CONSECUENCIAS DEL PECADO VENIAL EN EL PURGATORIO Y EN EL CIELO

En el Purgatorio:

La única razón de ser de las penas del purgatorio es el castigo y la purificación del alma. Todo pecado, además de la culpa, lleva consigo un reato de pena, que hay que satisfacer en esta vida o en la otra.  

Dios no puede renunciar a su justicia, y el alma tendrá que pagar hasta el último maravedí antes de ser admitida al goce beatífico.  Y las penas que en el purgatorio tendrá que sufrir por esas faltas que ahora tan ligeramente comete calificándolas de «bagatelas», de «escrúpulos» y de peccata minuta exceden a las mayores que en este mundo se pueden sufrir. 

Lo dice expresamente Santo Tomás, porque las penas de esta vida, por terribles que sean, son de tipo puramente natural, mientras que las del purgatorio pertenecen al orden sobrenatural de la gracia y la gloria; hay un abismo entre ambos órdenes, y tiene que haberlo, por consiguiente, entre las penas correspondientes. 

En el Cielo:

Los aumentos de gracia santificante de que el alma quedó privada en esta vida por la substracción de tantas gracias actuales en castigo de sus pecados veniales, tendrán una repercusión eterna. El alma tendrá en el cielo una gloria menor de la que hubiera podido alcanzar con un poco más de cuidado y fidelidad a la gracia y, lo que es infinitamente más lamentable todavía, glorificará, menos a Dios por toda la eternidad. El grado de gloria propio y de glorificación divina está en relación directa con el grado de gracia conseguido en esta vida. 

(Antonio Royo Marín, Teología de la perfección cristiana)



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