El sacrificio eucarístico o Santa Misa es el centro de la vida cristiana y el culmen de la acción por la que Dios santifica al mundo en Cristo, y del culto que los hombres ofrecen al Padre.
Hagan de la Eucaristía el centro espiritual de la comunidad y tribútenle un culto fervoroso y asiduo.
Busquen dedicar cada día un tiempo prolongado a la adoración y visiten con frecuencia a Cristo Eucaristía quien, lleno de gracia y de verdad, ordena las costumbres, forja el carácter, alimenta las virtudes, consuela a los afligidos, fortalece a los débiles, incita a su imitación y santifica a los que se acercan a él».
En la Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: EL MISMO CRISTO. Por eso la Santa Misa es el centro del día, el lugar en que nuestros esfuerzos humanos, unidos en la patena al ofrecimiento de Cristo, suben a Dios, le dan perfecta Gloria y reciben un valor eterno; y de Dios desciende a nosotros gracia sobreabundante para nutrir el alma y dar testimonio. De ahí que la Eucaristía sea verdaderamente “fuente y culmen de toda la vida cristiana”, donde nos unimos íntimamente a él por la comunión de su cuerpo y de su sangre.
(Concilio Vaticano II)
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