SÚPLICA PARA TIEMPOS DIFÍCILES*



Tengo mil dificultades: ayúdame.
De los enemigos del alma: sálvame.
En mis desaciertos: ilumíname.
En mis dudas y penas: confórtame.
En mis enfermedades: fortaléceme.
Cuando me desprecien: anímame.
En las tentaciones: defiéndeme.
En horas difíciles: consuélame.
Con tu corazón maternal: ámame.
Con tu inmenso poder: protégeme.
Y en tus brazos al expirar: recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Amén

ORACIÓN DE LA LLAMA DE AMOR



¡Bienaventurada Virgen María!
Queridísima Madre nuestra del Cielo,
Tú amas tanto a Dios y a nosotros,
Tus hijos, que ofreciste a Tu Divino
Hijo Jesús en la Cruz como desagravio
a nuestro Padre Celestial,
para alcanzar la salvación para nosotros,
a fin de que todo el que crea en Él
no perezca sino que tenga Vida Eterna. 

Con filial confianza Te rogamos a Ti,
que con la Llama de Amor de Tu Inmaculado Corazón, 

atizada por el Espíritu Santo,
enciendas en nuestros lánguidos corazones
el Fuego del Amor perfecto hacia Dios
y hacia los hombres,
a fin de que junto Contigo,
con un solo corazón, amemos sin cesar a Dios
y a nuestro prójimo.  


Ayúdanos a transmitir esta Llama Santa
a todos nuestros hermanos de buena voluntad,
a fin de que el Fuego del Amor de Dios
vaya extinguiendo el fuego del odio
en toda la redondez de la Tierra,
y Jesús, Príncipe de la Paz,
sea Rey y Centro de todos los corazones,
en el Sacramento de Su Amor,
y en el trono de nuestros altares. Amén.

(Elizabeth Kindelman, mística, Hungría)

ROSARIO A JESÚS SACRAMENTADO


Se empieza con un Credo, un Padrenuestro, y después se dice: 

“Yo Soy el Pan Vivo bajado del cielo, que se quedó con vosotros en cada Hostia Consagrada”.

Se continúa diciendo:
“Bendito y Alabado, sea Jesús Sacramentado”. 

Se Contesta: 
“Sea Jesús Bendito y Alabado” (10 veces). 

Al terminar cada decena se reza „Gloria al Padre…?, Padrenuestro y se vuelve a iniciar:
“Yo Soy el Pan Vivo bajado…” 

Así hasta completar cinco decenas. 

Al terminar el rosario se dice la siguiente jaculatoria:
“Jesús Sacramentado, sed de todos querido y adorado.
Sed de todos amado oh Jesús Sacramentado”

CUANDO DIOS CALLA


Si no hablas, llenaré mi corazón
de tu silencio y lo guardaré conmigo.
Y esperaré quieto, como la noche
en su desvelo estrellado,
hundida pacientemente mi cabeza.

Vendrá sin duda la mañana
y se desvanecerá la sombra.
Y tu voz se derramará por todo el cielo
en arroyos de oro. 

Y tus palabras volarán cantando
de cada uno de mis nidos.
Y sus melodías estallarán en flores
por mis profusas enramadas.

(Rabindranath Tagore)

YO SOY EL MÁS RICO



Yo había pedido a Dios FUERZA para triunfar;
Él me ha dado FLAQUEZA para que aprenda a obedecer con humildad.

Había pedido SALUD para realizar grandes empresas;
me ha dado ENFERMEDAD para que haga cosas mejores.

Deseé la RIQUEZA para llegar a ser dichoso,
me ha dado POBREZA para que alcance sabiduría.

Quise PODER para ser apreciado de los hombres;
me ha concedido DEBILIDAD a fin de que llegara a tener deseos de Él.

Pedí un COMPAÑERO/A para no vivir solo;
me dio un CORAZÓN para que pudiera amar a todos los hermanos.

Anhelaba COSAS que pudieran alegrar mi vida;
me dio la VIDA para que pudiera gozar de todas las cosas.

No tengo NADA de lo que he pedido;
pero he recibido TODO lo que había esperado.

Porque sin darme cuenta,
mis plegarias no formuladas han sido escuchadas.

Yo soy, entre todos los hombres, el más rico.

CÓMO SAN FRANCISCO CONVIRTIÓ EN BOLONIA A DOS ESTUDIANTES


Al llegar una vez San Francisco a Bolonia, todo el pueblo corrió para verlo; y era tan grande el tropel de gente, que a duras penas pudo llegar hasta la plaza. En medio de una gran multitud de hombres, de mujeres y de estudiantes, que llenaban la plaza, San Francisco se subió a un lugar elevado y comenzó a predicar lo que el Espíritu Santo le iba dictando. Y predicaba tan maravillosamente, que parecía, más bien, un ángel que un hombre quien predicaba; sus palabras celestiales eran como saetas agudas que traspasaban el corazón de cada oyente, y, por efecto de la predicación, se convirtieron a penitencia una gran muchedumbre de hombres y de mujeres. 
Entre ellos hubo dos nobles estudiantes de la Marca de Ancona, uno por nombre Peregrino y el otro Ricerio; ambos, tocados en su corazón por una inspiración divina, como efecto del sermón, se acercaron a San Francisco para decirle que querían abandonar totalmente el mundo y ser de sus hermanos. Y San Francisco, conociendo por revelación que eran enviados por Dios y que habían de llevar una vida santa en la Orden, los recibió con alegría, diciéndoles:

- Tú, Peregrino, seguirás en la Orden el camino de la humildad, y tú, hermano Ricerio, te pondrás al servicio de tus hermanos.

Y fue así, porque el hermano Peregrino rehusó ser sacerdote y se quedó como lego, aunque era muy docto y grande canonista. Debido a esta su profunda humildad, llegó a gran perfección en la virtud, hasta el punto que el hermano Bernardo, el primogénito de San Francisco, dijo de él que era uno de los hermanos más perfectos de este mundo. Finalmente, este hermano Peregrino pasó, lleno de virtudes, de esta vida a la vida bienaventurada, realizando muchos milagros antes y después de la muerte.

 Y el hermano Ricerio sirvió a los hermanos con devoción y fidelidad, viviendo en gran santidad y humildad; gozó de gran familiaridad con San Francisco, quien le confió muchos secretos. Habiendo sido nombrado ministro de la provincia de la Marca de Ancona, la gobernó durante mucho tiempo con grandísima paz y discreción. Al cabo de algún tiempo permitió Dios que fuese objeto de una fuerte tentación interna; se hallaba atribulado y angustiado, se maceraba con ayunos, disciplinas, lágrimas y oraciones día y noche, sin lograr ahuyentar aquella tentación; con frecuencia se veía en grande desesperación, ya que por esta causa se consideraba abandonado de Dios. Al borde de la desesperación, como último remedio, se decidió a ir a San Francisco, discurriendo de esta manera:
«Si San Francisco me muestra buen semblante y me trata con familiaridad, creeré que aún tendrá Dios piedad de mí; de lo contrario, daré por cierto que estoy abandonado de Dios».
Se puso, pues, en camino para ir a encontrar a San Francisco. El Santo se hallaba a la sazón gravemente enfermo en el palacio del obispo de Asís, y supo, por inspiración divina, toda la tentación y desesperación del hermano, así como su determinación y su venida. Al punto, San Francisco llamó a los hermanos León y Maseo y les dijo:

- Id en seguida al encuentro de mi hijo carísimo hermano Ricerio, abrazadlo de mi parte y saludadlo, y decidle que, entre todos los hermanos que hay en el mundo, yo lo amo a él con afecto singular. 
Fueron ellos y lo hallaron en el camino. Lo abrazaron y le dijeron lo que San Francisco les había ordenado. Con esto él experimentó un consuelo tan grande, que casi quedó fuera de sí; y, dando gracias a Dios de todo corazón, se dirigió al lugar en que San Francisco yacía enfermo. Y, aunque San Francisco se hallaba gravemente enfermo, al oír que venía el hermano Ricerio, se levantó y le salió al encuentro, lo abrazó con gran ternura y le dijo:

- Hijo mío carísimo, hermano Ricerio, entre todos los hermanos que hay en el mundo, yo te amo particularmente.
Dicho esto, le hizo en la frente la señal de la santa cruz, le besó y añadió:  
- Hijo carísimo, Dios ha permitido te sobreviniera esta tentación para que fuese para ti fuente de grandes merecimientos; pero, si tú quieres renunciar a esta ganancia, no la tengas. ¡Cosa admirable! No bien hubo dicho San Francisco estas palabras, le dejó por completo la tentación, como si nunca en toda la vida la hubiera tenido, y quedó completamente consolado.

 En alabanza de Cristo. Amén. 
(Florecillas de san Francisco)

ORACIÓN A SAN JOSÉ POR LOS QUE NO TIENEN TRABAJO



Oh glorioso San José, 
patrón de los trabajadores: 
tu conoces las necesidades 
de cada quien, hoy en especial 
te pedimos por los que 
no tienen trabajo. 

Ruega por ellos para 
que se les abran las puertas 
y oportunidades a los que 
más lo necesitan, 
Amén.

Luego reza:
Padre Nuestro
Ave María
Gloria

ENSÉÑANOS, SAN JOSÉ

Enséñanos, San José
cómo se es “no protagonista”,
cómo se avanza sin pisotear,
cómo se colabora sin imponerse,
cómo se ama sin reclamar.

Cómo se obedece sin rechistar
cómo ser eslabón entre el presente y el futuro
cómo luchar frente a tanta desesperanza
cómo sentirse eternamente joven.

Dinos, José,
cómo se vive siendo “número dos”,
cómo se hacen cosas fenomenales
desde un segundo puesto.
Cómo se sirve sin mirar a quién
cómo se sueña sin más tarde dudar
cómo morir a nosotros mismos
cómo cerrar los ojos, al igual que tú,
en los brazos de la buena Madre.

Explícanos
cómo se es grande sin exhibirse,
cómo se lucha sin aplauso,
cómo se avanza sin publicidad,
cómo se persevera y se muere uno
sin esperanza de un póstumo homenaje
cómo se alcanza la gloria desde el silencio
cómo se es fiel sin enfadarse con el cielo.
Dínoslo, en este día, buen padre José.




AL CAER LA TARDE (Himno de Vísperas)


Al caer de la tarde,  toda la casa, 
era aromas de vino  y tierna hogaza. 
Mientras, la Madre era
una ánfora llena  de sus pesares.
   
Al caer de la tarde, la Madre hilaba, 
con aquellas sus manos de Virgen casta. 
Mientras, el Niño soñaba
que soñaba lirios y espinos.   
  
Al caer de la tarde, en el silencio, 
aserraban las sierras, del carpintero. 
José pensaba que era el padre dichoso 
de la Palabra.   
  
Al caer de la tarde, Señor atiende, 
la amargura infinita que el mundo tiene. 
Colma el vacío  de esta familia humana 
sin tu cariño.    
Amén. 



REFLEXION (de Felipe santos, salesiano)
Mi casa no es ya mi casa para mí. No puedo más. Sin embargo, al rezar la oración de este himno, me siento acompañado por la Virgen María que, cuidadosa, atiende a sus labores juntamente con san José en su carpintería.

Y al hacer un examen de conciencia ante la bella luz de este himno, experimento un gozo inenarrable. Frente a un mundo que cae fácilmente en la amargura de la noche, yo, no obstante, experimento en todo mi ser la alegría de vuestra presencia amada.

La culpa de esta amargura que sufre parte de la sociedad radica simplemente en el abandono de los pilares de la fe. Sin ellos todo es oscuro como la noche. Este mundo, vacío de Dios, no vive el cariño en profundidad. La mediocridad sustituye a la integridad y a la profundidad de la existencia.
María, Jesús y san José, dadme la gracia de que la noche sea clara como el día.

ORACIÓN DEL OFRECIMIENTO DE VIDA


Mi amable Jesús, 
delante de las Personas 
de la Santísima Trinidad,
delante de Nuestra Madre del Cielo
y de toda la Corte Celestial,

ofrezco, según las intenciones 
de Tu Corazón Eucarístico 
y las del Inmaculado
Corazón de María Santísima:
Toda mi vida, todas mis santas Misas,
Comuniones, buenas obras,
sacrificios y sufrimientos,
uniéndolos a los Méritos 
de Tu Santísima Sangre
y a Tu Muerte de Cruz: 
Para adorar a la Gloriosa Santísima Trinidad, 
Para ofrecerle reparación por nuestras ofensas, 
Por la unión de nuestra Santa Madre Iglesia,
Por nuestros Sacerdotes,
Por las vocaciones Sacerdotales 
y de vida religiosa,
por las almas del purgatorio, 
Y por todas las almas hasta el fin del mundo.
Recibe, Jesús mío, mi Ofrecimiento de Vida 

y concédeme la Gracia para perseverar en él fielmente hasta el fin de mi vida. 
Amén.

ORACIÓN PARA ALCANZAR EL AMOR DE MARÍA (San Alfonso María de Ligorio)

¡María, tú robas los corazones!
Señora, que con tu amor y tus beneficios
robas los corazones de tus siervos,
roba también mi pobre corazón
que tanto desea amarte.
Con tu belleza has enamorado a Dios
y lo has atraído del cielo a tu seno.
¿Viviré sin amarte, madre mía?
No quiero descansar hasta estar cierto
de haber conseguido tu amor,
pero un amor constante y tierno hacia ti,
madre mía, que tan tiernamente
me has amado aun cuando yo era tan ingrato.
¿Qué sería de mí, María, 
si tú no me hubieras amado
e impetrado tantas misericordias?
Si tanto me has amado cuando no te amaba,
cuánto confío en tu bondad ahora que te amo.

Te amo, madre mía, y quisiera tener
un gran corazón que te amara por todos
los infelices que no te aman.
Quisiera una lengua que pudiera alabarte
por mil, y dar a conocer a todos tu grandeza,
tu santidad, tu misericordia y el amor
con que amas a los que te quieren.
Si tuviera riquezas, todas quisiera gastarlas 
en honrarte.
Si tuviera vasallos, a todos los haría tus amantes.
Quisiera, en fin, si falta hiciera, dar por ti
y por tu gloria hasta la vida.

Te amo, madre mía, pero al tiempo
temo no amarte cual debiera
porque oigo decir que el amor hace,
a los que se aman, semejantes.
Y si yo soy de ti tan diferente,
triste señal será de que no te amo.
¡Tú tan pura y yo tan sucio!
¡Tú tan humilde y yo tan soberbio!
¡Tú tan santa y yo tan pecador!
Pero esto tú lo puedes remediar, María.
Hazme semejante a ti pues que me amas.
Tú eres poderosa para cambiar corazones;
toma el mío y transfórmalo.
Que vea el mundo lo poderosa que eres
a favor de aquellos que te aman.
Hazme digno de tu Hijo, hazme santo.
Así lo espero, así sea.


ORACIÓN AL SANTO ÁNGEL DE LA GUARDA, (San Juan Berchmans)


Ángel Santo, amado de Dios, 
que después de haberme tomado, 
por disposición divina, 
bajo tu bienaventurada guarda, 
jamás cesas de defenderme, 
de iluminarme y de dirigirme.

Yo te venero como a protector, 
te amo como a custodio; 
me someto a tu dirección 
y me entrego todo a ti, 
para ser gobernado por ti. 

Te ruego, por lo tanto, 
y por amor a Jesucristo te suplico, 
que cuando sea ingrato para ti 
y obstinadamente sordo a tus inspiraciones, 
no quieras, a pesar de esto, abandonarme; 
antes al contrario, ponme pronto 
en el recto camino, si me he desviado de él;
 enséñame, si soy ignorante; 
levántame, si he caído; sosténme, 
si estoy en peligro y condúceme 
al cielo para poseer en él 
una felicidad eterna.
Amén.
 

¿EXISTEN LOS ÁNGELES CUSTODIOS O ÁNGELES DE LA GUARDA?


El mismo Cristo nos da la respuesta en las Sagradas Escrituras:

 “Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos”. Mateo 18,10

 El catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que los Ángeles sí existen. Dios hizo seres que son sólo espíritu . 
La sagrada escritura les llama ángeles.

¿QUIÉNES SON LOS ÁNGELES?
- Son seres espirituales que contemplan constantemente a Dios (Mt 18,10), están atentos a sus órdenes y a la voz de su palabra (Sal 103,20). 

 Dios ama infinitamente a cada uno de los hombres. Tanto les ama que ha dispuesto un ángel especialmente para cada hombre.
- Así como un padre, cuando el hijo tiene que viajar por caminos peligrosos, hace que le acompañe una persona mayor que le cuide y defienda de los peligros, de igual manera nuestro Padre del Cielo, durante la vida (que es el viaje a nuestra verdadera patria que es el cielo), a cada uno de nosotros nos da un ángel para que nos acompañe.


Se han dado caso de numerosos santos que han tenido una estrecha relación con su Ángel custodio:

SANTA GEMA:
“Jesús no me deja estar sola un instante, sino que hace que esté siempre en mi compañía el ángel de la guarda”
"El ángel, desde el día en que me levanté, comenzó a hacer conmigo las veces de maestro y guía"

PADRE PÍO:
"¡Qué consolador es saber que cerca de nosotros hay un ángel que, desde la cuna hasta la tumba, no nos deja ni por un instante, ni siquiera cuando nos atrevemos a pecar"

SAN JUAN MARÍA VIANNEY:
 "El ángel custodio está siempre a nuestro lado para llevarnos a obrar bien y defendernos de los malos espíritus, que nos rodean para hacernos pecar".

SANTA FRANCISCA ROMANA:
"El ángel irradiaba una luz celestial que iluminaba la habitación para que pudiera recitar de noche el Oficio divino y atender otros menesteres de la casa". 

SANTA FAUSTINA KOWALSKA:
¡Oh, cuán poco la gente piensa en esto, que tiene siempre a su lado tal huésped (el ángel custodio) y al mismo tiempo testigo de todo!"



Y así podríamos hacer la lista interminable de santos que han visto o sentido a su ángel de la guarda.

No hay duda de que todos tenemos un ángel custodio que nos proteje, no lo pongamos triste con nuestros pecados, pidámosle ayuda para mejorar y amar a Dios

LA DONCELLA (Poesía de Francisco Luis Bernárdez)


Mientras el júbilo y el llanto 
llenan el mundo,
la doncella está callada.  
Pero sus ojos compasivos
están muy cerca de las risas y las lágrimas. 
  
El cuerpo hermoso es un desierto
y el alma limpia una ciudad de muchas almas.  
Aquél es puro por lo solo,
y ésta es perfecta por lo muy acompañada. 
  
En ella el bien es invisible 
como en el vaso cristalino el bien del agua.  
Y, sin embargo, el bien la llena de tal manera,
que la llena y la rebasa.   

Su corazón vive en la tierra
con el silencio de la estrella solitaria.  
Como la estrella, la doncella nos ilumina
con sus ojos sin palabras.   

El viento es bello porque llora
y el agua es bella porque llora 
y porque canta.  
Pero la flor y la doncella son más hermosas
porque nunca dicen nada.  

Todas las fuerzas naturales
buscan en ella su razón definitiva.  
La tierra, el fuego, el agua, el aire
lo esperan todo de su voz desconocida. 
  
El mar profundo y dilatado
suele caber en su regazo sin mancilla.  
Como cabezas infantiles,
las olas van a descansar en sus rodillas.  

Si sus oídos no existieran,
la brisa errante y musical no cantaría. 
Porque no habría en este mundo
nadie capaz de comprender lo que suspira.  

El cielo vive de su frente
como la fruta vive aún de la semilla.  
El firmamento es firmamento
por la pureza de los ojos que lo miran.   

El fuego brilla sin quemarnos
porque sus dedos virginales lo apaciguan.  
La tierra gira sin tropiezo
porque hay en ella una doncella todavía.
   
Hubo una vez una más pura que las demás
en un rincón de Galilea.  
Porque las otras eran puras,
pero María era la flor de la pureza.  

La voz eterna del Arcángel
iluminó su obscuridad y su pobreza.  
Ave María (le decía como nosotros le decimos), gratia plena. 
  
Su corazón, que era un prodigio,
quedó suspenso al escuchar la voz aquella.
La criatura se asombraba de ver
a Dios Nuestro Señor pendiente de ella. 
  
Adán oía entre las sombras y entre las sombras escuchaban los Profetas.  
Los pobres muertos, en su patria de polvo y siglos, esperaban la respuesta. 
  
Cuando la niña abrió los labios,
el paraíso lentamente abrió sus puertas.  
Y Dios bajó, para salvarnos,
al vientre puro de su Madre, la Doncella. 

La misteriosa economía del universo
está pendiente de sus manos.  
Porque por algo están unidas constantemente
y sin rumor en su regazo. 
  
Esa tarea silenciosa mueve la máquina
invisible de los astros.  
La fuerza muda y escondida de la oración
es la que impide su fracaso.  

Por ella el frío es menos frío
y el desamparo es mucho menos desamparo.  
Por ella el hombre sobrelleva
su enorme carga de amargura y de cansancio.  

Siempre encerrada en su pureza,
la dulce niña nos ayuda sin descanso.  
La caridad en que se quema
nos ilumina con su fuego sacrosanto. 
  
El mundo es grande para todos,
pero es pequeño como un niño entre sus brazos.  
Puede dormir profundamente,
pues la doncella que lo acuna está rezando. 

Si la doncella no velara,
¿quién dormiría en esta noche tenebrosa?  
¿Quién viviría para el débil, para el que sufre soledad, para el que llora? 
  
¿Quién vencería en este mundo
la poderosa resistencia de las cosas?   
¿Quién pagaría lo que falta pagar a Dios
por la belleza de sus obras? 
  
Contra la muerte y el olvido
su cuerpo frágil de mujer es una roca. 
Dormido en ella, el hombre puede sobrevivir
a los peligros que lo acosan. 
  
Sólo viviendo en esa cárcel
el hombre es libre como el pájaro y las olas.  
Porque ni el tiempo ni el espacio
tienen cabida en la prisión maravillosa.
   
El corazón, esperanzado,
distingue al fin algo de luz entre las sombras.  
Y el alma, llena de alegría,
puede decir con emoción que no está sola. 
 


LAS 15 PROMESAS DE LA VIRGEN PARA LOS QUE REZAN EL SANTO ROSARIO Beato Alano de la Roche, Francia (1428-1475)


1.  A todos los que recen devotamente mi Rosario, les prometo Mi Protección especial y grandísimas Gracias.  

2. Quien persevere en el rezo de Mi Rosario recibirá grandes beneficios.  

3.  El Rosario es un Escudo poderoso contra el infierno, destruirá los vicios , librará del pecado, abatirá las herejías. 
 
4.  El Rosario hará germinar las virtudes y las buenas obras para que las almas consigan la Misericordia Divina, sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo con el Amor de Dios, elevándoles a desear los bienes celestiales y eternos. ¡Cuántas almas se santificarán con este medio!  

5.  El que se encomiende a Mí con el Rosario, no perecerá.

 6. El que rece devotamente Mi Rosario, meditando sus Misterios, no se verá oprimido por la desgracia. Si es pecador se convertirá; si justo, perseverará en gracia y será digno de la vida eterna.  

7. Los verdaderos devotos de Mi Rosario no morirán sin los Sacramentos de la Iglesia. 
 
8.  Tendrán durante su vida y en su muerte la Luz de Dios, la plenitud de Su Gracia, y serán partícipes de los méritos de los bienaventurados.

9.  Libraré con prontitud del purgatorio a las almas devotas de Mi Rosario.  

10.  Los verdaderos hijos de Mi Rosario gozarán en el Cielo de una Gloria singular.
  
11.  Todo lo que pidáis por medio del Rosario, lo alcanzaréis (si es voluntad de Dios).

12.  Socorreré en sus necesidades a los que propaguen Mi Rosario.  

13.  He obtenido de mi Hijo, que todos los miembros de la  Confraternidad del Rosario tengan como hermanos a los Santos del cielo durante su vida y en la hora de su muerte. 
 
14.  Los que rezan fielmente Mi Rosario, son todos hijos Míos muy amados, hermanos y hermanas de Jesucristo.  

15.  La Devoción a mi Rosario es una señal manifiesta de predestinación de Gloria





BENEDICTO XVI EXPLICA EL ORIGEN DE LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI






Queridos hermanos y hermanas:

También esta mañana quiero presentaros una figura femenina, poco conocida, pero a la cual la Iglesia debe un gran reconocimiento, no sólo por su santidad de vida, sino también porque, con su gran fervor, contribuyó a la institución de una de las solemnidades litúrgicas más importantes del año, la del Corpus Christi.
Se trata de santa Juliana de Cornillón, conocida también como santa Juliana de Lieja.

Santa Juliana de Cornillón

Tenemos algunos datos acerca de su vida sobre todo a través de una biografía, escrita probablemente por un eclesiástico contemporáneo suyo, en la que se recogen varios testimonios de personas que conocieron directamente a la santa.

Juliana nació entre 1191 y 1192 cerca de Lieja, en Bélgica. Es importante subrayar este lugar, porque en aquel tiempo la diócesis de Lieja era, por decirlo así, un verdadero «cenáculo eucarístico».

Allí, antes que Juliana, teólogos insignes habían ilustrado el valor supremo del sacramento de la Eucaristía y, también en Lieja, había grupos femeninos dedicados generosamente al culto eucarístico y a la comunión fervorosa. Estas mujeres, guiadas por sacerdotes ejemplares, vivían juntas, dedicándose a la oración y a las obras de caridad.

Juliana quedó huérfana a los cinco años y, con su hermana Inés, fue encomendada a los cuidados de las monjas agustinas del convento-leprosario de Monte Cornillón.

Fue educada en especial por una monja, que se llamaba Sapiencia, la cual siguió su maduración espiritual, hasta que Juliana recibió el hábito religioso y se convirtió también ella en monja agustina. Adquirió una notable cultura, hasta el punto de que leía las obras de los Padres de la Iglesia en latín, en particular las de san Agustín y san Bernardo. Además de una inteligencia vivaz, Juliana mostraba, desde el inicio, una propensión especial a la contemplación; tenía un sentido profundo de la presencia de Cristo, que experimentaba viviendo de modo particularmente intenso el sacramento de la Eucaristía y deteniéndose a menudo a meditar sobre las palabras de Jesús: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).



A los 16 años tuvo una primera visión, que después se repitió varias veces en sus adoraciones eucarísticas. La visión presentaba la luna en su pleno esplendor, con una franja oscura que la atravesaba diametralmente.


El Señor le hizo comprender el significado de lo que se le había aparecido. La luna simbolizaba la vida de la Iglesia sobre la tierra; la línea opaca representaba, en cambio, la ausencia de una fiesta litúrgica, para la institución de la cual se pedía a Juliana que se comprometiera de modo eficaz: una fiesta en la que los creyentes pudieran adorar la Eucaristía para aumentar su fe, avanzar en la práctica de las virtudes y reparar las ofensas al Santísimo Sacramento.


Durante cerca de veinte años Juliana, que mientras tanto había llegado a ser la priora del convento, guardó en secreto esta revelación, que había colmado de gozo su corazón. Después se confió con otras dos fervorosas adoradoras de la Eucaristía, la beata Eva, que llevaba una vida eremítica, e Isabel, que se había unido a ella en el monasterio de Monte Cornillón. Las tres mujeres sellaron una especie de «alianza espiritual» con el propósito de glorificar al Santísimo Sacramento. Quisieron involucrar también a un sacerdote muy estimado, Juan de Lausana, canónigo en la iglesia de San Martín en Lieja, rogándole que interpelara a teólogos y eclesiásticos sobre lo que tanto les interesaba. Las respuestas fueron positivas y alentadoras.


Lo que le sucedió a Juliana de Cornillón se repite con frecuencia en la vida de los santos: para tener confirmación de que una inspiración viene de Dios, siempre es necesario sumergirse en la oración, saber esperar con paciencia, buscar la amistad y la confrontación con otras almas buenas, y someterlo todo al juicio de los pastores de la Iglesia. Fue precisamente el obispo de Lieja, Roberto de Thourotte, quien, después de los titubeos iniciales, acogió la propuesta de Juliana y de sus compañeras, e instituyó, por primera vez, la solemnidad del Corpus Christi en su diócesis. Más tarde, otros obispos lo imitaron, estableciendo la misma fiesta en los territorios encomendados a su solicitud pastoral.


A los santos, sin embargo, el Señor les pide a menudo que superen pruebas, para que aumente su fe. Así le aconteció también a Juliana, que tuvo que sufrir la dura oposición de algunos miembros del clero e incluso del superior de quien dependía su monasterio. Entonces, por su propia voluntad, Juliana dejó el convento de Monte Cornillón con algunas compañeras y durante diez años, de 1248 a 1258, fue huésped en varios monasterios de monjas cistercienses. Edificaba a todos con su humildad, nunca tenía palabras de crítica o de reproche contra sus adversarios, sino que seguía difundiendo con celo el culto eucarístico. Falleció en 1258 en Fosses-La-Ville, Bélgica. En la celda donde yacía se expuso el Santísimo Sacramento y, según las palabras del biógrafo, Juliana murió contemplando con un último impulso de amor a Jesús Eucaristía, a quien siempre había amado, honrado y adorado.


La buena causa de la fiesta del Corpus Christi conquistó también a Santiago Pantaleón de Troyes, que había conocido a la santa durante su ministerio de archidiácono en Lieja.
Fue precisamente él quien, al convertirse en Papa con el nombre de Urbano IV, en 1264 quiso instituir la solemnidad del Corpus Christi como fiesta de precepto para la Iglesia universal, el jueves sucesivo a Pentecostés. En la bula de institución, titulada Transiturus de hoc mundo (11 de agosto de 1264) el Papa Urbano alude con discreción también a las experiencias místicas de Juliana, avalando su autenticidad, y escribe: «Aunque cada día se celebra solemnemente la Eucaristía, consideramos justo que, al menos una vez al año, se haga memoria de ella con mayor honor y solemnidad. De hecho, las otras cosas de las que hacemos memoria las aferramos con el espíritu y con la mente, pero no obtenemos por esto su presencia real. En cambio, en esta conmemoración sacramental de Cristo, aunque bajo otra forma, Jesucristo está presente con nosotros en la propia sustancia. De hecho, cuando estaba a punto de subir al cielo dijo: “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20)».



El Pontífice mismo quiso dar ejemplo, celebrando la solemnidad del Corpus Christi en Orvieto, ciudad en la que vivía entonces. Precisamente por orden suya, en la catedral de la ciudad se conservaba —y todavía se conserva— el célebre corporal con las huellas del milagro eucarístico acontecido el año anterior, en 1263, en Bolsena. Un sacerdote, mientras consagraba el pan y el vino, fue asaltado por serias dudas sobre la presencia real del Cuerpo y la Sangre de Cristo en el sacramento de la Eucaristía. Milagrosamente algunas gotas de sangre comenzaron a brotar de la Hostia consagrada, confirmando de ese modo lo que nuestra fe profesa. Urbano IV pidió a uno de los mayores teólogos de la historia, santo Tomás de Aquino —que en aquel tiempo acompañaba al Papa y se encontraba en Orvieto—, que compusiera los textos del oficio litúrgico de esta gran fiesta.

Esos textos, que todavía hoy se siguen usando en la Iglesia, son obras maestras, en las cuales se funden teología y poesía. Son textos que hacen vibrar las cuerdas del corazón para expresar alabanza y gratitud al Santísimo Sacramento, mientras la inteligencia, adentrándose con estupor en el misterio, reconoce en la Eucaristía la presencia viva y verdadera de Jesús, de su sacrificio de amor que nos reconcilia con el Padre, y nos da la salvación.


Aunque después de la muerte de Urbano IV la celebración de la fiesta del Corpus Christi quedó limitada a algunas regiones de Francia, Alemania, Hungría y del norte de Italia, otro Pontífice, Juan XXII, en 1317 la restableció para toda la Iglesia. Desde entonces, la fiesta ha tenido un desarrollo maravilloso, y todavía es muy sentida por el pueblo cristiano.

Quiero afirmar con alegría que la Iglesia vive hoy una «primavera eucarística»: ¡Cuántas personas se detienen en silencio ante el Sagrario para entablar una conversación de amor con Jesús! Es consolador saber que no pocos grupos de jóvenes han redescubierto la belleza de orar en adoración delante del Santísimo Sacramento. 

La participación fervorosa de los fieles en la procesión eucarística en la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo es una gracia del Señor, que cada año llena de gozo a quienes participan en ella. Y se podrían mencionar otros signos positivos de fe y amor eucarístico» (n. 10).

Recordando a santa Juliana de Cornillón, renovemos también nosotros la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Como nos enseña el Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, «Jesucristo está presente en la Eucaristía de modo único e incomparable. Está presente, en efecto, de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su alma y su divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino» (n. 282).



Queridos amigos, la fidelidad al encuentro con Cristo Eucarístico en la santa misa dominical es esencial para el camino de fe, pero también tratemos de ir con frecuencia a visitar al Señor presente en el Sagrario. Mirando en adoración la Hostia consagrada encontramos el don del amor de Dios, encontramos la pasión y la cruz de Jesús, al igual que su resurrección. Precisamente a través de nuestro mirar en adoración, el Señor nos atrae hacia sí, dentro de su misterio, para transformarnos como transforma el pan y el vino. Los santos siempre han encontrado fuerza, consolación y alegría en el encuentro eucarístico. Con las palabras del himno eucarístico Adoro te devote repitamos delante del Señor, presente en el Santísimo Sacramento: «Haz que crea cada vez más en ti, que en ti espere, que te ame». Gracias.

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 17 de noviembre de 2010



ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA VISITACIÓN


Santísima Virgen, Madre de Dios 
y Madre de la Vida,
al contemplarte en el misterio de la visitación,
queremos imitarte y como vos
peregrinar hacia el que sufre, hacia el enfermo,
apoyados en el báculo de la Gracia
de Dios Padre Misericordioso y con su fuerza,
ser báculo para el hermano necesitado.
Queremos como vos, ser portadores de Jesús
Buen Samaritano, Señor de la Vida,
para ser instrumentos de su Gracia que santifica,
consuela y siembra en los corazones la alegría.
Que podamos ser humildes y delicados
en el servicio al enfermo,
más dispuestos a escuchar que a hablar.
Madre del amor hermoso en tus manos
ponemos nuestros deseos y acciones,
que siempre las realicemos
en el nombre de tu hijo Jesús,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén


JESÚS, DIVINO PRISIONERO DEL AMOR



Jesús, Divino prisionero del amor,
cuando considero Tu amor
y como Te has anonadado por mi,
mis sentidos desfallecen.
 
Encubres Tu Majestad inconcebible
y Te humillas rebajándote a mi,
un ser miserable. 
Oh Rey de la Gloria, aunque ocultas
Tu hermosura,
el ojo de mi alma desgarra el velo. 

Veo a los coros de ángeles que te honran incesantemente y a todas las potencias
celestiales que Te alaban sin cesar y que
Te dicen continuamente: 
Santo, Santo, Santo.  

Oh ¿Quién comprenderá Tu amor y
Tu misericordia insondable hacia nosotros? 
Oh prisionero del amor, encierro mi pobre corazón en este tabernáculo para adorarte
sin cesar día y noche.  

 Aunque estoy físicamente lejos de Ti,
mi corazón esta siempre Contigo. 
Nada puede impedir mi amor hacia Ti.
 No existe ningún obstáculo para mí. 

Oh Jesús Te consolare por todas las ingratitudes,
por las blasfemias, por la tibieza,
por el odio de los impíos, por los sacrilegios. 
Oh Jesús, deseo arder como victima pura y anonadada delante del trono de Tu escondite. 
Te ruego incesantemente por los pecadores agonizantes.

(Santa Faustina)


Fuente: Diario de santa Faustina, la Divina Misericordia en mi alma

ALABANZAS AL SANTÍSIMO SACRAMENTO



Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo
verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo
Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea María Santísima la excelsa
Madre de Dios.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de Maria Virgen y Madre.
Bendita sea María Santísima Madre de la Iglesia.
Bendito sea su castísimo esposo San José.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN (De San Bernardo)


 
¡Oh bienaventurada María!
Fijos están y estarán siempre en Vos
los ojos de los fieles, como en la grande
obra que a todos los siglos interesa.

En Vos encuentran los ángeles la alegría,
los justos la gracia y los pecadores el perdón.
Con justicia os invocan todas las criaturas,
porque en Vos y por Vos la mano del Omnipotente ha reproducido en cierto
modo todo lo que antes había creado.

Dignaos admitir lo poco que yo puedo ofrecer
a Dios y ofrecédselo por mí, para que por
vuestra intercesión no sea rechazado.
Amén.



JESUSITO DE MI VIDA (Hermosa oración para niños)


Jesusito de mi vida,
eres niño como yo,
por eso te quiero tanto,
y te doy mi corazón (BIS)


Todos le llevan al niño,
yo también le llevaré,
una jarra de manteca
y un tazón de dulce miel.


Jesusito de mi vida,
eres niño como yo,
por eso te quiero tanto,
y te doy mi corazón (BIS)


Todos le llevan al niño,
yo también le llevaré,
las cosas que a mí me gustan
para que goce Emmanuel.


Jesusito de mi vida,
eres niño como yo,
por eso te quiero tanto,
y te doy mi corazón (BIS)


Me ha contado Jesusito:
viene para que yo sea
un angelito en el cielo
y su amigo aquí en la tierra.


Jesusito de mi vida,
eres niño como yo,
por eso te quiero tanto,
y te doy mi corazón (BIS)


Jesusito de mi vida...
Yo le he dicho a Jesusito
que yo seré aquí en la tierra
su amiguito para siempre
y que en el cielo le vea.


Jesusito de mi vida,
eres niño como yo,
por eso te quiero tanto,
y te doy mi corazón,
 ¡Tómalo! Tuyo es, y mío no.





 

ORACIÓN DE LOS DOS CAMINOS (inspirada en el Salmo 1)




Aquí estoy, Señor Jesús, a la vera del camino, sin camino;
mis pasos buscan tus huellas
donde poner mis pisadas,
la vida y la muerte están ante mí
como un reto;
el bien y el mal se cruzan en mi corazón
que sin descanso busca, pide y llama. 

Yo quiero ser dichoso, Señor Jesús,
hombre en camino;
yo quiero ser libre con la libertad
de tu Evangelio;
libre en opción sincera
y decidida a tu Palabra.

Quiero dejar atrás las llamadas
opresoras del dinero,
del poder, del placer, de lo que
en el fondo es nada.

Quiero hacer de tu Evangelio norma de vida
y escucharlo día y noche
hasta que penetre el fondo del alma. 
Quiero ser, Señor Jesús,
como el árbol que crece junto al río
y bebe en profundidad y hondura
en las corrientes del agua.

Quiero dar en su tiempo frutos de
paz y bien, y dejar que las semillas
que has sembrado en mí se abran.

No dejes jamás, Señor, que se
marchiten mis hojas verdes,
ni que él viento las arranque,
una a una, de sus ramas. 
Quiero seguir el camino del
hombre nuevo,
del hombre que dice sí a la vida
y con tesón la guarda.

Quiero ser hombre de espíritu
que luche contra la carne
y que haga del amor la Carta Magna,
la Ley fundamental de tu Reino,
abierto al corazón vivo en desafío radical, 
una a una, de tus Bienaventuranzas. 
No me dejes caminar por
el camino de Caín, que lleva sangre;
y que a cada paso deja las señales
del que mata;  no quiero ser como
paja que lleva el viento
y hace de ella un juego fácil
entre sus alas.

Quiero ser desde mis raíces
y mi historia de ilusiones y fracasos,
desde mis luchas y mis crisis
un camino de esperanza
abierto hacia la Vida eterna,
donde Tú moras y donde esperas
con un corazón de amigo,
mi llegada. 


Tú eres, Señor Jesús, el camino
de un corazón vivo;
el camino de Abel, el camino de la vida
en la cruz entregada por la salvación del hombre, de todo hombre que busca en Ti
 la respuesta cierta y segura en la encrucijada.

Señor Jesús, contigo se hace el camino suave y ligero, al llevar entre tú y yo
-los dos juntos- esta pesada carga.
Quiero ser discípulo tuyo, y aprender de Ti, Maestro, a ser libre como el viento, en tu Espíritu, que guía y salva. 

Fuente: Comunidad colegio Champagnat, orando con los salmos


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