NUESTRA UNIÓN CON LAS ALMAS PURGANTES NO SE INTERRUMPE

 Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular, y así, podremos entrar en un estado de purificación (Purgatorio), o bien entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, o condenarnos inmediatamente para siempre.

«Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruída la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es» (Vat.II).

«Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al prójimo, y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos los de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él» (Vat.II).

«La unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo no se interrumpe, al contrario, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales» (Vat.II).

Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de la muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que es completamente distinta del castigo de los condenados. 

La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los concilios de Florencia [1439] y de Trento [1563]. La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura —por ejemplo, 1 Corintios 3,15; 1 Pedro 1,7—, habla de un fuego purificador: «Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado en este siglo, ni en el futuro (Mt 12,31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro» (San Gregorio Magno [+604]).

(Tratado del Purgatorio, Catecismo de la Iglesia Católica)




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