EL SEÑOR NO HABITA EN LOS CORAZONES TURBADOS

Quien ama de corazón a Jesucristo, se conforma en todo con la voluntad divina, acepta con la misma paz y ánimo igual lo próspero como lo adverso, los consuelos como las aflicciones, las injurias como las alabanzas. Así hacía el Apóstol, quien por ello decía: Estoy que reboso de gozo en medio de esta tribulación nuestra. 

¡Feliz del que consigue tal grado de virtud! Decía San Francisco de Sales: «¿Qué es el mundo entero, comparado con la paz del corazón?».  En efecto, ¿de qué sirven todas las riquezas y todos los honores del mundo a quien vive inquieto y no disfruta de paz del corazón? 

Para vivir siempre unidos con Jesucristo, debemos hacer todas las cosas con tranquilidad, sin inquietarnos por las contrariedades.

El Señor no habita en los corazones turbados.

(Práctica de amor a Jesucristo, san Alfonso María de Ligorio)




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