LA GRANDEZA DE SER HIJOS ADOPTIVOS DE DIOS

La gracia nos hace verdaderamente hijos adoptivos de Dios. Y decimos adoptivos porque Dios Padre no tiene más que un solo Hijo, según la naturaleza: el Verbo Eterno: JESUCRISTO, el cual  posee la misma esencia divina del Padre y es Dios exactamente como Él. Por eso, Cristo no es hijo adoptivo de Dios, sino hijo natural en todo el rigor de la palabra.

Nuestra filiación divina por medio de la gracia es de muy distinta naturaleza. No se trata de una filiación natural, sino de una filiación adoptiva. Pero es menester entender realmente esta verdad para no formarse una idea raquítica y empequeñecida de su sublime grandeza. 

Vamos a explicarla un poco:

Al adoptarnos hijos suyos, Dios Uno y Trino nos infunde la gracia santificante, que nos da,  una participación misteriosa, pero realísima y formal, de su propia naturaleza divina. Se trata de una adopción intrínseca, que pone en nuestra alma, física y formalmente, una realidad divina, que hace circular (empleando un lenguaje metafórico que envuelve una realidad sublime) la sangre misma de Dios en lo más íntimo de nuestras almas. 

En virtud de este injerto divino, el alma se hace participante de la misma vida de Dios. Es una verdadera generación, un nacimiento espiritual que imita la generación natural y que recuerda, analógicamente, la generación eterna del Verbo de Dios. En una palabra: como dice expresamente el evangelista San Juan, la gracia santificante no nos da únicamente el derecho a llamarnos hijos de Dios, sino que nos hace tales en realidad: «Videte qualem caritatem dedit nobis Pater, ut filii Dei nominemur et simus» 

¡Inefable maravilla que parecería increíble si no constara expresamente en los Evangelios! 

Dios nos hace verdaderamente herederos de Dios, lo dice expresamente San Pablo: «Si hijos, también herederos» (Rom. 8,17). Es el mismo Dios, uno en esencia y trino en personas, el objeto fruitivo principal de nuestra herencia eterna de hijos adoptivos.

ES DIOS MISMO NUESTRA HERENCIA

(Antonio Royo Marín, teólogo, Teología de la perfección cristiana) 




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