Jesús es el fruto de María como lo dijo Isabel:
Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42). Y el que quiere el fruto tiene que ir al árbol. El que quiere a Jesús debe ir a María, y el que encuentra a María también encuentra con toda certeza a Jesús.
Santa Isabel, cuando vio que la santísima Virgen llegaba a visitarla a su casa, no sabiendo cómo agradecer tanta humildad, exclamó: “¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme?” (Lc 1, 43).Pero ¿No sabía Isabel que a su casa habían llegado no sólo la santísima Virgen, sino Jesús también? Y entonces, ¿por qué se declara indigna de recibir a la Madre y no más bien de que viniera el Hijo a visitarla?
¡Qué bien comprendía la santa que cuando venía María llevaba también a Jesús! Y por eso le bastó con agradecer a la Madre sin tener que nombrar al Hijo.
(Las Glorias de María, san Alfonso Mªde Ligorio)
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