LA OBEDIENCIA


Para saber y acertar en lo que Dios pide de nosotros, ¿cuál será el medio más seguro? No lo hay más seguro y cierto que la obediencia a los superiores y director espiritual. 

Decía San Francisco de Sales: «Jamás se cumple mejor con la voluntad de Dios que obedeciendo a los superiores». 

Ya el Espíritu Santo había dicho: La obediencia vale más que el sacrificio. Más agrada a Dios el sacrificio que le hacemos de la propia voluntad, sujetándola a la obediencia, que todos los demás sacrificios que pudiéramos ofrecerle, porque en ellos (limosnas, abstinencias, maceraciones y cosas por el estilo) le damos parte tan sólo, en tanto que dándole la voluntad lo damos todo. 

De ahí que, al decir a Dios: «Señor, dadme a entender por medio de la obediencia lo que de mí queréis, que presto estoy a ejecutarlo todo», ya no nos queda más que ofrecerle. 

Son contadas las almas que se consagran por completo a Dios, porque son pocas las que se someten a la obediencia. Hay algunos tan sujetos a la propia voluntad, que, al imponérseles cualquier obediencia, aunque vaya conforme a su natural inclinación, pierden el gusto y voluntad de hacerla, porque todo su gusto está en hacer lo que les dicta la propia voluntad. No obran así los santos, que sólo hallan paz cuando obran por obediencia.

(Práctica de amor a Jesucristo, San Francisco de Sales)

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