me enseñó a rezar a San José, pidiéndole la gracia de una santa muerte. He rezado esta plegaria todos los días de mi vida. A los 21 años, después de haber participado en la guerra, me quedé en África. Cuando caí enfermo, le recé a san José con más fervor aún, y ahora me manda un sacerdote de forma inesperada.

Al día siguiente, el enfermo murió en la paz del Señor, habiendo tenido una buena muerte.

(Autor: P. Angel Peña O.A.R)



VUESTRO CORAZÓN


Bendito Jesucristo, vuestro Corazón es la 
causa universal de toda virtud, el foco de la 
vida sobrenatural y el Corazón mismo de la 
Iglesia. 
Toda buena inspiración viene de vuestro 
Corazón; todo buen movimiento nace primero 
en Él, y de esta fuente desciende a nuestros 
corazones. 
Ningún acto es virtuoso ni meritorio, 
sino con la unión que tiene con la vida, 
la virtud y la santidad de vuestro Corazón. 
Y cuando a vuestras grandezas divinas y 
amabilidades humanas añadís, por un exceso 
de amor, las bondades inefables de la Eucaristía, 
oh Corazón infinitamente dulce de Jesús, 
no sé cómo alabaros, bendeciros y amaros bastante. 
(T.P.A. Tesniere)

HONRA VANA CONDENADA POR CRISTO

El lenguaje del mundo no le hemos de oír, porque es todo mentiras, y muy perjudiciales para quien las 
creyere, haciéndole que no siga la verdad que es, sino la mentira que tiene apariencia y se usa. Y con esto el hombre está engañado y echa tras sus espaldas a Dios y a su santo agradamiento, y ordena su vida por el ciego norte del complacimiento del mundo, y nace en su corazón deseos de honra y de ser estimado de los hombres, semejante al de los antiguos soberbios romanos, de los cuales dice San Agustín que por amor de la honra mundana deseaban vivir, y por ella no temieron morir. 

La apreciaban tanto, que en ninguna manera pueden sufrir ni una liviana palabra que contra ella se diga, ni cosa que sepa ni huela a desprecio ni de muy lejos. 

¡Oh honra vana, condenada por Cristo en la cruz a costa de sus grandes deshonras! ¿Y quién te dio asiento en el templo de Dios, que es el corazón cristiano, con tan grande estima, que a semejanza del Anticristo, quieras tú ser más preciada que el Altísimo Dios? 

¿Quién te hizo competidora con Dios, y que le lleves ventaja en algunos corazones, en ser preciada más que Él, renovándole aquella grave injuria que le fue hecha cuando quisieron a Barrabás más que a Él? (Jn., 18, 40.) 

(San Juan de Ávila)



DAME TU FUERZA

 Padre, haz que mis ojos 
vean lo que Tú ves, 
haz que mis oídos oigan 
el estruendo de tu voz 
en las ondas de lo creado. 
Haz que mi hablar sea 
un baño de palabras de néctar, 
que se viertan sobre hombres 
presa de amargura. 
Haz que mis labios sólo canten 
los cantos de tu amor y tu alegría. 
Padre amado, 
realiza por medio de mí la obra de la verdad. 
Ten mis manos ocupadas 
en servir a todos los hombres. 
Haz que mi voz esparza de continuo 
semillas de amor para Ti 
en el terreno de los hombres que te buscan. 
Haz que mis pies avancen siempre 
por el camino de la justicia. 
Guíame de mi ignorancia a tu luz. 
Padre, mueve mi corazón 
y hazme sentir simpatía 
por todas las criaturas vivientes.
Que tu Palabra sea el Maestro de la mía. 
Piensa con mis pensamientos, 
porque mis pensamientos 
son tus pensamientos, 
mi mano es tu mano, 
mis pies son tus pies, 
mi vida es tu fuerza 
para hacer justicia entre los hombres. 
(Yoganada. “Gritos y Plegarias”, p. 303)



ORACIÓN DE UNA FAMILIA



Bendito seas, Señor, porque en tu Amor nos
reuniste para formar nuestra familia.
Te damos gracias por poder vivir juntos, y te
pedimos que conserves y protejas nuestro hogar.
Que sus puertas estén siempre abiertas para los
que quieran entrar en él y compartir nuestra
alegría y amistad.
Enséñanos, Señor, a aceptarnos como somos,
con nuestras cualidades y nuestros defectos; a
presentarte nuestros planes y sueños; a pedir tu
ayuda en todas nuestras necesidades; a ofrecerte
nuestras alegrías y nuestras penas; y a volver a
comenzar cada día.
Te pedimos que como miembros que somos de tu
Iglesia, que es tu gran familia, sepamos llevar tu
mensaje de amor y de misericordia a todos los
que nos rodean, y que por tu gracia vivamos
siempre unidos y en paz. Amén

LA INQUIETUD ESTORBA PARA ANDAR EL CAMINO DE LA PERFECCIÓN



Muchas almas habían comenzado con fervor, se pusieron en camino con resolución, siguiendo las huellas del Maestro, subiendo las duras pendientes del Calvario, pero sobrevino una caída y quedaron turbadas.  
Sin embargo, lograron rehacerse: el arrepentimiento y la absolución sacramental lo repararon todo. 
A pesar de ello, algunas no paran de mirarse y remirarse con ansiedad, vuelven a repasar sus heridas apenas cicatrizadas, hurgan en ellas, las enconan queriendo curarlas con despecho e impaciencia; no tienen en cuenta que «nada hay que conserve nuestras manchas como la inquietud y el apresuramiento por quitarlas».

¿Qué es lo que ha venido a detener vuestros esfuerzos? Corríais bien: ¿quién os ha detenido?, pregunta el Apóstol (Gál 5, 7). La turbación, responde San Francisco de Sales: «Si no os hubiéseis desconcertado al primer tropiezo, sino que hubiéseis cogido tranquilamente el corazón entre las manos, no habríais dado el siguiente traspiés.»

Por eso el amable Santo recomienda tanto la calma y la paciencia, en primer lugar consigo mismo.
«Guardaos de las precipitaciones y de las inquietudes, porque no hay nada que nos estorbe más para caminar en la perfección».

«¿Por qué los pájaros y otros animales quedan presos en las redes? Porque cuando han entrado en ellas, se agitan y forcejean desordenadamente para salir, y esto hace que se enreden cada vez más. Si caemos en las redes de algunas imperfecciones, no saldremos de ellas a base de inquietud, sino que, al contrario, nos enredaremos más»

(El arte de aprovechar nuestras faltas, Jose Tissot, recoge las enseñanzas de San Francisco de Sales)

ACTO DE FE, ACTO DE ESPERANZA , ACTO DE CARIDAD

 ACTO DE FE
Yo creo firmemente, amable Salvador 
mío, que estás real y verdaderamente en 
ese adorable y augusto sacramento de la 
Eucaristía: que es tu propio cuerpo y tu 
sangre preciosa lo que voy á recibir en 
este momento, el mas feliz de mi vida. 

ACTO DE ESPERANZA  
Señor: tú has dicho, que el que coma 
tu cuerpo y beba tu sangre, vivirá eternamente; 
yo confío y espero en tu palabra, 
amable Redentor mío. Tu promesa es mi 
más dulce esperanza de verte algún día 
y para siempre en la patria celestial. 

ACTO DE CARIDAD
Yo te amo, Dios mío, con toda mi alma; 
te amo sobre todas las cosas; 
porque tu eres mi mas tierno padre, 
y de tí me vienen todos los bienes;
porque por tí existo; porque tú me conservas, 
y soy el objeto de tus mas solícitos cuidados; 
porque tú, en fin, vienes a mí para estar en 
mí; y para que así como tú vives en tu 
Padre, viva yo en tí, porque a esa altura, 
a esa felicidad me eleva tu amor infinito, 
tus méritos sacrosantos y tu bondad que 
no tiene límites. 

(Devocionario Católico)

VIRGEN PODEROSA



 “Señora, todo lo que puede obtener la intercesión 

de todos los santos unidos a ti, también lo puede obtener

 tu intercesión sin ayuda de ningún santo. 

¿Por qué lo puedes? ¿Por qué eres tan poderosa? 

Porque solo tú eres la Madre de nuestro Salvador, 

tú la esposa de Dios, tú la Reina del cielo y de la tierra. 

Si tú no hablas a favor nuestro, ningún santo rogará por 

nosotros ni nos ayudará. 

Si tú te callas, ninguno ayudará, ninguno invocará. 

Pero si tú te mueves a rezar por nosotros, todos se pondrán a rezar y a ayudar”

(San Anselmo)

PADRE DE LA MISERICORDIA


 
Dios santo, te has apiadado de mí. 
Tu hijo ha entregado su cuerpo por mí.
Por eso puedo invocar tu misericordia.
Él ha saboreado la muerte, que es salario del pecado.
Por eso no me veo coaccionado a desesperar
en medio de la oscuridad pecadora de mi vida.
Rindo homenaje al misterio
que anuncia la muerte del Señor hasta que vuelva.
Por tanto, puedo confiar aun cuando
la debilidad de la carne, el pecado,
parece aplastarme.
Padre de la misericordia y Dios del consuelo,
ten piedad por tu gran bondad,
y mi pobre corazón alabará tu bondad
por toda la eternidad.
(Karl Rahner)

CONSIDERACIONES DE LOS TORMENTOS DE JESÚS EN LA CRUZ

Considera cómo el Señor fue enclavado en la Cruz, y el dolor que padecería al tiempo que aquellos clavos gruesos y esquinados entraban por las más sensibles y más delicadas partes del más delicado de todos los cuerpos. Y mira también lo que la Virgen sentiría cuando viese con sus ojos y oyese con sus oídos los crueles y duros golpes que sobre aquellos miembros divinales tan a menudo caían, porque verdaderamente aquellas martilladas y clavos al Hijo pasaban las manos, mas a la Madre herían el corazón. Mira cómo luego levantaron la Cruz en alto y la fueron a hincar en un hoyo que para esto tenían hecho, y cómo (según eran crueles los ministros) al tiempo de asentar, la dejaron caer de golpe, y así se estremecería todo aquel santo Cuerpo en el aire y se rasgarían más los agujeros de los clavos, que sería cosa de intolerable dolor. Pues, oh Salvador y Redentor mío, ¿qué corazón habrá tan de piedra que no se parta de dolor (pues en este día se partieron las piedras) considerando lo que padeces en esta cruz? Cercádote han, Señor, dolores de muerte, y envestido han sobre Ti todos los vientos y olas de la mar. Atollado has en el profundo de los abismos, y no hallas sobre qué estribar. El Padre te ha desamparado, ¿qué esperas, Señor, de los  hombres? Los enemigos te dan grita, los amigos te quiebran el corazón, tu ánima está afligida, y no admites consuelo por mi amor. Duros fueron, cierto, mis pecados, y tu penitencia lo declara. Véote, Rey mío, cosido con un madero; no hay quien sostenga tu cuerpo sino tres garfios de hierro; de ellos cuelga tu sagrada carne, sin tener otro refrigerio. Cuando cargas el cuerpo sobre los pies, desgárranse las heridas de los pies con los clavos que tienen atravesados; cuando las cargas sobre las manos, desgárranse las heridas de las manos con el peso del cuerpo. Pues la santa cabeza, atormentada y enflaquecida con la corona de espinas, ¿qué almohada la sostendría? ¡Oh cuán bien empleados fueron allí vuestros brazos, serenísima Virgen, para este oficio, mas no servirán ahora allí los vuestros, sino los de la Cruz! Sobre ellos se reclinará la sagrada cabeza cuando quisiere descansar, y el refrigerio que de ello recibirá será hincarse más las espinas por el cerebro.


(San Pedro de Alcantara)

LA SANTÍSIMA TRINIDAD HABITA EN LAS ALMAS QUE ESTÁN EN GRACIA


 

Dios está sustancialmente presente en todos los seres por su contacto creador; a esta presencia común se añade una presencia especial en las almas de los justos y los espíritus bienaventurados, como objeto de conocimiento y de amor en el orden sobrenatural.

El pensamiento de la Iglesia ha reconocido siempre la fuente de esa doctrina en la enseñanza tan manifiesta de Jesús: 

«Si alguno me ama y guarda mi palabra, mi Padre lo amará y vendremos a él y estableceremos en él nuestra morada.»

El texto es claro. El Hijo y el Padre habitan juntos en el fondo del alma fiel y, al mismo tiempo, el Espíritu Santo, y así, nuestra vida espiritual llega a ser una comunión incesante con la vida de la Trinidad en nosotros.  El alma, divinizada por la gracia de adopción, es elevada a la amistad divina.

Nuestro Señor nos ha dejado, en su oración sacerdotal, la descripción de esta vida deiforme de las almas perfectas, admitidas al consorcio de la vida trinitaria: 

«Padre Santo, los que Tú me has dado, guárdalos en Tu nombre a fin de que sean Uno como nosotros. Que todos sean Uno como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti, a fin de que ellos también estén en nosotros. Que sean Uno como somos Uno nosotros, Yo en ellos y Tú en Mí, a fin de que sean consumados en la unidad... y que el amor con que Tú me has amado esté en ellos y Yo en ellos.»Jn 17,11.26.

Sin la Trinidad el alma está desierta. 

(M.M. PHILIPON, O.P.)

CONCÉDEME SER NIÑO


Señor, 
concédeme el don de ser como un niño 
para saber mirar 
a los demás con transparencia. 
El paso de los años ha cargado mi vida 
de suspicacias, 
temores, 
cobardías, 
tristezas, 
que me pesan 
como un fardo sobre la espalda. 
Concédeme el don de volver al principio, 
de saber confiar en los demás, 
de tener esperanza, 
de saber compartir con limpieza 
lo que de Ti he recibido. 
Vuélveme niño otra vez, 
para recibir de Ti la promesa de felicidad. 
Quítame toda desconfianza, 
toda ansiedad, 
todo egoísmo, 
todo pecado, 
que me impide llegar hasta Ti. 
Si yo no Te alcanzo, 
vuélvete, Señor, a mí. 
Mira a tu pobre siervo 
y ayúdale a ponerse en pie de nuevo, 
como un padre ayuda a su hijo. 
Concédeme el don, Señor, 
de la vida primera de un niño. 
(Javier Fernández Chento)

MILAGRO DE SAN JOSÉ A SANTA TERESA DE CALCUTA

Un día, un sacerdote quería imprimir unas imágenes para estimular y acrecentar la devoción a san José. Vino a verme para pedirme dinero, pero yo tenía solamente una rupia en toda la casa. 

Dudé un momento en dársela o no, pero finalmente se la di. Esa misma noche, volvió y me entregó un sobre lleno de dinero: cien rupias. Alguien lo había parado en la calle y le había dado ese dinero para la Madre Teresa.

(Santa Teresa de Calcuta)



LA GRANDEZA DE SAN JOSÉ


La grandeza de San José está por encima de la de todos los santos y ángeles. Después de María, es el santo más santo, el que más cerca ha estado de la divinidad. Él ha tocado con sus propias manos al Dios hecho carne.

Todos sus privilegios y toda su dignidad le vienen de ser el esposo de María, y padre de Jesús, pero no carnal, pues María era, es y será siempre Virgen. También el hombre justo y bueno, a quien el Señor puso al frente de su familia.

¡Cuántas veces jugaría con Jesús, le enseñaría a trabajar, y sobre todo, le demostraría un amor a toda prueba! José es el hombre del silencio. No nos dice ni una palabra en el Evangelio. Pero, con su actitud callada y reservada, nos enseña a ser humildes y a cumplir calladamente y sin alardes nuestras obligaciones de cada día.

Toda su vida estuvo al servicio de Jesús y de María. Y supo cumplir bien su misión. Encoméndemos a él de todo corazón.

(P. Angel Peña O.A.R)

TE BUSQUÉ



Por Ti he preguntado a las estrellas 

cuando para buscarte no sabía

qué camino, Señor, me enseñaría

el divino regalo de tus huellas.


Te busqué por las noches, por aquellas

en que el cielo en tu nombre se encendía

y anduve entre las aguas, y por ellas,

pensé que al navegar te encontraría.


Siempre te busqué fuera de mí mismo;

en el viento, en la roca, en el abismo,

creyendo que en lo inmenso te encontrabas.


Y no miré Señor, a mi costado

donde estabas mostrándote a mi lado,

por la manera con que el pan cortabas.


(Luis Lopez Anglada)

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