LA IMPORTANCIA DE LAS MISAS Y EL AUXILIO DEL ÁNGEL CUSTODIO


 


Veamos un caso ocurrido en la Ferriere, Francia, en 1154. Este milagro está documentado en el libro “De miraculis” de Pedro Cluniacense (libro 2, cap. 2).

Un minero quedó sepultado por un desprendimiento de tierras en una mina. Después de ocho días, lo dieron por muerto. Su mujer empezó a mandar celebrar una Misa por su alma cada semana. Solamente una vez se olvidó de esta práctica piadosa. 

Al cabo de un año, un grupo de mineros logró rescatarlo con vida, al hacer trabajos de exploración. 

Le preguntaron cómo había podido sobrevivir durante tanto tiempo y él respondió: “Un joven resplandeciente como el sol y de una belleza celestial, que llevaba en la mano una antorcha encendida y la fijaba en la roca delante de mí venía y me dejaba un gran pan con agua y me consolaba para que comiera y tuviera esperanza. Luego desaparecía y volvía a aparecer cada semana.  Recuerdo que solamente una vez pareció olvidarse de mí, dejándome en tinieblas y sin alimento “. 

Entonces, todos reconocieron en él a su Ángel custodio, que le traía los socorros que su esposa le conseguía con la Misa semanal, que mandaba celebrar por él, excepto en la semana que se había olvidado.

(Más allá de la muerte, P. Ángel Peña O.A.R.)

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