Es conveniente que la Santísima Virgen María brille siempre adornada de los resplandores de la perfectísima santidad y que reporte un total triunfo sobre la antigua serpiente, Ella, enteramente inmune incluso de la misma mancha de la culpa original, tan venerable Madre, a quien Dios Padre dispuso dar a su único Hijo, a quien ama como a sí mismo, engendrado como ha sido igual a sí de su corazón, de tal manera que naturalmente fuese uno y el mismo Hijo común de Dios Padre y de la Virgen, y a la que el mismo Hijo en persona determinó hacer sustancialmente su Madre y de la que el Espíritu Santo quizo e hizo que fuese concebido y naciese Aquel de quien él mismo procede.
(Pío IX )
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