DIOS NOS AMA, SOMOS HERMANOS DE CRISTO


La gracia de Dios es enteramente gratuita; pero una vez poseída nos da la capacidad de merecer el cielo a título de justicia, lo que quiere decir que tenemos que ganarnos el Cielo, tenemos esa capacidad y ese deber, ya que la operación sigue la naturaleza del ser y el valor de una obra proviene ante todo de la dignidad del que la efectúa.

Por la gracia, Dios nos hace hermanos de Cristo y coherederos con Él,—lo dice expresamente San Pablo en el texto de la Epístola a los Romanos, y también dice San Agustín, «el que dice '"Padre nuestro» al Padre de Cristo, ¿qué le dice a Cristo sino «hermano nuestro»?. 

Por el hecho mismo de que la gracia nos comunica una participación de la vida divina que Cristo posee en toda su plenitud, es forzoso que vengamos a ser hermanos suyos.  Cristo quiso hacerse nuestro hermano según la humanidad para hacernos hermanos suyos según la divinidad. 

En el orden de la naturaleza, Jesucristo es el Hijo único; pero en el de la adopción y la gracia es Cristo nuestro hermano mayor, a la vez que nuestra Cabeza y la causa de nuestra salud. Por esta razón el Padre se digna mirarnos como si fuésemos una misma cosa con su Hijo. Nos ama como a Él, lo tiene por hermano nuestro y nos confiere un título a su misma herencia. Somos coherederos de Cristo.  Por esta causa, hemos de compartir con Él el amor y la herencia del Padre celestial.

En definitiva, todo acabará realizándose como deseó Cristo: que seamos uno con Él, como Él es uno con el Padre celestial, ¡Realidades divinas que debieran enloquecernos de gratitud y de amor! 

(Teología de la perfección cristiana, Antonio Royo Marín)

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