JESÚS SE HACE CARNE PARA QUE NOSOTROS SEAMOS DIVINIZADOS


¡Oh Dios de grandeza y bondad infinitas! Son ciertamente admirables las verdades que la fe nos descubre sobre lo más intimo de tu Vida. 

Tú, Padre Santísimo, te contemplas eternamente en el Verbo, tu imagen perfectísima.

El Verbo se estremece de gozo al contemplar tu hermosura, y del éxtasis de los dos surge el Espíritu Santo como una hoguera de amor.

Tú, Trinidad adorable, eres la única vida interior perfecta, superabundante e infinita. Porque eres la Bondad sin límites, quieres hacer partícipe al hombre de tu vida íntima.

Al conjuro de tu voz, tus obras salen de la nada, proclamando tus perfecciones y cantando tu gloria. Un abismo infinito existe entre Tú y el hombre que has creado, polvo animado por tu soplo.

Tu Espíritu de Amor quiere llenar este abismo, para poder de esta manera satisfacer tu deseo de amar y comunicarte.

Este barro amasado por tus manos, al que diste la vida con un soplo de tu amor, podrá ser ¡oh prodigio! divinizado, y participar de tu eterna bienaventuranza.

Tu Verbo se brinda a realizar esta obra, haciéndose carne para que nosotros nos hagamos dioses (San Agustín).

Y esto lo logras, oh Verbo, sin dejar el Seno de tu Padre, en el cual subsiste tu Vida esencial, Fuente de donde brotan las maravillas de tu apostolado.

(Juan Bautista Chautard, abad cesterciense)

ORACIÓN POR TODOS LOS QUE EVANGELIZAN



Espíritu Santo, en tu poder está la santificación y el gobierno de la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo.

Para hacer descender de la cabeza a los miembros la vida divina, te dignas escoger colaboradores para tu obra. Abrasados por el fuego de Pentecostés, se dispensan por la tierra para sembrar en todas las almas la Palabra que ilumina, y comunicarles la vida divina, de la cual Tú eres la plenitud.

¡Oh fuego divino, infunde en cuantos participan de tu apostolado, el mismo ardor que transformó a los Apóstoles en el Cenáculo. Ilumínalos y graba en sus inteligencias esta verdad: No podrá ser eficaz su apostolado sino en la medida en que vivan la vida sobrenatural que brota de Ti.

¡Oh Caridad infinita, despierta en ellos una gran sed de vida interior! Hazles sentir que no puede haber verdadera felicidad en este mundo si no se participa de tu Vida Divina.

¡Oh María inmaculada, Reina de los Apóstoles, dígnate bendecir a los que evangelizan! Alcánzales la gracia de comprender que si Dios quiere servirse de ellos para difundir sus bienes celestiales en las almas, sólo será eficaz su apostolado en cuanto participe de la vida divina, tal como tú estuviste unida a Aquel que tomó carne en tus entrañas virginales, por quien nosotros tenemos la dicha de poder llamarte Madre nuestra.

(JUAN BAUTISTA CHAUTARD ABAD DE LA ORDEN CISTERCIENSE)

LOS RECUERDOS AMARGOS LLENAN EL ALMA DE INQUIETUD DAÑINA


Cuidado con los recuerdos amargos. Para evitar ese mal tan dañoso que es la inquietud conviene alejar de nuestra mente esos recuerdos amargos y tristes que quieren anidarse allí como roedores dañinos. Lo único que ganamos pensando en eso es que se graben de tal manera en la mente que ya después no seremos capaces de alejarnos de allí. Y son recuerdos que en vez de contribuir a volvernos mejores, lo que hacen es llenar el alma de vanas inquietudes y de inútiles amarguras. 

¿Que alguien nos humilló y nos atacó injustamente? Pues con eso hizo crecer nuestra humildad y nos ejercitó en la paciencia. 

¿Que hemos cometido muchos y graves pecados en la vida pasada? Pues si ya los hemos confesamos y le hemos pedido muchas veces a Dios que nos perdone, ¿Para qué seguir recordándolos?  Más bien sumerjámoslos en el océano inmenso de la bondad y de la misericordia de Dios y así se cumplirá lo que prometió el profeta Miqueas: "Tú, oh Dios, arrojarás al fondo del mar todos nuestros pecados para no volverlos a recordar" (Mt 7,19). 

 ¿Para qué seguir atormentándonos con estos recuerdos de un pasado que ya por más que nos angustiemos no podemos cambiar ni hacer que no haya sido así? 

Confiemos el pasado en manos de Dios y dediquémonos a vivir alegres y optimistas el presente, esforzándonos por agradarle con nuestro buen comportamiento. 

¿ Que tuvimos tremendas imprudencias que nos ocasionaron enormes pérdidas? Aprovechemos esta amarga experiencia para aprender lecciones para el futuro, pero no nos amarguemos llorando por la leche derramada, que con llorar no vamos a lograr recoger nada. 

Volvamos a empezar animosos, pues son muchas las personas que en una imprudencia perdieron los ahorros de toda una vida y luego con la ayuda de Dios lograron reponerse y volver a surgir. Pero si nos dejamos llevar por la preocupación y la depresión acabaremos con nuestra salud nerviosa, acortaremos nuestra vida, y con esos afanes nada lograremos remediar.

San Pedro dice: "Coloquemos nuestras preocupaciones en manos de Dios, que Él se interesa por nosotros" (1P 5, 7)

(Combate espiritual, Lorenzo Scupolli)

COMBATE SERENO DEL CRISTIANO



Todo cristiano debe estar firmemente convencido de que, en ningún caso, su vida espiritual puede ser el desarrollo tranquilo de una vida insignificante, sin historia, sino que debe ser el terreno de una lucha constante, y a veces dolorosa, que sólo dará fin con la muerte: lucha contra el mal, las tentaciones y el pecado que lleva en su interior.

Este combate es inevitable, pero hay que considerarlo como una realidad extraordinariamente positiva. Porque «sin guerra no hay paz» (Santa Catalina de Siena), sin combate no hay victoria. Y ese combate es realmente el terreno de nuestra purificación, de nuestro crecimiento espiritual, donde aprendemos a conocernos en nuestra debilidad y a conocer a Dios en su infinita misericordia.

Sin embargo, el combate espiritual del cristiano, aunque en ocasiones sea duro, no es en modo alguno la lucha desesperada del que se debate en medio de la soledad y la ceguera sin ninguna certeza en cuanto al resultado de ese enfrentamiento. Es el combate del que lucha con la absoluta certeza de que ya ha conseguido la victoria, pues el Señor ha resucitado: «No llores, ha vencido el león de la tribu de Judá» (Ap 5, 5). No combate con su fuerza, sino con la del Señor que le dice: «Te basta mi gracia, pues mi fuerza se hace perfecta en la flaqueza» (II Cor 12, 9), y su arma principal no es la firmeza natural del carácter o la capacidad humana, sino la fe, esa adhesión total a Cristo que le permite, incluso en los peores momentos, abandonarse con una confianza ciega en Aquél que no puede abandonarlo. «Todo lo puedo en Aquél que me conforta» (Flp 4, 13). «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?» (Sal 27).

El cristiano combate con un corazón sereno, y ese combate es tanto más eficaz cuanto más sereno está su corazón. Porque es justamente esa paz interior la que le permite luchar no con sus propias fuerzas, que quedarían rápidamente agotadas, sino con las de Dios.

(La paz interior, Jacques Philippe)

CUANDO AGONIZABA EN LA CRUZ, PENSABA EN LOS PECADORES


 Al día siguiente me sentía muy débil, pero ya no experimentaba ningún sufrimiento. 

Después de la Santa Comunión vi al Señor Jesús bajo la apariencia que ya había visto durante una de las adoraciones. La mirada del Señor traspasó mi alma por completo y ni siquiera el más pequeño polvillo se escapó a su atención. Y dije a Jesús: Jesús, pensé que me ibas a llevar. Y Jesús me contestó: 

"Aun no se ha cumplido plenamente Mi voluntad en ti; te quedaras todavía en la tierra, pero no mucho tiempo. Me agrada mucho tu confianza, pero el amor ha de ser más ardiente. El amor puro da fuerza al alma en la agonía misma. 

Cuando agonizaba en la cruz, no pensaba en Mí, sino en los pobres pecadores y rogaba al Padre por ellos. Quiero que también tus últimos momentos sean completamente semejantes a los Míos en la cruz. 

Hay un solo precio con el cual se compran las almas, y éste es el sufrimiento unido a Mi sufrimiento en la cruz. El amor puro comprende estas palabras, el amor carnal no las comprenderá nunca."

(Diario de Santa Faustina, +394)

DEBEMOS EVITAR HABLAR DEMASIADO


Huye cuando puedas del bullicio de los hombres, pues mucho estorba el tratar de las cosas del siglo, aunque se haga con buena intención, porque pronto somos cautivos de la vanidad. Muchas veces quisiera haber callado, y no haber estado entre los hombres. Pero ¿cuál es la causa de hablar tanto y platicamos unos con otros, viendo cuán pocas veces volvemos al silencio sin daño de la conciencia? 

La razón es, que por el hablar procuramos consolarnos unos con otros, y deseamos aliviar el corazón fatigado de pensamientos diversos;  Mas, ¡oh dolor!, que esto se hace muchas veces vanamente y sin fruto; porque esta consolación exterior es de gran detrimento a la interior y divina. Por eso, velemos y oremos, no se nos pase el tiempo en balde. Si se puede y conviene hablar, sea de cosas edificantes. La mala costumbre, y la negligencia en aprovechar, ayuda mucho a la poca guarda de nuestra lengua; pero no poco servirá para nuestro espiritual aprovechamiento la devota plática de cosas espirituales, especialmente cuando muchos de un mismo espíritu y corazón se juntan en Dios.

(Imitación de Cristo, Thomas de Kempis)


A MARÍA SE LE HA CONCEDIDO MÁS GRACIAS QUE A LOS SANTOS


Cualquier gracia o don sobrenatural que Dios ha concedido a algún santo o criatura humana, lo ha concedido también a la Virgen María en la misma forma o en grado más eminente.

Esta afirmación tiene su fundamento en el hecho colosal de la maternidad divina de María.

Veamos algunos testimonios por parte de algunos santos:

San Bernardo : « Lo que consta haber sido concedido a algunos mortales, aunque sea a pocos, ciertamente no se puede pensar que fuese denegado a María, por la cual fueron todos librados de la muerte y trasladados a la vida».

San Buenaventura: «Cualquier dignidad o gloria concedida parcialmente a los santos, fue concedida íntegramente a la sagrada Virgen María».

Santo Tomás de Aquino : «Créese, con razón, que aquella bienaventurada Virgen que engendró al Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad, hubo de recibir más que nadie de los dones y privilegios de la misma gracia».

P ío XI: «Es María Madre de Dios, y, como tal, obtuvo con creces cualquier privilegio concedido a cualquier santo en el orden de la gracia santificante»

(Teología y espiritualidad marianas, Antonio Royo Marín)

BENDITO SEAS JESÚS, POR TU SANGRE PRECIOSA


Oh preciosa Sangre de Cristo derramada para nuestra salvación:

Ella regocija; ella embriaga, dilata el corazón, rechaza la tristeza, disipa los sombríos pensamientos, quita el miedo, reanima la desesperación.

Ella cura; ella cicatriza las llagas del pecado, repara los males causados por los malos hábitos, es un bálsamo muy eficaz para todas las llagas del alma.

Es el agua pura y sana, fresca y limpia, por la cual suspira el ciervo sediento y el viajero fatigado; ella mitiga la fiebre de la sangre, templa el fuego de las pasiones, de la cólera, de la soberbia y de la concupiscencia, el alma la bebe, se baña con ella, se sumerge en ella y halla la vida.

Jesús, que habéis depositado en el vivificante licor de vuestra Sangre preciosa todas las virtudes, todos los sabores, todos los bálsamos, todos los encantos y todos los excesos, ¡ah! bendito, alabado y glorificado seáis por tan inenarrable don.

A vuestra sangre debo mi bautismo; A vuestra sangre mi primera comunión y mi comunión de cada día; Y la absolución que me levanta cuando caigo. Y todas esas gracias que me previenen, me excitan y sostienen, iluminando mi inteligencia, fortificando mi voluntad; toda la savia de mi vida sobrenatural, con las ardientes emanaciones que la fecundan, los rocíos que la refrescan, los socorros que la defienden, todo me viene de vuestra sangre adorable, derramada una vez sobre el Calvario y todos los días sobre el altar!

A vuestra Sangre deberé mi cielo y vuestra vista, y vuestra posesión y la gloria y la dicha sin fin. ¡Ah! ¿ Qué daré á vuestra sangre por tantos beneficios ? La beberé de nuevo y todos los días de mi vida en el cáliz eucarístico, hasta que la beba sin interrupción en la copa de oro del eterno banquete.

(La persona del Cristo Eucarístico, R.P.A. Tesniére)

ORACIÓN A CRISTO EN LA CRUZ


Señor mío Jesucristo, te adoro colgado en la Cruz y coronado de espinas, rogándote que esa misma Cruz me libre del ángel vengador.

Señor mío Jesucristo, te adoro herido en la Cruz, manchados los labios de hiel y vinagre, rogándote que tus heridas sean el remedio que necesita mi alma.

Señor mío Jesucristo, te adoro colocado en el sepulcro, ungido con mirra y perfumes, rogándote que en tu muerte encuentre yo mi vida.

Señor mío Jesucristo, pastor bueno, protege a los justos, convierte en justos a los pecadores, ten piedad de todos tus siervos y a mí, pecador, mírame con compasión.

Señor mío Jesucristo, por aquella amargura que sufriste por mí en la Cruz, especialmente en el momento en que entregaste el espíritu, apiádate de mí en la hora en que yo entregue el mío.

Amen.

MARÍA, SALVACIÓN DE LOS QUE TE INVOCAN

Nuestro Salvador es Jesucristo, pero al ser María su madre, al haberlo llevado en su vientre nueve meses alimentándolo y protegiéndolo, al haber estado ella junto a la Cruz hasta el último instante, al ser ella co-redentora con Él, ha querido que todas las gracias pasen por sus manos maternales. Cuando un caso ya parece perdido, Jesús ha querido en su infinita misericordia que aun haya un rayo de esperanza para ese pecador, una luz, un faro que lo lleve a buen puerto, y ese faro es María, ella es la gran intercesora junto con San José, ella es el último recurso, si ella le pide a Jesús por esa alma, Él no se puede negar, por lo tanto María es un regalo de Dios, ella salvará a los que ya no tenían esperanza, los que se acogen a ella no quedan defraudados porque María es la Omnipotencia suplicante, a ella no se le niega nada.

Veamos lo que dicen los santos sobre la poderosa intercesión de María:

“¡Oh salvación de los que te invocan!” - San Buenaventura -

“Nadie se salva sino por ti, María” - San Germán -

"El que pide y pretende conseguir las gracias sin la intercesión de María, pretende volar sin alas" - San Antonino -

"Dios no concede ninguna gracia sino por mano de María" - San Bernardo -

“Nuestra salvación está en manos de María"- Ricardo de San Lorenzo -

“Toda la salvación del mundo depende de los innumerables favores de María” - Casiano -

“Señora, ya que eres la dispensadora de todas las gracias y la gracia de la salvación sólo puede venirnos de tu mano, quiere esto decir que de ti depende nuestra salvación”- San Bernardino de Siena -

” La santa Iglesia aprueba que la llamemos “salud de los enfermos”. ¿Y vamos a tener escrúpulo en pedirle que nos salve, siendo así que a nadie sino por ella se le abren las puertas de la salvación? -San Alfonso Mª de Ligorio -




ORACIÓN PARA REZAR ANTES O DESPUÉS DE COMULGAR, DE SANTO TOMÁS DE AQUINO


Gracias te doy, Señor Dios, Padre todopoderoso, porque, a pesar de mi indignidad y solo por tu misericordia, has querido admitirme a la participación del sacratísimo Cuerpo de tu Hijo unigénito, nuestro Señor Jesucristo.

Te suplico, Padre clementísimo, que esta sagrada comunión no sea para mi alma ocasión de castigo, sino intercesión saludable para el perdón; que sea armadura para mi fe, escudo para mi buena voluntad, muerte de todos mi vicios, exterminio de todos mis carnales apetitos y aumento de caridad, paciencia, verdadera humildad y de todas las virtudes; sea perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu, firme defensa contra todos los enemigos visibles e invisibles, serenidad en las tentaciones, perpetua unión contigo solo, mi verdadero Dios y Señor, y sello feliz de mi dichosa muerte.

Y te ruego tengas por bien llevarme a mí, pecador, a aquel convite inefable donde tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus santos luz verdadera, santificación cumplida y gozo perdurable, dicha completa y felicidad perfecta. 

Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

CREÍAN QUE YA ESTABA EN EL CIELO


 

María Simma cuenta:

Veamos la experiencia de una religiosa contemplativa, que vive todavía. Ella era, entonces, sierva de María y asistía por las noches a una señora anciana. Esta señora tenía un hijo, que estaba muy grave con cáncer y que murió antes que ella. 

La anciana vivía con una hija, que tenía hijos pequeños, y todos formaban una familia muy cristiana y muy unida. 

Dice así: “Por las noches, rezaba yo el rosario con su hija y esposo y me contaban lo bueno que había sido el difunto hijo y cómo había ido cuando estaba vivo todos los días a la misa y a la comunión, cuántas limosnas daba a los pobres y otras muy buenas acciones que había hecho. Según ellos, ya estaría en el cielo y no necesitaría oraciones.

Dos o tres días después de su muerte, a las tres de la mañana, estaba yo orando, cuando empecé a oír unas pisadas como si corriesen, eran unos ruidos y golpes que el primer día me dio un poco de miedo, pero pensé que alguno de la casa se habría levantado por no estar bien. A los tres días de oír estos ruidos, me dijo la hija de la anciana que ella también oía los ruidos y no sabía a qué atribuirlos.

Pues bien, aquel mismo día, a las siete de la mañana, me acababa de ir yo a mi convento, cuando el niño que tenían de tres años empezó a llamar a su madre. Su madre se levantó de la cama y encontró al niño sentadito en la cuna, muy contento, y le dijo muy claro: “Mamá, he visto al tío Javier”. Su madre le dijo que el tío Javier estaba en el cielo, pero insistía: “Lo he visto, ha venido aquí y me ha dicho que al morir te pidió una misa en los jesuitas y que la mandes celebrar para poder ir pronto al cielo”.

Era cierto, antes de morir le había encargado una misa por su alma en la Iglesia de los jesuitas y se había olvidado, pensando que no la necesitaba, porque era muy bueno y estaría ya en el cielo. Ese mismo día fueron inmediatamente a encargar la misa. Por supuesto, ya no volvieron a oírse los ruidos y una gran paz y alegría reinó en aquella casa”.

Por eso, aunque creamos que nuestros difuntos están ya en el cielo, “por si acaso” no está de más seguir encomendando a nuestros familiares, aun después de varios años. Si ellos no necesitan las oraciones, el Señor se las aplicará a otros que las necesitan. La oración nunca se pierde, siempre es eficaz, especialmente la misa, cuyo valor es tan grande que abarca a todas las personas de todos los tiempos y lugares.

- María Simma, las Almas del Purgatorio -



ORACIÓN DE LOS PADRES POR SUS HIJOS PEQUEÑOS


Señor Jesús, que quisiste un día ser también, protege a nuestros hijos, que son fruto de nuestro amor, fuente de nuestra alegría, esperanza de nuestras vidas.

Tú que dejabas a los pequeños que se acercaran a ti cuando estabas en la tierra, y los bendecías, bendice también a nuestros hijos y no permitas que su inocencia sea profanada por el mal.

Haz que crezcan según tu ejemplo, en edad, sabiduría y gracia. Acércanos su inocencia; haz que veamos tu rostro en sus ojos y que en ellos reencontremos nuestra infancia, con todas sus promesas.

Que nuestros hijos nos enseñe a ser niños también a nosotros, para entrar en el reino de los cielos.

Amén.

ALEGRÍA DE LOS PERSEGUIDOS (Revelaciones de Dios a Santa Catalina de Siena)

Os he dado mi imagen y semejanza y habiendo vosotros perdido la gracia por el pecado, para devolveros la vida de la gracia, uní a vosotros mi naturaleza divina, cubriéndola con el velo de vuestra humanidad . Siendo vosotros mi imagen, tomé la vuestra al tomar forma humana . De modo que soy uno con vosotros si el alma no se aparta de mí por la culpa del pecado mortal, pues quien me ama está en mí, y yo en él '. 

El mundo os persigue porque no tiene semejanza conmigo, y por eso persiguió a mi Hijo unigénito hasta la afrentosa muerte de la cruz; y lo mismo hace con vosotros. Os persigue y perseguirá hasta la muerte , porque no me ama . Si el mundo me amara , os amaría a vosotros.

Pero alegraos, porque vuestra alegría será completa en el cielo y cuanto más abunden ahora las tribulaciones en el cuerpo místico de la santa Iglesia, tanto más abundará en ella la dulzura y el consuelo. La dulzura consistirá en esto: en la reforma de los santos y buenos pastores, que son flores de gloria, es decir, que dan gloria y alaban mi nombre ofreciéndome los perfumes de la virtud fundada en la verdad. 

(El diálogo, santa Catalina de Siena)



LO QUE CUENTA ES LA INTENCIÓN


 

Para pecar basta tener intención de hacer lo que es pecado, aunque después no se realice.

Soy culpable del pecado en el momento en que he decidido cometerlo.

Por ejemplo: peca gravemente quien ha tenido intención de cometer un adulterio, aunque después, por alguna dificultad que surgió, no lo haya realizado en la práctica.

El pecado realizado es más grave, pero sólo el intentarlo ya es pecado.

Uno coge cierta cantidad de dinero con intención de robar, y luego se entera que robó su propio dinero: ha cometido pecado formal aunque no haya sido pecado material, ha cometido el mismo pecado como si hubiera robado dinero a otro.

Dios mira la intención de los corazones.

(P. Jorge Loring)

SER DEVOTOS DE MARÍA

 Donde está María no puede estar el espíritu maligno. Precisamente una de las señales más infalibles de que somos gobernados por el buen espíritu es el ser muy devotos de la Santísima Virgen, pensar y hablar frecuentemente de Ella.

Así piensa San Germán, quien añade que así como la respiración es señal clara de que el cuerpo no está muerto, del mismo modo el pensar con frecuencia en María e invocarla amorosamente es señal cierta de que el alma no está muerta por el pecado.

(Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, San Luis María de Montfort)



EL HERMOSO SOL QUE IRRADIÓ MI VIDA

 Al acercarse el momento supremo de su muerte, Santa Isabel de la Trinidad, carmelita descalza, decía estas conmovedoras palabras a sus hermanas:

"Os dejo mi fe en la presencia de Dios, del Dios todo Amor que habita en nuestras almas. Os lo confío, esta intimidad con Él “adentro” ha sido el hermoso sol que irradió mi vida, transformándola ya en un cielo anticipado. Es lo que hoy me sostiene en el sufrimiento. No tengo miedo de mi debilidad, pues el Fuerte está en mí y su virtud es omnipotente. Ella obra, dice el Apóstol, más allá de lo que podemos esperar.»

Que este bello testamento también nos consuele a todos nosotros.

(Doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad, M.M. Philipon, O.P.)



SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE YO HAGA?



Dios quiere que le amemos con todo nuestro corazón: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. 

Quien ama a Dios con todo su corazón, repite sinceramente con el Apóstol: Señor, ¿qué quieres que yo haga?. Señor, dadme a conocer qué queréis de mí, que dispuesto estoy a hacerlo todo. 

Y entendamos esto bien, que cuando queremos lo que Dios quiere, entonces queremos nuestro mayor bien, pues Dios solo quiere nuestro verdadero bien. 

Decía San Vicente de Paúl: «La conformidad con el divino querer es el tesoro del cristiano y el remedio de todos nuestros males, porque implica la abnegación de sí mismo y la unión con Dios y todas las virtudes». La suma de toda la perfección está encerrada en estas palabras: Señor, ¿qué queréis que yo haga? Nos promete Jesucristo que no perecerá un cabello de vuestra cabeza ; es decir, que el Señor nos recompensa cualquier buen pensamiento que por darle gusto hayamos tenido y no deja sin premio cualquier tribulación que con paz y alegría hayamos sobrellevado para conformarnos con su santa voluntad.

(Práctica de amor a Jesucristo, san Alfonso Mª de Ligorio)

DE MARÍA NUNCA SE DICE LO BASTANTE

 Es verdadero el axioma tan repetido por los mariólogos:  De María numquam satis (De María nunca se dice lo bastante).  Lo cual no quiere decir que alabando a María no quepan exageraciones, errores y hasta verdaderas herejías, sino tan sólo que apenas podemos encontrar palabras justas para ensalzarla convenientemente, teniendo en cuenta su excelsa y casi incomprensible dignidad de Madre de Dios. 

La misma liturgia de la Iglesia expresa con fuerza esta verdad. El gran pontífice Pío IX, en la bula Ineffabilis Deus, con que definió el dogma de la Inmaculada Concepción, dice expresamente que María manifestó «tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios» 

(Teología y espiritualidad marianas, R. Marín)



MUCHAS ALMAS VIVEN EN PECADO MORTAL, OREMOS POR ELLAS


Las personas que se quieren santificar, han de luchar y desembarazarse de todo cuanto pueda constituir un estorbo en su camino hacia la santificación. Hay que recoger también en él las pruebas de Dios o purificaciones pasivas, que tienen por objeto completar la purificación del alma que ella por sí sola no podría conseguir del todo.

El pecado es el «enemigo número uno» de nuestra santificación y en realidad el enemigo único, ya que todos los demás en tanto lo son en cuanto provienen del pecado o conducen a él. 

El pecado, como es sabido, es «una transgresión voluntaria de la ley de Dios» Hay hombres que viven habitualmente en pecado mortal. Absorbidos casi por entero por las preocupaciones de la vida, metidos en los negocios profesionales, devorados por una sed insaciable de placeres y diversiones y sumidos en una ignorancia religiosa que llega muchas veces a extremos increíbles, no se plantean siquiera el problema del más allá. 

Muchos descienden al sepulcro tranquilamente, sin plantearse otro problema ni dolerse de otro mal que el de tener que abandonar para siempre este mundo, en el que tienen hondamente arraigado el corazón. 

Estos desgraciados son «almas tullidas—dice Santa Teresa—que, si no viene el mismo Señor a mandarlas se levanten, como al que había treinta años que estaba en la piscina, tienen harta mala ventura y gran peligro» En gran peligro están—en efecto—de eterna condenación. Si la muerte les sorprende en ese estado, su suerte será espantosa para toda la eternidad. El pecado mortal habitual tiene ennegrecidas sus almas de tal manera, que «no hay tinieblas más tenebrosas ni cosa tan obscura y negra que no lo esté mucho más» Afirma Santa Teresa que, si entendiesen los pecadores cómo queda un alma cuando peca mortalmente, «no sería posible ninguno pecar".

(Antonio Royo Marín, fraile y teólogo)

¡ABRE TU PUERTA!



Señor: Tú llegas a nuestro mundo y nos invitas 

a abrir la puerta de nuestro corazón a todos los hombres.

Tú ya nos dijiste que eres Tú quien viene 

cuando alguien llama a nuestra puerta.

Tu palabra es ésta: “He aquí que estoy a la puerta y llamo.

Si alguno oye mi voz y abre la puerta,

Yo entrará y cenaré con él y él conmigo”.

Señor: que sepamos escuchar tu voz, esa voz que nos llega

por nuestros hermanos. Que abramos la puerta

para acogerte a Ti, y en Ti a todos los hombres.

NO LLORÉIS SOLA, MADRE AFLIGIDA


¡Oh Madre afligida! No quiero que lloréis sola: 

deseo unir mis lágrimas a las vuestras, y con este fin 

os suplico que me concedáis un eterno recuerdo 

de la dolorosa Pasión de Jesucristo y de la vuestra, 

para que todos los días que me resten de vida 

los emplee en llorar por vuestros dolores. 

¡Oh Madre mía! ¡Oh Madre del Redentor! 

Dignaos hacer que estos dolores me inspiren 

una eterna confianza en la hora de mi muerte 

para no desesperar a la vista de mis pecados; 

que obtengan para mí el don de la perseverancia, 

y finalmente el paraíso, donde en vuestra compañía 

pueda cantar las infinitas misericordias de mi Dios 

y las vuestras. Amén.

(San Alfonso Mª de Ligorio)

ALABANZAS A SAN JOSÉ

 Oh glorioso Patriarca, San José, a Vos vengo para veneraros de corazón como al más fiel esposo de la madre de Dios, como cabeza de la familia más santa, como padre nutricio del Hijo de Dios, y como el leal depositario de los tesoros de la Santísima Trinidad.

En vuestra persona honro la elección del Padre que quiso compartir con Vos la autoridad sobre su Unigénito Hijo; venero la elección del Hijo divino quien quería obedeceros y recibir su sustento ganado por el trabajo de vuestras manos; la elección del Espíritu Santo, quien os confió su castísima esposa.

Os ensalzo porque habéis llevado en vuestras manos al Niño Dios, estrechándole a vuestro pecho, transportado de alegría.




ORACIÓN POR LAS FAMILIAS (Papa Francisco)

 Jesús, María y José,

en vosotros contemplamos

el esplendor del verdadero amor,

a vosotros, confiados, nos dirigimos,

Santa Familia de Nazaret.

Que nuestras familias sean también,

lugar de comunión y cenáculo de oración,

auténticas escuelas del Evangelio,

y pequeñas Iglesias domésticas.

Santa Familia de Nazaret,

que nunca más haya en las familias

episodios de violencia, de cerrazón y de división;

que quien haya sido herido o escandalizado

sea pronto consolado y curado.

Santa Familia de Nazaret,

que todos tomemos conciencia

del carácter sagrado e inviolable de la familia,

y de su belleza en el proyecto de Dios.

Jesús, María y José,

escuchen y acojan nuestra súplica. Amén

MUCHOS ATEOS DICEN QUE JESÚS ES INVENTADO, PERO...


 De Jesús de Nazaret tenemos más y mejor información que de la mayoría de los personajes de su tiempo. Disponemos de todo lo que los testigos de su vida y de su muerte nos han transmitido: tradiciones orales y escritas sobre su persona, entre las que destacan los cuatro evangelios, que han sido transmitidas en la realidad de la comunidad de fe viva que él estableció y que continúa hasta hoy. 

Esta comunidad es la Iglesia, compuesta por millones de seguidores de Jesús a lo largo de la historia, que le han conocido por los datos que ininterrumpidamente les trasmitieron los primeros discípulos. Los datos que hay en los evangelios apócrifos y otras referencias extrabíblicas no aportan nada sustancial a la información que nos ofrecen los evangelios canónicos, tal como han sido trasmitidos por la Iglesia. 

Hasta la Ilustración, creyentes y no creyentes estaban persuadidos de que lo que podíamos conocer sobre Jesús se contenía en los evangelios. Sin embargo, por ser relatos escritos desde la fe, algunos historiadores del siglo XIX cuestionaron la objetividad de sus contenidos. Para estos estudiosos, los relatos evangélicos eran poco creíbles porque no contenían lo que Jesús hizo y dijo, sino lo que creían los seguidores de Jesús unos años después de su muerte. Como consecuencia, durante las décadas siguientes y hasta mediados del siglo XX se cuestionó la veracidad de los evangelios y se llegó a afirmar que de Jesús “no podemos saber casi nada” (Bultmann).

Hoy en día, con el desarrollo de la ciencia histórica, los avances arqueológicos, y nuestro mayor y mejor conocimiento de las fuentes antiguas, se puede afirmar con palabras de un conocido especialista del mundo judío del siglo I d.C. —a quien no se puede tachar precisamente de conservador— que “podemos saber mucho de Jesús” (Sanders). Por ejemplo, este mismo autor señala “ocho hechos incuestionables”, desde el punto de vista histórico, sobre la vida de Jesús y los orígenes cristianos: 

1) Jesús fue bautizado por Juan Bautista; 

2) era un Galileo que predicó y realizó curaciones; 

3) llamó a discípulos y habló de que eran  doce; 

4) limitó su actividad a Israel; 

5) mantuvo una controversia sobre el papel del templo; 

6) fue crucificado fuera de Jerusalén por las autoridades romanas; 

7) tras la muerte de Jesús, sus seguidores continuaron formando un movimiento identificable; 

8) al menos algunos judíos persiguieron a ciertos grupos del nuevo movimiento (Ga 1,13.22; Flp 3,6) y, al parecer, esta persecución duró como mínimo hasta un tiempo cercano al final del ministerio de Pablo (2 Co 11,24; Ga 5,11; 6,12; cf. Mt 23,34; 10,17). 

Sobre esta base mínima en la que los historiadores están de acuerdo se pueden determinar como fidedignos desde el punto de vista histórico los otros datos contenidos en los evangelios. La aplicación de los criterios de historicidad sobre estos datos permite establecer el grado de coherencia y probabilidad de las afirmaciones evangélicas, y que lo que se contiene en esos relatos es sustancialmente cierto.

Por último, conviene recordar que lo que sabemos de Jesús es fiable y creíble porque los testigos son dignos de credibilidad y porque la tradición es crítica consigo misma. Además, lo que la tradición nos trasmite resiste el análisis de la crítica histórica. Es cierto que de las muchas cosas que se nos han trasmitido sólo algunas pueden ser demostrables por los métodos empleados por los historiadores. Sin embargo, esto no significa que las no demostrables por estos métodos no sucedieran, sino que sólo podemos aportar datos sobre su mayor o menor probabilidad. Y no olvidemos, por otra parte, que la probabilidad no es determinante. Hay sucesos muy poco probables que han sucedido históricamente. Lo que sin duda es verdad es que los datos evangélicos son razonables y coherentes con los datos demostrables. En cualquier caso, es la tradición de la Iglesia, en la que estos escritos nacieron, la que nos da garantías de su fiabilidad y la que nos dice cómo interpretarlos. 




BIBLIOGRAFÍA: A. VARGAS MACHUCA, El Jesús histórico. Un recorrido por la investigación moderna, Universidad Pontifica de Comillas, Madrid 2004; J. GNILKA, Jesús von Nazareth. Botschaft und Geschichte, Herder, Freiburg 1990 (ed. esp. Jesús de Nazaret, Herder, Barcelona 1993); R. LATOURELLE, A Jesús el Cristo por los Evangelios. Historia y hermenéutica, Sígueme, Salamanca 21986; F. LAMBIASI, L’autenticità storica dei vangeli. Studio di criteriologia,: EDB, Bologna 21986. 

Entrada destacada

ORACIÓN PARA SER MISERICORDIOSOS

"Oh Señor, deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti. Que este supremo atributo de Dios, es decir su inso...

ENTRADAS POPULARES