SAN JUAN MARÍA VIANNEY FUE CALUMNIADO Y PERSEGUIDO

El abate Vianney (santo cura de Ars) tenía treinta y dos años cuando llegó a Ars.  La pequeña parroquia estaba muy abandonada, muy indiferente y él estaba devorado por el amor a Dios y a las almas. 

Recurrió a la plegaria y al ayuno. Fué desde el primer día lo que iba a seguir siendo toda la vida: el hombre de la plegaria incansable y de la continua penitencia pues quería convertir a los pecadores del pueblo. 

Los demonios no pudieron ignorar por mucho tiempo estas grandes aspiraciones del joven sacerdote. Y no podían evitar el deseo de anular sus esfuerzos. 

Justamente el joven cura, desde sus primeros sermones en la iglesia, se había erigido contra los vicios y el desorden que manchaban su parroquia: el baile y la ebriedad, entonces los dueños de cabarets, los asiduos de las tabernas, los infaltables a los bailes, los profanadores del domingo, se sintieron amenazados en sus pasiones, sus costumbres, sus apetitos sensuales. En su parroquia, con todo, lo veían tan bueno, tan dulce, tan piadoso, tan fervoroso que lo consideraban ya como un santo. Pero los muchachos malvados del vecindario no vacilaron en emplear contra él el arma de la más odiosa de las calumnias: tuvieron la audacia de atribuir su palidez, la flacura de su rostro, a secretas perversiones. 

Este hombre que vivía como un ángel, que castigaba su carne todos los días para domarla como a una esclava dócil, y para asociarse a la Cruz del Salvador, hicieron sobre él canciones innobles, le enviaron cartas anónimas, colgaron en su puerta carteles ignominiosos, fué calumniado y despreciado. Iban a tocar la corneta debajo de su ventana .  

Un testigo dijo en el proceso de beatificación: 

"Se sintió tan cansado de los viles rumores que se propagaban sobre él que quiso dejar su parroquia, y lo hubiese hecho si una persona que estaba cerca de él no lo hubiera convencido que su partida podía acreditar esos rumores infames." 

¿Qué debía hacer entonces? Abandonarse a Dios, seguir rezando y haciendo penitencia y rogar, en particular, por sus perseguidores. 

Así lo hizo y fue su primera victoria sobre Satán.


(Extraído del libro de Monseñor Cristiani "presencia de Satán en el mundo moderno")

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