LOS RECUERDOS AMARGOS LLENAN EL ALMA DE INQUIETUD DAÑINA


Cuidado con los recuerdos amargos. Para evitar ese mal tan dañoso que es la inquietud conviene alejar de nuestra mente esos recuerdos amargos y tristes que quieren anidarse allí como roedores dañinos. Lo único que ganamos pensando en eso es que se graben de tal manera en la mente que ya después no seremos capaces de alejarnos de allí. Y son recuerdos que en vez de contribuir a volvernos mejores, lo que hacen es llenar el alma de vanas inquietudes y de inútiles amarguras. 

¿Que alguien nos humilló y nos atacó injustamente? Pues con eso hizo crecer nuestra humildad y nos ejercitó en la paciencia. 

¿Que hemos cometido muchos y graves pecados en la vida pasada? Pues si ya los hemos confesamos y le hemos pedido muchas veces a Dios que nos perdone, ¿Para qué seguir recordándolos?  Más bien sumerjámoslos en el océano inmenso de la bondad y de la misericordia de Dios y así se cumplirá lo que prometió el profeta Miqueas: "Tú, oh Dios, arrojarás al fondo del mar todos nuestros pecados para no volverlos a recordar" (Mt 7,19). 

 ¿Para qué seguir atormentándonos con estos recuerdos de un pasado que ya por más que nos angustiemos no podemos cambiar ni hacer que no haya sido así? 

Confiemos el pasado en manos de Dios y dediquémonos a vivir alegres y optimistas el presente, esforzándonos por agradarle con nuestro buen comportamiento. 

¿ Que tuvimos tremendas imprudencias que nos ocasionaron enormes pérdidas? Aprovechemos esta amarga experiencia para aprender lecciones para el futuro, pero no nos amarguemos llorando por la leche derramada, que con llorar no vamos a lograr recoger nada. 

Volvamos a empezar animosos, pues son muchas las personas que en una imprudencia perdieron los ahorros de toda una vida y luego con la ayuda de Dios lograron reponerse y volver a surgir. Pero si nos dejamos llevar por la preocupación y la depresión acabaremos con nuestra salud nerviosa, acortaremos nuestra vida, y con esos afanes nada lograremos remediar.

San Pedro dice: "Coloquemos nuestras preocupaciones en manos de Dios, que Él se interesa por nosotros" (1P 5, 7)

(Combate espiritual, Lorenzo Scupolli)

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