Te bendecimos, Padre
Dios del cielo y la tierra,
lo escondido a los sabios,
a los pobres revelas.
Hermana Clara, dinos la fuente
donde se abreva tu corazón.
Es la riqueza de la pobreza:
dejarlo todo y seguir a Dios.
Hermana Clara, lámpara viva,
¿cómo se enciende tu corazón?
Con la belleza de la pureza
los ojos limpios verán a Dios.
Hermana Clara, viña elegida,
¿por qué florece tu corazón?
En el presente vive el futuro,
el hoy que fluye del hoy de Dios.
Hermana Clara, flor de la Iglesia,
que tanto quiere nuestro Señor.
Te dio la palma con la azucena,
le diste todo lo que te dio.
Clara, plantita de san Francisco,
tienes raíces que no se ven,
y de ellas brotan flores y frutos
mientras, ocultas, crecen sin ver.
Hermana Clara, Cristo en tus manos,
Eucaristía te enardeció.
Que nos alcancen tus bendiciones
y bendigamos siempre al Señor. Amén.
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