a nuestro Santo Padre,
Vicario tuyo, a nuestros pastores y demás
ministros eclesiásticos y seculares.
Que la antorcha luminosa de la fe no nos falte,
pues sin ella pereceremos en los brazos de
una muerte eterna; sino por el contrario,
haz que su luz, su luz benéfica y preciosa,
se difunda por todas partes, y sean destruidas
todas las herejías, cismas e impiedades que arrastran
al hombre a su perdición y tienen anegada la tierra
en innumerables males, calamidades y desastres.
Da un espíritu de verdadera penitencia a los que
se hallan en pecado mortal, y aparta de la ocasión
de pecar a los que se hallen en peligro de ella.
Aumenta la gracia y dales perseverancia a los justos,
sálvanos a todos y dales un pronto y dulce descanso
a las almas que se hallan en el purgatorio,
principalmente a aquellas por quienes más debo pedir
según tu agrado, según la justicia y la caridad.
Todas son el precio de tu sangre,
son el mas tierno objeto de tu amor, y
tienen el sello precioso de la Santísima
Trinidad.
Fecunda nuestros campos, Tú que alimentas
a las aves que no tienen graneros,
ni siembran, ni recogen, ni tienen provisiones;
Tú, que engalanas a los lirios con una brillantez
y belleza con que nunca se vistió Salomon en los dias
de su mayor esplendor y de su gloria.
Danos la paz, esa paz que solo puede gozarse
con el cumplimiento de nuestros deberes;
y por último, Señor, ten piedad y misericordia de mí:
no consientas que la muerte me
sorprenda sin haber hecho penitencia por mis
pecados; pues deseo estar siempre en tu adorable
presencia y bendecirte con los ángeles
eternamente en el cielo. Amen
(Devocionario Católico)
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