EL CORAZÓN DE JESÚS SE ENTREGA EN CADA COMUNIÓN

 



Jesús, la Eucaristía me ha entregado a vuestro Corazón.

Yo lo tengo, lo poseo y no lo dejaré ir. 

Es mío en el beneficio de una presencia real, 

universal y perpetua, con todas las virtudes 

de su vida y todas las seguridades que trae 

consigo la presencia del justo, del santo, del Salvador. 

Es mío en el beneficio de un sacrificio de valor infinito, 

que me da cada día todas 

las satisfacciones, todos los méritos, todos los 

frutos de su Pasión y de su muerte; 

es mío sobre todo en el beneficio de la comunión, 

que derriba las últimas barreras y me le entrega 

por completo. ¡Es mío, yo lo he recibido, 

yo lo he comido, él se ha convertido en mí mismo! 

¡Él me espera, y su gozo es darse a mí! 

Y yo he vuelto a los días de mi inocencia y he recibido 

al Corazón de Jesús; y me he apartado 

de mis extravíos, y el Corazón de Jesús no ha 

rehusado darse a mí. 

Mientras que yo viva me acordaré de las alegrías 

de mi primera comunión y cantaré eternamente 

las dulzuras del banquete en que Jesús festejó mi vuelta. 

Corazón de Jesús, fuisteis quien derramasteis 

en mi alma el perdón, y mi alma, olvidándose 

del triste pasado, se abrió la esperanza 

y comprendió que podía vivir de 

amor, puesto que Vos la amabais! 

Y el Corazón que recibí entonces puedo recibirlo 

todos los días, pues es mío. 

Es mi pan cotidiano; es mi vida y mi corazón 

para santificarme verdaderamente y conducirme 

con seguridad a la dicha sin fin: pero Jesús, oh Jesús, 

¿qué es el hombre, para que le visitéis así 

y apliquéis de tal suerte vuestro Corazón contra su 

corazón?

(Cristo Eucarístico, R.P.A. Tesniére)

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