𝙻𝙻𝙴𝙶𝙰𝙳𝙰 𝙳𝙴𝙻 𝙰𝙼𝙰𝙳𝙾 💕 Lectura del Cantar de los cantares Ct 2,8-14; 8,6-7

 


¡Oíd, que llega mi amado, saltando sobre los montes, brincando por los collados! Es mi amado como un gamo, es mi amado un cervatillo. Mirad: se ha parado detrás de la tapia, atisba por las ventanas, mira por las celosías.

Habla mi amado y me dice:
«¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha pasado el invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en la vega, llega el tiempo de la poda, el arrullo de la tórtola se deja oír en los campos; apuntan los frutos en la higuera, la viña en flor difunde perfume, ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Paloma mía, que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz, porque es muy dulce tu voz y es hermosa tu figura.»
Grábame como un sello en tu brazo, como un sello en tu corazón, porque es fuerte el amor como la muerte, es cruel la pasión como el abismo; es centella de fuego, llamarada divina: las aguas torrenciales no podrán apagar el amor, ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable.

Cantar de los cantares Ct 2,8-14; 8,6-7

𝗣𝗔𝗥𝗔́𝗙𝗥𝗔𝗦𝗜𝗦 𝗗𝗘𝗟 𝗣𝗔𝗗𝗥𝗘 𝗡𝗨𝗘𝗦𝗧𝗥𝗢 (𝗦𝗮𝗻 𝗙𝗿𝗮𝗻𝗰𝗶𝘀𝗰𝗼 𝗱𝗲 𝗔𝘀𝛊́𝘀)




 Oh santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador y salvador nuestro.

Que estás en los cielos: en los ángeles y en los santos; iluminándolos para el conocimiento, porque tú, Señor, eres luz; inflamándolos para el amor, porque tú, Señor, eres amor; habitando en ellos y colmándolos para la bienaventuranza, porque tú, Señor, eres sumo bien, eterno bien, del cual viene todo bien, sin el cual no hay ningún bien.

Santificado sea tu nombre: clarificada sea en nosotros tu noticia, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la sublimidad de la majestad y la profundidad de los juicios.
Venga tu reino: para que tú reines en nosotros por la gracia y nos hagas llegar a tu reino, donde la visión de ti es manifiesta, la dilección de ti perfecta, la compañía de ti bienaventurada, la fruición de ti sempiterna.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: para que te amemos con todo el corazón, pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, gastando todas nuestras fuerzas y los sentidos del alma y del cuerpo en servicio de tu amor y no en otra cosa; y para que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, atrayéndolos a todos a tu amor según nuestras fuerzas, alegrándonos del bien de los otros como del nuestro y compadeciéndolos en sus males y no dando a nadie ocasión alguna de tropiezo.
El pan nuestro de cada día: tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo: para memoria e inteligencia y reverencia del amor que tuvo por nosotros, y de lo que por nosotros dijo, hizo y padeció.
Y perdónanos nuestras deudas : por tu inefable misericordia, por la virtud de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos.
Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores: y lo que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que lo perdonemos plenamente, para que, por ti, amemos verdaderamente a los enemigos, y ante ti por ellos devotamente intercedamos, no devolviendo a nadie mal por mal, y nos apliquemos a ser provechosos para todos en ti.
Y no nos dejes caer en la tentación: oculta o manifiesta, súbita o importuna.
Más líbranos del mal: pasado, presente y futuro. Gloria al Padre, etc.

DEBEMOS HONRAR A SAN JOSÉ


 

Honremos a san José, porque es el Santo más honrado del cielo y de la tierra. Dios Padre le honró confiando a su custodia su hijo Jesús y su hija María, las dos prendas más amadas de su corazón.

Dios Hijo honró a san José llamándole padre, obedeciéndole y confiando su vida a la solicitud y cuidado de san José.

El Espíritu Santo le honró entregándole su esposa, la Virgen María, por esposa suya. Jesús y María, después de haberle honrado estándole sujetos por treinta años consecutivos, asistieron a su preciosa muerte.

La Iglesia le honra instituyendo fiesta en su honor, declarándolo patrón de toda la Iglesia, y asegurando que es digno san José de sumos honores y alabanzas.

Los santos, los fieles todos invocan a san José a porfía con un entusiasmo y amor siempre crecientes, como al Santo sin igual, socorredor en toda necesidad, amparador en todo trabajo, consolador en toda tribulación y protector especial en todos los accidentes de la vida y en la hora de la muerte.

Levántense por todo el orbe altares a san José, iglesias, pueblos, ciudades. Institutos religiosos, todo en obsequio del Santo. En dignidad y gracia, en santidad y gloria, no hallarás otro Santo, después de María, más honrado de Dios y de los hombres… ¿Y solo tú, alma mía, estarás tibia, o muda, temerás excederte, pusilánime, en honrar a san José, el Santo más honrado de Dios y de los fieles?

(El devoto josefino)

𝑬𝑳 𝑫𝑬𝑺𝑬𝑶 𝑫𝑬 𝑷𝑬𝑹𝑫𝑬𝑹𝑺𝑬 𝑬𝑵 𝑫𝑰𝑶𝑺 𝒀 𝑬𝑳 𝑪𝑬𝑳𝑶 𝑨𝑷𝑶𝑺𝑻𝑶́𝑳𝑰𝑪𝑶




¡Oh dulce escondimiento!, quiero pasar mis días a tu sombra y consumir así mi existencia, por amor de mi dulce Señor... Algunas veces, pensando en aquellas eternas recompensas, tan desproporcionadas a los triviales sacrificios de esta vida, mi alma queda totalmente sorprendida y, arrebatada de un ardiente anhelo, se lanza hacia Dios, exclamando: «¡Oh mi buen Jesús!, quiero llegar a la meta cueste lo que cueste, al puerto de salvación.

No me niegues nada, dame sufrimiento. Que este sea el martirio más íntimo de mi pobre corazón, oculto a toda mirada humana: yo te pido una cruz desnuda.
Reclinada en ella, quiero pasar mis días en esta vida».
Cuando se sufre con Jesús, el padecer es gozar; me consumo por sufrir amando, fuera de esto no quiero ya nada.
Amado mío, ¿quién podrá separarme de ti jamás? ¿Quién será capaz de romper estas fuertes cadenas que tienen atado mi corazón al tuyo? ¿Tal vez el abandono de las criaturas? Precisamente es esto lo que une el alma a su Creador... ¿Tal vez las
tribulaciones, las penas, las cruces? Son a través de estas espinas cuando el canto del alma que te ama es más libre y más ligero. ¿Tal vez la muerte? Pero esta no será sino el principio de la verdadera felicidad para el alma... nada, nada podrá separar, ni tan siquiera
por breves instantes, esta alma de ti. Ella fue creada para ti y está fuera de su centro si no vive abandonada en ti.

Mi vida es amor: este néctar suave me rodea, este amor misericordioso me penetra, me purifica, me renueva y siento que me consume. El grito de mi corazón es: «Amor de mi Dios, mi alma busca solamente a ti. Alma mía, sufre y calla; ama y espera; inmólate y esconde tu inmolación bajo una sonrisa, y siempre adelante... quiero pasar mi vida en un profundo silencio para escuchar en lo íntimo del alma la delicada voz de mi dulce Jesús».

Buscaré almas para lanzarlas al mar del Amor Misericordioso: “almas de pecadores, pero sobre todo almas de sacerdotes y religiosos. Con esta finalidad mi existencia se apagará lentamente, consumándose como el aceite de la lámpara que arde junto al
Tabernáculo”. Siento la vastedad de mi alma, su infinita grandeza, que no basta la inmensidad de este mundo a contenerla: ella ve creada para perderse en ti, Dios mío, porque tú solo eres grande, infinito y por tanto tú solo la puedes hacer plenamente feliz.

De los escritos de la beata Elías de San Clemente, virgen
(Ed. OCD. 2001: pp. 282.295.322)

EL AMOR CUBRE LA MULTITUD DE LOS PECADOS (San Agustín)

 


Corremos efectivamente y corremos hacia la patria; y si desesperamos poder llegar, la misma desesperación nos hace desfallecer. Pero el que quiere que lleguemos, para tenernos con él en la patria, nos alienta en el camino.
Digamos, pues: Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. No digamos que estamos unidos a él, si vivimos en las tinieblas. Pero, si vivimos en la luz lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros. Vivamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, para poder estar unidos a él.
Y, ¿qué hacemos con los pecados? Escucha lo que sigue: Y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. ¿Qué significa nos limpia los pecados? Estad atentos: Ya sabéis que en el nombre de Cristo y por la sangre de aquel a quien acaban de confesar éstos a quienes llamamos infantes, han quedado ya limpios de todo pecado. Entraron viejos, salieron niños. La vejez decrépita es la vida vieja; la infancia regenerada es la vida nueva.
Y nosotros, ¿qué hacemos? Los pecados de la vida pasada no sólo les han sido perdonados a ellos, sino también a nosotros; pero es posible que, viviendo en medio de las tentaciones de este mundo después de la abolición y el perdón de todos los pecados, se hayan cometido otros nuevos. Por eso, que el hombre haga lo que pueda; confiese lo que es para que le cure el que siempre es lo que es: pues él siempre era y es; nosotros no éramos y somos.
Fíjate bien lo que dice: Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Por tanto, si te confiesas pecador, la verdad está en ti, pues la verdad es luz. Aún no brilla tu vida en todo su esplendor, porque en ti habita el pecado; pero ya has comenzado a ser iluminado, porque en ti mora la confesión de los pecados.
Mira en efecto lo que sigue: Pero, si confesamos nuestros pecados, él que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. No sólo los pecados pasados, sino los que hubiéramos contraído en la vida actual, pues el hombre, mientras vive en la carne, no puede menos de tener pecados, siquiera leves. Pero no debes minusvalorar éstos que llamamos pecados leves. Si los minusvaloras al pesarlos, tiembla al contarlos. Muchas cosas pequeñas hacen una grande; muchas gotas hacen desbordar el río; muchos granos hacen un gran granero.
Y ¿qué esperanza nos queda? Ante todo, la confesión: que nadie se considere justo y, ante los ojos de Dios que ve lo que es, no alce la cerviz el hombre que no era y es. Por tanto, ante todo la confesión, luego la dilección; pues ¿qué es lo que se ha dicho del amor? El amor cubre la multitud de los pecados.
San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
Del Tratado sobre la primera carta de san Juan (Tratado 1, 5-6: SC 75, 124-126) 


𝐎𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐒𝐀𝐆𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍 𝐀 𝐌𝐀𝐑Ɩ́𝐀 𝐀𝐔𝐗𝐈𝐋𝐈𝐀𝐃𝐎𝐑𝐀

 


¡Oh Santísima e Inmaculada Virgen María, tiernísima Madre nuestra y poderoso Auxilio de los Cristianos! Nosotros nos consagramos enteramente a tu dulce amor y a tu santo servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas sus fuerzas, y prometemos obrar siempre para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.

Tú, pues, ¡oh Virgen incomparable! que fuiste siempre Auxilio del Pueblo Cristiano, continúa, por piedad, siéndolo especialmente en estos días. Humilla a los enemigos de nuestra religión y frustra sus perversas intenciones. Ilumina y fortifica a los obispos y sacerdotes y tenlos siempre unidos y obedientes al Papa, maestro infalible; preserva de la irreligión y del vicio a la incauta juventud; promueve las vocaciones y aumenta el número de los ministros, a fin de que, por medio de ellos, el reino de Jesucristo se conserve entre nosotros y se extienda hasta los últimos confines de la tierra.

Te suplicamos ¡oh dulcísima Madre! que no apartes nunca tu piadosa mirada de la incauta juventud expuesta a tantos peligros, de los pobres pecadores y moribundos y de las almas del Purgatorio: sé para todos ¡oh María! dulce Esperanza, Madre de Misericordia y Puerta del Cielo.

Te suplicamos, gran Madre de Dios, que nos enseñes a imitar tus virtudes, particularmente la angelical modestia, la humildad profunda y la ardiente caridad, a fin de que, por cuanto es posible, con tu presencia, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo, representemos, en medio del mundo, a tu Hijo, Jesús, logremos que te conozcan y amen y podamos, llegar a salvar muchas almas.

Haz, ¡oh María Auxiliadora! que todos permanezcamos reunidos bajo tu maternal manto; haz que en las tentaciones te invoquemos con toda confianza; y en fin, el pensamiento de que eres tan buena, tan amable y tan amada, el recuerdo del amor que tienes a tus devotos, nos aliente de tal modo, que salgamos victoriosos contra el enemigo de nuestra alma, en la vida y en la muerte, para que podamos formarte una corona en el Paraíso. Así sea

𝐘 𝐏𝐎𝐑 𝐄𝐍𝐂𝐈𝐌𝐀 𝐃𝐄 𝐓𝐎𝐃𝐎 𝐄𝐒𝐓𝐎, 𝐄𝐋 𝐀𝐌𝐎𝐑 ❤

 


𝐘 𝐏𝐎𝐑 𝐄𝐍𝐂𝐈𝐌𝐀 𝐃𝐄 𝐓𝐎𝐃𝐎 𝐄𝐒𝐓𝐎, 𝐄𝐋 𝐀𝐌𝐎𝐑 ❤
Ojalá estuviéramos todas abrasadas en el amor del mismo Señor, y así inflamadas anunciáramos y publicáramos amor y más amor, de manera que pudiéramos encender todo el mundo. A todas os lo digo: tengamos grandes deseos, y el Señor nos otorgará lo que más nos convenga.
Procuremos desechar de nuestros corazones todo cuanto pueda impedir el puro amor de nuestro enamorado Jesús, que es todo amor y quiere comunicarse a nosotras por medio del amor.
El buen Jesús nos llama sin cesar, y nosotras ¿nos haremos siempre las sordas?
Procuremos tener nuestros corazones muy bien dispuestos: que nuestra voluntad sea toda para Jesús, todas nuestras potencias y sentidos sean para el Señor.
No ha de haber en nuestro corazón apego alguno, sino amor y más amor, porque el amor nunca dice «basta» ni sosiega hasta abrasar y, abrasando nuestro corazón el puro amor de Jesús, arrojará de él cuanto se opone a que todo sea amor.
No durmamos; amemos a Dios sin cesar. Solamente el Señor, Creador de cielos y tierra, ha de ser nuestro descanso y nuestro consuelo. Solo el amor de Dios se encuentra siempre; lo
demás todo pasa.
En fin, amor, amor y más amor, que nunca dice «basta». Cuanto más amemos a Dios, más quisiéramos amarlo. Busquemos a Jesús, porque, si lo tenemos en nuestro corazón, lo tendremos todo.
-De las cartas de santa Joaquina de Vedruna-

𝙽𝙰𝙳𝙸𝙴 𝙻𝙰𝚂 𝙰𝚁𝚁𝙴𝙱𝙰𝚃𝙰𝚁𝙰́ 𝙳𝙴 𝙼𝙸𝚂 𝙼𝙰𝙽𝙾𝚂

 



𝙽𝙰𝙳𝙸𝙴 𝙻𝙰𝚂 𝙰𝚁𝚁𝙴𝙱𝙰𝚃𝙰𝚁𝙰́ 𝙳𝙴 𝙼𝙸𝚂 𝙼𝙰𝙽𝙾𝚂
“Me gusta tu mano Señor:
Mano que me protege
Cuando a mi alrededor
Todo se vuelve incierto y amenazante.
Mano que me guía
Aún por caminos oscuros
Y me lleva a la meta deseada.
Mano que me orienta
Cuando en los recodos de mi vida
Pierdo de vista tu rostro de Padre.
Mano que me calienta
Cuando el frío de la tibieza
Quiere hacer presa de mí.
Mano que me anima
Cuando, como el niño pequeño,
Acierto a dar un pequeño paso hacia ti.
Mano que me consiente
Cuando mi corazón peregrino
Necesita tu cobijo de Padre.
Mano que me da seguridad
Cuando me atenazan
La duda y la indecisión.
Mano que me acompaña
Y se vuelve cercanía
Cuando siento fuerte la soledad.
Mano que me llama al silencio
Cuando con tu voz de amor
Quieres penetrar mi corazón.
Mano que me llama a la calma
Cuando mi prisa inexperta
Busca soluciones alocadas.
Mano que con sabiduría
Escribe en los renglones de mi existencia
Las palabras que dan vida.
Mano en la cual me abandono
Jornada tras jornada
Como un polluelo pequeño
En el asilo de su nido”.
(Sor Clemencia Rojas, FMA)

PRIMOGÉNITO DE LA NUEVA CREACIÓN

 


Ha comenzado el reino de la vida y se ha disuelto el imperio de la muerte. Han aparecido otro nacimiento, otra vida, otro modo de vivir, la transformación de nuestra misma naturaleza. ¿De qué nacimiento se habla? Del de aquellos que no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
¿Preguntas que cómo es esto posible? Lo explicaré en pocas palabras. Este nuevo ser lo engendra la fe; la regeneración del bautismo lo da a luz; la Iglesia, cual nodriza, lo amamanta con su doctrina e instituciones y con su pan celestial lo alimenta; llega a la edad madura con la santidad de vida; su matrimonio es la unión con la Sabiduría; sus hijos, la esperanza; su casa, el Reino; su herencia y sus riquezas, las delicias del paraíso; su desenlace no es la muerte, sino la vida eterna y feliz en la mansión de los santos.
Éste es el día en que actuó el Señor, día totalmente distinto de aquellos otros del comienzo de los siglos y que son medidos por el paso del tiempo. Este día es el principio de una nueva creación, porque, como dice el profeta, en este día Dios ha creado un cielo nuevo y una tierra nueva. ¿Qué cielo? El firmamento de la fe en Cristo. Y, ¿qué tierra? El corazón bueno que, como dijo el Señor, es semejante a aquella tierra que se impregna con la lluvia que desciende sobre ella y produce abundantes espigas.
En esta nueva creación, el sol es la vida pura; las estrellas son las virtudes; el aire, una conducta sin tacha; el mar, aquel abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento de Dios; las hierbas y semillas, la buena doctrina y las enseñanzas divinas en las que el rebaño, es decir, el pueblo de Dios, encuentra su pasto; los árboles que llevan fruto son la observancia de los preceptos divinos.
En este día es creado el verdadero hombre, aquel que fue hecho a imagen y semejanza de Dios. ¿No es, por ventura, un nuevo mundo el que empieza para ti en este día en que actuó el Señor? ¿No habla de este día el Profeta, al decir que será un día y una noche que no tienen semejante?
Pero aún no hemos hablado del mayor de los privilegios de este día de gracia: lo más importante de este día es que él destruyó el dolor de la muerte y dio a luz el primogénito de entre los muertos, a aquel que hizo este admirable anuncio: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.
¡Oh mensaje lleno de felicidad y hermosura! El que por nosotros se hizo hombre semejante a nosotros, siendo el Unigénito del Padre, quiere convertirnos en sus hermanos y, al llevar su humanidad al Padre, arrastra tras de sí a todos los que ahora son ya de su raza.

San Gregorio de Nisa, obispo y confesor
De los sermones sobre la resurrección de Cristo (Sermón 1: PG 46, 603-606. 626-627) (del lecc. par-impar)

DIOS QUIERE QUE TODOS LOS HOMBRES SE SALVEN

 


Es dogma de fe católica: Dios quiere que todos los hombres se salven. Si alguno dijere que Dios desea la condenación de un solo hombre predestinándole al infierno haga lo que haga, está diciendo una blasfemia. ¡Ah!, pero ha puesto en nuestras manos nuestra libertad. 

A todos los hombres del mundo, incluso al último salvaje que no ha recibido la visita del misionero, ni ha oído hablar jamás de Jesucristo, le toca Dios el corazón, le ilumina la inteligencia y le da las gracias suficientes, para salvarse si él quiere. ¡Pero tiene que querer! Porque Dios Nuestro Señor ha puesto en nuestras manos nuestra propia libertad, y tiene un respeto terrible, verdaderamente imponente, a nuestra propia libertad. 

Dios quiere la salvación de todo el género humano, pero quiere que queramos, quiere que cooperemos. Y si no pronunciamos esa palabra de arrepentimiento, rechazando con verdadero dolor de corazón nuestros propios pecados, estamos perdidos. Cristo lo sentirá mucho, mejor dicho lo sintió mucho cuando estaba clavado en la cruz. Te estuvo viendo, pecador, cómo te alejabas de Él protervo y obstinado. ¡Cómo lloraba, cómo pedía perdón por ti! Pero tropezaba con el decreto inexorable del Eterno Padre: el respeto a la libertad humana. Dios ha dejado en nuestras manos el libre albedrío y tiene un respeto aterrador, terrible, a nuestra propia libertad.

Muchos me dicen:

-«Pero, Padre, yo he pecado demasiado. ¡Tengo la conciencia cargada con tantos crímenes! ¡He pisoteado todos los mandamientos de la Ley de Dios!».

-¡Calla! ¡Cállate, que el pecado más grave es el que estás cometiendo ahora al decir: «Soy demasiado pecador; Dios ya no me puede

perdonar».

¡Cuándo entenderemos el Corazón de Cristo, su infinita compasión y misericordia para con los pobres pecadores! Señores: si Judas, aquel infame traidor que cometió el pecado más horrendo que registra la historia de la humanidad entregando con un beso de traición al Redentor del mundo; si Judas se hubiera arrepentido de su pecado y se presenta en la colina del Calvario, y cayendo de rodillas delante de la cruz de Cristo lanza este grito desgarrador: «¡Perdóname, Señor!», Jesucristo no hubiera pronunciado en la cruz siete palabras, sino ocho. Y la octava palabra, la que hubiese pronunciado sobre Judas el traidor, hubiera sido ésta: «Tú serás columna de mi Iglesia, al lado de Pedro y de Juan». Y hoy veneraríamos en nuestros altares al Apóstol San Judas, el que entregó a Nuestro Señor.

(Las siete Palabras de Jesús en la cruz, Antonio Royo Marín)

SANTA TERESA DE JESÚS (DE ÁVILA)



La gran española carmelita reformadora, Sta. Teresa de Avila ha sido justamente llamada "una de las mujeres mas grandes, mas atractivas y apreciadas, que el mundo haya conocido". Sus amigos exclamaban: "Gracias a Dios que nos ha permitido ver a una santa a quien podemos imitar".  Además de su santidad, dones espirituales y místicos, la santa tenía un gran sentido del humor.

En su autobriografia, Sta. Teresa escribió que su madre le enseñó, ya desde muy niña a "orar y ser devota de Nuestra Señora".  Cada tarde despues de cena la familia se reunía a rezar juntos, y así se iba despertando en ella y en su hermano un gran amor por el Señor, la Virgen, los  santos y los mártires.  A tal punto que llegaron a desear morir mártires a manos de los moros.  Incluso, construyeron una ermita en el jardín, en la cual rezaban el rosario y jugaban a ser monjes y monjas. 

Cuando Teresa en su juventud se encontraba en conflictos interiores, tenía como costumbre ir a la capilla de un hospital cercano y pasar grandes ratos frente a una estatua de la Virgen, que le evocaba consuelo y paz.

La madre de Teresa murió cuando esta tenia tan solo 13 años.  Muchos años después la Santa escribió: "Cuando empecé a comprender lo que esta pérdida significó para mi, en mi afliccion fui a una imagen de Nuestra Señora y con muchas lágrimas en mis ojos, le imploré que fuera mi Madre.  Hize esto con toda sencillez de corazón, y creo que me ayudo grandemente, ya que por experiencia he descubierto que la Virgen Santísima ha venido en mi auxilio cada vez que me he encomendado a Ella."

Teresa había perdido muchas horas, noches y días leyendo novelas románticas, que la llevaron poco a poco a la vanidad y a las conversaciones frívolas.  Pero pronto su padre la envió a un convento- escuela de las Augustinas llamado: "Nuestra Señora de la Gracia".

Gradualmente por la gracia de Dios concedida a Teresa  a través de María Santísima y después de un gran conflicto interior, Teresa se decidió ser religiosa.  No pensaba que tenía madera para ser una santa, pero por lo menos una buena religiosa.

Cuando cumplió los 20 años, a pesar de la oposición de su padre, Teresa se fue de la casa y entro en un convento carmelita conocido por ser bastante flexible, el convento de "Nuestra Señora de la Encarnación" en Avila.  En Noviembre 2, 1537, profesó y tomó el hábito de la gloriosa Virgen del Monte Carmelo.

El  siguiente verano, después de meses de enfermedad y de oración solitaria, un poco antes de la fiesta de la Asunción, la joven religiosa aparentemente murió; cavaron su tumba, y cuando iba a empezar el funeral, abrió los ojos y dijo a sus afligidos familiares: ")estoy de  regreso?.  Acababa de tener su primera e inolvidable experiencia mística, en la cual tuvo una visión del horror del infierno y de su propio futuro.  Vio también comunidades de monjas organizadas con su esfuerzo, muchas almas entrando al cielo y finalmente su propia muerte.

En los próximos tres años, Teresa estaba parcialmente paralizada y sufrió intensamente, hasta que tomó a Sn. José como su especial patrón y el Señor le concedió el milagro de la sanación total a través de su padre virginal. Por el resto de su vida, Teresa seria gan devota de Sn. José hasta llegar a decir: "no puedo recordar que le haya pedido alguna vez algo, que el no me haya concedido".  Es precisamente por este ejemplo de Sta Teresa, que la devoción ha San José ha aumentado grandemente en los tiempos modernos.



 Aunque todavia Teresa se complacía en las conversaciones y visitas del mundo, ya comenzaba a avanzar en la vida de oración y poco a poco Jesús la iba atrayendo más íntimamente hacia Su Corazón. 

Pronto, Teresa recibiría más favores sobrenaturales. Nuestro Señor se le aparecía y conversaba con ella muy frecuentemente, mientras iba haciendo una obra interior de transformación en Teresa.  Al principio sus confesores y directores espirituales, pensaban que estaba siendo engañada por el demonio, y por ello tuvo que sufrir gran soledad e incomprensión; angustia y tribulación interior.

Buscando el consuelo de la Virgen, Teresa emprendió una difícil peregrinación a través de las montañas hacia el Santuario español de Nuestra Señora de Guadalupe. Finalmente, después de casi 20 anos de sufrimiento interior y purificación a través de la penitencia y la oración, fue liberada de esta tribulación cuando el gran místico y reformador franciscano Sn. Pedro de Alcántara, la visitó y declaró que ella estaba ciertamente inspirada por Dios.  Sta. Teresa se confesó por primera vez con este santo hombre en la Iglesia de la Anunciación y agradeció a la Virgen María por esta valiosa asistencia. 

Fue en este período de su vida, que Teresa escribió: "en la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora, reina de los ángeles, nuestro Señor se complació en darme esta gracia: en éxtasis El me hizo contemplar a María subiendo al cielo.  Pude contemplar el gozo y la solemnidad al ser recibida allá, y así como pude ver el lugar donde ella se encuentra ahora.  El describirlo va mucho mas alla de lo que yo puedo decir.  El gozo que llenó mi alma al ver tan grande gloria era excesivo.  Los efectos de esta vision fueron grandiosos: me hizo desear padecer muchas mas grandes tribulaciones, y tuve un gran e intenso deseo de servir a nuestra Señora por sus grandes méritos".



De ahí en adelante muchos eventos importantes en la vida de Teresa ocurrieron en fiestas de la Virgen María, que ella escribió una vez: "hoy es la vigilia de Nuestra Señora de Agosto.  Nuestros gozos y sufrimientos vienen a nosotros en sus fiestas, como si vinieran de Ella".  Y en la fiesta de la Asunción de 1561, cuando la santa de 46 años de edad, planeaba contrarrestar la guerra protestante en contra de la Iglesia de Cristo, fundando una pequeña comunidad de santas monjas contemplativas, bajo la estricta regla carmelita primitiva, Teresa experimentó una decisiva manifestacion sobrenatural, la cual marcó el punto de partida: de una vida de purificación interior intensa, a una vida de actividad apostólica.

"Yo estaba en la Iglesia del monasterio del glorioso Sto. Domingo, pensando en los eventos de mi desolada vida y de los muchos pecados, los cuales en tiempos pasados yo había confesado. en esa Iglesia.  Caí en un éxtasis tan profundo.  Me senté y parecía que no podía ni siquiera ver la elevación, ni escuchar la Misa.  Yo pensé entonces que me vi a mi misma vestida de un manto de gran blancura y esplendor.  Al principio no vi quien me lo estaba poniendo.  Después vi a Nuestra Señora a mi derecha y a mi padre Sn. José a mi izquierda, vistiendome con este manto.  Se me concedió comprender que en ese momento estaba limpia de mis pecados.  Cuando estuve revestida, estaba llena de gran alegría y nuestra Señora parecía que me tomaba de las dos manos.  Ella dijo que yo la había complacido grandemente al ser bien devota del glorioso Sn. José y que podía confiar que mis deseos relacionados al convento se llevarían a cabo, que no debía temer ningun fracaso porque ellos velarían sobre nosotros y por que su Hijo prometió estar con nosotras, y como prueba de esto, Ella me iba a dar esta joya.  Entonces, pareció que ella me ponía alrededor de mi cuello un espléndido collar de oro, del cual colgaba una cruz de mucho valor...  la belleza que vi en nuestra Señora era extremadamente grande, aun cuando no podía definir sus facciones, pero era toda la forma de su cara, revestida de blanco,con un gran y suave esplendor. No vi a Sn. José claramente pero sabía que estaba allí. Nuestra Señora parecía ser bastante joven...  Cuando la Virgen María y San José estuvieron conmigo por bastante tiempo, yo experimentaba el mas grande gozo que hubiera sentido y no hubiera querido salir de el.  Los vi entonces subir al cielo con una multitud de ángeles.  Yo me quedé en gran soledad, aun cuando estaba confortada y animada, me quedé tan recogida, que por algun tiempo no pude moverme, ni hablar.  Yo estaba poseída por un fuerte deseo de ser consumida por el amor de Dios. Nunca he tenido la duda que  fue una vision que vino de Dios.  Me dejó en gran consolacion y paz."

 "En otro momento vi a Nuestra Señora poniendo una capa de intensa blancura en cierto padre dominico.  Ella me dijo que le dio esa capa en consideración al servicio que le había prestado al ayudar a fundar esta casa y que era un signo de que Ella (la Virgen)le preservaría siempre su alma pura y que el no caería en pecado mortal".

Finalmente Teresa estaba lista para comenzar su dramática campaña de 20 años por la reforma de la orden carmelita.  Durante este período, sin importarle la incomprensión, la persecución y las tremendas dificultades prácticas, esta gran reformadora  apostólica de María y de San José, fundo 17 pequeñas comunidades de fervientes monjas contemplativas, 11 de las cuales dedicadas a Sn. José y 4 a la Santísima Virgen.  

Teresa inspiró al joven sacerdote Sn. Juan de la Cruz, a hacer lo mismo con los frailes carmelitas.

Teresa una vez expresó la filosofía básica de esta su reforma en estas palabras:"cuando veo las grandes necesidades de la Iglesia, soy tan afligida por ellas, que me parece burla estar preocupada por otra cosa..   pues veo que una sola persona completamente perfecta, con verdadero fervor, y amor por Dios, valdría mas que muchos que están tibios"

En el principio de su misión, tuvo esta experiencia: "un día después de la comunión, nuestro Señor me mandó a trabajar con todas mis fuerzas por este fin. El me hizo grandes promesas, que el convento sería ciertamente construido, que El se complacería en el y Sn. José haría de custodio en una puerta y nuestra Señora de custodia en la otra.  Que Cristo estaría en medio de nosotras".

Despues de su primera fundación en Avila, de un pequeño y pobre convento reformado, sin ninguna seguridad, "mientras oraba en la capilla vi a Cristo, quien me recibió con gran afecto, puso una corona en mi cabeza y me agradeció lo que habia hecho por su Madre."

"En otra ocasion cuando todas estabamos rezando en el coro después de las completas, vi a Nuestra Señora en grandiosa gloria, en un manto blanco con el cual parecía que nos cubría a todas.  Comprendí por esto el tan alto grado de gloria al cual Nuestro Señor elevaría a las religiosas de esta casa."



Y la humilde santa agradecida a la Virgen, con lágrimas en sus ojos, dijo a sus hijas: "alabenlo, mis hijas, que ustedes sean verdaderamente las hijas de Nuestra Señora y ustedes no tienen porque avergorzarse de que yo soy una mala persona, ya que ustedes tienen tan buena Madre.  Imitenla y reflexionen que la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla a Ella como patrona ha sido tal que mis pecados y el yo ser como soy, no han sido suficiente para arruinar esta santa orden.  Mis hijas, imitemos en cierta medida la gran humildad de la Santísima Virgen, cuyo hábito llevamos por vestido, para que seamos dignas de llamarnos sus hijas.  Mientras mas parezca que nos humillamos, nos quedamos cortas en ser dignas hijas de tan gran Madre."

 Como prueba de su intensa devoción y gratitud a Maria, Teresa no solo puso sobre la puerta del nuevo convento, una estatua de Nuestra Señora,  pero también tenía una estatua de Sta. Ana con la Virgen y el niño, Cristo en las escaleras, y en su celda, tenia una estatua de la Virgen María. Ademas de haberle mandado una a su hermano que iba para América Central.  Para honrar a la Madre de Dios aun mas, Teresa dedicó una de las ermitas en el patio del convento a Nuestra Señora de Nazaret, y después insistió, sin importarle los obstáculos que se le presentaban, en fundar algunas comunidades en la fiesta de la Asunción.

Santa Teresa atribuyó un inesperado permiso para los primeros frailes reformados, a la intercesión de la Virgen María, y nombró a su primer pequeño monasterio con el nombre de Concepción de Nuestra Señora del Carmen.

Es de notar que esta Santa que viajó sobre esos rudos y montañosos caminos de España central, en calor, lluvia o nieve, en carreta o en mula, una vez compasivamente urgió a una señora noble antes de un viaje a que se recordara de los sufrimientos de la Virgen María en sus viajes.

"Es maravilloso cuan agradable es a nuestro Señor cualquier servicio hecho a su Madre, y su misericordia es grande para los que los ofrecen".  De hecho, Cristo le reveló a la Santa que un joven que ella había conocido y que había muerto en  grave peligro de perdición eterna, se había salvado por que El había tenido compasión de el por la buena obra que el había hecho por la Virgen Maria en darle su casa a los frailes carmelitas para un monasterio".

Mientras las tribulaciones de Teresa aumentaban, nuestro Señor animaba a su fiel sierva con estas palabras: "se fuerte, por que ves como yo cuento contigo. Tu veras la orden de la Virgen avanzar grandemente en tus días".

Cuando Santa Teresa fue hecha priora de un gran convento no reformado en donde fue recibida con gritos de insulto y de odio, en la primera reunión del capítulo, con su tipica humildad y carisma, ella puso una imagen de Nuestra Señora de la Merced en la silla de la priora, con la llave del convento en sus manos, mientras Teresa se sentó modestamente a los pies de María.  En pocos meses sus enemigas fueron ganadas, ante todo por haber puesto a la Virgen como Madre y superiora del convento, y por su especial combinacion de caridad santa, abilidad practica y contagioso buen sentido del humor. Ella dio todo el crédito de este cambio a la Virgen María diciendo con su encantadora sonrisa: "Mi priora hace estas maravillas".

 Y como prueba divina de que la Santísima Virgen era realmente la priora celestial del convento, una noche durante el coro: "al comienzo de la Salve vi a la Madre de Dios decender con una multitud de ángeles al lugar de la priora donde la imagen de Nuestra Señora está y sentarse en la  silla.. se quedo ahi durante la Salve y me dijo: 'haz hecho bien en ponerme aqui.  Yo estaré presente cuando las hermanas canten las alabanzas de mi HIjo, y yo se las ofreceré a El.  Después de ésto permanecí en oración....y me pareció que la persona del Padre me atrajo hacia si y me hablo con palabras que me confortaron.  Me decía mientras me mostraba cuanto me amaba: "Yo te doy a Mi Hijo, al Espíritu Santo y a la Santísima Virgen, que me puedes dar tu?"

Una vez la santa tuvo:"un gozo  especial en la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora.  Cuando llegó este día, pensé que sería bueno renovar nuestros votos y entonces vi a Nuestra Señora.  Me pareció como si los estuvieramos haciendo frente a Ella y que le eran agradables.  Tuve esta visión constantemente por varios días y Nuestra Señora estaba a mi lado izquierdo.



Durante los últimos años de su vida, Nuestro Señor llevo a Santa Teresa a través del camino de la Cruz.  Teresa sufrió una oposición que se incrementaba y una cruel persecución.  Y aun cuando sus enemigos la acusaron a la Inquisición, llamandole hereje, María Santísima le dijo:" no sufras, porque esta causa es mía".  Y la Santa tuvo una gran razón de escribir que nuestra Señora:"tiene como costumbre ayudar a aquellos que desean ponerse bajo su protección".

Cuando parecia que la abolición formal de las comunidades reformadas de Teresa, se acercaba y era casi inevitable, despues de estar tan roto su corazón que lloró durante todo el día antes de la Navidad y la Misa de Medianoche, pidiendo la ayuda de su amado patrón Sn. José:"mientras estaba en oracion...ella vio a Sn. José en una visión junto con la Virgen, orando a su Hijo por la reforma."

Siguiendo la orden del Señor, ella le escribió directamente al rey Felipe II: " Yo estoy convencida que Nuestra Señora ha decidido servirse de vuestra majestad y tomarle como su defensor para librar a esta orden..."  En pocas semanas, las altas autoridades de la Iglesia y del estado aprobaron y reconocieron el movimiento de la reforma de Sta. Teresa como una orden independiente de carmelitas descalzos, de monjas y frailes.

Al final de la vida de Teresa una noche, "en maitines Nuestro Señor se acostó en mis brazos asi como es pintado en los cuadros de la Madre Dolorosa.. El me dijo: "no tengas miedo, porque la unión de mi Padre con tu alma es incomparablemente mas cercana que esto".   En otra ocasión Jesús le dijo que cuando El resucitó se le apareció a su Madre, porque ella estaba en gran sufrimiento y que permaneció bastante tiempo con Ella para consolarla.

Santa Teresa habiendo cumplido la misión que el Senor le encomendó con la ayuda de su gracia, la mediación materna de la Virgen Santísima y de San José, murió el día de San Francisco de Asís, en el año de 1582.

Santa Teresa repetía: "Parece que Jesucristo quiere demostrar que así como San José lo trató tan sumamente bien a El en esta tierra, El le concede ahora en el cielo todo lo que le pida para nosotros. Pido a todos que hagan la prueba y se darán cuenta de cuán ventajoso es ser devotos de este santo Patriarca".


 

VENID, OH JESÚS


Mi pobre alma desea recibiros, oh mi buen Jesús. ¡Cuánto os necesito! Venid y hacedme feliz. Vos sólo sois mi alegría, mi felicidad, mi amor. Venid, oh Jesús.

Venid y dadme vuestro sagrado Cuerpo que el Espíritu Santo ha formado tan milagrosamente en el seno purísimo de María; aquel Cuerpo que se cansó trabajando; que sufrió hambre y sed, frío y calor y que murió por mí en la cruz. Venid, oh Jesús y dadme vuestra adorable Sangre, que derramasteis tan generosamente, por mi amor en el huerto de los Olivos; aquella que corrió a torrentes en vuestra cruel flagelación y cuya última gota brotó de vuestro divino Corazón, perforado con la lanza del soldado. Venid, oh Jesús y dadme vuestra hermosísima alma que tanto pensó en mí, y que oró por mí al Padre Celestial. Venid, oh Jesús dadme vuestra divinidad, que desde toda la eternidad pensó en mí con infinito amor, que hizo mi alma según su imagen y la colmó de tantos beneficios.

Oh Jesús, cómo goza mi alma, pensando que Vos estáis realmente presente en la santa Hostia consagrada, por amor a mí y por mi solo bien. Me dais el derecho de recibiros y de poseeros. Venid, pues, oh dulce Salvador, sin Vos no puedo, no quiero vivir.

Venid, oh Jesús, y estableced en mí vuestra morada. ¿No os atrae más mi pobre alma que el Tabernáculo? Este es sólo de mármol, de madera, es frío y solitario; mas en mi corazón encontráis algo siquiera de amor y de afecto. ¿No es verdad, oh buen Jesús? El copón, aunque de oro y plata no es sino un vaso frío y sin vida; yo tengo siquiera el sincero deseo de adornar mi alma con virtudes. La luz del sagrario, que indica vuestra divina presencia, no deja de ser sino una débil llamita.

Venid, oh Señor, y encended en mí el fuego de vuestro divino amor, y mi corazón arderá en llamas de tiernos afectos.

El altar es vuestra morada transitoria, es como una sala de espera. Mi pobre corazón es el objeto de este divino sacramento de amor. En mi queréis establecer vuestra morada permanente, vuestra verdadera residencia. Conmigo queréis vivir acá en la tierra en dulce compañía para luego continuarla en la eterna gloria.

¡Venid, oh Jesús! Tengo tanto que deciros; tantas faltas por las cuales debo pediros perdón; tantas penas y cuitas que contaros. Cansado y desilusionado estoy de este mundo engañador y de sus necias promesas y diversiones. ¡Qué mentiroso y engañador es el mundo! Quiero descansar una hora con Vos, oh dulce Maestro. Vos me entendéis, y tenéis interés en mi bienestar espiritual y en mi verdadera felicidad. Mi corazón está fatigado y busca un lugar de descanso. Tiene sed de amor, porque para eso lo habéis creado. No permitáis oh Jesús, que corra tras las vanidades del mundo. Dadme una voluntad firme que resista enérgica y resueltamente las locuras del mundo y los placeres de la carne.

Venid, Señor, y quedaos conmigo, entonces me será fácil olvidar al mundo y sus placeres engañadores.

¡Venid, oh Jesús! Deseo irme al Padre. Mas no puedo ir solo. Vos tenéis que acompañarme. Ahora estáis en mi corazón. Vos sois mi propiedad. Ayudadme a conocer al Padre; presentadme a El.

Os doy gracias, oh Padre Celestial, por haberme dado a vuestro Unigénito Hijo. El solo me basta. Ah, ¡qué don mas precioso! Jesús es mío, ¡Padre Eterno! Yo os lo devuelvo, os lo entrego; pero Vos oh Padre, debéis aceptarme como a vuestro hijo y perdonarme en vuestra infinita misericordia todos mis pecados.

Venid, oh buen Jesús, acordaos, como los pequeñuelos se alegraban de poder estar en vuestra presencia; dadme un corazón dócil e inocente como el de un niño. Zaqueo desbordaba de júbilo y contento cuando os hospedasteis en su casa. ¡Cómo se llena de gozo mi alma cuando venís a mí! ¡ Siempre me traéis tanta alegría y tanta paz y felicidad Nunca tenéis palabras de reproche.

Con María Magdalena vuelo a vuestras plantas. El enemigo maligno me persigue, sabe muy bien cuán débil soy. Pero mirad, oh Jesús, si he pecado como Magdalena también me arrepiento como ella. Ojalá merezca yo oír de vuestros divinos labios aquellas consoladoras palabras: "Mucho se te ha perdonado, porque has amado mucho." Oh, ¡si yo pudiera asemejarme a San Juan, vuestro discípulo predilecto! ¡Quién pudiera descansar reclinado sobre vuestro divino pecho!

¡Venid, oh Jesús! Hoy debéis habitar conmigo. Ignoro lo que me traerá el día de hoy: penas o alegrías, dichas pesares. Ahora ya os doy gracias por do lo que vuestra mano paternal se digne enviarme. ¡Bendito seáis! Pero no olvidéis, oh buen Jesús, que yo temo los sufrimientos y no me atrevo a llevar mi cruz sino sostenido por Vos. No quiero llorar, sino reclinado sobre vuestro divino pecho. Venid, Jesús, mi buen Jesús.



EL ESPÍRITU, DADOR DE VIDA


 

El Espíritu, dador de vida

San Basilio Magno, obispo y doctor de la Iglesia
Libro sobre el Espíritu Santo 15,35-36
El Señor, que nos da la vida, estableció con nosotros la institución del bautismo, en el que hay un símbolo y principio de muerte y de vida: la imagen de la muerte nos la proporciona el agua, la prenda de la vida nos la ofrece el Espíritu.
En el bautismo se proponen como dos fines, a saber, la abolición del cuerpo de pecado, a fin de que no fructifique para la muerte, y la vida del Espíritu, para que abunden los frutos de santificación; el agua representa la muerte, haciendo como si acogiera al cuerpo en el sepulcro; mientras que el Espíritu es el que da la fuerza vivificante, haciendo pasar nuestras almas renovadas de la muerte del pecado a la vida primera.
Esto es, pues, lo que significa nacer de nuevo del agua y del Espíritu: puesto que en el agua se lleva a cabo la muerte y el Espíritu crea la nueva vida nuestra. Por eso precisamente el gran misterio del bautismo se efectúa mediante tres inmersiones y otras tantas invocaciones, con el fin de expresar la figura de la muerte, y para que el alma de los que se bautizan quede iluminada con la infusión de la luz divina.
Porque la gracia que se da por el agua no proviene de la naturaleza del agua, sino de la presencia del Espíritu, pues el bautismo no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura
Por el Espíritu Santo se nos concede de nuevo la entrada en el paraíso, la posesión del reino de los cielos, la recuperación de la adopción de hijos: se nos da la confianza de invocar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna, y para decirlo todo de una sola vez, el poseer la plenitud de las bendiciones divinas, así en este mundo como en el futuro; pues al esperar por la fe los bienes prometidos, contemplamos ya, como en un espejo y como si estuvieran presentes, los bienes de que disfrutaremos.
Y si tal es el anticipo ¿cuál no será la realidad? Y si tan grandes son las primicias ¿cuál no será la plena realización?

EL MISTERIO DEL PURGATORIO

 


DOCTRINA CATÓLICA DEL PURGATORIO 

 EL PURGATORIO ES un estado transitorio de purificación necesaria para aquellos que, habiendo muerto en gracia de Dios y teniendo segura su salvación, necesitan mayor purificación para llegar a la santidad necesaria para entrar en el cielo. Esta purificación es totalmente distinta al castigo del infierno. 

 El purgatorio es doctrina de fe formulada en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). Dios creó los seres humanos para que disfruten de su Creador viéndole en la Gloria. Sin embargo todos hemos pecado y en esa condición no se puede entrar en el cielo, pues nada manchado puede entrar en el Cielo; por lo cual, todos necesitamos la redención de Jesucristo para poder ir al Cielo. Jesús nos purifica con el poder de su Sangre para poder ser admitidos al cielo. 

La salvación es posible solo por medio de Jesucristo. Si morimos en gracia de Dios es porque hemos recibido esa gracia por los méritos de Jesucristo que murió por nosotros en la cruz. La purificación del purgatorio también es gracias a Jesucristo. 

 El purgatorio es necesario porque pocas personas se abren tan perfectamente a la gracia de Dios aquí en la tierra como para morir limpios y poder ir directamente al cielo. Por eso muchos van al purgatorio donde los mismos méritos de Jesús completan la purificación. Según esto, el alma que está en el purgatorio ha sido ya liberada de sus culpas, pero como de ellas no hizo en la tierra una penitencia suficiente, debe padecer ahora la pena del purgatorio, que elimine en su ser «toda herrumbre o mancha de pecado», disponiéndole así para la perfecta y beatífica unión con Dios. 

 Santa Catalina de Génova en su tratado del Purgatorio, nos da un ejemplo claro con el fin de entender el propósito del paso por el Purgatorio y su efecto en el alma: “Imaginemos un enamorado, que aunque desea de todo corazón unirse con su amada, viéndose a sí mismo lleno de miserias en el alma y en el cuerpo, en forma alguna quiere realizar su unión conyugal en tanto no recupere una salud perfecta que le haga digno de ella. La misma fuerza del amor le lleva, pues, sin vacilar, a someterse en una clínica a tratamientos muy severos y dolorosos, psíquicos y somáticos, con tal de librarse cuanto antes de todas las miserias personales que hacen la unión indigna e imposible. Pues bien, después de la muerte, el alma enamorada de Dios, que todavía ve en sí muchas miserias no purificadas, siente la necesidad del purificatorio, y a él se somete, agradecida a la misericordia divina, para disponerse cuanto antes a la perfecta unión con el Señor” 

Fundamento Bíblico sobre la existencia del Purgatorio 

 La doctrina de la Iglesia sobre el Purgatorio encuentra fundamento en la Biblia, cuando esta se sabe interpretar correctamente: El texto del 2 Macabeos 12, 43-46 da por supuesto que existe una purificación después de la muerte. (Judas Macabeo) “efectuó entre sus soldados una colecta... a fin de que allí se ofreciera un sacrificio por el pecado... Pues... creían firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren en gracia de Dios... Ofreció este sacrificio por los muertos; para que fuesen perdonados de su pecado”.

 Asimismo las palabras de nuestro Señor: “El que insulte al Hijo del Hombre podrá ser perdonado; en cambio, el que insulte al Espíritu Santo no será perdonado, ni en este mundo, ni en el otro”. Mt 12,32. “Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo”. Lucas 12,58-59  En estos pasajes Jesús habla de un castigo temporal que no puede ser el infierno ni tampoco el cielo. 

 Se llega a semejante conclusión en la carta de San Pablo, 1 Corintios 3, 12-13: “Pues la base nadie la puede cambiar; ya está puesta y es Cristo Jesús. Pero, con estos cimientos, si uno construye con oro, otro con plata o piedras preciosas, o con madera, caña o paja, la obra de cada uno vendrá a descubrirse. El día del Juicio la dará a conocer porque en el fuego todo se descubrirá. El fuego probará la obra de cada cual: si su obra resiste el fuego, será premiado; pero, si es obra que se convierte en cenizas, él mismo tendrá que pagar. El se salvará, pero como quien pasa por el fuego". De manera que hay un fuego después de la muerte que, diferente al del infierno, es temporal. El alma que por allí pasa se salvará. A ese estado de purgación le llamamos el "purgatorio". 1 Cor 15,29: "De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué pues se bautizan por los muertos?" La palabra "bautismo" es utilizada aquí como una metáfora para expresar sufrimiento o penitencia (Mc 10,38-39; Lc 3,16; 12,50). 

Pablo escribe sobre una práctica entre los cristianos de "bautizarse" por los difuntos. El no la condena, si no que la exalta como válida porque demuestra fe en la resurreción. Compare 1 Cor 15,29 con 2 Macabeos 12,44 y verá la similitud. Mensaje N° 23 – 8/12/99,17:00 Hs. (Veo a la Virgen llorar sangre y me muestra una imagen del mundo al tiempo que me dice:) "Éste es el mundo en donde mis hijos se matan" Las penas del purgatorio Aunque no sea doctrina-definida, se mantiene como doctrina común que el sufrimiento mayor del purgatorio consiste en la "pena de ausencia", porque las almas están temporalmente privadas de la visión beatífica. Sin embargo, no hay comparación entre este sufrimiento y las penas del infierno. El purgatorio es temporal y por eso lleva consigo la esperanza de ver a Dios algún día cara a cara. Las almas lo llevan con paciencia, pues comprenden que la purificación es necesaria. Lo aceptan generosamente por amor de Dios y con perfecta sumisión a su voluntad. Las penas del purgatorio son proporcionales al grado de pecado de cada persona. Es probable que las penas del purgatorio van disminuyendo gradualmente y aumente en ellas la alegría de la cercana entrada en el cielo. Estas almas tienen total certeza de la salvación y poseen fe, esperanza y caridad. Saben que ellas mismas están en amistad con Dios, confirmadas en gracia. 

 Respecto de las penas, nos dice Santa Catalina de Génova en su libro “Tratado del Purgatorio”, que se experimenta a la vez, gran gozo y gran dolor: “Verdad es que el amor de Dios, que redunda en el alma, según entiendo, le da un gozo tan grande que no se puede expresar; pero este contentamiento, al menos a las almas que están en el purgatorio, no les quita su parte de pena. Y es aquel amor, que está como retardado, el que causa esa pena; una pena que es tanto más cruel cuanto es más perfecto el amor de que Dios la hace capaz. Así pues, gozan las almas del purgatorio de un contento grandísimo, y sufren al mismo tiempo una grandísima pena; y una cosa no impide la otra” “Cuando el alma, por visión interior, se ve así atraída por Dios con tanto fuego de amor, que redunda en su mente, se siente toda derretir en el calor de aquel amor fogoso de su dulce Dios. Y ve que Dios, solamente por puro amor, nunca deja de atraerla y llevarla a su total perfección”. “Cuando el alma ve esto, mostrándoselo Dios con su luz; cuando encuentra en sí misma aquel impedimento que no le deja seguir aquella atracción, aquella mirada unitiva que Dios le ha dirigido para atraerla; y cuando, con aquella luz que le hace ver lo que importa, se ve retardada para poder seguir la fuerza atractiva de aquella mirada unitiva, se genera en ella la pena que sufren los que están en el purgatorio”. 

 María Simma, humilde campesina del Norte de Austria, fallecida hace varios años, quien tenía el Don de ver y hablar con las almas del purgatorio nos refería lo siguiente acerca del Purgatorio: “Diría que es una invención genial por parte de Dios. Y aquí quisiera proponerles una imagen toda mía. Supongan que un día se abre una puerta y aparece un ser extraordinariamente bello, de una belleza tal, nunca vista sobre la tierra. Aquí quedan fascinados, trastornados por este SER de luz y de belleza, tanto más que él demuestra estar locamente enamorado de ustedes (lo que nunca se hubiesen imaginado); se dan cuenta que también él tiene un gran deseo de atraerlos a sí, de abrazarlos; y el fuego del amor que quema ya en sus corazones los empuja seguramente a precipitarse entre sus brazos. Pero ustedes, se dan cuenta, en ese preciso instante, de que hace meses que no se lavan, que huelen mal, que se sienten horriblemente feos; tienen la nariz que chorrea, los cabellos grasosos y pegoteados, horribles manchas de suciedad sobre la ropa, etc., etc. Entonces se dicen a sí mismos: "¡No, no es posible que yo me presente en este estado!. Es preciso que antes me lave, me duche, y luego, rápidamente, regrese a verlo…". Pero he aquí que el amor nacido en sus corazones es tan intenso, tan fuerte, tan abrasador, que este atraso debido a la ducha es absolutamente insoportable. Y el dolor mismo de la ausencia, aunque dure sólo pocos minutos, causa un ardor atroz en el corazón. Y, ciertamente, este ardor es proporcional a la intensidad de la revelación del amor: es una Llama de amor. Pues bien, el Purgatorio es exactamente esto. Es un atraso impuesto por nuestra impureza, un atraso antes del abrazo de Dios, una Llama de amor que hace sufrir terriblemente; una espera, o si quieren, una nostalgia, del Amor. Es precisamente esta Llama, esta ardorosa nostalgia la que nos purifica de todo lo que aún es impuro en nosotros. Me atrevería a decir que el Purgatorio es un lugar de deseo, del deseo loco de Dios, de Dios que ya ha sido reconocido y visto, pero al cual el alma todavía no se ha unido. Las almas del Purgatorio hablan con frecuencia con María sobre ese gran deseo, de esa sed que tienen de Dios, y cómo ese deseo es para ellas profundamente doloroso; es, sin duda, una verdadera agonía. En la práctica el Purgatorio es una gran crisis, una crisis que nace de la falta de Dios.



¿Es Dios quien envía las almas al Purgatorio? 

 Es el alma misma quien quiere ir al Purgatorio para purificarse, antes de entrar en el Paraíso. Pero aquí es preciso decir también que el alma, cuando está en el Purgatorio, adhiere perfectamente a la voluntad de Dios; por ejemplo, se complace del bien y desea nuestro bien; experimenta tanto amor por Dios, y también por quienes aún estamos en la tierra. Estas almas están perfectamente unidas al Espíritu de Dios o, si se quiere, a la Luz de Dios. Por eso el alma que experimenta este amor de Dios y por Dios, si hallase otro purgatorio mayor que el purgatorio, para poder quitarse más pronto aquel impedimento de estar contemplando el Rostro de Dios, allí se lanzaría dentro, en forma totalmente voluntaria, por el ímpetu de aquel amor que hace conformes a Dios y al alma. 

 ¿Cuales son los pecados que con más frecuencia conducen al Purgatorio? 

 Son los pecados contra la caridad, contra el amor hacia el prójimo, la dureza del corazón, la hostilidad, la calumnia. La maldición y la calumnia se cuentan entre las culpas más graves que necesitan una larga purificación. He aquí un relato bastante esclarecedor, basado en la experiencia de una mística de nuestro tiempo: “Se le pidió a la mística, informase si un hombre y una mujer; estaban en el Purgatorio. Con gran asombro de quienes se lo habían pedido, la mujer ya estaba en el Paraíso y el hombre en el Purgatorio. Pero en realidad esa mujer había muerto después de un aborto, mientras que el hombre iba con frecuencia a la iglesia y llevaba una vida, aparentemente, bastante digna y piadosa. La vidente (Maria Simma) se informa nuevamente, pensando que podría haberse equivocado. Pero no, era tal cual: en realidad los dos murieron contemporáneamente, pero la mujer se había arrepentido sinceramente de lo que había hecho, y había sido muy humilde; en cambio el hombre, aunque religioso, juzgaba todo y a todos, siempre se lamentaba, hablaba mal de la gente, y criticaba. Por eso su purgatorio era muy largo. Conclusión: "Nunca se debe juzgar según las apariencias".  

Otros pecados contra la caridad son, por cierto, todos nuestros repudios hacia algunas personas que no amamos, nuestro rechazo en hacer las paces, en perdonar, y todos los rencores que encerramos en el corazón. Es por eso que al momento de dejar este mundo, nos halle la muerte sin deudas de ningún tipo hacia nadie, en paz con todo el mundo, libres de rencor y resentimiento. Por eso debemos tratar de no llevarnos mal con la gente y sobre todo si tenemos diferencias o entredichos, saber pedir perdón y perdonar. El alma no debe quedar atada a ningún resentimiento de la tierra. 

 Un alma visitó a la mística, quien le preguntó el porqué de su estadía en el purgatorio; y esta contó que tenía una amiga, con la cual surgió una enemistad muy grande; y esa enemistad había sido causada por ella misma y, a pesar de todo, había conservado su rencor por años y años; y cuando su amiga, en varias circunstancias, había venido a pedirle de hacer las paces, de reconciliarse, ella la rechazaba; y cuando cayó gravemente enferma, había mantenido cerrado su corazón, a rechazar la paz que se le proponía; y hasta en el lecho de muerte, aquella amiga había venido a suplicarle de hacer las paces; pero aún en su lecho de muerte ella había rechazado reconciliarse. Por ese motivo se encontraba aún en un purgatorio muy doloroso, y por eso había venido a pedir ayuda a la mística. Este testimonio sobre la gravedad de conservar el rencor es muy significativo. Por lo que se refiere a las palabras, nunca se dirá bastante acerca de cómo una palabra de crítica, una palabra malévola pueda realmente matar, y también cómo una buena palabra pueda curar.

¿Cómo podemos ayudar a las almas del Purgatorio? 

 Nuestra oración por las almas de los difuntos solo puede ayudar a los que están en el purgatorio ya que la condición del infierno es irreversible y los que están en el cielo no necesitan oración, pero, como no tenemos la certeza si un alma está en el purgatorio o no (excepto en el caso de los que han sido llevado a los altares), es recomendable orar por todos los difuntos. 

Nuestras oraciones por las almas del purgatorio pueden reducir sus penas en intensidad y duración. Cuando estas almas lleguen al cielo (antes no pueden) sin duda rezarán por sus benefactores. La preocupación de sufragar por las almas del Purgatorio no es sólo un deber de justicia y de caridad, es también un gran beneficio, porque las almas del Purgatorio están muy agradecidas por los alivios que les damos y nos protegen. Si nosotros con el sufragio rogamos por ellas, ellas ciertamente responden rezando por nosotros. Sus plegarias son muy eficaces, porque son santas y nos procuran beneficios inmensos, tanto para nuestra vida corporal como espiritual. Entre las obras de sufragio por las almas del Purgatorio, hay tres que tienen un efecto maravilloso: La oración, la Santa Misa y las Indulgencias. 

Súplicas a la Santísima Virgen En Alivio De Las Benditas Almas Mas Abandonadas Del PURGATORIO 

 ¡Oh Madre de misericordia! tan grande es vuestra bondad, que no podéis descubrir miserias sin compadecemos. Mirad, os suplicamos, con caritativos ojos las afligidas almas que sufren en el Purgatorio, sin poderse procurar alivio alguno en sus tremendas penas, y moveros a compasión. 

 Por vuestra piedad y por el amor que tenéis a Jesús, os pedimos mitiguéis sus sufrimientos, y les procuréis eterno descanso. Pero ¡ah! cuán doloroso debe ser para vuestro maternal corazón, la conducta de innumerables cristianos, que dejan en el olvido las pobres almas del Purgatorio! ¡Esperan nuestros sufragios, y apenas hay quien se acuerde de ellas! 

¡Oh María! dignaos inspirar a todos los fieles una tierna y viva compasión por nuestros hermanos difuntos: comunicadles un ardiente deseo de ofrecer por ellas obras satisfactorias, y ganar, en su favor, cuantas indulgencias les sean aplicables a fin de que pronto vayáis a gozar de Dios. Oíd ahora las súplicas que por ellas os hacemos.  



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