¡HÁGASE TU VOLUNTAD!

Madre, desde tu juventud aprendiste a seguir mi voluntad y a someter todos tus deseos a mí. Tú has dicho correctamente: ‘¡Hágase tu voluntad!’.  Eres como oro precioso que se extiende y machaca sobre el duro yunque, porque tú has sido golpeada por todo tipo de tribulación y has sufrido en mi pasión más que todos los demás. Cuando, por la vehemencia de mi dolor en la cruz, mi corazón se partió, esto hirió tu corazón como afiladísimo acero. Hubieras deseado ser cortada en dos, de haber sido esa mi voluntad. Aún, si hubieras tenido la capacidad de oponerte a mi pasión y hubieras demandado que me fuera permitido vivir, no habrías querido obtener esto de ninguna manera que no fuera acorde con mi voluntad. 

Por esta razón, has hecho bien al decir: ‘¡Hágase tu voluntad!’

(Palabras de Jesús a su Madre María, del libro de Las Profecías y Revelaciones de Santa Brígida de Suecia).



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