ADORACIÓN A LAS CINCO LLAGAS


Empezamos con un acto de contrición, por ejemplo:
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero etc...

 A la llaga del pie izquierdo
      Adórote, llaga santísima del pie izquierdo de mi Señor Jesucristo; y por la sangre que por ella derramaste, te suplico, benignísimo señor mío, me concedas una fe viva y perdones los malos pasos y movimientos de mi vida disipada.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

A la llaga del pie derecho
      Adórote, llaga sacratísima del pie derecho de mi Señor Jesucristo, y por el dolor que en ella padeciste, te suplico, dulcísimo Redentor mío, traspases mi alma con el clavo de tu santo temor, concediéndome una firme esperanza y la gracia de andar siempre recto por el camino real de tu santa ley.
 Padre nuestro, Ave María y Gloria.

A la llaga de la mano izquierda
      Adoro, amantísimo Jesús mío, la llaga de tu mano izquierda, y te doy gracias de haberla recibido por mi amor. Concédeme por la sangre que de ella derramaste, una caridad ardiente, y perdóname las ofensas que te hice con mis perversas acciones.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

A la llaga de la mano derecha
      Adoro, pacientísimo Jesús, la llaga santísima de tu mano derecha; y por los tormentos que en ella padeciste por mi amor, te suplico me perdones el mal uso que hice de mis potencias, y me otorgues la gracia de estar en el juicio final a tu mano derecha con los escogidos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

A la llaga del costado
      Adórote llaga amorosísima del costado de Jesús. ¡Quién pudiese morar siempre en ese Divino Corazón en quien descansan los escogidos! Por la sangre y agua preciosa que salió de ese costado abierto con una lanza por mi amor, y por el agudo dolor que atravesó el Corazón de tu Santísima Madre, concédeme, Señor, la perseverancia final, y penetra mi corazón de los nobles afectos que animaban tu divino Corazón.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.






Del Diario de santa Faustina
La Divina Misericordia en mi alma


Oh, Dios mío
Cuando miro hacia el futuro, me atemorizo, Pero ¿por qué sumergirse en el futuro?

Para mi solamente el momento actual es de gran valor,
ya que quizá el futuro nunca llegue a mi alma.
El tiempo que ha pasado no está en mi poder. Cambiar, corregir o agregar,

no pudo hacerlo ningún sabio ni profeta,
así que debo confiar a Dios lo que pertenece al pasado.
Oh momento actual, tú me perteneces por completo,
deseo aprovecharte cuanto pueda, y aunque soy débil y pequeña, 

me concedes la gracia de tu omnipotencia.                   
Por eso, confiando en Tu misericordia, camino por la vida como un niño pequeño

y cada día te ofrezco mi corazón inflamado del amor por Tu mayor gloria.  



EL PURGATORIO
(no olvidemos rezar por las almas del purgatorio)

"Poco después me enfermé.  La querida Madre Superiora me mando de vacaciones junto con otras dos hermanas a Skolimów, muy cerquita de Varsovia.  En aquel tiempo le pregunté a Jesús:  ¿Por quien debo rezar todavía?  Me contestó que la noche siguiente me haría conocer por quien debía rezar.
Vi al Ángel de la Guarda que me dijo seguirlo.  En un momento me encontré en un lugar nebuloso, lleno de fuego y había allí una multitud de almas sufrientes.  Estas almas estaban orando con gran fervor, pero sin eficacia para ellas mismas, solo nosotros podemos ayudarlas.  Las llamas que las quemaban, a mi no me tocaban.  Mi Ángel de la Guarda no me abandonó ni por un solo momento.  Pregunté a estas almas ¿Cuál era su mayor tormento?  Y me contestaron unánimemente que su mayor tormento era la añoranza de Dios, Vi a la Madre de Dios que visitaba a las almas en el Purgatorio, Las almas llaman a Maria “La Estrella del Mar”.  Ella les trae alivio.  Deseaba hablar más con ellas, sin embargo mi Ángel de la Guarda me hizo seña de salir.  Salimos de esa cárcel de sufrimiento.   [Oí una voz interior que me dijo:  Mi misericordia no lo desea, pero la justicia lo exige.   A partir de aquel momento me uno más estrechamente a las almas sufrientes.
(Santa Maria Faustina Kowalska"
DIARIO  La Divina Misericordia en mi alma)


EXPERIENCIA DE SANTA FAUSTINA
Por la noche, apenas me acosté, me dormí, pero si me dormí rápidamente, más rápidamente todavía fui despertada.  Vino a mí un Niño pequeño y me despertó.  Este Niño podía tener cerca de un año y me sorprendí de que hablara muy bien, ya que los niños de esta edad no hablan nada o hablan de manera poco comprensible.  Era indeciblemente bello, parecido al Niño Jesús y me dijo estas palabras:  Mira al cielo.  Y cuando miré al cielo, vi. las estrellas brillantes y la luna.  Ese Niño me preguntó:  ¿Ves la luna y las estrellas?  Contesté que las veía y Él me replicó con estas palabras:  Aquellas estrellas son las almas de los cristianos fieles y la luna son las almas consagradas.  Ves la gran diferencia de luz que hay entre la luna y las estrellas, igual de grande es en el cielo la diferencia entre el alma de un religioso y la de un cristiano fiel.  Y continuó que la verdadera grandeza está en amar a Dios y en la humildad.
Santa Faustina (La Divina Misericordia en mi alma)


ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA
Oh Creador y Señor mío, aquí tienes todo mi ser. 
Dispón de mí según Tu divina complacencia y según

Tus designios eternos y Tu misericordia insondable. 
Que cada alma conozca cuan bueno es el Señor;

que ninguna alma tenga miedo de tratar con el Señor,
y que no se excuse de ser indigna y que nunca aplace para después las invitaciones de Dios,
ya que esto no agrada a Dios.
No hay alma mas miserable que yo, como verdaderamente me considero,

y estoy sorprendida de que la Majestad Divina se humille tanto. 
Oh eternidad, me parece que eres demasiado corta para glorificar la infinita misericordia del Señor.
(Santa Faustina, Diario, La Divina Misericordia en mi alma)




POESÍA EN UNA CARTA DE SANTA TERESITA
A SU PADRE, EL SR MARTÍN
25 de agosto de 1885
Querido papaíto: Si estuvieras en Lisieux, deberíamos felicitarte hoy tu santo. Pero, como no estás, quiero igualmente, y más que nunca, desearte en el día de tu santo una gran felicidad, y sobre todo que lo pases muy bien en el viaje. Espero, papaíto querido, que te diviertas mucho y que te guste mucho el viaje. Pienso continuamente en ti, y pido a Dios que te conceda pasarlo bien y que vuelvas pronto con buena salud. Querido papá, para tu santo Paulina me había compuesto unos versos preciosos para que te los recitase el día de tu santo; pero ya que no puedo hacerlo, te los voy a escribir:
FELICITACIÓN DE UNA REINECITA A SU PAPÁ-REY EN EL DÍA DE SU SANTO
Si fuera una palomita, ¿sabes, papá, adónde iría?
En tu pecho, nido y tumba, por siempre me quedaría.
Si fuera una golondrina, estos días de calor, iría a cerrar mis alas a la sombra de tu amor.
Si fuera yo un petirrojo, me estaría en tu jardín.
Con sólo un grano, tu mano me daría un gran festín.
Si fuera yo un ruiseñor, pequeño cantor salvaje, pronto mi bosque dejara por cantar en tu boscaje.
Si yo fuera una estrellita, de noche siempre saldría, y cuando el día se oculta nunca oscuro se te haría.
A través de tu ventana encendiera mil destellos, y nunca me ocultaría sin decirte algo del cielo.
Si fuera yo un angelito, querubín de alas doradas, hacia ti dirigiría, papá, el vuelo de mis alas.
Te mostraría mi Patria en un sueño misterioso; te diría:
«Tras la vida te espera un brillante trono».
Si quisieras alas blancas, te las traería del cielo, y hacia la eterna ribera alzaríamos el vuelo.
Mas no tengo alas brillantes, yo no soy un serafín, soy tan sólo una niñita a la que hay que conducir.
Sólo soy débil aurora, simple capullo de flor, y el rayo que me entreabre es, papá, tu corazón.
Al crecer, veo tu alma repleta del Dios de amor;
tu santo ejemplo me inflama y quiero imitarte yo.
Quiero, Rey mío, en la tierra ser tu alegría mayor: imitarte, padrecito, amar como tú al Señor.
Más tendría que decirte, pero es preciso acabar.
Sonríeme, padre amado, y ven mi frente a besar.
Adiós, queridísimo papá.
Tu Reina que te ama con todo su corazón.
Teresa



CREO EN EL PERDÓN DE LOS PECADOS
------------- Rafael Palmero Ramos ------------
Obispo emérito de Orihuela, Alicante


El SÍMBOLO DE LOS APÓSTOLES profesa la fe en el perdón de los pecados. El mensaje central del perdón de Dios , que recorre las páginas bíblicas desde el principio hasta el final, ha sido incorporado al Credo por la Iglesia con la fórmula: credo in remissionem pecatorum (artículo XI)
Con este artículo del Credo, la Iglesia nos invita a creer como verdad revelada de fe que el pecado tiene perdón; no hay, por tanto, falta alguna por grave que sea, que no pueda perdonar la Iglesia. "No hay nadie tan perverso y culpable que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero" (catecismo romano 1,11,5).
Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que en su Iglesia estén sempre abiertas las puertas al perdón a cualquiera que vuelva del pecado (cf.Mt 18,21-22)
Ahora bien, el perdón de los pecados no solo lo alcanzó Cristo con su muerte y resurrección, sino que lo quiso prolongar a través de su Iglesia cuando confirió a los apóstoles su poder de perdonar a través de los sacramentos del bautismo y la confesión. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos (Jn 20, 22-23)
EL PERDÓN
La iniciativa del perdón es de Dios Padre, que es la fuente de toda misericoridia y perdón. Si nosotros podemos volver a Dios, es porque Dios ha venido primero a nosotros, porque nos ha salvado por la muerte y resurrección de Cristo.
El Espíritu Santo es el que nos mueve a la conversión.
La conversión es algo que acontece en el corazón del hombre, pero que no puede quedar en la interioridad del mismo. La conversión y el arrepentimiento necesitan expresarse, decirse, plasmarse en obras, para, de este modo, reconocer su propia verdad.
El pecador que por sus pecados se alejó de la Iglesia, por la confesión debe manifestar el deseo sincero de volver a ella.
El valor de la confesión está en la conversión que le precede. Podemos decir que la conversión es el elemento central de los actos del penitente.
La confesión no debe reducirse a una mera enumeración de pecados, sino que debe ser a la vez confesión de fe en la misericordia divina.
El sacramento se centra no en el pecado, sino en la conversión y la misericordia de Dios, porque el amor de Dios es más grande que el pecado. No obstante, el reconocimiento del pecado es el punto de partida para la conversión y la reconciliación. Quien no tiene conciencia de pecado no siente necesidad de pedir perdón.
El pecado existe porque existe el poder del mal.


MEDIACIÓN SACRAMENTAL DE LA IGLESIA
Nos encontramos con muchos cristianos que dicen:
"Yo me entiendo directamente con Dios; yo me confieso con Él". Estas expresiones denotan una actitud que considera la mediación eclesial  y sacramental como necesarias para la relación personal con Dios.
El perdón de Dios no es abstracto, etéreo, que cae del cielo, algo descarnado para lo que Dios en último término no necesita ni de la Iglesia ni de los sacramentos.
La esencia del sacramento de la reconciliación es recomponer una amistad rota, y requiere un diálogo, como decía Benedicto XVI, un "diálogo de salvación".
Sólo se considera de verdad perdonado quien tiene la seguridad de que su ofensa fue conocida y valorada por el que perdona. En la dimensión eclesial y sacramental de la celebración del perdón debemos recordar una vez más , que el pecado no es sólo ofensa y separación de Dios, sino también ofensa y separación de la Iglesia.  Por esta mediación eclesial surge la necesidad del diálogo reconciliador entre el pecador y la Iglesia. El penitente ha de explicitar su petición concreta de perdón.
El perdón de Dios, vivido, aceptado y celebrado sacramentalmente se encuentra en la comunión restablecida, en la reconciliación eclesial, en el encuentro con la comunidad eclesial dañada por el pecado.


ROSARIO DE LOS 100 REQUIEM POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO


Noviembre es el mes de las almas
del purgatorio.
Las almas del purgatorio esperan con ansia y verdadero anhelo las oraciones de las personas de la tierra para ser liberadas. No hay nada más eficaz que la Misa para aliviarlas y liberarlas pero también podemos sacrificarnos y orar por ellas.

Santa Gema Galgani tenía la santa costumbre de rezar diariamente los 100 réquiems por las almas del purgatorio.

Para hacer este ejercicio existe un rosario específico con 100 cuentas, en lugar de las 50 del rosario común, sin embargo, cada uno puede servirse de un rosario común de cinco decenas, teniendo en cuenta que se debe recorrer dos veces para formar los 100 Réquiem.


Este Rosario se compone por tanto, de 10 decenas, en lugar de las 5 a las que estamos habituados, de ahí que debamos dar dos vueltas a nuestro rosario común.


Se empieza rezando un Padre Nuestro,
en las cuentas grandes se hace la ofrenda:

OFRENDA:
Padre eterno, os ofrecemos la sangre, pasión y muerte de Jesucristo, los dolores de la Santísima Virgen y los de San José, por la remisión de nuestros pecados, la libertad de las almas del Purgatorio y la conversión de los pecadores.

En las cuentas pequeñas se dicen los Réquiem.
REQUIEM: Dadles, Señor, el eterno descanso y haced lucir sobre ellas vuestra eterna luz.

Al final de cada decena, se reza la Jaculatoria: 
JACULATORIA:
Almas santas, almas purgantes, rogad
a Dios por nosotros, que nosotros rogaremos por vosotros para que El os dé la gloria del paraíso.

Acabadas las diez decenas, o sea la centena de Réquiem, habiendo dado dos vueltas completas a nuestro rosario común, se rezará la siguiente oración:


DE PROFUNDIS
Salmo CXXIX de David

Desde el profundo abismo de mis penas
a Ti clamo, Señor, de noche y día;
oye, mi Dios, los incesantes ruegos
de un corazón contrito que se humilla.


Estén gratos y atentos tus oídos
a mi voz lamentable y dolorida:
a Ti mis ayes y gemidos lleguen
pues a escucharlos tu piedad se inclina.


¿Si siempre airado tus divinos ojos
sobre las culpas de los hombres fijas,
quién estará confiado en tu presencia,
confundiéndonos sólo ante tu vista?


Más la eterna palabra de tu seno
que aplaque espero tus terribles iras;
porque son inefables tus promesas
y con tus gracias pecador invitas.


Así aunque mi alma acongojada gime
contemplando el rigor de tu justicia,
por tu palabra la indulgencia espera,
de que la hacen culpas tan indigna.


¡Oh pueblo electo! De mañana y noche,
en todos tus peligros y fatigas,
acógete al Señor con la confianza
que en su ley soberana nos intima.


Porque es inagotable su clemencia;
se muestra con los flacos compasiva;
de todas sus miserias los redime,
y siempre que le claman los auxilia.

Este Dios abrevie el tiempo
en que logre Israel su eterna dicha
cuando de tus pecados la liberte,
que con tanto rigor la tiranizan.


Para finalizar, encomendémonos a las almas del Purgatorio diciendo:
¡Almas benditas! nosotros hemos rogado por vosotros que sois tan amadas de Dios y estáis seguras de no poderlo más perder: rogadle por nosotros miserables que estamos en peligro de condenarnos para siempre.
¡Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio!





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