DOCTRINA CATÓLICA DEL PURGATORIO
EL PURGATORIO ES un estado transitorio de purificación necesaria para aquellos que, habiendo muerto
en gracia de Dios y teniendo segura su salvación, necesitan mayor purificación para llegar
a la santidad necesaria para entrar en el cielo. Esta purificación es totalmente distinta al
castigo del infierno.
El purgatorio es doctrina de fe formulada en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820;
1580).
Dios creó los seres humanos para que disfruten de su Creador viéndole en la Gloria. Sin embargo todos hemos
pecado y en esa condición no se puede entrar en el cielo, pues nada manchado puede entrar en el Cielo; por lo cual,
todos necesitamos la redención de Jesucristo para poder ir al Cielo. Jesús nos purifica con el poder de su
Sangre para poder ser admitidos al cielo.
La salvación es posible solo por medio de Jesucristo. Si morimos en
gracia de Dios es porque hemos recibido esa gracia por los méritos de Jesucristo que murió por nosotros en la cruz.
La purificación del purgatorio también es gracias a Jesucristo.
El purgatorio es necesario porque pocas personas se abren tan perfectamente a la gracia de Dios aquí en la tierra
como para morir limpios y poder ir directamente al cielo. Por eso muchos van al purgatorio donde los mismos
méritos de Jesús completan la purificación.
Según esto, el alma que está en el purgatorio ha sido ya liberada de sus culpas, pero como de ellas no hizo en la
tierra una penitencia suficiente, debe padecer ahora la pena del purgatorio, que elimine en su ser «toda herrumbre o
mancha de pecado», disponiéndole así para la perfecta y beatífica unión con Dios.
Santa Catalina de Génova en su tratado del Purgatorio, nos da un ejemplo claro con el fin de entender el propósito
del paso por el Purgatorio y su efecto en el alma:
“Imaginemos un enamorado, que aunque desea de todo corazón unirse con su amada, viéndose a sí mismo lleno de
miserias en el alma y en el cuerpo, en forma alguna quiere realizar su unión conyugal en tanto no recupere una
salud perfecta que le haga digno de ella. La misma fuerza del amor le lleva, pues, sin vacilar, a someterse en una
clínica a tratamientos muy severos y dolorosos, psíquicos y somáticos, con tal de librarse cuanto antes de todas las
miserias personales que hacen la unión indigna e imposible. Pues bien, después de la muerte, el alma enamorada de
Dios, que todavía ve en sí muchas miserias no purificadas, siente la necesidad del purificatorio, y a él se somete,
agradecida a la misericordia divina, para disponerse cuanto antes a la perfecta unión con el Señor”
Fundamento Bíblico sobre la existencia del Purgatorio
La doctrina de la Iglesia sobre el Purgatorio encuentra fundamento en la Biblia, cuando esta se sabe interpretar
correctamente:
El texto del 2 Macabeos 12, 43-46 da por supuesto que existe una purificación después de la muerte.
(Judas Macabeo) “efectuó entre sus soldados una colecta... a fin de que allí se ofreciera un sacrificio por el
pecado... Pues... creían firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren en gracia de Dios... Ofreció
este sacrificio por los muertos; para que fuesen perdonados de su pecado”.
Asimismo las palabras de nuestro Señor:
“El que insulte al Hijo del Hombre podrá ser perdonado; en cambio, el que insulte al Espíritu Santo no será
perdonado, ni en este mundo, ni en el otro”. Mt 12,32.
“Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre
ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta
que no hayas pagado el último céntimo”. Lucas 12,58-59 En estos pasajes Jesús habla de un castigo temporal que no puede ser el infierno ni tampoco el cielo.
Se llega a semejante conclusión en la carta de San Pablo, 1 Corintios 3, 12-13:
“Pues la base nadie la puede cambiar; ya está puesta y es Cristo Jesús. Pero, con estos cimientos, si uno
construye con oro, otro con plata o piedras preciosas, o con madera, caña o paja, la obra de cada uno vendrá a
descubrirse. El día del Juicio la dará a conocer porque en el fuego todo se descubrirá. El fuego probará la obra de
cada cual: si su obra resiste el fuego, será premiado; pero, si es obra que se convierte en cenizas, él mismo tendrá
que pagar. El se salvará, pero como quien pasa por el fuego".
De manera que hay un fuego después de la muerte que, diferente al del infierno, es temporal. El alma que por allí
pasa se salvará. A ese estado de purgación le llamamos el "purgatorio".
1 Cor 15,29: "De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos
resucitan? ¿Por qué pues se bautizan por los muertos?"
La palabra "bautismo" es utilizada aquí como una metáfora para expresar sufrimiento o penitencia (Mc 10,38-39;
Lc 3,16; 12,50).
Pablo escribe sobre una práctica entre los cristianos de "bautizarse" por los difuntos. El no la
condena, si no que la exalta como válida porque demuestra fe en la resurreción.
Compare 1 Cor 15,29 con 2 Macabeos 12,44 y verá la similitud.
Mensaje N° 23 – 8/12/99,17:00 Hs.
(Veo a la Virgen llorar sangre y me muestra una imagen del mundo al tiempo que me dice:) "Éste es el
mundo en donde mis hijos se matan"
Las penas del purgatorio
Aunque no sea doctrina-definida, se mantiene como doctrina común que el sufrimiento mayor del purgatorio
consiste en la "pena de ausencia", porque las almas están temporalmente privadas de la visión beatífica. Sin
embargo, no hay comparación entre este sufrimiento y las penas del infierno. El purgatorio es temporal y por eso
lleva consigo la esperanza de ver a Dios algún día cara a cara. Las almas lo llevan con paciencia, pues comprenden
que la purificación es necesaria. Lo aceptan generosamente por amor de Dios y con perfecta sumisión a su
voluntad.
Las penas del purgatorio son proporcionales al grado de pecado de cada persona. Es probable que las penas del
purgatorio van disminuyendo gradualmente y aumente en ellas la alegría de la cercana entrada en el cielo. Estas
almas tienen total certeza de la salvación y poseen fe, esperanza y caridad. Saben que ellas mismas están en
amistad con Dios, confirmadas en gracia.
Respecto de las penas, nos dice Santa Catalina de Génova en su libro “Tratado del Purgatorio”, que se
experimenta a la vez, gran gozo y gran dolor:
“Verdad es que el amor de Dios, que redunda en el alma, según entiendo, le da un gozo tan grande que no se
puede expresar; pero este contentamiento, al menos a las almas que están en el purgatorio, no les quita su parte de
pena. Y es aquel amor, que está como retardado, el que causa esa pena; una pena que es tanto más cruel cuanto es
más perfecto el amor de que Dios la hace capaz. Así pues, gozan las almas del purgatorio de un contento
grandísimo, y sufren al mismo tiempo una grandísima pena; y una cosa no impide la otra”
“Cuando el alma, por visión interior, se ve así atraída por Dios con tanto fuego de amor, que redunda en su
mente, se siente toda derretir en el calor de aquel amor fogoso de su dulce Dios. Y ve que Dios, solamente por
puro amor, nunca deja de atraerla y llevarla a su total perfección”.
“Cuando el alma ve esto, mostrándoselo Dios con su luz; cuando encuentra en sí misma aquel impedimento que
no le deja seguir aquella atracción, aquella mirada unitiva que Dios le ha dirigido para atraerla; y cuando, con
aquella luz que le hace ver lo que importa, se ve retardada para poder seguir la fuerza atractiva de aquella mirada
unitiva, se genera en ella la pena que sufren los que están en el purgatorio”.
María Simma, humilde campesina del Norte de Austria, fallecida hace varios años, quien tenía el Don de ver
y hablar con las almas del purgatorio nos refería lo siguiente acerca del Purgatorio:
“Diría que es una invención genial por parte de Dios. Y aquí quisiera proponerles una imagen toda mía.
Supongan que un día se abre una puerta y aparece un ser extraordinariamente bello, de una belleza tal, nunca
vista sobre la tierra. Aquí quedan fascinados, trastornados por este SER de luz y de belleza, tanto más que él
demuestra estar locamente enamorado de ustedes (lo que nunca se hubiesen imaginado); se dan cuenta que
también él tiene un gran deseo de atraerlos a sí, de abrazarlos; y el fuego del amor que quema ya en sus corazones
los empuja seguramente a precipitarse entre sus brazos. Pero ustedes, se dan cuenta, en ese preciso instante, de
que hace meses que no se lavan, que huelen mal, que se sienten horriblemente feos; tienen la nariz que chorrea, los
cabellos grasosos y pegoteados, horribles manchas de suciedad sobre la ropa, etc., etc. Entonces se dicen a sí
mismos: "¡No, no es posible que yo me presente en este estado!. Es preciso que antes me lave, me duche, y luego,
rápidamente, regrese a verlo…". Pero he aquí que el amor nacido en sus corazones es tan intenso, tan fuerte, tan
abrasador, que este atraso debido a la ducha es absolutamente insoportable. Y el dolor mismo de la ausencia,
aunque dure sólo pocos minutos, causa un ardor atroz en el corazón. Y, ciertamente, este ardor es proporcional a
la intensidad de la revelación del amor: es una Llama de amor.
Pues bien, el Purgatorio es exactamente esto. Es un atraso impuesto por nuestra impureza, un atraso antes del
abrazo de Dios, una Llama de amor que hace sufrir terriblemente; una espera, o si quieren, una nostalgia, del
Amor. Es precisamente esta Llama, esta ardorosa nostalgia la que nos purifica de todo lo que aún es impuro en
nosotros. Me atrevería a decir que el Purgatorio es un lugar de deseo, del deseo loco de Dios, de Dios que ya ha
sido reconocido y visto, pero al cual el alma todavía no se ha unido.
Las almas del Purgatorio hablan con frecuencia con María sobre ese gran deseo, de esa sed que tienen de Dios,
y cómo ese deseo es para ellas profundamente doloroso; es, sin duda, una verdadera agonía. En la práctica el
Purgatorio es una gran crisis, una crisis que nace de la falta de Dios.

¿Es Dios quien envía las almas al Purgatorio?
Es el alma misma quien quiere ir al Purgatorio para purificarse, antes de entrar en el Paraíso. Pero aquí es
preciso decir también que el alma, cuando está en el Purgatorio, adhiere perfectamente a la voluntad de Dios; por
ejemplo, se complace del bien y desea nuestro bien; experimenta tanto amor por Dios, y también por quienes aún
estamos en la tierra. Estas almas están perfectamente unidas al Espíritu de Dios o, si se quiere, a la Luz de Dios.
Por eso el alma que experimenta este amor de Dios y por Dios, si hallase otro purgatorio mayor que el purgatorio,
para poder quitarse más pronto aquel impedimento de estar contemplando el Rostro de Dios, allí se lanzaría dentro,
en forma totalmente voluntaria, por el ímpetu de aquel amor que hace conformes a Dios y al alma.
¿Cuales son los pecados que con más frecuencia conducen al Purgatorio?
Son los pecados contra la caridad, contra el amor hacia el prójimo, la dureza del corazón, la hostilidad, la
calumnia. La maldición y la calumnia se cuentan entre las culpas más graves que necesitan una larga purificación.
He aquí un relato bastante esclarecedor, basado en la experiencia de una mística de nuestro tiempo: “Se le pidió a
la mística, informase si un hombre y una mujer; estaban en el Purgatorio. Con gran asombro de quienes se lo
habían pedido, la mujer ya estaba en el Paraíso y el hombre en el Purgatorio. Pero en realidad esa mujer había
muerto después de un aborto, mientras que el hombre iba con frecuencia a la iglesia y llevaba una vida,
aparentemente, bastante digna y piadosa. La vidente (Maria Simma) se informa nuevamente, pensando que
podría haberse equivocado. Pero no, era tal cual: en realidad los dos murieron contemporáneamente, pero la mujer
se había arrepentido sinceramente de lo que había hecho, y había sido muy humilde; en cambio el hombre, aunque
religioso, juzgaba todo y a todos, siempre se lamentaba, hablaba mal de la gente, y criticaba. Por eso su purgatorio
era muy largo. Conclusión: "Nunca se debe juzgar según las apariencias".
Otros pecados contra la caridad son, por cierto, todos nuestros repudios hacia algunas
personas que no amamos, nuestro rechazo en hacer las paces, en perdonar, y todos los rencores que
encerramos en el corazón. Es por eso que al momento de dejar este mundo, nos halle la muerte sin
deudas de ningún tipo hacia nadie, en paz con todo el mundo, libres de rencor y resentimiento. Por
eso debemos tratar de no llevarnos mal con la gente y sobre todo si tenemos diferencias o
entredichos, saber pedir perdón y perdonar. El alma no debe quedar atada a ningún resentimiento
de la tierra.
Un alma visitó a la mística, quien le preguntó el porqué de su estadía en el purgatorio; y esta contó que tenía una
amiga, con la cual surgió una enemistad muy grande; y esa enemistad había sido causada por ella misma y, a pesar
de todo, había conservado su rencor por años y años; y cuando su amiga, en varias circunstancias, había venido a
pedirle de hacer las paces, de reconciliarse, ella la rechazaba; y cuando cayó gravemente enferma, había mantenido
cerrado su corazón, a rechazar la paz que se le proponía; y hasta en el lecho de muerte, aquella amiga había venido
a suplicarle de hacer las paces; pero aún en su lecho de muerte ella había rechazado reconciliarse. Por ese motivo se
encontraba aún en un purgatorio muy doloroso, y por eso había venido a pedir ayuda a la mística.
Este testimonio sobre la gravedad de conservar el rencor es muy significativo. Por lo que se
refiere a las palabras, nunca se dirá bastante acerca de cómo una palabra de crítica, una palabra
malévola pueda realmente matar, y también cómo una buena palabra pueda curar.
¿Cómo podemos ayudar a las almas del Purgatorio?
Nuestra oración por las almas de los difuntos solo puede ayudar a los que están en el purgatorio ya que la
condición del infierno es irreversible y los que están en el cielo no necesitan oración, pero, como no tenemos la
certeza si un alma está en el purgatorio o no (excepto en el caso de los que han sido llevado a los altares), es
recomendable orar por todos los difuntos.
Nuestras oraciones por las almas del purgatorio pueden reducir sus penas
en intensidad y duración. Cuando estas almas lleguen al cielo (antes no pueden) sin duda rezarán por sus
benefactores.
La preocupación de sufragar por las almas del Purgatorio no es sólo un deber de justicia y de caridad, es también
un gran beneficio, porque las almas del Purgatorio están muy agradecidas por los alivios que les damos y nos
protegen. Si nosotros con el sufragio rogamos por ellas, ellas ciertamente responden rezando por nosotros. Sus
plegarias son muy eficaces, porque son santas y nos procuran beneficios inmensos, tanto para nuestra vida corporal
como espiritual.
Entre las obras de sufragio por las almas del Purgatorio, hay tres que tienen un efecto
maravilloso: La oración, la Santa Misa y las Indulgencias.
Súplicas a la Santísima Virgen En Alivio De Las Benditas Almas Mas Abandonadas Del
PURGATORIO
¡Oh Madre de misericordia! tan grande es vuestra bondad, que no podéis descubrir miserias sin compadecemos.
Mirad, os suplicamos, con caritativos ojos las afligidas almas que sufren en el Purgatorio, sin poderse procurar
alivio alguno en sus tremendas penas, y moveros a compasión.
Por vuestra piedad y por el amor que tenéis a
Jesús, os pedimos mitiguéis sus sufrimientos, y les procuréis eterno descanso. Pero ¡ah! cuán doloroso debe ser
para vuestro maternal corazón, la conducta de innumerables cristianos, que dejan en el olvido las pobres almas
del Purgatorio! ¡Esperan nuestros sufragios, y apenas hay quien se acuerde de ellas!
¡Oh María! dignaos inspirar
a todos los fieles una tierna y viva compasión por nuestros hermanos difuntos: comunicadles un ardiente deseo de
ofrecer por ellas obras satisfactorias, y ganar, en su favor, cuantas indulgencias les sean aplicables a fin de que
pronto vayáis a gozar de Dios. Oíd ahora las súplicas que por ellas os hacemos.