LA SOMBRA DE LA CRUZ SIEMPRE ACOMPAÑÓ A CRISTO


 El sacrificio de Cristo comenzó antes de que él viniera al mundo y su cruz era la cruz del cordero degollado desde la fundación del mundo.  Allí arriba existe un Calvario de donde ha partido todo. Por muy grande que sea la obediencia de Cristo no tendría dimensión divina si ya de antemano no se alzase por encima de la tierra. Su obediencia de hombre no era sino un aspecto de esa obediencia suprema que le movió a hacerse hombre. Ésa es la razón por la que, a todo lo largo de las páginas del antiguo testamento, se va dibujando, junto a la imagen del Mesías triunfante, la otra imagen del Siervo sufriente. Y es que sería erróneo olvidar que los judíos, junto al Mesías belicoso y triunfador, recordaban aquel doloroso dibujo que les ofrecía el salmo 21:

Porque yo soy un gusano, no un hombre,

vergüenza de la gente, desprecio del pueblo,

al verme se burlan de mí,

hacen visajes, menean la cabeza.

«Acudió al Señor, que él lo ponga a salvo,

que lo libre, si tanto lo quiere».

Me acorrala una tropa de novillos,

me cercan toros de Basán,

abren contra mí las fauces

leones que descuartizan y rugen.

Estoy como agua derramada,

tengo los huesos descoyuntados,

mi corazón, como cera,

se derrite en mis entrañas,

mi garganta esta seca como una teja,

la lengua se me pega al paladar,

me aprietas contra el polvo de la muerte.

Me acorrala una jauría de mastines,

me cerca una banda de malhechores,

me taladran mis manos y mis pies

y puedo contar todos mis huesos.

Ellos me miran triunfantes,

se reparten mi ropa, se sortean mi túnica.

Y temían también la otra dramática descripción de Isaías, que con justicia ha sido llamado «el evangelista del antiguo testamento»:

Mirad, mi siervo prosperará,

será elevado, ensalzado y puesto muy alto.

Muchos se avergonzarán de él

porque, desfigurado, no parecía hombre

ni tenía aspecto humano.

Le vimos sin aspecto atrayente,

despreciado y evitado por los hombres

como un varón de dolores acostumbrado a sufrimientos

ante el cual se ocultan los rostros.

Él soportó nuestros sufrimientos

y aguantó nuestros dolores;

nosotros le estimamos leproso, herido de Dios y humillado,

pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,

triturado por nuestros crímenes…

Maltratado, se humillaba y no abría la boca

como cordero llevado al matadero…

Le arrancaron de la tierra de los vivos,

por los pecados de mi pueblo le hirieron (Is 52,13-53,8).

(Vida y misterio de Jesús de Nazaret, Jose Luis Martín Descalzo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

ORACIÓN PARA SER MISERICORDIOSOS

"Oh Señor, deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti. Que este supremo atributo de Dios, es decir su inso...

ENTRADAS POPULARES