LA FELICIDAD ES UN DON DE DIOS


 

No hay nada tan atractivo como la virtud, cuando ésta es amable y valiente. No olvides que tu conducta ejerce influjo en los demás.  Quizás tú no te des cuenta. Pero el buen ejemplo arrastra, a veces,  todavía más que el malo. Los cristianos deben, con su vida ejemplar, dar testimonio de la doctrina de Cristo.

También te recomiendo que seas santamente alegre. Uno de los mejores apostolados es el apostolado de la alegría. Que todo el mundo vea que los que siguen a Cristo son los más felices y alegres.

Sólo el bueno es verdaderamente alegre. La alegría del pecado es mentira, y su gusto se convierte en tormento. La felicidad es un don de Dios, y es imposible lograrlo de espaldas a Él. Por eso, es frecuente que el pecador sea en el fondo una persona triste, aburrida, cansada, todo le fastidia, nada le ilusiona...

En cambio, después de hacer una buena confesión, ¿verdad que se siente un alivio y un consuelo especial?

En una tanda de Ejercicios Espirituales a obreros, uno me echó en el buzón un papel que decía: «es tanta la felicidad y alegría que he sentido después de confesarme, que no hay nada para mí en el mundo capaz de compararlo. Es algo fuera de lo material. Me he elevado de tal forma, que he llorado de alegría y de arrepentimiento. No soy digno de tanta felicidad». Textualmente. Al pie de la letra. No he modificado una palabra. Todavía conservo el papel como recuerdo de aquel obrero.

También conservo otro papel que me encontré después de las confesiones de otra tanda de Ejercicios. Dice así: «Padre, estoy rebosante de alegría. Tengo a Cristo en mi alma. En mi vida me he sentido tan feliz como ahora. Usted ha conseguido de mí que encuentre la verdadera felicidad».

El célebre poeta mejicano Amado Nervo confesó en su lecho de muerte, y después le decía a sus amigos: «Me he confesado y me siento completamente feliz». 

Realmente que la felicidad de la tranquilidad de conciencia no puede compararse a la amargura que deja detrás de sí el pecado. El placer egoísta, antes de gustarlo, atrae. Pero después desilusiona. 

Y si en su satisfacción ha habido degradación, pecado, etc., el vacío que deja en el alma no tiene nada que ver con la felicidad que se siente después de hacer una buena obra donde se ha sacrificado algo.

(Para Salvarte, P. Jorge Loring)

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