LA PENA DE LA PRIVACIÓN DE DIOS EN EL PURGATORIO

Podemos decir, que la intensidad de la pena exactamente proporcional a las culpas cometidas, y se agudiza por la pena de privación de Dios y el deseo de poseerlo, debido al gran amor que las almas sienten por Él. 

Por eso consideramos al Purgatorio como una lucha de amor. El Señor no es severísimo con ellas, es más bien amorosísimo y las purifica porque las quiere en una perfecta felicidad. 

El alma percibe este amor de Dios y se lanza hacia Él; arde por amor, gime por amor, percibe la niebla oscura en que se encuentra, porque es amada y ama; pide ayuda para salir de su estado para que sea acortado. 

No pudiendo ella acortarlo con sus propios méritos, siendo incapaz de hacer méritos, se encuentra en una ansiedad por amor.  El gemido del amor del alma que desea a Dios y que siente la atracción del amor divino, que desea su felicidad, constituye la pena de la privación de Dios. 

Podemos decir también, que es una pena que suaviza los tormentos del fuego y de los sentidos. 

Parece una paradoja y sin embargo es así, el alma considera cualquier pena purificadora como un paso al Sumo Bien y a la eterna felicidad, así como una mujer que debe hacerse una cura de belleza para presentarse a una fiesta, acepta sufrir molestias por el fin que persigue.


- El Purgatorio, P. Dolindo Ruotolo- 

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