Soy Carmelita Descalza Seglar, este Blog está dedicado a compartir reflexiones, pensamientos de los santos, poesías, oraciones...todo lo relacionado con la fe católica, el objetivo es caminar hacia la luz de la verdad en un mundo donde todo a lo malo llaman bueno y a lo bueno, malo.
Contigo vengo, Dios, porque estás solo en soledad de soledades prieta. Conmigo vengo a Ti, porque estoy solo, sintiendo por el pecho un mar de pena.
Qué tristeza me das, Dios, Dios, sin nadie que te descanse, Dios, de tu grandeza, que te descanse de ser Dios, sin nada que te pueda inquietar o te comprenda.
Qué tristeza me doy, perdido en todo, y todo mudo, tan lejano y cerca, cada vez más presente ante mis ojos en un mutismo que no se revela, con el corazón loco por Saberte, preguntando en la noche que se adensa. Con voz de espadas clamo por mi sangre, rebusco con mis manos en la tierra y escarbo en mi cerebro con mis ansias. Y silencio, silencio, mudez tensa.
Dios, pobre mío, todo lo conoces. Para Ti todo ha sido: nada esperas. Hasta lo que me duele y no me encuentro Tú lo conoces ya, porque en mí piensas. Yo no conozco nada, Dios, y tengo socavones de amor llenos de inquietas, oscuras criaturas que me gritan palabras, no sé dónde, que me queman, preguntas que me tuercen y retuercen, sábana viva chorreando estrellas.
Qué compasión me tengo, Dios, pequeño llamando siempre a la inmutable puerta con las palmas sangrando, a la intemperie de mis luces y dudas y tormentas.
Qué compasión te tengo, Dios, tan solo, siempre despierto, siempre Dios, alerta, sin un pecho bastante, Dios, Dios mío, que ofrezca su descanso a tu cabeza.
Cómo me dueles, Dios. Cómo me duelo herido por la angustia que te llena, sin poder descansarte, sin caberte en mis entrañas ni aun en mis ideas.
No puedo más Contigo, que me rompes creciendo por mi dentro y por mi fuera, cercándome, estrechándome, ahogándome, dejando, sin saberlo, en mí tu huella.
Y soy hombre, Señor. Soy todo caspa de angustiosa esperanza contrapuesta, arcilla informe de reseco olvido, quizá, capricho de tu indiferencia.
Señor, qué solo estás. Cómo estoy solo, yo con mi carga insoportable a cuestas, Tú, con todo y sin nada —¡todo, nada!— más que Tú, Dios perdido en tu grandeza, muerto de sed de amor de algo supremo, Dios, algo que te alegre y que te encienda.
Sin nada superior a Ti creado, mi voz alzada al límite no llega a rumor que resbale por tus sienes, a brisa en tus oídos, que se secan de no oír desde nunca una palabra que antes de estar en hombre no supieras, pobre Creador, Dios mío sin sosiego, preso en tu creación, en diferencia.
A Ti vengo, Señor, porque estoy solo, a veces aun sin mí. Pero no temas, Señor que has puesto en mí necesidades sin darme el modo de satisfacerlas.
Perplejo, recocido de inquietudes, de Ti tengo dolor: de mí, conciencia de ser como no quiero, ser inútil, vana palabra, humana ventolera con sabor de cenizas y de ortigas clavándome alfileres en la lengua, y un huracán de vida por la carne que no ha encontrado carne que florezca.
Versos, versos, más versos, siempre versos, ¿y para qué, Dios mío? Dentro queda una fuente de llanto sofocado minándome la hirviente calavera, sin encontrar salida a la congoja cada vez más patente. Y todo niebla.
Contigo vengo, Dios, porque estoy solo, me huyes cada vez, más te me alejas. ¿No tienes qué decirme, Dios, qué darme? ¿No ves, Señor, no ves, Dios, cómo tiembla este vaho que se alza de mi vida, hierbecilla perdida que se hiela? Encallece mi alma, Dios. Haz dura la mano y la mirada: hazme de piedra. Quítame el sentimiento que me escuece.
Borra, Señor, con sol, mi inteligencia. Déjame en paz, en flor, en roca, en árbol, en muda, resignada, dulce bestia caminante con ritmo y sin sentido por un mundo de instintos e inocencia, o dame con la luz aquel sosiego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario