ESPÍRITU DE AMOR


 
Invocamos, Padre, tu Espíritu de amor, 
callado pero presente y activo en la historia, 
haciéndola historia de salvación.
Él animó y anima a los profetas a denunciar las injusticias 
y los abusos de los poderosos, 
y a ser portadores de tu Palabra salvadora.
Él inspiró a María el entendimiento de tu actuación salvadora 
y la proclamación gozosa de tus planes liberadores.
Él acompañó a Jesús, 
lo empujó al desierto de la prueba y el encuentro contigo, 
lo envió a proclamar la buena noticia a los pobres 
y la liberación a los oprimidos.
Él le fue animando en su predicación del Reino
con signos y palabras.
Jesús respondió con docilidad y entrega total, 
llegando a vaciarse a sí mismo, 
exhalando su espíritu, dándose del todo.
El día de Pentecostés celebramos que vino sobre 
los apóstoles y María convirtiéndolos
en comunidad de creyentes, 
y enviándolos a anunciar el Evangelio
y ser testigos de la Resurrección hasta los confines del mundo.
Que ese mismo Espíritu descienda sobre nosotros 
transformándonos de individuos en personas, 
de discípulos en creyentes, 
de grupo de amigos en comunidad cristiana, 
santificada por tu gracia, adornada con tus dones, 
enriquecida con tus carismas, enviada a una misión liberadora, 
esperanzada y comprometida en la realización de tu Reino.
Que tu Espíritu de comunión 
nos ayude a superar nuestros miedos y egoísmos; 
nos dé aliento en nuestros compromisos;
nos dé sabiduría en nuestro caminar, 
fortaleza en nuestra debilidad 
y amor en todo lo que hagamos.
Que tu Espíritu renueve la faz de la tierra, 
transformándolo todo con su aliento:
Que sea consuelo y esperanza 
para las personas y colectivos que sufren.
Que sea portador de esperanza en la liberación.
Que sea comunión en la diversidad, respeto en el pluralismo.
Que sea el lenguaje del amor 
el que haga entenderse a las personas.
Que haga posible la comunicación, el diálogo,
la paz, la justicia, y la solidaridad,
desechando el odio, la violencia, la muerte y la guerra
en las relaciones entre las personas y los pueblos.
Que haga a los creyentes 
verdaderos testigos de Cristo Resucitado: 
que nos haga transmisores de paz, de alegría, 
de comprensión y esperanza.
Que nos haga a todos y a todas suspirar 
por la plenitud a que aspiramos, 
sin renunciar nunca a la utopía, 
y nos haga gozar de la felicidad que deseamos, 
viviendo intensamente cada instante.

-Plegarias eucarísticas, Deme Orte-

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