EL PODER DE LA ORACIÓN


 

Hoy en día está de moda la frase: "Las manos que ayudan son más nobles que los labios que rezan".

Nada hay más equivocado que esta frase, un absoluto error, frase que viene evidentemente de alguien que no reza, que no conoce la oración, que probablemente ni crea en Dios.

«Los que oran —decía después de su conversión el eminente literato y político Donoso Cortés— prestan mejores servicios al mundo que los que combaten, y si el mundo va de mal en peor es porque hay más batallas que oraciones». 

«Las manos en actitud de súplica —dice Bossuet— derrotan más batallones que las que empuñan armas». ¡Cuántas innumerables gracias nos habrán alcanzado las almas contemplativas en los claustros y desiertos! 

Una fervorosa oración alcanza más fácilmente la conversión de un pecador que largas discusiones y bellos razonamientos. 

Y es que el que ora, trata con Dios directamente, la causa primera de toda conversión. Y así dispone todas las causas segundas que reciben su eficacia de la primera. De esta forma se logra con más rapidez y seguridad el efecto anhelado.


(El alma de todo apostolado, J.B. Chautard, abad cisterciense)

ORACIÓN PARA PARECERNOS A MARÍA

¡María, Madre del corazón generoso, Madre de la humildad, de la entrega confiada, quiero imitarte en todo, quiero tener tus mismos deseos, dar tu mismo sí a Dios, ser auténtico en el hágase de mi vida! ¡Y cuando Dios se haga presente en mi vida quiero aceptarlo todo desde el primer momento, como tú, sin dudas ni miedos! 

¡Y aunque me desconcierte, como te ocurrió a Ti, María, quiero entregarme a Dios con confianza y amor! ¡Concédeme la gracia, María, de caminar a tu lado, de decir que sí como lo hiciste tu, Madre, entregarme como lo hiciste tu con amor y humildad, seguir a Jesús con tu misma predisposición, negarme a mi mismo para darlo todo por tu Hijo! ¡Quiero, Madre, ser como tu, humilde, esperanzada, ser testimonio del amor de Jesús! ¡Quiero que me ayudes a parecerme a Ti, María, que eres el mejor modelo de entrega, de fidelidad, de amor y de humildad!

EL MISTERIO DEL DOLOR


En ciertos momentos de la vida, el cristiano tendrá que creer en contra de las apariencias, «esperar contra toda esperanza» (Rom 4, 18). 

Inevitablemente, surgen ocasiones en las que no podemos comprender los motivos de la actuación de Dios, porque en ellas no interviene la sabiduría de los hombres, una sabiduría a nuestro alcance, comprensible y explicable por la inteligencia humana, sino la misteriosa e incomprensible Sabiduría divina, la que dirige todas las cosas, pues es infinitamente más poderosa y más amante, y sobre todo más misericordiosa.

Y si la Sabiduría de Dios es incomprensible en sus caminos, y a veces desconcertante, será también incomprensible lo que prepara para los que esperan en ella y que sobrepasa infinitamente en gloria y belleza a lo que podamos imaginar o concebir: 

«Lo que ni el ojo vio, ni oído oyó, ni llegó al corazón del hombre, eso preparó Dios para los que le aman» (I Cor 2, 9). 

La sabiduría del hombre únicamente puede producir obras a la medida humana; sólo la Sabiduría divina puede llevar a cabo cosas divinas, y a esa grandeza divina nos tiene destinados. Esta debe ser, pues, nuestra fuerza frente al problema del mal y el dolor, no una respuesta filosófica, sino una confianza filial en Dios, en su Amor y en su Sabiduría. 

La certeza de que «todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios», y que «los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros» (Rom 8, 18).

La Paz interior, Jacques Philipe




LA TENTACIÓN EJERCITA LA VIRTUD



Es del máximo interés el soportar con toda paciencia cualesquiera molestias y todo contratiempo que acongoja nuestro espíritu, teniendo muy presente que forman nuestra cruz. 
Ayudad al Señor y llevad con él la cruz, de buen grado, con ánimo alegre, porque la cruz tenéis que llevarla siempre; y, si rehusáis alguna, en su lugar hallaréis otra más pesada. 
Puesta en Dios nuestra confianza y esperando su ayuda, no nos entretengamos con los halagos de los 
vicios. No hay que acobardarse ni detenerse jamás, sino que ininterrumpidamente hay que estar cobrando ánimos. 
Haced memoria de las aflicciones y de las grandes tentaciones que nuestros santos padres pasaron en el desierto. Lo que en su espíritu experimentaron fue para ellos mucho más grave que las penitencias y austeridades que impusieron a sus cuerpos. El que nunca es tentado ninguna virtud conseguirá. Someteos, pues, al divino beneplácito, ya que Dios nunca permite que seamos afligidos como no sea para nuestra salvación. Dice el evangelista: Quien quiera venir en pos de mí empiece por negarse a sí mismo; que quiere decir, olvidarse de sí mismo, no darse importancia a sí mismo, despreciarse a sí mismo, y desear ser despreciado por los demás. 
El Señor manda que tomemos nuestra cruz y que le sigamos, esto es, que suframos los padecimientos y las fatigas de nuestro cuerpo por amor a él, de la misma manera que él lo sufrió todo por amor a nosotros. 
Cuando los judíos descargaron la cruz de los hombros del Señor por miedo de que, desfallecido por los azotes y los tormentos, expirase antes de llegar al lugar donde tenía que ser crucificado, y se le cargaron a Simón, este la tomó de muy mala gana; y, aunque la llevó, de ninguna manera murió en ella como murió nuestro Señor, que libremente y por su propia voluntad la llevó y en ella expiró, entregando el alma a Dios su Padre: imitadle a él siguiendo su ejemplo. 
Tenéis vuestra cruz en las aflicciones, llevadla de buen grado hasta el fin y morid en ella entregando a Dios vuestra alma. Alabad a Dios y dadle gracias porque os ha llamado a su servicio. No despreciéis a nadie, ya que es voluntad de Dios que améis al prójimo como a vosotras mismas y a todas las hermanas, aun a las que os injurian o lo desean. 
Amad, sobre todo, dentro de vosotras mismas y poned sumo empeño en refrenar los desordenados 
movimientos de ánimo. Poned hoy algún remedio, mañana otro, y, de esta suerte, poco a poco venceréis y triunfaréis de todas las tentaciones; y, cuando el Señor vea vuestra buena voluntad y vuestra perseverancia, os dará su gracia y su ayuda para que llevéis las cargas de la vida religiosa hasta el fin y, por su amor, nada os resultará difícil de tolerar.

 De las Exhortaciones de la beata Francisca de Amboise a sus monjas  (Cap. XIII, Carmelus II [1964], pp. 254-255)

RECEMOS EL SANTO ROSARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO


 - ¿Alguna vez se le ha aparecido algún alma del purgatorio pidiéndole que rezara un rosario con él o ella? 

- María Simma:
Sí, eso sucede. Recuerdo una vez, fue en los años 50, cuando viajaba en tren desde Bludenz. 
Era uno de esos días en los que había muchos viajeros, así que elegí, como hago habitualmente, el último vagón del tren. Subí y pronto encontré un compartimiento en el que viajaba solamente una mujer. Me senté a su lado. Todavía no me había acomodado cuando sacó un rosario de su bolso y dijo: "Bueno, aquí hay alguien que rezará el rosario conmigo". 
Lo primero que pensé fue: "Si hace lo mismo con todo el que entra, no me extraña que esté sentada aquí sola". Pero, por supuesto, yo estaba muy feliz de rezar con ella el rosario y en el tiempo que duró no entró nadie al compartimiento. 
Cuando terminamos dijo: "Gracias a Dios". Y desapareció al instante. 
Me encontré totalmente sola en el compartimento, mientras numerosas personas daban vueltas por los pasillos. 
Solo en ese momento fue cuando tuve el presentimiento de que se había tratado de un alma del purgatorio.

RECEMOS EL SANTO ROSARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

-Sáquennos de aquí, entrevista con María Simma-

MARÍA OFRECE A DIOS NUESTRAS PLEGARIAS



Decía el Venerable Raimundo Jordano, que María no puede dejar de amar a quien la ama, y no se desdeña de servir a quien le sirve, empleando, en favor de los pecadores, todo su poder de intercesión para conseguir de su Hijo divino, el perdón para esos siervos que la aman. 

Es tanta su benignidad y misericordia, prosigue diciendo, que ninguno, por perdido que se vea, debe temer postrarse a sus pies, pues no rechaza a nadie de los que a ella acuden. 

María, como amantísima abogada nuestra, ella misma ofrece a Dios las plegarias de sus siervos y señaladamente las que a ella se dirigen; porque así como el Hijo intercede por nosotros ante el Padre, así ella intercede por nosotros ante el Hijo y no deja de tratar ante ambos, el negocio de nuestra salvación y de obtenernos las gracias que le pedimos.


 (Las Glorias de María, san Alfonso Mª de Ligorio) 

MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA


El dogma de la maternidad divina de María es un tema central de la Mariología. Es el que da sentido y hace comprensibles todas las verdades que la teología cristiana afirma de Ella. 
Esto ha sido destacado por muchos Papas. Así Pío XII afirma:

“De la misión sublime de Madre de Dios parecen derivar, como de una fuente oculta y purísima, todos los privilegios y todas las gracias que adornan su alma y su vida”

También Pablo VI señala: “El tiempo de Navidad constituye una prolongada memoria de la maternidad divina, virginal, salvífica de Aquella cuya virginidad intacta dio a este mundo un Salvador"

Igualmente, el Papa Benedicto XVI indica:  “Del título de «Madre de Dios» derivan luego todos los demás títulos con los que la Iglesia honra a la Virgen, pero este es el fundamental.

Y el Papa Francisco también ha afirmado:

“María está desde siempre presente en el corazón, en la devoción y, sobre todo, en el camino de fe del pueblo cristiano… Madre de Dios es el título principal y esencial de la Virgen María. 


- MARÍA, MADRE DE DIOS Y DE LA IGLESIA , Concepcionistas misioneras de la enseñanza-

JESÚS ESTÁ EN EL CONFESIONARIO

 


¿Y qué me podría decir ante los que retorcidamente dicen que Jesús nunca nos dijo que teníamos que ir a un confesonario a confesarnos? 

María Simma: 

- A esos les sugiero que acudan a confesarse con un sacerdote contándole sus pecados claramente. Lo importante es que se digan claramente los pecados. Jesús dijo que nos arrepintiéramos y cuando lo hacemos, Él borra nuestros pecados y solo así Satanás deja de saber de ellos; ya no puede atraer a esa persona mediante ese pecado o atacarle a causa de la débil o inexistente relación con Dios. Pero quien se encuentra en el confesionario es Jesús, no un sacerdote. 

—¿Está usted segura? 

María Simma:

-Le cuento un caso que lo sorprenderá. Una abuela italiana quiso llevar a su nieto de ocho años al padre Pío para que hiciera su primera confesión. Estaba muy entusiasmada cuando llegó a la parroquia. El niño entró a confesarse y salió radiante de alegría. La abuela sabía qué apariencia tenía el padre Pío. Era bajo, gordito, casi calvo, de ojos muy oscuros y de unos sesenta y cinco años; aun así, le preguntó a su nieto: "Dime, ¿cómo era?". 

El niño respondió con mucha calma y con detalle: "¡Oh! Era alto y fornido, con ojos castaños, y pelo largo y castaño; tenía alrededor de treinta años".


(Sáquennos de aqui, entrevista con María Simma)


DE ELLA NACIÓ JESÚS


 

“Para contarnos toda la historia de la Virgen, bastan aquellas palabras: De qua natus est Iesus: de Ella nació Jesús. ¿Qué más deseas? ¿Qué más buscas en la Virgen? Debe bastarte saber que Ella es la Madre de Dios. Yo te pregunto: ¿qué belleza, qué virtud, qué perfección, qué gracia, qué gloria podía faltar a la Madre de Dios? Da rienda suelta a tus pensamientos, estimula tu osada imaginación: figúrate una virgen purísima, prudentísima, bellísima, devotísima, humildísima, dulcísima, llena de todas las gracias, superabundando en toda santidad, adornada con todas las virtudes, favorecida con todos los carismas, gratísima a Dios; agranda luego cuanto puedas la figura imponente de semejante virgen: María es aún más grande, más excelsa; superior a cuanto de más espléndido puedes imaginar” 

- Santo Tomás de Villanueva -


PIDAMOS SACERDOTES


Nuestro Señor decía a sus Apóstoles: «Ved cómo las mieses se extienden y blanquean a lo lejos; pedid, pues, al Amo que envíe obreros a su mies.»

Que sea nuestra oración ardiente y apremiante al terminar la Adoración. Si el sacerdocio es tan magnífico, tan poderoso y tan benéfico; si es el medio necesario de su mediación y, por consiguiente, de la Redención del mundo, pidamos para innumerables almas la gracia y el honor de participar al sacerdocio de Jesucristo, de extenderlo, de multiplicarlo según las exigencias de la gloria de Dios, del servicio de la Iglesia y de la santificación de los hombres.

Pidamos sacerdotes a Aquel que sólo los discierne, los escoge y los llama.

Ayudemos a las vocaciones sacerdotales, tan contrariadas en nuestros días por la debilidad de la fe en las familias y por el espíritu del mal que anima a los poderes contra Cristo y contra su Iglesia.

Sobre todo, no cesemos de pedir para todos los sacerdotes una abundante y nueva efusión del espíritu sacerdotal del Sacerdote por excelencia: la santidad de Jesús; es decir, la separación del mundo y de su espíritu; el afecto cordial y profundo al Dios que está en el Tabernáculo, el único a quien deben aspirar; pidamos para los sacerdotes el celo por las almas, y el amor que no retrocede ante el sufrimiento, para completar en ellos el sacrificio incruento que ofrecen cada día, y cooperar así a la Redención del mundo. 


(Manual de Adoración al Santísimo Sacramento, P. Tesniére)

SAN JOSÉ SIGUE TRABAJANDO POR JESÚS


¡Qué sabroso era el pan de Nazaret! Se amasaba con el sudor abnegado de San José. ¿Para qué tanto esfuerzo? Para que Jesús creciese, se desarrollase pujante de vida.

En la teología de San Pablo hay un dogma central: el del Cuerpo Místico de Jesucristo. Piensa en él. El Cuerpo de Cristo tiene miembros. Y éstos han de crecer: crecimiento interior, intensivo. Tú eres miembro de Cristo, debes crecer en santidad, humildad, mortificación, unión con Dios, caridad…

San José trabajó para Jesús y María.

Pídele a San José: Sigue trabajando, santísimo José. Sigue procurando el crecimiento de Cristo y de su Cuerpo, el crecimiento de su Santa Iglesia. Hazme miembro suyo, robusto, con santidad heroica… Y haz que tantas almas formen un Cuerpo con Él. No permitas que ninguna de las almas vinculadas por Cristo a mi correspondencia se pierda para siempre por mi desidia y negligencia.

San José, Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.


Fuente: Mes de San José

GRACIAS, SEÑOR, POR VUESTRO AMOR



Si tú quieres conocer y contemplar mi divinidad, has de empezar por conocerme y amarme en los sufrimientos y tormentos de mi humanidad atribulada. Éste es para ti el camino más breve de la bienaventuranza. 
Cuanto tuvo de fuerte el amor que me venció, tanto tuvo de afrentosa la muerte que padecí; y el uno y la otra son la justa medida de lo que me deben amar las almas rectas y puras. 
La intensidad y el poder de mi amor resplandecen más que nada en los horrores de mi Pasión. 
El sol se conoce por sus resplandores, las rosas por su perfume, el fuego por el calor. 
Atiende, pues, y escucha con qué amor y con qué angustias he sufrido por amor de tí. 

Oración:
¡Gracias, Señor! Por el amor que os hizo bajar a este destierro, dejando el trono de vuestro Padre; 
por el amor que os puso en las angustias de una muerte 
horrible, mostrad a mi alma las formas admirables de 
que vuestro amor quiso revestirse en el árbol sangriento 
de la Cruz. 
Fuente: "Tratado de la Eterna Sabiduría" por el Beato Enrique Susón.

ES NECESARIO LIMPIAR NUESTRAS ALMAS

Lo primero que ha de hacer quien quiera salvarse y alcanzar el verdadero espíritu con perfección, es limpiar y purificar su alma de todo pecado mortal, y en cuanto le sea posible , del venial, porque mientras más limpia esté de pecados veniales e imperfecciones, más aparejada estará para recibir los rayos de luz del sol de la divina Justicia » que nacen en los que temen a Dios, que, según dice San Basilio, así como el cristal cuando está limpio y transparente recibe los rayos del sol, asi la conciencia limpia del alma pura recibe las riquezas del verdadero espiritu : " Bienaventurados , dijo el Señor, los limpios de corazón, porque ellos verán a  Dios» Este ver a Dios en la otra vida por gloria y en ésta por gracia y por espíritu, no se concede sino a los limpios de conciencia y corazón . Y así como la fuente clara y cristalina, en tiempo de gran calor, cansancio y sed, convida y atrae a los que la miran, así también , dice el glorioso San Ignacio, escribiendo una carta a la sacratísima Virgen, las almas de limpia conciencia agradan a Dios y llevan tras sí, su divino corazón .

Esta limpieza se alcanza con la penitencia , mortificación , recato, examen de conciencia, frecuencia de Sacramentos , oración y meditación de Cristo y de la gravedad del pecado, miserias del mundo, beneficios recibidos, memoria de la muerte etc...

Quien está en pecado mortal , haga penitencia con la contrición y dolor del corazón , confesión entera y satisfacción verdadera, si quiere alcanzar gracia y perdón. Y para perseverar, medite la vida y pasión de Cristo.


-Dilucidario del verdadero espíritu, Fr. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, O.C.D.-




HAY QUE HACER LO QUE ESTÉ EN NUESTRAS MANOS -Consejos del Padre Pío-



Te he dicho muchas veces que, en la vida espiritual, es necesario caminar de buena fe, sin prejuicios y sin soberbias. Haz de este modo: aplícate, en la medida en que lo permitan tu capacidad y tu debilidad, a querer hacer siempre el bien. Si lo consigues, alaba y da gracias al Señor por ello; si, a pesar de toda tu atención y buena voluntad, no consigues hacerlo totalmente o en parte, humíllate profundamente ante Dios, pero sin desanimarte; proponte estar más atento en el futuro, pide el auxilio divino, y continúa adelante.

Sé bien que tú no quieres hacer el mal intencionadamente. Y los otros males que el Señor permite y que tú cometes sin que lo desees, que te sirvan para humillarte, para mantenerte lejos de la vanagloria. 

Por tanto, no temas y no te angusties en adelante por las dudas de tu conciencia; porque sabes bien que, después de esforzarte y de hacer cuanto está en tus manos, no hay motivo para temer y angustiarse.


(30 de enero de 1919,carta del Padre Pío a fray Marcellino Diconsole, Ep. IV, 396)

DIOS SE HACE PRESENTE EN LO COTIDIANO


El ejercicio de la presencia de Dios no está reservado a las almas contemplativas solamente, pues la gracia del bautismo pone en cada uno de nosotros a la Trinidad en el alma.

Basta unirse con Dios por la fe, la caridad y la práctica de las virtudes cristianas. 

Ciertas personas creen que vivir en la presencia de Dios exige adoptar una actitud fría, y tener los ojos cerrados, nada más lejos de la realidad.

Don Bosco jugaba con sus niños y no por eso perdía la presencia de Dios. Lo esencial está en la intención y muchas almas cristianas no saben ya encontrar a Dios, aun en la oración, porque se imaginan que la vida espiritual es una cosa inaccesible, reservada a un reducidísimo número de almas privilegiadas, llamadas «místicas».

Sor Isabel de la Trinidad sabía insistir sobre ese punto ante las almas que la frecuentaban y a las que Dios retenía en el mundo: «Quisierais ser toda de Él aunque en el mundo: ¡es tan sencillo! Él está siempre con nosotros, estad vos siempre con Él. A través de todas vuestras acciones, en vuestros sufrimientos, cuando vuestro cuerpo está quebrantado, permaneced bajo su mirada. Vedlo viviente en vuestra alma.»

"Nada puede impedirnos que nos unamos con Él por el amor, ni las alegrías, ni las tristezas de la tierra, ni la salud, ni la enfermedad, ni las lisonjas o la malicia de los hombres, nada, ni siquiera nuestras faltas".


Fuente: La doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad, M.M. Philipon, O.P.

MADRE DEL ROSARIO



Salve, María, Madre del Rosario
salve, princesa de la humanidad,
Tiende tu mano a los que imploramos,
siempre nos proteja tu bondad.

Los que peregrinos en tierra de paso,
buscamos alivio a nuestros dolores,
te invocamos Madre, Reina de los Cielos,
sabiendo que tú estás siempre atenta,
nos cuidas con mimo, nos colmas de amores.

El Rosario, Señora, es nuestro homenaje
de amor encendido en tu devoción.
Son sus misterios preciosos hogares
en donde encontramos retazos de tu corazón.

No nos olvides, Madre amorosa,
en el momento de nuestra partida.
Por tu Rosario, divina Señora,
nos lleves a Cristo y hallemos la vida.

Fuente: Ángel Ramos Sánchez, Apostolado de la oración.

MEDITACIÓN DEL PADRE NUESTRO POR SAN FRANCISCO DE ASÍS

 Luego de orar con todas sus fuerzas el Padre Nuestro, San Francisco de Asís decidió reflexionar en cada uno de los versos de esta magnífica plegaria, agregando sus propias meditaciones para rogar a Dios, entonces dijo: 

¡Oh santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador y salvador nuestro! 

Que estás en los cielos: en los ángeles y en los santos; iluminándolos para conocer, porque tú. Señor, eres la luz; inflamándolos para amar, porque tú, Señor, eres el amor; habitando en ellos y colmándolos para gozar de la eterna bienaventuranza, porque tú. Señor, eres el bien sumo, eterno, de quien todo bien procede, sin quien no hay bien alguno.

Santificado sea tu nombre: clarificada sea en nosotros tu noticia, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la sublimidad de tu majestad y la hondura de tus juicios.

Venga tu reino: para que reines en nosotros por la gracia, y nos hagas llegar a tu reino, donde está la visión manifiesta de ti, el amor perfecto a ti, la unión bienaventurada contigo, la fruición de ti por siempre.

Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo: para que te amemos con todo el corazón, pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, destinando todas nuestras fuerzas y los sentidos del alma y del cuerpo al servicio de tu amor y no a otra cosa; y para que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a todos, según nuestras fuerzas, a tu amor, alegrándonos de los bienes ajenos como de los nuestros y compadeciéndolos en los males, y no siendo causa de tropiezo para nadie.

El pan nuestro de cada día: tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, dánosle hoy: para que recordemos, comprendamos y veneremos el amor que nos tuvo y cuanto por nosotros dijo, hizo y padeció.

Y perdónanos nuestras deudas: por tu inefable misericordia, por el poder de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos.

Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores: y lo que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que plenamente lo perdonemos; para que por ti amemos de verdad a los enemigos y por ellos intercedamos devotamente ante ti, no devolviendo a nadie mal por mal, y para que nos esforcemos por ser en ti útiles en todo.

Y no nos dejes caer en la tentación: oculta o manifiesta, imprevista o insistente.

Mas líbranos del mal: pasado, presente y futuro.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.



LA EUCARISTÍA NOS AUMENTA LAS VIRTUDES TEOLOGALES



La eucaristía nos aumenta las virtudes teologales, sobre todo la caridad. Y con ellas todas las demás virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.

FE:

Es evidente que aumenta la fe por el acto de fe intensísimo que hacemos al recibir un sacramento en el que «se engaña la vista, el gusto y el tacto», Es la fe la que nos dice con seguridad inquebrantable que allí no hay pan ni vino, aunque los sentidos corporales lo vean y sientan.

ESPERANZA:

Aumenta la esperanza, porque precisamente la eucaristía es prenda y garantía de la gloria según la promesa clara y explícita de Cristo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo le resucitaré el último día... El que come este pan vivirá para siempre» (lo 6,54 y 58).

CARIDAD:

Aumenta, sobre todo, la caridad. Escuchemos a Santo Tomás explicando este misterio: «Este sacramento confiere espiritualmente la gracia junto con la virtud de la caridad; por eso el Damasceno lo compara con el carbón encendido que vio Isaías: ‘Como el carbón no es simple leña, sino leña con fuego, así el pan de la comunión no es pan corriente, sino pan unido a la divinidad’.

Aumenta, finalmente, todas las demás virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo, porque, como explica Santo Tomás, están en conexión íntima con la gracia y la caridad, y el crecimiento de éstas arrastra a todos los demás elementos del organismo sobrenatural.


-Teología moral para seglares, P. Antonio Royo Marín-


PRESENCIA AMOROSA DE DIOS



Señor Jesucristo, quisiera ofrecerte 
una casa bien limpia y barrida 
para que la habites, pero no puedo. 
Ahora sí que puedo exclamar 
sabiendo lo que quiere decir: 
“Señor, no soy digno de que entres en mi casa”. 
¡Pero Tú ya estás aquí! 
Viviendo entre los ídolos 
que antes aquí reinaron. 
El suelo está sucio y, a veces, 
la habitación mal ventilada, 
¡incluso para mí! 
Tu presencia aquí me avergüenza, 
Sin embargo tú dormiste en una cueva, 
Tú pasaste noches enteras 
bajo el manto de las estrellas. 
Pero, aunque no pueda acomodarte mejor, 
sentiré de igual manera la alegría 
de que Tú estás presente. 
Tengo que creer firmemente, Señor, 
y no puedo tener la menor duda 
de que Tú te sientes como en casa 
con los pecadores. 
Y mi pecado, Señor Jesús, 
¡es que no quiero contarme entre los pecadores! 
Me cuesta mucho aceptar esto, 
aunque es absolutamente evidente. 
Pero la esperanza es como un rayo verde 
en medio de un mundo ahogado y en desorden. 
Y esta esperanza viene de tu Espíritu. 
Ahora puedo descansar, Señor, 
en esta esperanza. 

P. William Breault

LAS ALMAS DEVOTAS DE MARÍA SUFREN MENOS EN EL PURGATORIO


La pena de la privación de Dios en el Purgatorio, es extraordinariamente atenuada en las almas que fueron particularmente devotas de María. 

Esta dulcísima Madre las va a consolar y siendo ella candor de la eterna luz y espejo sin mancha nos muestra el esplendor de la gloria de Dios. 

El día de todos los Santos una joven de excepcional virtud y modestia, ve aparecer el alma de una joven que conocía, y que había muerto hacía poco, la cual le da a conocer como sufría por la sola privación de Dios, pero esta privación era para ella tan intensa, que le proporcionaba un tormento indecible. La vio todavía varias veces y casi siempre en la Iglesia, porque esta alma no pudiendo todavía contemplar cara a cara a Dios en el cielo, buscaba encontrar alivio a su pena, contemplándolo al menos bajo las Especies Eucarísticas. Sería imposible referir en palabras con qué adoración, con qué humildad y respeto, permanecía aquella alma frente a la Sagrada Hostia. Cuando asistía al Divino Sacrificio en el momento de la elevación su rostro se iluminaba de tal manera que parecía un serafín. La jovencita declaraba no haber visto nunca un espectáculo más bello.

Es así que esta misma alma que encontraba consuelo en la adoración de Jesús Eucaristía, buscaba también alivio ante la imagen de la Virgen y se mostraba siempre vestida de blanco con un rosario en la mano, en señal de su devoción a María Santísima. 

Un día, la piadosa joven, junto a otras amigas después de haber adornado piadosamente al altar de la Virgen, se arrodilló con ellas, y les propone besar los pies de la estatua y abrazarla dos veces, una por ella y otra por la amiga fallecida. 

Después de haberlo hecho vino esa alma, feliz para darle las gracias con indescriptible afecto. 


Fuente: EL PURGATORIO - La última de las misericordias de Dios - R.P Dolindo Ruotolo

DIOS HA CREADO EL MUNDO CON ORDEN Y SABIDURÍA Y CON SUS DONES LO ENRIQUECE


No perdamos de vista al que es Padre y Creador de todo el mundo, y tengamos puesta nuestra esperanza en la munificencia y exuberancia del don de la paz que nos ofrece. Contemplémoslo con nuestra mente y pongamos los ojos de nuestra alma en la magnitud de sus designios, sopesando cuán bueno se muestra él para con todas sus creaturas.

Los astros del firmamento obedecen en sus movimientos, con exactitud y orden, las reglas que de él han recibido; el día y la noche van haciendo su camino, tal como él lo ha determinado, sin que jamás un día irrumpa sobre otro. El sol, la luna y el coro de los astros siguen las órbitas que él les ha señalado en armonía y sin transgresión alguna. La tierra fecunda, sometiéndose a sus decretos, ofrece, según el orden de las estaciones, la subsistencia tanto a los hombres como a los animales y a todos los seres vivientes que la habitan, sin que jamás desobedezca el orden que Dios le ha fijado.

Los abismos profundos e insondables y las regiones más inescrutables obedecen también a sus leyes. La inmensidad del mar, colocada en la concavidad en la que Dios la puso, nunca traspasa los límites que le fueron impuestos, sino que en todo se atiene a lo que él le ha mandado. Pues al mar dijo el Señor: Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas. Los océanos, que el hombre no puede penetrar, y aquellos otros mundos que están por encima de nosotros obedecen también a las ordenaciones del Señor.

Las diversas estaciones del año, primavera, verano, otoño e invierno, van sucediéndose en orden, una tras otra. El ímpetu de los vientos irrumpe en su propio momento y realiza así su finalidad sin desobedecer nunca; las fuentes, que nunca se olvidan de manar y que Dios creó para el bienestar y la salud de los hombres, hacen brotar siempre de sus pechos el agua necesaria para la vida de los hombres; y aún los más pequeños de los animales, uniéndose en paz y concordia, van reproduciéndose y multiplicando su prole.

Así, en toda la creación, el Dueño y soberano Creador del universo ha querido que reinara la paz y la concordia, pues él desea el bien de todas sus creaturas y se muestra siempre magnánimo y generoso con todos los que recurrimos a su misericordia, por nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y la majestad por los siglos de los siglos. Amén.

De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios

(Cap. 19, 2—20, 12: Funk 1, 87-89)


VEN, ESPÍRITU SANTO



Ven, Espíritu Santo, 
quedan aún muchos muros 
que han de ser derribados; 
aún no sabemos hablar 
lenguas que todos entiendas, 
y hay tantas guerras estúpidas. 
Ven, Espíritu Santo, 
porque no somos hermanos 
no conocemos el nombre 
ni del que está a nuestro lado; 
seguimos soñando torres 
que nos hagan superiores, 
y lo maltratamos todo. 
Ven, Espíritu Santo, 
para enseñarnos a orar 
y saber decir “Jesús”; 
proclamar su testimonio 
con la palabra y la vida, 
y para que grabes en nosotros 
la imagen viva de Cristo. 
Ven, Espíritu Santo, 
Sé nuestro mejor perfume, 
nuestra alegría secreta, 
nuestra fuente inagotable, 
nuestro sol y nuestra hoguera, 
nuestro aliento y nuestro viento, 
nuestro huésped y consejero. 
Ven, Espíritu Santo. 
Ven, Espíritu amigo. 
Ven. 

-Itaka, escolapios-

ME PONDRÉ DE CENTINELA PARA ESCUCHAR LO QUE ME DICE EL SEÑOR

 De los Sermones de san Bernardo, abad

(Sermón 5 sobre diversas materias, 1-4: Opera omnia, edición cisterciense, 6,1 [1970], 98-103)

Leemos en el Evangelio que, predicando en cierta ocasión el Salvador y habiendo afirmado que daría a comer su carne sacramental para que así sus discípulos pudieran participar de su pasión, algunos exclamaron: ¡Duras son estas palabras! Y se alejaron de él. A vista de ello, preguntó el Señor a sus discípulos si también ellos querían dejarlo; ellos entonces respondieron: Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna.

Pues bien, hermanos, es manifiesto que en nuestros días las palabras de Jesús son también espíritu y vida para algunos y, por ello, éstos lo siguen; pero, en cambio, a otros estas mismas palabras les parecen duras, por lo cual no faltan quienes van a buscar en otra parte un consuelo miserable. La sabiduría no deja de levantar su voz en las plazas, anunciando que el camino que conduce a la muerte es ancho y espacioso, a fin de que cuantos andan por él vuelvan sobre sus pasos.

Durante cuarenta años —dice— aquella generación me repugnó, y dije: «Es un pueblo de corazón extraviado.» Y en otro salmo añade: Una sola vez habló Dios; es cierto que Dios habló una sola vez, pues está hablando siempre, ya que su locución es continua y eterna, y nunca se interrumpe.

Esta voz invita sin cesar a los pecadores, exhortándoles a meditar en su corazón y reprendiendo los errores de este corazón, pues es la voz de aquel que habita en el corazón del hombre y habla en su interior, realizando así lo que ya dijo por boca del profeta: Hablad al corazón de Jerusalén.

Ya véis, hermanos, cuán saludablemente nos amonesta el profeta a fin de que si hoy escuchamos su voz no endurezcamos el corazón. Las palabras que leemos en el profeta son casi las mismas que hallamos también en el Evangelio. En efecto, en el Evangelio dice el Señor: Mis ovejas oyen mi voz, y en el salmo afirma el profeta: Nosotros, su pueblo (el del Señor, ciertamente), el rebaño que él guía, ojalá escuchemos hoy su voz y no endurezcamos el corazón.

Escucha, finalmente, al profeta Habacuc; él no disimula la increpación del Señor, sino que la medita asiduamente y por ello exclama: Me pondré de centinela, me plantaré en la atalaya, velaré para escuchar lo que me dice, lo que responde a mis quejas. Procuremos, hermanos, ponernos también nosotros de centinela, porque la vida presente es tiempo de lucha.

Que nuestra vida tenga su centro en nuestro interior, donde Cristo habita, y que nuestros actos sean reflexivos y nuestras obras según los dictados de la razón; pero de tal forma que no confiemos excesivamente en nuestros actos ni nos fiemos excesivamente de nuestras simples reflexiones.



DEL GRANDÍSMO PELIGRO QUE HAY EN ESTIMAR LA HONRA Y LOS OFICIOS DE MANDO



Una cosa es amar la honra o estimación humana por sí misma y parando en ella, y esto es malo y otra cosa es cuando estas cosas se aman por algún buen fin, y esto no es malo. 

Claro es que una persona que tiene mando o estado de aprovechar a otros, puede querer aquella honra y estima para tratar su oficio con mayor provecho de los otros; pues que si tienen en poco al que manda, tendrán en poco su mandamiento, aunque sea bueno. 

Está escrito (Eccli., 41, 15): "Ten cuidado de la buena fama". 

Es a Dios a quien tenemos que dar gloria, como la solemos dar viendo una rosa, o un árbol con fruto y frescura. Esto es lo que manda el santo Evangelio (Mí., 5, 13), que luzca nuestra luz delante de los hombres, de manera que, viendo nuestras buenas obras, den gloria al celestial Padre, del cual procede todo lo bueno. Y este intento de la honra de Dios y de aprovechar a los prójimos movió a San Pablo (2 Cor., 4) a contar de sí mismo grandes y secretas mercedes que nuestro Señor le había hecho.

Es muy difícil no pegarse al corazón la honra que de fuera nos dan, así es cosa dificultosa y que muy pocos la alcanzan. Porque, como San Crisóstomo dice: 

«Andar entre honras y no pegarse al corazón del honrado, es como andar entre hermosas mujeres sin alguna vez mirarlas con ojos no castos.» 

Se requiere mayor virtud para tener mando que para obedecer. Cosa es de grandísimo espanto, que pudiendo un hombre andar seguramente por tierra llana, escoja los peligros de andar por la mar; y no con bonanza, sino con tempestades continuas. Porque, según San Gregorio dice: «¿Qué otra cosa es el poderío de la alteza sino tempestad del ánima?» Y tras estos trabajos y peligros que en lugar alto hay, sucede aquélla terrible amenaza dicha por Dios, aunque de pocos oída y sentida, (Sab., 6): Juicio durísimo será hecho en los que tienen mando. 


-Fuente: San Juan de Ávila, Libro espiritual-

CUANDO TE MIRO, BUEN JESÚS, Tito Brandsma, santo Carmelita



Cuando te miro, buen Jesús, advierto
en ti el amor del más querido amigo,
y siento que, al amarte yo, consigo
el mayor galardón, el bien más cierto.

Este amor tuyo -bien lo sé- produce
sufrimiento y exige gran coraje;
mas a tu gloria, en este duro viaje,
sólo el camino del dolor conduce.

Feliz en el dolor mi alma se siente:
la Cruz es mi alegría, no mi pena;
es gracia tuya que mi vida llena
y me une a ti, Señor, estrechamente.

Si quieres añadir nuevos dolores
a este viejo dolor que me tortura,
fina muestra serán de tu ternura,
porque a ti me asemejen redentores.

Déjame, mi Señor, en este frío
y en esta soledad, que no me aterra:
a nadie necesito ya en la tierra
en tanto que Tú estés al lado mío.

¡Quédate, mi Jesús! Que, en mi desgracia,
jamás el corazón llore tu ausencia:
¡que todo lo hace fácil tu presencia
y todo lo embelleces con tu gracia!


Este poema fue escrito por Tito Brandsma, santo Carmelita, el 1213 de febrero de 1942 delante de una estampa de Jesús, en la cárcel de Scheveningen. Tito tenía en su celda una estampa de Cristo crucificado de Fray Angélico. Para Tito, el acto de mirar la imagen de Jesús en su celda no era unilateral. Se basaba en la amistad. Es una mirada que se devuelve. Del amado al amado. Una mirada que viaja de un lado a otro en comprensión, apoyo y amor mutuos. 

EN PASTOS JUGOSOS APACENTARÉ A MIS OVEJAS



No os descarriéis entre la niebla, escuchad más bien la voz del pastor. Retiraos a los montes de las santas Escrituras, allí encontraréis las delicias de vuestro corazón, nada hallaréis allí que os pueda envenenar o dañar, pues ricos son los pastizales que allí se encuentran. Venid, pues, vosotras, solamente vosotras, las ovejas que estáis sanas; venid, y apacentaos en los montes de Israel.

En los ríos y en los poblados del país. Desde los montes que os hemos mostrado fluyen, abundantes, los ríos de la predicación evangélica, de los cuales se dice: A toda la tierra alcanza su pregón; a través de estos ríos de la predicación evangélica el mundo entero se ha convertido en alegre y rico pastizal, donde pueden apacentarse los rebaños del Señor.

Las apacentaré en ricos pastizales, tendrán sus dehesas en los montes más altos de Israel, esto es, hallarán un lugar del que podrán decir: «Bien estamos aquí; aquí hemos encontrado y nos han manifestado la verdad; no nos han engañado.» Se recostarán bajo la claridad de Dios, y en la luz de Dios encontrarán su descanso. Dormirán, es decir, descansarán, se recostarán en fértiles campos.

Y pastarán pastos jugosos en los montes de Israel. Ya hemos dicho más arriba que los montes de Israel son unos montes buenos, hacia los cuales levantamos nuestros ojos, pues de ellos nos viene el auxilio. Aunque, en realidad, el auxilio nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. Por ello, para que no pongamos nuestra confianza en un monte, por muy bueno que nos parezca, se nos dice a continuación: Yo mismo apacentaré a mis ovejas. Levanta, pues, tus ojos a los montes, de donde te vendrá el auxilio, pero espera únicamente en el que te dice: Yo mismo te apacentaré, pues, tu auxilio te viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Y concluye, diciendo: Las apacentaré con justicia. Fíjate cómo él es el único que puede apacentar con justicia. Pues, ¿quién puede juzgar al hombre? La tierra entera está llena de juicios temerarios. En efecto, aquel de quien desesperábamos, en el momento menos pensado, súbitamente se convierte y llega a ser el mejor de todos. Aquel, en cambio, en quien tanto habíamos confiado, en el momento menos pensado, cae súbitamente y se convierte en el peor de todos. Ni nuestro temor es constante ni nuestro amor indefectible.

Lo que sea en el día de hoy el hombre apenas si lo sabe el propio hombre, aunque, quizá, en alguna manera, lo que es hoy sí que puede saberlo; pero lo que uno será mañana ni uno mismo lo sabe. El Señor, en cambio, que conoce lo que hay en el hombre, puede apacentar con justicia, dando a cada uno lo que necesita: A éste, esto; a ése, eso; a aquél, aquello: a cada cual según sus propias necesidades, pues él sabe bien qué es lo que debe hacer.

Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores

(Sermón 46, 24-25. 27: CCL 41, 551-553)


LA LUCHA POR LA SANTIDAD



Quien desea conquistar la santidad no puede dejar nunca de combatir contra todo lo que se opone a la perfección. El primerísimo y más frecuente combate que tendrá que sostener día por día será el atacar a sus pasiones, especialmente a aquellas que más le atacan su alma, y el tratar de ir consiguiendo poco a poco pero sin cansase ni desanimarse, las virtudes contrarias a sus malas costumbres, pasiones, e indebidas inclinaciones. 

No debemos ponernos plazos, pues lo importante no es en cuánto tiempo se consigue la victoria, sino en no dejar de luchar, aunque los éxitos que se van consiguiendo no sean muy rápidos y notorios. Dios no sólo premia las victorias conseguidas sino sobre todo los esfuerzos hechos por obtenerlas. Nuestro deber no es alcanzar la perfección sino tender continuamente hacia ella.

En el combate contra las malas tendencias es necesario no dejar un sólo día sin hacer algo por progresar en la virtud, porque en esto sucede como a los que van remando río arriba: si sueltan por un momento los remos se los lleva la corriente.

No debemos creer jamás que ya hemos llegado, pues nos  equivocaremos totalmente. Esto llevaría a no aprovechar las nuevas ocasiones que se presentan cada día de practicar la virtud y de rechazar el mal.

No perdamos ninguna ocasión, por el contrario aprovechemos lo más posible cada ocasión que se nos presente de practicar cualquiera de las virtudes, ya sea la paciencia, el silencio, la humildad, la caridad, la alegría, la piedad, el perdón etc. 

Y huyamos con pavor de toda ocasión de pecar. Huir, huir siempre, porque la seducción o atracción hacia el mal es de todas las fuerzas la que más arrastra, y aún a las personas más fuertes se las lleva como a una hoja el viento.


-El combate espiritual, P. Lorenzo Scúpoli-

LA SANTA MISA EXPLICADA POR SAN PÍO DE PIETRELCINA (Testimonio del P. Derobert, hijo espiritual del Padre Pío)


El Padre Pío me había explicado poco después de mi ordenación sacerdotal que celebrando la Eucaristía había que poner en paralelo la cronología de la Misa y la de la Pasión. Se trataba de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el sacerdote en el Altar es Jesucristo. Desde ese momento Jesús en su Sacerdote, revive indefinidamente la Pasión.

Desde la señal de la cruz inicial hasta el ofertorio es necesario reunirse con Jesús en Getsemaní, hay que seguir a Jesús en su agonía, sufriendo ante esta "marea negra" de pecado. Hay que unirse a él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que él había venido a traernos, no sería recibida o sería recibida muy mal por los hombres. Y desde esta óptica había que escuchar las lecturas de la misa como estando dirigidas personalmente a nosotros.

El Ofertorio, es el arresto. La Hora ha llegado...

El Prefacio, es el canto de alabanza y de agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar por fin a esta "Hora".

Desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la Consagración nos encontramos ¡rápidamente! con Jesús en la prisión, en su atroz flagelación, su coronación de espinas y su camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén teniendo presente en el "momento" a todos los que están allí y a todos aquellos por los que pedimos especialmente.

La Consagración nos da el Cuerpo entregado ahora, la Sangre derramada ahora. Es místicamente, la crucifixión del Señor. Y por eso el Padre Pío de Pietrelcina sufría atrozmente en este momento de la Misa.

Nos reunimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde este instante, al Padre, el Sacrificio Redentor. Es el sentido de la oración litúrgica que sigue inmediatamente a la Consagración.

El "Por él, con él y en él" corresponde al grito de Jesús: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". Desde ese momento, el Sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombres, en adelante, ya no están separados de Dios y se vuelven a encontrar unidos. Es la razón por la que, en este momento, se recita la oración de todos los hijos: "Padre Nuestro....."

La fracción del Pan marca la muerte de Jesús.....

La intinción, el instante en el que el Padre, habiendo quebrado la Hostia (símbolo de la muerte...) deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo vivo a quien vamos a recibir en la comunión.

La bendición del Sacerdote marca a los fieles con la cruz, como signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del Maligno....

Se comprenderá que después de haber oído de la boca del P. Pío tal explicación, sabiendo bien que él vivía dolorosamente esto, me haya pedido seguirle por este camino...lo que hago cada día...¡y con cuánta alegría!.

ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS




Sagrado Corazón de Jesús,
Os pido por mis parientes y mis bienhechores, 
Corazón de Jesús, el más amante, agradecido 
y mejor de los hijos. 
Os pido por los niños y los jóvenes,
guardad su inocencia; avivad su fe; 
dadles el valor cristiano; haceos amar de ellos.
Corazón de Jesús, Corazón de Padre 
y Corazón de Madre, que nos engendrasteis 
en vuestra muerte, que nos abreváis con vuestra 
Sangre, y que nos seguís por 
donde quiera siempre para defendernos. 
Os pido por todos los pobres pecadores, 
Corazón de Jesús, Hostia de propiciación 
para sus crímenes, Víctima santa que por 
su salud os inmoláis todos los días en el altar. 
Os pido por los agonizantes, Corazón de Jesús, 
que nos guardáis en el Viático los frutos saludables 
de vuestra agonía y de vuestra muerte. 
Os pido por todos los que lloran, por los perseguidos 
y por los miserables, Corazón compasivo,
que habéis conocido la amargura de 
las lágrimas y que estáis tan abandonado en 
vuestro Sacramento. 
Os pido por mi por patria: dadle un gobierno 
cristiano; proteged todas las instituciones 
que os sirven: os lo pido, Corazón de Jesús, 
que amáis á todas las almas, 
os pido por las que gimen en el Purgatorio, y 
os ofrezco los méritos de esta adoración en sufragio 
de las más olvidadas y de mis familiares. 
Os pido, en fin, por mí mismo: mis necesidades 
son inmensas; abrid sobre mí los ojos de 
vuestro Corazón piadosísimo.

-Manual de Adoración, R.P.A. Tesniére-


ESTREMECEDOR RELATO DE LA VIRGEN MARÍA ACERCA DE LA PASIÓN DE CRISTO -¡Que siempre lo tengan en su memoria!-


Cuando mi Hijo murió yo era como una mujer con el corazón traspasado por cinco espadas. 

La primera fue su vergonzosa y afrentosa desnudez.

La segunda espada fue la acusación contra Él, pues le acusaron de traición, de falsedad y de perfidia. Él, quien yo sabía que era justo y honesto y que nunca ofendió ni quiso ofender a nadie. 

La tercera espada fue su corona de espinas, que perforó su sagrada cabeza tan salvajemente que la sangre saltó hasta su boca, su barba y sus oídos. 

La cuarta espada fue su voz mortecina en la cruz, con la que gritó al Padre diciéndole: ‘Padre ¿por qué me has abandonado? Era como si dijera: ‘Padre, nadie se apiada de mí, sólo tú’. 

La quinta lanza que cortó mi corazón fue su amarguísima muerte.

Su preciosísima sangre se le derramaba por tantas venas como espadas traspasaron mi corazón. Las venas de sus manos y pies fueron horadadas, y el dolor de sus nervios perforados le llegaba hasta el corazón y desde su corazón volvía de nuevo a recorrer sus terminaciones nerviosas. Su corazón era fuerte y vigoroso, al haber sido dotado de una buena constitución, esto hacía que su vida resistiera luchando contra la muerte y que su amargura se prolongara aún más en el colmo de su dolor.  A medida que su muerte se aproximaba y su corazón reventaba ante tan insoportable dolor, de repente todo su cuerpo se convulsionó y su cabeza, que se le iba hacia atrás, pareció erguirse de alguna manera. Abrió levemente sus ojos semicerrados y a la vez abrió su boca, de forma que pudo verse su lengua ensangrentada. Sus dedos y brazos, que habían estado muy contraídos, se le estiraron. 

Nada más entregar su espíritu, su cabeza se abatió sobre su pecho. Sus manos se corrieron un poco desde el lugar de las heridas y sus pies tuvieron que soportar la mayor parte del peso. Entonces, mis manos se resecaron, mis ojos se nublaron en oscuridad y mi rostro se quedó lívido como la muerte. Mis oídos no oían nada, mis labios no podían articular palabra, mis pies no me sostenían y mi cuerpo cayó al suelo.

Cuando me levanté y vi a mi hijo, con un aspecto peor que un leproso, le entregué toda mi voluntad, sabiendo que todo había ocurrido según su voluntad y no habría sucedido si él no lo hubiese permitido. Le di las gracias por todo y cierto júbilo se entremezcló con mi tristeza, porque vi que Él, quien nunca había pecado, por su grandísimo amor, quiso sufrirlo todo por los pecadores. 

¡Que esos que están  en el mundo contemplen lo que pasé cuando murió mi Hijo, y que siempre lo tengan en su memoria!”.


-Las Profecías y Revelaciones de Santa Brígida de Suecia-

EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA EUCARISTÍA



El Corazón de Jesús es también el Corazón universal,
el Corazón de todos los hombres, el Corazón del mundo
entero: fue abierto sobre la Cruz y permanece
abierto en la Eucaristía, a fin de que todos podamos
entrar en Él: es tan grande, que todos
caben allí; tan vigilante, que nada acontece que
El no lo sepa; tan sensible, que parece ser el
Corazón de todos, experimentando en sí mismo
lo que todos experimentan.
Sobre estos títulos apoyo mi oración, oh Jesús,
y sé que Vos no los negaréis.
Corazón de Jesús, esposo de la Iglesia,
que la habéis amado tanto hasta hacerla nacer de
vuestro costado abierto y que la alimentáis con
vuestra Carne, dadle la paz, extended su imperio y dadle su autoridad social sobre todas las naciones cristianas.
Corazón de Jesús, Pastor eterno, obispo de nuestras
almas y fuente del sacerdocio, que amáis a vuestros
sacerdotes hasta darles el derecho de inmolaros
todos los días, dad a los Obispos y a los sacerdotes
el celo por las almas para daros a conocer y amar.


-El Corazón de Jesús en la Eucaristía, R.P.A. Tesniére-

SOLO EL AMOR PERMANECE

Antes de volar a Dios, Santa Isabel de la Trinidad escribe a una amiga: 

«Se acerca la hora en que voy a pasar de este mundo a mi Padre, y antes de partir quiero enviaros una palabra de mi corazón, un testamento de mi alma. Nunca estuvo tan exuberante de amor el corazón del Maestro como en el instante supremo en que iba a dejar a los suyos. Me parece que algo análogo pasa en su pequeña esposa en la tarde de su vida y siento como una ola que sube de mi corazón hasta el vuestro... A la luz de la eternidad, el alma ve las cosas en su verdadero punto. ¡Qué vacío es todo lo que no ha sido hecho por Dios y con Dios! Os ruego marquéis todo con el sello del amor. Sólo eso permanece.»

Es el último pensamiento que dirige a sus hermanas que rezan a su alrededor las oraciones de los agonizantes: «En la tarde de la vida todo pasa, sólo el amor permanece. Hay que hacerlo todo por amor.»


- La doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad, por M.M. Philpon-



CRUZ DE CRISTO, Himno

Cruz de Cristo,
cuyos brazos
todo el mundo han acogido.


Cruz de Cristo,
cuya sangre
todo el mundo ha redimido.

Cruz de Cristo,
luz que brilla
en la noche del camino.

Cruz de Cristo,
cruz del hombre,
su bastón de peregrino.

Cruz de Cristo,
árbol de vida,
vida nuestra, don eximio.

Cruz de Cristo,
altar divino
de Dios-Hombre en sacrificio. 
Amén.

MOSTRÁOS CON UNA LUZ MÁS VIVA



¡Oh Bondad inmensa!; ¡con cuánta ternura
me habéis siempre tratado! Cuando yo era nada, Vos me
criasteis; cuando os abandono, me buscáis; cuando huyo,
me detenéis y me, atáis con vuestro amor. 
¡Qué feliz sería si pudiera multiplicar mi corazón 
para poder amaros cien mil veces más de lo que os amo, 
para poder alabaros sin cesar! 
¡Qué dichosa es el alma a quien miráis con misericordia, 
a quien de tal modo ganáis con vuestro amor que
no pueda más encontrar descanso sino en Vos!
Ya que Vos sois la Sabiduría eterna a quien amo y a
quien adoro, no despreciéis a vuestra criatura; compadeceos 
más bien de este pobre corazón, helado y yerto por
las vanidades del mundo. Sacadlo de sus lazos y de sus
tinieblas, iluminadlo, y otorgadme la gracia de poder
acercarme a Vos.
¿Será posible amarnos y no decirnos nada? Ya lo sabéis; 
mi corazón no descansa más que pensando en Vos,
y suspirando por vuestra presencia. El verdadero amante 
no desea otra cosa que gozar de la presencia del amado: 
y si queréis que a Vos solamente ame, y que os ame
cada vez más, es preciso que se me os mostréis con una
luz más viva, y que me concedáis un conocimiento
 todavía mayor de vuestra Bondad.

-Beato Enrique Suson-

ÚNICA APARICIÓN DE SAN JOSÉ SOLO

 


El 7 de junio de 1660, hace más de 360 años, San José se apareció a un joven pastor en el monte Bessillon, en la localidad francesa de Cotignac. Esta es la única vez en la que el Santo Custodio de la Familia de Nazaret se apareció solo, un hecho reconocido por la Iglesia Católica.

 El 7 de junio de 1660, el pastor Gaspar Ricard d´Estienne se refugió con sus animales a la sombra de los árboles del cerro del Bessillon, en la provincia de Var, municipio de Cotignac (Francia). Estaba sediento, pues hacía mucho calor. De pronto, un hombre de contextura imponente surgió delante de él y señalando una roca, le dijo:

- Yo soy José. Levanta esa roca y beberás.

- No podré, es demasiado pesada.

- Sí podrás.

Entonces, el pastor se acerca y con gran sorpresa mueve la roca al primer intento. Y una fuente de agua viva comienza a fluir en el lugar. Gaspar corre y bebe con avidez. Cuando se levanta, el hombre había desaparecido. El pastor corre a anunciar la novedad al pueblo, donde nadie le cree. Pero algunas personas deciden seguirlo para ver el supuesto manantial.

A su llegada, todos gritan de alegría, porque el agua corre en abundancia desde hace tres horas y todos constatan que la roca que Gaspar movió tan fácilmente, no se mueve, si no la empujan al menos ocho hombres juntos. Entonces, Gaspar adquiere conciencia de la fuerza que le fue dada por el cielo y exclama:

- El que estaba ahí era san José, él me dio fuerza.

Todos se arrodillan y le dan gracias a san José. Posteriormente, las curaciones obtenidas por la aplicación del agua milagrosa atraen multitudes hacia el cerro del Bessillon. El culto a san José, hasta entonces inexistente en la comarca, toma un impulso extraordinario y se extiende rápidamente por toda la Provenza. Y con los donativos recibidos y con la aprobación del obispo de Fréjus, se construye una capilla en el lugar. El rey de Francia Luis XIV decretó que, a partir de ese momento, la fiesta de san José fuera día festivo en todo el reino de Francia. Al año siguiente, el 19 de marzo de 1661, el rey consagró Francia a san José.

En marzo de 1917, el entonces Obispo de Fréjus-Toulon, Mons. Félix Guillibert, afirmó en una carta que la brevedad del mensaje de San José en la aparición de 1660 muestra que el Santo Custodio "no es hablador".

Hasta el día de hoy se puede ver en el lugar una inscripción tomada del libro de Isaías: "Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación".


- Fuente: Aciprensa -

GRACIAS, SEÑOR POR EL DÍA


Gracias, Señor, por el día,
por tu mensaje de amor
que nos das en cada flor;
por esta luz de alegría,
te doy las gracias, Señor.

Gracias, Señor, por la espina
que encontraré en el sendero,
donde marcho pregonero
de tu esperanza divina;
gracias, por ser compañero.

Gracias, Señor, porque dejas
que abrase tu amor mi ser,
porque haces aparecer
tus flores a mis abejas,
tan sedientas de beber.

Gracias por este camino,
donde caigo y me levanto,
donde te entrego mi canto
mientras marcho peregrino,
Señor, a tu monte santo.

Gracias, Señor, por la luz
que ilumina mi existir;
por este dulce dormir
que me devuelve a tu cruz.
¡Gracias, Señor, por vivir! Amén.

SANTO ERES SEÑOR, FUENTE DEL AMOR

Padre Celestial, verdaderamente eres importante 
en nuestra vida, 
eres lo más íntimo y valioso que tenemos.
Tú llenas de sentido nuestra existencia,
de paz nuestro corazón,
de esperanza nuestros malos momentos.
Tú creaste el Universo 
y dejaste a la humanidad la responsabilidad 

de llevarlo a su perfección.
Desde entonces el mundo se debate 
entre el amor y el egoísmo 
y no acabamos de conseguir un mundo 
como a ti y a nosotros nos gustaría.
Muchas personas han vivido y viven ese gran ideal 
de amor sin fronteras,
deseando ver nacer un mundo de hermanos, 
donde todos estemos unidos, 
donde sólo se hable de paz.
Nosotros nos encontramos entre ellas, 
a pesar de nuestros defectos, 
gracias a que te hemos conocido 
y, desde entonces, queremos vivir en tu Amor.
Queremos hoy y siempre agradecértelo 
y decirte con todas nuestras fuerzas, 
unidos a todos los que han compartido 
y comparten este sentimiento:
SANTO, SANTO, SANTO...
Santo eres, Señor, fuente del Amor.
De ti procede todo brote de misericordia y de generosidad.
Te sentimos como nuestro Creador y Padre, 
como Origen y Destino de nuestras vidas.
Y esto, gracias a Jesús, tu Hijo,
que un día decidió integrarse en nuestro mundo 
para decirnos directamente, sin intermediarios, 
lo que nos amas; 
para acercarnos a Ti 
y hacernos sentir tu presencia 
más profundamente que la nuestra.
Sufrió un rechazo por parte de los poderes establecidos 
y, sabiendo próxima su muerte, 
quiso reunir a los suyos para celebrar su despedida.
En esa última cena....
Éste es el sacramento de nuestra fe, 
y cada vez que lo celebramos 
sentimos especialmente tu presencia, 
esperando el momento en que vuelvas.
Jesús, queremos darte las gracias por lo que hiciste. 
Nosotros, casi dos mil años después,
te conocemos gracias a una larga cadena de seguidores tuyos 
y a tu presencia constante por encima del tiempo.
Un día te respondimos que eras Cristo 
y que queríamos seguirte por encima de todo, 
unirnos a ti en tu ideal
de hacer realidad el Reino de Dios en el mundo, 
aportando un poco de luz y sal 
en la construcción de un universo 
más fraternal y solidario.
Hoy revivimos ese compromiso 
y manifestamos querer seguir ese proceso sin límites.

-Plegarias, Deme Orte-

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