LA HORA DE LA MUERTE, LA LUCHA SUPREMA

Durante más de seis mil años el diablo no ha tenido otra profesión que tentar a los hombres; Piense, por tanto, si debe conocer todos los trucos y estratagemas para hacerlos caer.  

Especialmente en la hora de la muerte, estos monstruos saldrán en bandas del infierno para derrotarte, como le pasó a un señor alemán que vio alrededor de su cama, en su agonía, ¿sabes cuántos demonios? Quince mil . (S. Léonard de Port-Maurice, Sermones de Cuaresma).

Esta última lucha con los poderes del infierno será verdaderamente terrible para los pecadores y las almas descuidadas, ya que hasta los más grandes santos han tenido que luchar en su última hora contra una espantosa cantidad de demonios, como lo atestiguan los siguientes hechos:

Justo cuando San Francisco de Asís estaba en agonía, a punto de entregar su alma a Dios, el demonio, que antes se había apoderado de una mujer y la atormentaba cruelmente, la dejó por dos días, pero al cabo de los dos días volvió para atormentarla más que antes.

Un noble caballero, llamado Landolfe, habiendo oído hablar de esta mujer, fue a buscarla y le preguntó al demonio por qué se alejó de ella y luego la volvió para atormentarla con más crueldad.

“ Cuando lo abandoné”, dijo el espíritu maligno, “fue porque yo y los de mi familia que estamos en esta región, habíamos unido todos nuestros esfuerzos con motivo de la muerte del mendigo Francisco. Queríamos disputar su alma y apoderarnos de ella; pero estaba rodeada y protegida por una multitud de ángeles que nos superaron por muchos y que la llevaron directamente al cielo. Por lo tanto, nos vimos obligados a retirarnos en confusión; y por eso ahora me estoy compensando por el descanso que le había dado durante dos días a esta desgraciada. »(Fioretti de San Francisco de Asís.)

****************************************************

Si Satanás tenía esperanza de llevarse el alma de San Francisco de Asís y removió todo el infierno para lograrlo, imaginemos con las almas descuidadas y pecadoras.

Estemos en vela.


(Católicos, Gloria tv)

EL SEÑOR PUSO SU TRONO EN EL SENO DE MARÍA



Los predestinados tienen gran confianza en la bondad y poder de María, su bondadosa Madre. 
Reclaman sin cesar su socorro. La miran como su estrella polar, para llegar a buen puerto. 
Le manifiestan sus penas y necesidades con toda la sinceridad del corazón.
Se acogen a los pechos de su misericordia y dulzura para obtener por su intercesión el perdón de sus pecados o saborear, en medio de las penas y sequedades, sus dulzuras maternales. Se arrojan, esconden y pierden de manera maravillosa en su seno amoroso y virginal, para ser allí inflamados en amor puro, ser allí purificados de las menores manchas y encontrar allí plenamente a Jesucristo, que reside en María como en su trono más glorioso.

¡Oh! ¡Qué felicidad! “No creas –dice el abad Guerrico– que es mayor felicidad habitar en el seno de Abrahán que en el de María, dado que el Señor puso en éste su trono”.

(Tratado de la Verdadera Devoción a María, San Luis Mª de
Montfort)

NO QUIERO OTRA DEFENSA

 

A Ti acudo, Señor, no quiero otra defensa. 
He sabido mil veces que tu amor nunca falla, 
y que tu protección llega más lejos 
que los dardos encendidos 
de la mentira humana. 
Mírame vientre en tierra 
sin poder levantarme; 

me pesa mucho el fardo 
de mis propios delitos; 
y, por si fuera poco, me arrojan, como piedra, 
el desprecio de unos; de otros, desconfianza; 
y acusaciones mil difamatorias. 

¡Dios mío! ¡Mi Verdad! 
Descorre con tu aliento 
esta espesa cortina de mentiras y burlas; 
y aparezca ante todos mi inocencia, ¡la tuya!, 
la que sólo de Ti puede alcanzar el hombre. 
Quisieron hasta hacerme dudar de tu ternura; 
quisieron extinguir la luz de mi esperanza; 
quisieron acabar con la raíz de mi canto... 

Pero sé que han de ver mis huellas florecidas 
y a mis hijos vivir en tu amistad plantados. 
Mi corazón aún no se ha hundido en el cieno 
de la desconfianza; mi alma no ha cedido 
a los duros embates del rencor y del odio. 
Y en medio del peligro 
soy libre todavía para poder cantarte, 
¡libre para ir dando perdón como respuesta! 

Y han de saber en mí que Tú respondes 
tomando la defensa del humilde, 
levantando hasta el cielo 
al pobre que a Ti clama, 
llenando de tu gloria la carne entumecida 
por el hambre y el frío 
que sólo en Ti se sacian. 

(Salmo 57. Poema de A. López Baeza)

GRACIAS, SEÑOR

Gracias, Señor,  por habernos evitado
la caída en la fosa, porque de no
haber sido por aquella muerte,
la humanidad entera habría sido
devorada por la victoria del Enemigo.

Gracias, Señor, y siempre serán
pocas, por habernos protegido
de nuestras particulares maldades
y por interceder ante Dios por nosotros.

Gracias, Señor,  porque al haber
vencido a la Muerte con aquella Cruz
terrible, se cerraron las puertas
del Infierno para los que creen en Tí,
y aunque es bien cierto que, como
pecadores que somos, caemos
demasiadas veces en la tentación,
no por eso Tú, Cristo, con tu sangre,
dejas de librarnos de una muerte
eterna más que merecida y segura.

Gracias, Señor, muerto por nosotros,
por ser tan perseverante
en el amor y tan constante en el perdón.
Si perdonaste a los que te estaban
matando de aquella forma tan
innecesaria y brutal, qué no harás
con aquellos que cumplen tu voluntad.

Gracias, Señor,  porque con la sangre
y el agua de tu costado herido,
confirmaste la realidad eucarística
a la que habías dado forma,
una horas antes, en aquella Santa Cena
y así te quedaste con nosotros
para siempre, siempre, siempre.

Gracias, Señor, por aquellas heridas,
expresión de verdadero amor,
que son para nosotros, una ventana
abierta a la vida eterna desde la que
podemos mirar y ver las
praderas del definitivo Reino de Dios.

(Eleuterio Fernández Guzmán)

MARÍA, MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS

Muchos santos hablan de la mediación universal de María. Afirman que todas las gracias y bendiciones que recibimos de Dios, las recibimos por medio y por manos de María, por haber sido constituida por Jesús como madre nuestra (Jn 19, 27) y mediadora ante Él para llegar al Padre.

El mejor camino es ir por medio de María a Jesús y por Jesús al Padre con la ayuda y gracia del Espíritu Santo. 

San Luis María Grignion de Montfort dice:

El Altísimo la ha constituido tesorera única de todos sus tesoros y única dispensadora de sus gracias.

San Bernardino de Siena (1380-1444):

Éste es el proceso de la distribución de  las gracias divinas: de Dios fluyen a Cristo y de Cristo a su Madre; y de ella a toda la Iglesia. No vacilo, por ello, en decir que ha recibido jurisdicción sobre las gracias que se administran por sus manos. 

San Bernardo afirma: María es la mediadora universal de todas las gracias. Toda gracia, que Dios da a los hombres, pasa de Dios a Cristo, de Cristo pasa a María y por María se nos da a nosotros.

San Alfonso María de Ligorio declara:

Dios quiere que todas las gracias que han sido, son y serán dispensadas a los hombres hasta el fin del mundo por los méritos de Jesucristo, sean dispensadas por las manos y por la intercesión de María. Ella es la tesorera de todas las gracias que Dios nos quiere dispensar. 



LA EUCARISTÍA NOS UNE ÍNTIMAMENTE CON LA SANTÍSIMA TRINIDAD


En la eucaristía está real y verdaderamente Cristo entero, con su cuerpo, alma y divinidad. Las tres divinas personas de la Santísima Trinidad son absolutamente inseparables, de suerte que donde esté una de ellas tienen que estar forzosamente las otras dos. 

«Es verdad que en todo tiempo somos templos de Dios vivo (2 Cor 6,16), porque, según dice Santo Tomás, ‘por la gracia la Trinidad entera es huésped del alma’.

Sin embargo, es más cierto esto en el momento de la comunión, porque en este momento viene Jesús a nosotros como Pan de Vida, expresamente para comunicar esta vida que Él tiene del Padre.

El alma del que comulga llega a hacerse como el cielo de la Trinidad. En mi alma como en el cielo enuncia el Padre su eterna Palabra, engendra su Hijo y le repite al dármelo: Hoy te he engendrado...

Ahora, en mi alma, el Padre y el Hijo cambian sus mutuas ternuras, se mantienen en este lazo inenarrable, se dan ese abrazo viviente, ese beso inefable, y su amor se exhala en ese soplo abrasador, torrente de llama, que es el Espíritu Santo"


(P. Bernador O.P., teólogo)

EL CRISTO DEL OCEANO (Relato de Anatole France)


 

Aquel año, muchos de los habitantes de Saint-Valery que habían salido a pescar, murieron ahogados en el mar. Se hallaron sus cuerpos arrojados por las olas a la playa junto a los despojos de sus barcas y, durante nueve días, por la ruta empinada que conduce a la iglesia, se vieron pasar los ataúdes transportados por los suyos y seguidos por las viudas llorosas, cubiertas con manto negro, como las mujeres de la Biblia. El patrón Jean Lenoël y su hijo Désiré fueron así colocados en la nave central, bajo la bóveda en la que ellos mismos habían colgado tiempo atrás, como ofrenda a Nuestra Señora, un barco con todos sus aparejos. Eran hombres justos y que temían a Dios. Y el señor Guillaume Truphème, párroco de Saint-Valery, después de haberles dado la absolución, dijo con una voz regada por las lágrimas:

-Jamás fueron sepultados en tierra sagrada, para esperar ahí el juicio de Dios, personas más honestas y mejores cristianos que Jean Lenoël y su hijo Désiré.

Y mientras las barcas con sus patrones perecían cerca de la costa, los grandes navíos naufragaban en alta mar, y no había día que el océano no devolviera algún despojo. Y sucedió que una mañana, unos chicos que trasladaban una barca vieron una figura flotando sobre el mar. Era la de Jesucristo, a tamaño natural, esculpida en madera resistente y si barnizar, que parecía una obra antigua. El buen Dios flotaba sobre el agua con los brazos extendidos. Los chicos lo sacaron a la orilla y lo llevaron a Saint-Valery. Tenía la frente ceñida por una corona de espinas; sus pies y sus manos estaban taladrados. Pero faltaban los clavos lo mismo que la cruz. Con los brazos aún abiertos para ofrecerse y bendecir, aparecía tal como lo habían visto José de Aritmatea y las santas mujeres en el momento de darle sepultura. Los chicos se lo entregaron al párroco Truphème que les dijo:

-Esta imagen del Salvador es una escultura antigua y el que la hizo debe estar muerto desde hace mucho tiempo. Aunque los vendedores de Amiens y de París venden en la actualidad por cien francos e incluso más, estatuas admirables, hay que reconocer que los artistas de antaño tenían también su mérito. Pero a mí me alegra sobre todo la idea de que si Jesucristo ha venido así, con los brazos abiertos a Saint-Valery, es para bendecir su parroquia tan cruelmente golpeada y para anunciar que Él tiene piedad de las pobres personas que van a la pesca poniendo en peligro sus vidas. Es el Dios que caminaba sobre los aguas y bendecía las redes de Cefas.

Y, tras haber hecho que colocaran al Cristo en la iglesia, sobre el mantel del altar mayor, el párroco Truphème se marchó para encargarle al carpintero Lemerre una bella cruz en madera de roble. Cuando estuvo hecha, clavaron en ella al buen Dios con clavos nuevos y la irguieron en la nave, por encima del poyo de mampostería. Fue entonces cuando vieron que sus ojos estaban llenos de misericordia y como húmedos de una piedad celestial. Uno de los mayordomos de la parroquia, que asistía a la colocación del crucifijo, creyó ver que las lágrimas corrían por el divino rostro. A la mañana siguiente, cuando el señor párroco entró en la iglesia con el monaguillo para celebrar misa, se sorprendió mucho al ver la cruz vacía encima del poyo y el Cristo tendido sobre el altar. Tan pronto como terminó la celebración del santo sacrificio, mandó llamar al carpintero y le preguntó por qué había desclavado el Cristo de su cruz. Pero el carpintero respondió que él no lo había tocado en absoluto; y, después de haber interrogado al pertiguero y a los fabriqueros, el párroco Truphème se aseguró de que nadie había entrado en la iglesia desde el momento en el que el buen Dios había sido colocado por encima del poyo.

Tuvo entonces la sensación de que aquellas cosas eran milagrosas y las meditó prudentemente. El domingo siguiente, habló de ello a los fieles de la parroquia y les invitó a contribuir con sus donaciones para erigir una nueva cruz más bella que la primera y más digna de llevar a Aquel que redimió al mundo. Los humildes pescadores de Saint-Valery dieron tanto dinero como pudieron, y las viudas ofrecieron sus alianzas. Por lo que el párroco pudo ir de inmediato a Abbeville para encargar una cruz de madera negra, muy brillante, coronada por un letrero con la inscripción «I.N.R.I» en letras doradas. Dos meses más tarde, la colocaron en el lugar de la primera y clavaron en ella el Cristo entre la lanza y la esponja. Pero Jesús la abandonó como a la otra, y durante la noche fue a tenderse sobre el altar.

Cuando, a la mañana siguiente, el señor párroco la encontró allí, cayó de rodillas y oró durante mucho rato. El rumor de aquel milagro se difundió por todos los alrededores, y las señoras de Amiens hicieron colectas para el Cristo de Saint-Valery. Y el padre Truphème recibió de París dinero y joyas, y la esposa del ministro de Marina, la señora Hyde de Neuville, le envió un corazón de diamantes. Disponiendo de todas aquellas riquezas, un orfebre de la calle Saint-Sulpice hizo, en dos años, una cruz de oro y pedrerías que fue inaugurada con gran solemnidad en la iglesia de Saint-Valery, el segundo domingo después de Pascua del año 18... Pero Aquel que no había rechazado la cruz dolorosa, se escapó de esta cruz tan rica y fue a tenderse de nuevo sobre el lino blanco del altar. Por temor a ofenderlo, esta vez lo dejaron allí, y allí descansaba desde hacía más de dos años, cuando Pierre, el hijo de Pierre Caillou, fue a decirle al párroco Truphème que había encontrado en la playa la auténtica cruz de Nuestro Señor.

Pierre era un chico retrasado, y como no tenía suficiente inteligencia para ganarse la vida, le daban pan por caridad; era apreciado por todos porque no hacía daño a nadie. Pero tenía una conversación sin mucha lógica, que nadie escuchaba. Sin embargo, el padre Truphème, que no dejaba de meditar en el misterio del Cristo del océano, se impresionó por lo que el pobre insensato acababa de decir. Fue con el pertiguero y dos fabriqueros al lugar en el que el chico decía haber visto una cruz y encontró dos planchas con clavos, que el mar había golpeado de acá para allá mucho tiempo y que verdaderamente, formaban una cruz.

Eran restos de un antiguo naufragio. Se veían aún sobre una de aquellas planchas dos letras pintadas en negro, una J y una L, y nadie podía dudar de que no fuera un trozo de la barca de Jean Lenoël, que cinco años antes había perecido en el mar, junto a su hijo Désiré. Al ver las planchas el pertiguero y los fabriqueros comenzaron a reírse del inocente que tomaba los tablones rotos de un barco por la cruz de Jesucristo. Pero el párroco interrumpió sus burlas. Había meditado mucho, había orado mucho desde que el Cristo del océano había llegado junto a los pescadores, y empezaba a comprender el misterio de la caridad infinita. Se arrodilló sobre la arena de la playa, recitó la oración por los fieles difuntos, y luego ordenó al pertiguero y a los fabriqueros que llevaran sobre sus hombros aquel despojo y lo depositaran en la iglesia. Cuando estuvo hecho, levantó el Cristo de encima del altar, lo colocó sobre los tablones de la barca e incluso él mismo lo clavó en ellos, con los clavos que el mar había corroído.

Por orden suya, aquella cruz ocupó a partir del día siguiente el lugar que ocupaba la cruz de oro y pedrerías, por encima del poyo. El Cristo del océano no se desclavó nunca más. Quiso permanecer sobre aquella madera en la que unos hombres habían muerto invocando su nombre y el de su Madre. Y allí, entreabriendo su boca augusta y dolorosa, parece decir: «Mi cruz está hecha de todos los sufrimientos de los hombres, pues yo soy realmente el Dios de los pobres y de los desdichados».

LA ASOMBROSA BILOCACIÓN DEL PADRE PÍO


En el convento de San Elías de Pennisi, San Pio de Pietrelcina experimentó por primera vez el fenómeno de la bilocación. La noche del 18 de enero de 1905, mientras se encontraba en el coro, recogido en profunda oración, se sintió trasladado a una casa señorial de la ciudad de Údine, donde estaba muriéndose un hombre y naciendo una niña.

El caso curioso fue narrado por el mismo religioso que, por obediencia lo puso por escrito y, después de muchos años, por la joven que entonces había nacido.

"Hace días- escribe Fray Pío- me pasó algo insospechado: Mientras me encontraba en el coro con Fray Atanasio, eran como las 23 horas del 18 de este mes, me encontré en una casa señorial donde moría un papá mientras nacía una niña. Se me apareció entonces la Santísima Virgen que me dijo: ‘Te confío esta criatura, es una piedra preciosa en su estado bruto. Trabájala, límpiala, hazla lo más brillante posible, porque un día quiero usarla para adornarme…’ 

Le contesté a la Virgen: ‘¿Cómo podría ser posible, si yo soy todavía un estudiante y no sé si un día podré tener la suerte y la alegría de ser sacerdote? Y aunque llegue a ser sacerdote, ¿cómo podré ocuparme de esta niña, viviendo yo tan lejos de aquí?’ La Virgen me respondió: ‘No dudes. Será ella quien irá a buscarte, pero antes la encontrarás en la Basílica de San Pedro en Roma’. Después de esto… me encontré otra vez en el coro".

Este escrito fue cuidadosamente guardado por el director espiritual del Padre Pío, el padre Agustín de San Marco en Lamis. La niña de la que se habla en el escrito se llama Giovanna Rizzani. Su Papá estaba inscrito en la Masonería. Durante su última enfermedad, su lujosa residencia fue rigurosamente vigilada día y noche por los masones, situada en la calle Tiberio de Ciani No. 33 de la ciudad italiana de Údine. Esto, para impedir el paso de cualquier sacerdote.

Horas antes de morir, su esposa Leonilde- que era muy religiosa- estaba cerca del lecho del moribundo recogida en oración y lágrimas. De repente vio salir de la recámara y alejarse por el pasillo a un fraile capuchino. Se levantó enseguida, lo llamó y lo siguió mientras el fraile desaparecía.

La señora estaba extremadamente angustiada pensando en su esposo que se moría sin los auxilios religiosos. En aquel momento, oyó gemir al perro que estaba amarrado en el jardín de la casa, como si el animal percibiera la muerte ya próxima del amo. La señora, no aguantando el gemido del perro, fue a soltarlo.  En esos momentos sintió los dolores del parto y allí mismo dio a luz a una niña. El administrador de la casa corrió para ayudarle. De lejos vieron la escena los dos masones que vigilaban la entrada y también el párroco que quería entrar a la casa para auxiliar al moribundo.

El administrador, después de que ayudó a la señora a alcanzar la recámara, bajó indignado contra los masones que impedían el paso al sacerdote y les gritó: "Dejen entrar al padre. Ustedes pueden impedirle que asista al moribundo, pero no tienen derecho a impedirle que vaya a bautizar a la niña que acaba de nacer prematuramente".

Fue así como se dejó pasar al sacerdote, que además de bautizar a la niña, administró los últimos sacramentos al moribundo arrepentido.

A la muerte del señor Juan Bautista Rizzani, la joven viuda se trasladó a Roma con sus padres. Allí, la pequeña Giovanna creció educada cristianamente.

Una tarde del verano de 1922 Giovanna, ya convertida en adolescente, se dirigió a la Basílica de San Pedro para confesarse. No se veía sacerdote alguno en los confesionarios, pero de improviso se le cruza un joven sacerdote capuchino quien bajo la petición de Giovanna acepta confesarla.

Ingresó, recuerda la chica, en el segundo confesionario, situado a la izquierda, entrando a la Basílica. Al finalizar la confesión… “lo esperaba para besarle la mano. Pero del confesionario no salió nadie, ¡porque no había nadie!”.

(Ni en 1905 u otro año, estuvo padre Pío en Udine, cerca de Venecia. Tampoco en 1922 salió ni un solo día de San Giovanni Rotondo).

En sus vacaciones de verano de 1923, narra Giovanna, fue con una tía y dos amigas a San Giovanni Rotondo, para conocer al sacerdote de quien tanto se comentaba, Padre Pío. Era el atardecer. El corredor que llevaba de la antigua sacristía a la clausura del convento estaba abarrotado de gente, pero Giovanna se encontraba en primera fila. El Padre Pío, al pasar, la miró y le dijo: “Yo te conozco, naciste el día en que murió tu padre”, y le dio a besar la mano, bendiciéndola.

Al día siguiente, en el confesionario, lo oyó decir: “¡Hija mía, por fin estás aquí! Hace años que te estoy esperando…”.

Giovanna respondió: “Padre ¿qué quiere de mí? Yo no lo conozco. Es la primera vez que vengo a S. Giovanni Rotondo. Acompaño a mi tía. Quizás está en un error, me confundió con otra muchacha”. “No, no me equivoco -le respondió el Padre Pío- ni te confundo con otra muchacha. Tú ya me conoces. Me encontraste el año pasado en la Basílica de San Pedro en Roma”.

Ante el asombro de Giovanna, ella recuerda que el padre le explicó que aquel confesor en el Vaticano era él. Luego para su asombro le habló de la encomienda que sobre ella recibió mientras estuvo presente durante la muerte de su padre… “Fuiste confiada a mi cuidado por la Santísima Virgen María”, fueron las palabras del santo sacerdote.

ORACIÓN A SAN JOSÉ, PROTECTOR DE LAS FAMILIAS

 

Glorioso San José, protector, modelo
y guía de las familias cristianas:
te ruego protejas a la mía.
Haz reinar en ella el espíritu de fe y de devoción,
la fidelidad a los mandamientos de Dios
y de la Iglesia, la paz y la unión de los hijos,
el desprendimiento de los bienes temporales
y el amor a los asuntos del cielo.
Dígnate velar sobre todos nuestros intereses.
Ruega al Señor que bendiga nuestra casa,
que otorgue la paz a la familia
y acierto a los hijos en la elección de estado.
Concede a todos los miembros de nuestra familia
y de todas las familias de la tierra,
la gracia de vivir y morir en el amor de Jesús y de María.
Amén.

(Misioneros Digitales Católicos)

CRISTO EN EL MISTERIO DE LA CRUZ


Edith Stein es una santa carmelita, ella en su adolescencia llegó a ser radicalmente feminista y atea, sin embargo se convirtió y llegó a la santidad. 

Les mostramos un párrafo de su vida en la que ella cuenta que su primer encuentro con la fe fue gracias a un testimonio de una creyente, por eso no debemos pensar que con los ateos e incrédulos está todo perdido, demos buenos testimonios y oremos por ellos:

"El año 1917 Edith Stein tiene el primer encuentro fuerte con la fe. En octubre de este año recibe una  noticia: su amado profesor Reinach ha muerto en los campos de batalla de Flandes. Al ir a visitar a la viuda para darle el pésame, cree que se encontrará con una mujer deshecha por el dolor, en cambio la encuentra serena, llena de esperanza. Constató la fuerza de la Cruz de Cristo, capaz de vencer el dolor y la muerte. 

Ella misma confesará: 

“Fue mi primer encuentro con la Cruz, mi primera experiencia de la fuerza divina que emana de la Cruz y se comunica a quienes la abrazan. Por vez primera me fue dado contemplar en toda su luminosidad a la Iglesia que nace de la pasión de Cristo, en su victoria sobre el aguijón de la muerte. Fue en aquel momento en que se desplomó mi incredulidad, palideció el hebraísmo y Cristo se alzó radiante ante mí: Cristo en el misterio de la Cruz”

(Edith Stein, una mujer intelectual y santa, por María del Pilar Vila Griera)

ES IMPORTANTE NO DESALENTARNOS

 "Satanás, en cuanto nos ve agobiados por la culpa, se lanza sobre nosotros e insinúa en nuestros corazones sentimientos de desesperación y si les damos acogida, rodaremos hasta al fondo del abismo"

(San Francisco de Sales)


La experiencia confirma estas palabras. La inmensa  mayoría de las caídas no reparadas, y la mayor parte de aquellas que únicamente los ángeles de paz conocen y lloran, proceden del desaliento. Sin él, con un arrepentimiento confiado, nada se habría perdido; pero después de una falta, que en muchos casos no pasaba de ser una sorpresa, el demonio de la desesperación se insinuó en el alma desconcertada, y esgrimiendo argumentos a cual más desalentador, concluía por conseguir que brotara el pensamiento aplastante de Caín: Mi iniquidad es demasiado grande, para que merezca perdón (Gén 6, 13).

A partir de ese momento, como advierte San Pablo, el príncipe de las tinieblas se adueña del alma, la dirige, la empuja y la precipita donde quiere: operatur in filios diffidentiae (Efes 2, 2); le ha comunicado dos de sus más diabólicas disposiciones: el alejamiento de Dios por el pecado y el miedo a Dios por el desaliento. 

Por eso es muy importante no desalentarnos ante nuestros pecados, pidamos perdón a Dios con humildad, Él es un Padre de misericordia deseoso de acoger a sus hijos, Él es el Buen Pastor que busca y espera el retorno de la oveja perdida, y cuando la encuentra, la abraza, la perdona y no se acuerda más de su pecado.

(El arte de aprovechar nuestras faltas, Jose Tissot – Recoge las enseñanzas de San Francisco de Sales)

ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE SALES A SAN JOSÉ



Glorioso San José, esposo de la Virgen María, dispénsanos tu protección paterna. Nosotros te suplicamos por el Corazón de Nuestro Señor Jesucristo.

Tú, cuya protección se extiende a todas las necesidades y sabe tornar posibles las cosas más imposibles, dirige tu mirada de padre sobre los intereses de tus hijos.

Recurrimos a ti, con confianza en las angustias y penas que nos oprimen; dígnate tomar bajo tu caritativa protección este asunto importante y difícil que es la causa de nuestras inquietudes. 

Haz que su feliz desenlace sea para gloria de Dios y bien de sus servidores. Amén.


(San Francisco de Sales)

LAS PRUEBAS SON UN REGALO DE DIOS (Padre Pío)


Mantén el buen ánimo; abandónate en el corazón divino de Jesús; y todas tus preocupaciones déjaselas a él. Colócate siempre en el último lugar del grupo de los que aman al Señor, teniendo a todos por mejores que tú. Sé verdaderamente humilde con los demás, porque Dios resiste a los soberbios y da la gracia a los humildes. 

Cuanto más crezcan las gracias y los favores de Jesús en tu alma, más debes humillarte, imitando siempre la humildad de nuestra Madre del cielo, la cual, en el instante en que llega a ser Madre de Dios, se declara sierva y esclava del mismísimo Dios. 

En las cosas prósperas y adversas que te sucedan, humíllate siempre bajo la mano poderosa de Dios, aceptando con humildad y paciencia no sólo aquellas cosas que son de tu agrado, sino también, y con humildad y paciencia, todas las tribulaciones que Él te mande para hacerte cada vez más grata a Él y más digna de la patria celestial.

Ser tentada es signo evidente de que el alma es muy grata al Señor. Acepta, pues, todo en actitud de agradecimiento.  No creas que esto es sólo una opinión mía, no; el mismo Señor empeñó su palabra divina: «Y porque tú eres grato a Dios –dice el ángel a Tobías (y en la persona de Tobías a todas las almas gratas a Dios)– fue necesario que te probara la tentación».

Anímate, pues, hija queridísima de Jesús; y alégrate también, incluso en medio de las tentaciones y tribulaciones, sabiendo bien que todo esto es un regalo singularísimo que la bondad del Padre del cielo hace a tu alma; y en todo sé agradecida siempre a tan buen Padre, por medio de su queridísimo Hijo Jesucristo.


(29 de enero de 1915, Padre Pío a Annita Rodote, Ep. III, 48)

OBEDIENCIA A MARÍA


Los predestinados viven sumisos y obedientes a la Santísima Virgen como a su cariñosa Madre, a ejemplo de Jesucristo, quien de treinta y tres años que vivió sobre la tierra, empleó treinta en glorificar a Dios, su Padre, mediante una perfecta y total sumisión a su santísima Madre. 


La obedecen, siguiendo exactamente sus consejos, como el humilde Jacob los de Rebeca cuando le dijo: Escucha lo que te digo (Gén 27,8), o como la Santísima Virgen: "Haced lo que Él os diga" (Jn 2,5).
Jacob, por haber obedecido a su madre, recibió –como de milagro– la bendición, aunque, por vía natural, no podía recibirla. 
Los servidores de las bodas de Caná, por haber  seguido el consejo de la Santísima Virgen, fueron honrados con el primer milagro de Jesucristo, que convirtió el agua en vino a petición de su santísima Madre. 
Asimismo, todos los que hasta el fin de los siglos reciban la bendición del Padre celestial y sean honrados con las maravillas de Dios, sólo recibirán estas gracias como consecuencia de su perfecta obediencia a María.

(Tratado de la Verdadera Devoción a María, de San Luis María Grignion de Montfort)

Entrada destacada

ORACIÓN PARA SER MISERICORDIOSOS

"Oh Señor, deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti. Que este supremo atributo de Dios, es decir su inso...

ENTRADAS POPULARES