NO TENGO MÁS QUE UN DESEO: AMARLO


Sor Isabel de la Trinidad había hecho «suya» la doctrina de su Maestro. Volvía con predilección a la frase de san Juan: «Somos de los que hemos creído en el amor.» Hasta se puede adelantar, sin temor de exagerar, que había establecido toda su vida espiritual bajo la luz del «excesivo amor» de que habla san Pablo. «¡Siento tanto amor en mi alma! Es como un océano en el que me sumerjo,, me pierdo, es mi visión en la tierra en espera del cara a cara en la luz. Él está en mí, yo estoy en Él, no tengo más que amarlo, que dejarme amar, y esto todo el tiempo, a través de todas las cosas. Despertarse en el amor, moverse en el amor, dormirse en el amor, con el alma en su alma, el corazón en su corazón, para que con su contacto me purifique, me libre de mi miseria...»

 «Noche y día, en el cielo de su alma, ella quiere cantar el amor de su Maestro.» «No tengo más que un deseo, amarlo, amarlo todo el tiempo, velar con celo por su honor como una verdadera esposa; constituir su felicidad, hacerlo feliz construyéndole una morada y un abrigo en mi alma para que allí olvide, a fuerza de amor, todas las abominaciones que cometen los malos.»

 «Me ha amado, se ha entregado por mí.» Ese es, pues, el término del amor: darse... verterse todo entero en el amado; el amor hace salir de sí al amante para transportarlo, por medio de un inefable éxtasis, al seno del objeto amado. ¿No es verdad que este pensamiento es hermoso? Sea él como una divisa luminosa para nuestras almas; déjense éstas arrebatar por el Espíritu de amor y, bajo la luz de la fe, vayan ya a cantar con los bienaventurados el himno de amor que se canta eternamente ante el trono del Cordero. Sí, comencemos nuestro cielo en el amor. Él mismo es este amor. San Juan es quien nos lo dice: «Deus charitas est.» «Permanezcamos en Su amor y que Su amor permanezca en nosotros.» 

Como Teresa del Niño Jesús, y quizá bajo su influencia, ha encontrado su vocación en el amor: «...Quiero ser santa, santa para constituir su felicidad; pedidle que yo no viva más que de amor: “es mi vocación”.»«...Creo que es el amor el que nos permite detenernos mucho tiempo aquí abajo y por lo demás san Juan de la Cruz lo dice formalmente; tiene un capítulo admirable en donde describe la muerte de las almas víctimas del amor, los últimos asaltos que les libra, luego los ríos del alma que van a perderse en el océano del amor divino y se parecen ya a mares: tan inmensos son. 

San Pablo dice que “nuestro Dios es un fuego que consume.” Si nos mantenemos todo el tiempo unidas con Él, con una mirada de fe, simple y amorosa; si, como nuestro Maestro adorado, podemos decir al final de cada día: “Porque amo a mi Padre, hago siempre lo que le agrada”, ya sabrá Él consumirnos, e iremos a perdernos en el inmenso hogar para arder contentas durante la eternidad.» En el momento en que todo muere en ella, resplandece más que nunca esta primacía del amor. Recibe al sacerdote que le lleva la Extremaunción, exclamando: «¡Oh Amor... Amor... Amor...»


M.M. PHILIPON, O.P. LA DOCTRINA ESPIRITUAL DE SOR ISABEL DE LA TRINIDAD


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