Cuando contemplo el brillo de mi aldea
bajo el sol que se ríe con la fuente,
o el trigo que se mece blandamente
y promete nacer mientras verdea;
cuando escucho a José que carpintea
una cuna de olivo, oigo a la gente
que me sabe feliz porque presiente
una ola de luz con la marea…,
los ojos cierro y palpo tu presencia
en este santuario de mi seno.
Oh, mi niño, te siento en mi regazo,
y te escucho latir con la querencia
de un vacío que nunca estuvo lleno,
y un mundo desvalido sin tu abrazo
(Padre Lamet)
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