Reunid todos los sentimientos de respeto, de veneración, de reconocimiento,
de amor y de fe que pueden entrar en el acto de adoración, para adorar
a Nuestro Señor Jesucristo como lo merece, bajo su nombre sacrosanto
y admirable e inefable de Sacerdote.
Adorad al Sacerdote por excelencia: « Tu es sacerdos in ceternum.»
Vos sois Sacerdote, Vos sois el único Sacerdote eterno,
oh Jesús, hijo de Dios hecho hombre Vos sois Sacerdote como nadie lo ha sido ni lo será:
Sacerdote por esencia, por naturaleza, por elección.
Vos sois Sacerdote en toda la plenitud de la forma sacerdotal,
en toda la perfección de las cualidades sacerdotales, en toda la extensión posible del poder,
de la acción y de las funciones del Sacerdocio.
Dice Santo Tomás: propio es del sacerdocio comunicar al pueblo
los dones sagrados de Dios, la verdad, la gracia, el perdón, la vida sobrenatural,
y hacer subir hasta Dios los dones sagrados de los hombres, sus adoraciones,
sus oraciones y sus ofrendas.
Concentremos nuestra atención en la persona de nuestro adorable Sacerdote,
Él goza de todas las infinitas complacencias del Padre,
recibe todos los dones divinos, es santo, inocente, sin mancha,
puesto al abrigo de todo pecado, y no teniendo deuda ninguna
delante de Dios. Tal es la consagración de nuestro Sacerdote.
Y al mismo tiempo, como es el hombre perfecto por excelencia,
el más noble, más puro y más rico de los hijos de los hombres
y por la naturaleza y por la gracia su preferido por todos motivos,
encuentra en este hecho el derecho de representarlos a todos delante de Dios.
¡Oh Sacerdocio sublime! ¡Sacerdote perfecto!
Jesús, yo os adoro en la plenitud y la perfección de vuestro Sacerdocio.
(Manual de Adoración, R.P.A. Tesniere)
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