EL VALOR DE LA OBEDIENCIA



Se engañan quienes piensan que puede hacerse cosa de más provecho que la que impone la obediencia. Dice San Francisco de Sales: «Descuidar un empleo mandado por la obediencia, para unirse con Dios en la oración, lectura o recogimiento, no sería más que separarse de Dios para unirse con el amor propio». A lo cual hay que añadir lo de Santa Teresa, que quien ejecuta cualquier acción, aun sobrenatural, pero contra obediencia, obra instigado por el demonio y no por inspiración divina.

«Vale más una obra hecha por obediencia –dice el P. Rodríguez– que cualquier otra cosa que nos pudiéramos imaginar». Más meritorio es levantar una paja del suelo por obediencia que hacer larga oración por voluntad propia y disciplinarse hasta derramar sangre. 

Y esto vale no sólo para los religiosos, sino también para los seglares que viven sometidos a la obediencia del director espiritual, a quien deben acudir para que les señale las reglas que han de seguir en sus asuntos espirituales o materiales; de este modo estarán seguros de hacer lo mejor en todo. Decía San Felipe Neri: «Quienes desean adelantar en los caminos de la virtud se someten a un experimentado confesor a quien obedecer en nombre de Dios. Quien así hace, esté seguro de no tener que dar cuenta a Dios de lo que haga». 

más adelante decía: «Téngase fe en el confesor, porque no consentirá el Señor que yerre y se equivoque, pues no hay cosa mejor, para escapar a los lazos del demonio, que someter, aun en buenas cosas, nuestra voluntad a la de otro; así como tampoco hay cosa más peligrosa que pretender regirse por el propio parecer». 

(Práctica de amor a Jesucristo, san Alfonso Mª de Ligorio)

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