¡Oh inefable Creador nuestro, Altísimo principio y fuente verdadera de luz y sabiduría,
dígnate infundir el rayo de tu claridad sobre las tinieblas de mi inteligencia,
removiendo la doble oscuridad con la que nací: la del pecado y la ignorancia.
¡Tú, que haces elocuentes las lenguas de los pequeños, instruye la mía,
e infunde en mis labios la gracia de tu bendición!
Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facilidad para atender,
sutileza para interpretar y gracia abundante para hablar.
Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar
¡Oh Señor! Dios y hombre verdadero, que vives y reinas por los siglos de
los siglos.
Amén.
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