LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA, IMPRESIONANTE EXPLICACIÓN SOBRE LA IMPORTANCIA DE MARÍA PARA LLEGAR A JESÚS


Todos los títulos y grandezas de María arrancan del hecho colosal de su maternidad divina.
La maternidad divina la coloca a tal altura, tan por encima de todas las criaturas, que Santo Tomás de Aquino, tan sobrio y discreto en sus apreciaciones, no duda en calificar su dignidad de en cierto modo infinita .

Entre todas las criaturas, es María, sin duda ninguna, la que tiene mayor «afinidad con Dios». Y es porque María, en virtud de su maternidad divina, entra a formar parte del orden hipostático en la actual economía de la divina Providencia para la encarnación del Verbo y la redención del género humano.
La maternidad divina está por encima de la filiación adoptiva de la gracia, ya que ésta no establece más que un parentesco espiritual y místico con Dios, mientras que la maternidad divina de María establece un parentesco de naturaleza, una relación de consanguinidad con Jesucristo, y una especie de afinidad con toda la Santísima Trinidad.

La maternidad divina, que termina en la persona increada del Verbo hecho carne, supera de una manera infinita, a la gracia y la gloria de todos los elegidos y a la plenitud de gracia y de gloria recibida por la misma Virgen María.

De este hecho colosal—María Madre del Dios redentor—arranca el llamado principio del consorcio, en virtud del cual Jesucristo asoció íntimamente a su divina Madre a toda su misión redentora y santificadora. Por eso, todo lo que Él nos mereció con mérito de rigurosa justicia, nos lo mereció también María, aunque con distinta clase de mérito.  Para hallar la gracia de Dios hay que hallar a María.

¿POR QUÉ ASÍ?
a) Porque sólo María ha hallado gracia delante de Dios, ya para sí, ya para todos y cada uno de los hombres en particular.


b) Porque María dio el ser y la vida al Autor de la gracia, y por eso se la llama Mater gratiae.


c) Porque Dios Padre, de quien todo don perfecto y toda gracia desciende como de su fuente esencial, dándole a su divino Hijo, le dio a María todas las gracias.


d) Porque Dios la ha escogido como tesorera, administradora y dispensadora de todas las gracias, de suerte que todas pasan por sus manos; y conforme al poder que ha recibido, reparte Ella a quien quiere, como quiere, cuando quiere y cuanto quiere las gracias del Eterno Padre, las virtudes de Jesucristo y los dones del Espíritu Santo.


e) Porque así como en el orden de la naturaleza ha de tener el niño padre y madre, así en el orden de la gracia, para tener a Dios por Padre, es menester tener a María por Madre.


f) Porque así como María ha formado la Cabeza de los predestinados, Jesucristo, a ella pertenece formar los miembros de esta Cabeza, que somos los cristianos; que no forman las madres cabezas sin miembros ni miembros sin cabeza.

Quien quiera, pues, ser miembro de Jesucristo, lleno de gracia y de verdad, debe dejarse formar por María mediante la gracia de Jesucristo, que en ella plenamente reside, para comunicarla de lleno a los miembros verdaderos de Jesucristo y a los verdaderos santos.

g) Porque el Espíritu Santo, que se desposó con María y en ella, por ella y de ella formó su obra maestra, el Verbo encarnado, Jesucristo, como jamás ha repudiado a María y ésta sigue siendo su verdadera esposa, continúa produciendo todos los días en ella y por ella a los predestinados por verdadero, aunque misterioso, modo.


h) Porque, como dice San Agustín, en este mundo los predestinados están encerrados en el seno de María y no salen a luz hasta que esa buena Madre les conduce a la vida eterna. Por consiguiente, así como el niño recibe todo su alimento de la madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, así los predestinados sacan todo su alimento espiritual y toda su fuerza de María.



En fin: nadie imagine—como ciertos falsos iluminados—que María por ser criatura es impedimento para la unión con el Creador.
No es ya María quien vive, es Jesucristo solo quien vive en ella.


La transformación de María en Dios excede a la de San Pablo y todos los otros santos, más que el cielo a la tierra.
Por eso, cuanto más unida está un alma a María, tanto más íntimamente permanece unida a Dios, que habita en ella.
Quien encuentra a María, encuentra en ella a Jesús, y en Jesús a Dios.
No hay camino más seguro y rápido para encontrar a Dios que buscarlo en María.
Según el orden establecido por la divina Sabiduría, como dice Santo Tomás, no se comunica Dios ordinariamente a los hombres, en el orden de la gracia, sino por María.
Para subir y unirse a Él preciso es valerse del mismo medio de que El se valió para descender a nosotros, para hacerse hombre y comunicarnos sus gracias; y ese medio tiene un nombre dulcísimo: María.

Para entrar en los planes de Dios es, pues, necesario tener una devoción entrañable a María. Ella nos conducirá a Jesús y trazará en nuestras almas los rasgos de nuestra configuración con Él, que constituyen la esencia misma de nuestra santidad y perfección.



He aquí cómo demuestra esta verdad San Luis María Grignion de Montfort. Al hablar de los motivos para tener una gran devoción a María, dice que uno de los principales es porque conduce a la unión con Nuestro Señor y afirma que éste es el camino más fácil, más breve, más perfecto y más seguro.


Camino fácil: es el camino que Jesucristo ha abierto viniendo a nosotros, y en el que no hay obstáculo alguno para llegar a Él. La unción del Espíritu Santo lo hace fácil y ligero.


Camino corto: ya porque en él no se extravia nadie, ya porque por él se anda con más alegría y facilidad y, por consiguiente, con más prontitud. En el seno de María es donde los jovencitos se convierten en ancianos por la luz, por la santidad, por la experiencia y por la sabiduría, llegando en pocos años a la plenitud de la edad en Jesucristo.


Camino perfecto: pues María es la más santa y la más perfecta de todas las criaturas, y Jesucristo, que ha venido de la manera más perfecta a nosotros, no ha tomado otro camino en tan grande y admirable viaje.


Camino seguro: porque el oficio de María es conducirnos con toda seguridad a su Hijo, así como el de Jesucristo es llevarnos con seguridad a su Eterno Padre. La dulce Madre de Jesús repite siempre a sus verdaderos devotos las palabras que pronunció en las bodas de Cana enseñándonos a todos el camino que lleva a Jesús: «Haced todo lo que El os diga» (Jn. 2,5).

Fuente: 
Teología de la perfección cristiana (Antonio Royo Marín)

2 comentarios:

  1. Excelente análisis. Me encantó y me gustaría compartirlo dando crédito al autor en mis grupos de Facebook. Espero no les moleste, pero si es así, háganmelo saber.
    Que Dios los bendiga siempre.

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    1. Edgar, estamos muy felices de comparta usted nuestros artículos, muchas gracias

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