NO DEBEMOS APLAZAR LA CONFESIÓN

Sentí un desmayo repentino, sufrimiento preagónico. No era la muerte, es decir el pasaje a la verdadera vida, sino una muestra de los sufrimientos de la misma. 

La muerte es espantosa a pesar de darnos la vida eterna. De repente me sentí mal, la falta de respiración, la oscuridad delante de los ojos, la sensación del debilitamiento de los miembros, este sofocamiento es atroz. Un instante de este sofocamiento es infinitamente largo… 

A pesar de la confianza, viene también un extraño miedo. 

Deseé recibir los últimos santos sacramentos. Sin embargo la Confesión resulta muy difícil a pesar del deseo de confesarme. Uno no sabe lo que dice; comienza a decir una cosa, deja la otra sin terminar. 

Oh, que Dios preserve a cada alma de aplazar la confesión a la última hora.

Conocí el gran poder de las palabras del sacerdote que descienden sobre el alma del enfermo. Cuando pregunté al Padre espiritual si estaba preparada para presentarme delante de Dios y si podía estar tranquila, recibí la respuesta: Puedes estar completamente tranquila no solamente ahora, sino después de cada confesión semanal. La gracia de Dios que acompaña estas palabras del sacerdote es grande. El alma siente la fortaleza y el arrojo para la lucha.

(Santa Faustina, la Divina Misericordia en mi alma)



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