I
Oculta el sol sus últimos fulgores,
La noche extiende su enlutado manto
Y sólo vense ya en el camposanto
En las tumbas cien luces de colores.
Poco a poco se apagan los rumores
Y en esta soledad que causa espanto
Vengo a regar con dolorido llanto
La tierra en que reposan mis mayores.
¡Soledad, soledad! ¡Quién sospechara
Que toda humana gloria aquí acabara
Sin que los hombres impedirlo puedan!
Yo de esta soledad al ser testigo,
Como el poeta, en mi interior me digo:
¡Qué solos, ¡ay, Señor!, los muertos quedan!
II
¡Muerte! Voz de dolor y de misterio
Que resuena sin fin hora tras hora
Aquí en la soledad aterradora
Del sombrío y helado cementerio.
En el mundo desde uno a otro hemisferio
Es la muerte la dueña y la sefi.ora
Que domina a los hombres vencedora
Con las duras cadenas de su imperio.
Muerte, di, ¿quién podrá esquivar tu yugo?
¿Quién se podrá ocultar de tu presencia
ni qué hombre puede contra ti ser fuerte?
¡Oh de la humanidad fatal verdugo!
¿Tan breve habrá de ser nuestra existencia
Que todo se termine con la muerte?
III
Todo aquí acaba: el torpe devaneo
Las riquezas, la dicha y la ventura
Y, siendo desigual la sepultura,
Al rico y al mendigo iguales veo.
¡Todo se acaba! Pero ¡no! Yo creo
Lo que mi fe bendita me asegura:
Que esas cruces que miran a la altura
Dicen dónde se colma mi deseo.
El cielo que la santa cruz señala
Es el lugar que el alma fiel escala
Cuando sale del cuerpo desprendida.
Para el alma que cree, ama y espera
Aquí empieza la vida verdadera:
La cruz junto a la muerte dice: ¡Vida!
-Rufino Villalobos-
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