El que desee gustar de la dulzura escondida en el Sacramento del Altar y acercarse dignamente a este mismo Sacramento, ha de disponerse invocando el nombre de la Virgen María.
Acércate a la comunión aun cuando te sientas tibio, fiándolo todo de la misericordia divina, porque cuanto más enfermo se halla uno, tanta mayor necesidad tiene del médico
Por lo mismo que Cristo no debió morir muchas veces, ya que su única muerte satisfizo por los pecados cometidos y por los que en adelante se cometieren; basta, por eso, que muriendo nos dejase la víctima de su cuerpo inmolada una sola vez por nosotros, para que a diario la ofreciésemos místicamente a Dios Padre por los residuos de nuestros delitos en conmutación de la muerte, a la que a diario estamos sujetos por el pecado.
Oh, cristianos, ¿desean ustedes probar su verdadero amor hacia sus seres queridos que se han ido? ¿Desean mandarles su más preciosa ayuda y la llave Dorada del Cielo? Reciban a menudo la Sagrada Comunión por el reposo de sus almas.
Hay en la Santa Misa tantos misterios como gotas de agua en el mar, como átomos de polvo en el aire y como ángeles en el cielo; no sé si jamás ha salido de la mano del Altísimo misterio más profundo.
Afirma San Buenaventura que en cada Santa Misa hace Dios al mundo un beneficio tan apreciable como el de su misma Encarnación.
San Buenaventura escribió de San Francisco de Asís:
“Su amor al sacramento del Cuerpo del Señor era un fuego que abrasaba todo su ser, sumergiéndose en sumo estupor al contemplar tal condescendencia amorosa y un amor tan condescendiente. Comulgaba frecuentemente y con tal devoción, que contagiaba su fervor a los demás, y al degustar la suavidad del Cordero Inmaculado, era muchas veces, como ebrio de espíritu, arrebatado en éxtasis”.
Leyenda Mayor, LM 9, 2.
La Santa Misa es una obra de Dios en la que presenta a nuestra vista todo el amor que nos tiene; en cierto modo es la síntesis, la suma de todos los beneficios con que nos ha favorecido.
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