Honremos a san José, porque es el Santo más honrado del cielo y de la tierra. Dios Padre le honró confiando a su custodia su hijo Jesús y su hija María, las dos prendas más amadas de su corazón.
Dios Hijo honró a san José llamándole padre, obedeciéndole y confiando su vida a la solicitud y cuidado de san José.
El Espíritu Santo le honró entregándole su esposa, la Virgen María, por esposa suya. Jesús y María, después de haberle honrado estándole sujetos por treinta años consecutivos, asistieron a su preciosa muerte.
La Iglesia le honra instituyendo fiesta en su honor, declarándolo patrón de toda la Iglesia, y asegurando que es digno san José de sumos honores y alabanzas.
Los santos, los fieles todos invocan a san José a porfía con un entusiasmo y amor siempre crecientes, como al Santo sin igual, socorredor en toda necesidad, amparador en todo trabajo, consolador en toda tribulación y protector especial en todos los accidentes de la vida y en la hora de la muerte.
Levántanse por todo el orbe altares a san José, iglesias, pueblos, ciudades. Institutos religiosos, todo en obsequio del Santo. En dignidad y gracia, en santidad y gloria, no hallarás otro Santo, después de María, más honrado de Dios y de los hombres… ¿Y solo tú, alma mía, estarás tibia, o muda, temerás excederte, pusilánime, en honrar a san José, el Santo más honrado de Dios y de los fieles?
(El devoto josefino)
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