Generalmente pasaba la noche en puro llanto, me parece que al pensar en las ofensas que se hacían a Dios, y también pensando en la santísima Pasión.
Me parece recordar que, cuando oía que había algún pecador obstinado que no quería convertirse a Dios, me daba tal pena que no descansaba ni de día ni de noche, y decía de corazón al
Señor: “Dios mío, aquí me tenéis, pronta a cualquier padecimiento, con tal que se conviertan a Vos todos los que os ofenden”.
Hacía muchas penitencias a este fin, cada vez me venían más ansias de padecer por la conversión de las almas. A veces, al acostarme, oía como una voz sensible que me iba diciendo:
“No es tiempo de reposo, sino de padecer”. De pronto me encontraba levantada y arrodillada delante del crucifijo. Le decía: “¡Dios mío, os pido almas! Estas llagas vuestras sean voces por mí. ¡Oh almas redimidas con la sangre de Jesús, venid a estas fuentes de amor! Yo os llamo, estas santas llagas son voz por mí: ¡venid todas, venid todas!”
(Santa Verónica Giuliani, P. Ángel Peña O.A.R.)
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