Dad gracias a Nuestro Señor por su presencia real
en el Santísimo Sacramento del Altar y por los grandes bienes que brotan de ella.
Éste es Jesús a quienes los Patriarcas deseaban ver, tras de la cual corrían las multitudes:
nosotros lo tenemos, es de nosotros, es de todos; es para todos y para siempre.
Esta es la presencia de ese Cuerpo que cura por su solo contacto a tantos enfermos desesperados;
las especies son la franja poderosa del vestido de Jesús;
Él tiene tanta virtud y poder en su vida eucarística como tuvo en su vida pública.
Y obra más maravillas de las que se cree.
Esta es la presencia de este Cuerpo quien muriendo venció á Satanás,
reconcilió al mundo con Dios y abrió para siempre los tesoros de la misericordia.
Él tiene la misma eficacia, obra constantemente los mismos efectos; dadle gracias.
Cierto es que está oculto; pero esto es por condescendencia con nuestra debilidad,
pues no podríamos resistir el brillo de su gloria: esta es una razón de más para darle gracias.
Y vosotros tenéis este Cuerpo ante vuestros ojos, todo es vuestro;
¿no tenéis en Él y por Él todos los bienes ?
¿Recordáis las tentaciones de de la que os ha librado, los pecados de que os ha curado,
las fuerzas, los consuelos que os ha procurado ?
¡ Ah! ¡dad gracias al Cuerpo santísimo de Jesucristo Sacramentado!
(Manual de Adoración al Santísimo Sacramento, R.P.A. Tesniére)
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