ORACIÓN A MARÍA, DE UN ALMA DESESPERADA


Inmaculada y dulce Madre mía, 
apenas ha alumbrado en mí la primera luz de la razón, 
he corrido en pos de los placeres 
que han anegado en amargura mi alma. 
Mil veces he estado próximo a caer 
en el hondo abismo que yo mismo he 
abierto bajo mis pies cuando he dado 
libre cauce al insensato delirio de las pasiones.
Siempre humillado por incontables dolores,
he sido víctima de amargos desengaños, 
abrumado por las adversidades y desgarrado 
el corazón por implacables remordimientos 
al verme alejado de Dios, sintiendome indigno
de su perdón, pero cuando he creído 
sucumbir en los brazos de 
una angustia que me parecia incurable, 
y anonadado en medio de mi camino, 
cansado de buscar en vano la paz que en la 
tierra no puede hallarse, tú vienes a mí 
¡oh Virgen incomparable! tú vienes a mí, 
me tiendes cariñosa tu mano para apartarme 
del precipicio, derramas en mi corazón los consuelos 
que antes le habían sido desconocidos.
En tí encuentro un refugio en mis adversidades; 
por tí me vienen todos los bienes: ¿quién eres, 
¡oh dulce madre mia? ¿de quién eres hija tú,  
que te ha sido dada esa clemencia, esa amabilidad 
que nunca ha poseído ninguno de 
los hijos de Adán, y que lleva en pos de 
sí las bendiciones de todos? 

(Devocionario Católico)

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