Señor Jesús, que quisiste un día ser también, protege a nuestros hijos, que son fruto de nuestro amor, fuente de nuestra alegría, esperanza de nuestras vidas.
Tú que dejabas a los pequeños que se acercaran a ti cuando estabas en la tierra, y los bendecías, bendice también a nuestros hijos y no permitas que su inocencia sea profanada por el mal.
Haz que crezcan según tu ejemplo, en edad, sabiduría y gracia. Acércanos su inocencia; haz que veamos tu rostro en sus ojos y que en ellos reencontremos nuestra infancia, con todas sus promesas.
Que nuestros hijos nos enseñe a ser niños también a nosotros, para entrar en el reino de los cielos.
Amén.
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