EN TUS MANOS COBIJADO ( Joaquín L. Ortega )(A la soledad de María)

Déjame, Soledad, que te acompañe, 

pues grande, más que el mar, es tu quebranto. 

Deja que la amargura de tu llanto 

con mis manos la achique yo y la empañe. 


Déjame, Soledad, que tu agonía 

sea yo quien la viva y la padezca, 

que, junto a ti, mi soledad merezca 

el dulce alivio de tu compañía. 


Recuerda, Soledad de soledades, 

que fuiste confiada a mi cuidado 

por tu Hijo en el trance de la muerte. 


Él me fió también a tus bondades. 

Toma mis manos, Soledad doliente. 

Yo, me quedo en las tuyas cobijado.

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