¡Reparad! porque este Cuerpo es olvidado,
desconocido y muchas veces ultrajado.
¿Quién no olvida que el Cuerpo de Jesús en
la Eucaristía tiene un verdadero corazón,
un corazón delicado, atento, amante
y verdaderamente vivo?
¿Quién trata a la Hostia como al cuerpo de
Dios, como el cuerpo vivo y animado
de Jesús en persona?
¡Reparad por los herejes y consolad a Jesús,
porque ellos dicen que la Hostia no es más que
una imagen, un signo conmemorativo de la
carne de Jesús! ¡Ellos le acusan de mentira!
Los incrédulos, los racionalistas dicen que la
Eucaristía no es más que una fábula,
una superstición imposible: ¡qué ultrajante desprecio!
¡Los malos cristianos se portan en su presencia
con una ligereza y una inconveniencia muy
despreciables! Y los buenos, y los que están
consagrados al ministerio de la Eucaristía, ¿no
olvidan muy frecuentemente, cuando se acercan
al Cuerpo del Señor, que sus ojos están
abiertos, su persona viva, su corazón sensible;
y por último, que está allí un ser dignísimo,
respetabilísimo, adorabilísimo?
¡Reparad por vosotros! porque esos olvidos,
esas irreverencias, esas faltas de delicadeza son,
mirándolo bien, verdaderos crímenes cometidos
contra la Divina Majestad.
Cuando se recuerdan los honores, homenajes,
adoraciones y alabanzas que la corte celestial rinde al
Cuerpo de Jesús, y se palpa la manera con que
lo tratamos, hay muchos motivospara llorar de dolor
y temblar de espanto.
Nada digo de las comuniones y robos sacrílegos,
atentados horribles cometidos sobre el
más santo de los cuerpos; crímenes mucho más
negros que los de los judíos cuando arrastraron,
flagelaron y crucificaron el cuerpo de Jesús.
¡ Y esta monstruosidad es de todos los días,
sí, de cada día! ¡Sabedlo! ¡Vivid en este pensamiento,
y reparad por los que ultrajan el Santísimo
Cuerpo de Jesús!
(La persona del Cristo Eucarístico, P. Terniere)
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